El 1º de julio de 1944 se fundó el FMI: Nacía un demonio

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Las siglas FMI son ampliamente conocidas en todo el mundo. También sus nefastas actuaciones en relación a los países más pequeños y endeudados, sus célebres “planes de ajuste”. El reclamo ¡fuera el FMI! aparece en las movilizaciones de los trabajadores de Europa o América Latina. Las siglas FMI son ampliamente conocidas en todo el mundo. También sus nefastas actuaciones en relación a los países más pequeños y endeudados, sus célebres “planes de ajuste”. El reclamo ¡fuera el FMI! aparece en las movilizaciones de los trabajadores de Europa o América Latina. 

Escribe: Mercedes Petit

La segunda guerra mundial, que duró de 1939 a 1945, causó enormes daños en la actividad productiva y el comercio internacional. Para los capitalistas, en primer lugar en los países imperialistas, era de vida o muerte restaurar la deteriorada economía mundial. A lo largo del conflicto Estados Unidos se había transformado de lejos en la potencia imperialista hegemónica. Un dato: del total de oro del mundo, tres cuartas partes las atesoraban los yanquis.

Bretton Woods

El presidente Roosevelt, para avanzar en la recomposición económica del sistema capitalista, convocó a una conferencia en la pequeña ciudad yanqui de Bretton Woods. Representantes de 44 países, en julio de 1944, fundaron el FMI (Fondo Monetario Internacional).

Hubo un proyecto impulsado por los países con fuerte endeudamiento, presentado por Inglaterra y elaborado por el economista John M. Keynes, que proponía un esfuerzo compartido entre los deudores y los acreedores. Otro proyecto, presentado por el economista yanqui White, hacía recaer todo el peso de la crisis en los países deudores. El lector ya puede fácilmente adivinar quién se impuso… Nacía una poderosa herramienta que ayudaría a las grandes potencias, pero fundamentalmente a Estados Unidos a “monitorear” el mundo en su beneficio. Para garantizar el control absoluto, los anfitriones se quedaron con el 26% de los votos y sus socios íntimos (Inglaterra) los siguieron con el 12%.

El FMI se presentó como una especie de “fondo de ayuda mutua” para favorecer el comercio entre sus integrantes y ayudar a quien tuviera dificultades. Por supuesto, garantizando la libre circulación de sus capitales, para facilitar las inversiones extranjeras en el Tercer Mundo. Cada país depositaba una cuota de acuerdo a su capacidad económica, en una especie de “caja de ahorro” mundial. En caso de problemas, se pide un préstamo. Entonces, este organismo imperialista comienza a “supervisar” el manejo económico del país deudor.

El maleficio de las deudas externas y los planes de ajuste

En los primeros años el FMI pudo mantener un bajo perfil (aunque siempre beneficiando a las grandes potencias imperialistas), al compás de aquellos años de relativo equilibrio y crecimiento de la economía mundial capitalista que duró hasta fines de los años sesenta (lo que se llamó el boom de posguerra).

Al iniciarse las crisis cíclicas que sacudieron al mundo desde los setenta, el demonio comenzó a usar sus garras contra el Tercer Mundo. Para la década de los ochenta, la mayor parte de estos países ya estaban con grandes deudas, gracias a las bicicletas de los capitales especulativos que venían de las potencias imperialistas y en muchos casos contraídas por dictaduras. La situación se fue haciendo cada vez más crítica. En 1982 estalló lo que se llamaría la crisis de la deuda externa, iniciada en México. En 1983 el futuro presidente de Argentina hizo su campaña electoral con la consigna (no cumplida) “no pagar la deuda con el hambre del pueblo”.

En 1985, el presidente Fidel Castro hizo un llamado a una huelga general de deudores contra los usureros internacionales. Los gobiernos patronales y proyanquis del continente no lo tomaron (y el propio Fidel no fue más allá de un llamado declamatorio). El canciller radical de la Argentina, Dante Caputo, lo rechazó diciendo que sería “una ruptura con el sistema político” y que había que encontrar “dentro de ese sistema la manera de regenerarlo” (Solidaridad Socialista Nº 111, 4/7/85). Lo que encontraron los trabajadores fue la hiperinflación y el desempleo.

Para fines de esa década, el FMI sumó a sus exigencias de rebaja de salarios, alzas de tarifas, etcétera, la privatización de las empresas estatales y recursos naturales (lo que se llamó el plan Brady). La crisis económica capitalista siguió. Al mismo tiempo se fue ampliando cada vez más la brecha entre pobres y ricos, entre los países y toda la población mundial. Para el nuevo milenio, el FMI había mostrado su verdadero rostro. Un demonio del imperialismo para saquear a su servicio, asfixiando a los países más pobres para beneficiar a las multinacionales y grandes bancos.

El FMI en el siglo XXI

La sucesión de estallidos económicos que acompañaron el cambio de siglo fueron hundiendo al FMI en un enorme desprestigio. Cada vez más movilizaciones y huelgas generales lo tuvieron como blanco. Durante años recibió críticas e insultos de casi todos lados, en particular desde la crisis iniciada en 2007/2008.

Pero el imperialismo necesita a su guardián económico. Le lavaron la cara, hubo “autocríticas”, se abrieron “créditos flexibles” y otras modalidades supuestamente beneficiosas para los países más pobres y endeudados. Los plumíferos imperialistas empezaron a hablar de que ahora vendría un “FMI bueno”, para resucitarlo.

Veamos algunos ejemplos. La mayoría de los acuerdos firmados desde el 2008 exigen “lo mismo que en los 90: ajuste fiscal, privatizaciones, suba de impuestos, desregulación financiera y flexibilización laboral” (Crítica, 30/8/09). Tras su acuerdo con Bielorrusia por 2.500 millones, el país debió devaluar su moneda en un 25%. En el Salvador, tras la entrega de 1.000 millones, se eliminaron los subsidios a la energía, trasladando esos valores a las tarifas de los usuarios. En México se avanzó en “el recorte de los derechos de los trabajadores para que las empresas aumenten sus ganancias y repunte la inversión”. En Polonia, “el FMI ponderó el aumento de la edad jubilatoria y la necesidad de continuar reformando el régimen previsional, incluyendo el aumento gradual de la edad de retiro laboral y la disolución de los sistemas especiales en el régimen general”.

La crisis en Grecia lo instaló en el centro de la escena. Desde la “troika” (FMI, Banco Central Europeo y Unión Europea), presionando por imponer tremendos planes de ajuste y recibiendo el repudio de las movilizaciones y las sucesivas huelgas generales. Por eso, los trabajadores y los pueblos que en todo el mundo reclaman que la crisis la paguen los capitalistas, los bancos y las multinacionales, tienen que imponer el no pago de las deudas externas y la ruptura definitiva con el FMI.


Nahuel Moreno
“Una gran consigna: el no pago de la deuda externa”

Nuestro fundador y maestro Nahuel Moreno ya planteaba en 1983 la importancia decisiva de la consigna del no pago. Esto decía:

“Contra el imperialismo, mientras seguimos manteniendo nuestras consignas tradicionales (expropiación de los monopolios imperialistas industriales, comerciales y financieros, ruptura de los pactos políticos y militares que nos atan a él, como la OEA, el TIAR, Río de Janeiro, etcétera), levantamos una gran consigna central: el no pago de la deuda externa. Esta consigna sintetiza en cierto sentido todas las demás, porque ataca a la expresión más tremenda de la explotación imperialista sobre el país y el pueblo. Si seguimos pagando, no habrá recuperación económica, ni salario, ni trabajo […].” (Véase 1982: Comienza la revolución, en www.nahuelmoreno.org)


Néstor y Cristina pagando como nunca

La primera presidencia de Perón, siendo un gobierno patronal, pero con una actitud nacionalista, antiyanqui, resistió la penetración yanqui que avanzaba en toda América Latina, manteniendo una relativa independencia. Por eso, Argentina ingresó al FMI doce años después de su fundación, en 1956, bajo el gobierno proyanqui y gorila de Aramburu y Rojas. Desde entonces, tenemos el demonio en el cuerpo.

La movilización revolucionaria de 2001 que se produjo ante el estallido de la economía que de la mano del Fondo fueron provocando Menem, De la Rúa y el ministro de ambos, Cavallo, impuso un default que permitió amortiguar un poco el tremendo golpe que recibieron los trabajadores y sectores populares.

En 2003 asumió la presidencia el peronista Néstor Kirchner, que mantuvo la sumisión al imperialismo yanqui de sus antecesores peronistas y radicales, pero envuelta en mentiras.

Mientras Menem se jactaba de sus “relaciones carnales” con los yanquis, los Kirchner apelaron a un cínico doble discurso. Con verborragia “nacional y popular” despotricaban contra el FMI con supuestos desafíos y una independencia que jamás encararon. Al mismo tiempo cumplían celosamente todos los vencimientos y compromisos, inaugurando incluso los pagos en efectivo.

En 2005, luego de meses de negociaciones y presiones, a 38 meses del default, se comenzó el pago a la gran mayoría de los bonistas, en medio de suculentas ganancias para ellos. El gobierno venezolano de Chávez fue financiando deuda con bonos que le reportaban altísimas tasas de interés.

En 2006 Kirchner redobló el doble discurso: anunció una supuesta despedida al fondo y le pagó en efectivo y por adelantado (con reservas) 9.810 millones de dólares, cancelando la deuda directa con el organismo. Días antes lo había hecho Lula (Brasil). No fue una acción “antiimperialista”, sino justamente lo que estaba pidiendo el FMI. Era mentira que nos “independizábamos”, ya que seguimos siendo miembros. Así el Fondo siguió presionando y pretendiendo monitorear la economía. Y se sumó el reconocimiento de la deuda con el Club de París, y los demás pasos que han ido llevando al país a la actual situación (ver Editorial y páginas centrales). Los buitres revolotean y el demonio sigue aquí. 

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