19 de octubre de 1914: Hace 100 años fallecía Julio A. Roca
Dos veces presidente de la nación, Julio A. Roca es, sin embargo, especialmente asociado con la llamada “conquista del desierto”. Sin desconocer la importancia de este hecho, sobre su gestión corresponde hacer un balance más de conjunto: el roquismo es el proyecto que sella el modelo agroexportador y a la Argentina como país dependiente de Inglaterra.
Escribe: Tito Mainer
Al período abierto con su primera presidencia, en 1880, se lo conoce como la “era de Roca”. Él, que tenía entonces solo 37 años, fue, sin duda, el artífice de un “modelo” de país para la oligarquía dominante y el principal protagonista político hasta su muerte. Ese año -1914- la Primera Guerra Mundial pone en discusión el liderazgo imperialista del mundo y en la Argentina se instrumenta la Ley Sáenz Peña, que favorecerá el fin de la “república oligárquica”, con el ascenso del radicalismo y las clases medias.
La era de Roca: Argentina dependiente de Inglaterra
Aquella Argentina se inserta en el mercado mundial como una dinámica productora de materias primas -lanas primero, carne vacuna y granos después- gracias a la explotación extensiva de la pampa húmeda, una de las tres llanuras más pródigas del globo, junto con las de Estados Unidos y las de Ucrania y Rusia. En ese papel, en particular, integra el circuito manejado por Inglaterra. En 1876 comienza la exportación de carnes congeladas y en 1883, en San Nicolás, se inaugura el primer frigorífico.
La “conquista del desierto”, coincidentemente, culmina también en 1883. En ese período, desarrollada la segunda revolución industrial, las grandes potencias mundiales -como Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Alemania y Japón-, además de dominar el comercio mundial por la vía del intercambio desigual de productos elaborados contra materias primas -como era hasta entonces-, se consolidan como exportadores de capital financiero e industrial, dando formas a los modernos imperialismos. En clara disputa con el proyecto sarmientino de construir un país independiente e industrial apoyado en el desarrollo de las clases medias productoras, Roca personifica la adecuación de la Argentina a ese nuevo fenómeno mundial y la consolidación de una oligarquía terrateniente que vivirá su hora de gloria parasitando las enormes y ricas extensiones de la pampa húmeda al amparo de un estado nacional corrupto.
Paz, administración y deuda eterna
“El desorden no cotiza en bolsa”, dijo Roca al asumir sus funciones. Después de casi seis décadas de guerras civiles y luchas intestinas -las últimas en 1874 y 1880-, para apostar a un futuro venturoso para la burguesía, era imprescindible el orden. Los grupos dirigentes hacían de la cuestión del orden una receta “científica” a aplicar en la sociedad. Las palabras de Roca, son claras: los conflictos afectan la economía. Y el presidente, en acuerdo con las burguesías provinciales y los gobernadores, conforma el Partido Autonomista Nacional (PAN) para instaurar lo que se dio en llamar el “orden conservador”: desde 1880 y hasta 1916 -el triunfo de la UCR- los presidentes se nombraban en “junta de notables”, muchas veces en reuniones selectas en el Jockey Club. Las colectividades extranjeras adineradas y los principales periódicos también cerraron filas con el proyecto conservador. En octubre de 1880 The Standard señaló: “Este mensaje presidencial puede ser aceptado como el prólogo de un gobierno nacional más fuerte, más firme y más compacto que todo lo conocido en estos países. Por eso será leído con mucha satisfacción por quienes en Europa tienen bonos o mantienen relaciones comerciales con el Plata”. En 1889, como subraya el historiador Ferns, la Argentina absorbió entre el 40 y el 50 por ciento de todas las inversiones británicas hechas fuera del Reino Unido.
Un aspecto importante a recordar es que el roquismo, además, fue responsable de un notable incremento de la deuda externa. En 1884 la deuda ascendía a 149 millones de pesos oro. De cada 100 pesos que el país obtenía por sus exportaciones, 40 se destinaban a pagar los intereses y ganancias de las inversiones extranjeras.*Sarmiento, en diciembre de 1885, lo expresó con sarcasmo: “Calle Esparta su virtud/ sus hazañas calle Roma/ ¡Silencio!, que al mundo asoma/ la Gran Deudora del Sur”. Tras terminar su primer mandato, en 1887 Roca fue agasajado por el imperio victoriano. La Bolsa de Londres realizó un brindis en su honor con la presencia de los máximos empresarios y banqueros británicos, entre ellos, el jefe de la Casa Baring.
La Generación del 80 y el “progreso”
Por último, y para completar el panorama de la gestión de Roca, apuntemos que es, en el plano político, la expresión de un fenómeno cultural e ideológico al que se ha dado en llamar la “Generación del 80”, embanderada con las concepciones positivistas de moda entre la burguesía, cuyas palabras casi mágicas, -que aseguraban una prosperidad indefinida para el país-, eran “ciencia” y “progreso”. Roca, hombre práctico, fue parte de ese clima cultural y, en buena medida, su nervio ejecutor. El laicismo de muchos de ellos dio origen a la Ley 1420 de educación pública, a la institución del matrimonio civil y, también, a un activo papel del estado en los servicios públicos, excepción hecha de varias líneas del ferrocarril que, justamente fueron privatizadas en ese período. Mientras en 1885, el 45 por ciento del capital ferroviario era de empresas estatales, tanto nacionales como provinciales, en 1890 sólo permanecía en poder del estado un 10 por ciento del total y el capital inglés alcanzó el cuasi monopolio ferroviario entre 1886 y 1892. En lo social el roquismo coincide con un cambio decisivo: la inmigración europea se multiplica y modifica radicalmente el perfil demográfico de la Argentina. Para cerrar este balance bien vale referir una conclusión del mismo Ferns: “Desde luego que la Argentina nunca perteneció al Imperio Británico pero la Argentina es o era parte del imperio extraoficial de Gran Bretaña”. Roca, en efecto, fue una pieza decisiva de ese destino. Un siglo después, la burguesía sigue manteniendo al país bajo el dominio del imperialismo, fundamentalmente los Estados Unidos. El peronismo kirchnerista, con su doble discurso “anti Roca”, es el responsable actual de mantener aquel “modelo”.
*Ricardo de Titto: La joya más preciada. Una historia integral de la Argentina. El Ateneo, 2008.
La guerra contra los indios
“Solución drástica”. La expresión acuñada por Estanislao Zeballos en su libro La conquista de quince mil leguas, fue concretada por el joven Julio A. Roca. Este modifica la anterior táctica de ocupación de tierras y encara una ofensiva que corre las fronteras hasta el lago Nahuel Huapí desalojando, desterrando o, directamente, matando o tomando prisioneros a los pueblos que habitaban la región, comandados por los grandes caciques Calfucurá y Namuncurá en la Confederación de las Salinas Grandes, al norte del Río Negro, y por Sayhueque en el “País de las Manzanas”, al pie de la cordillera. El estado nacional -que en 1880 federaliza Buenos Aires resolviendo un antiguo problema-, “completó” así, buena parte de su mapa actual que sumó, también, las tierras del Chaco en las que se desplazó a otros grupos aborígenes.
Las enormes extensiones patagónicas no tardaron mucho en tener nuevos propietarios. La mayoría del territorio se concentró en muy pocas manos, y el boom de la lana nutrió a una nueva oligarquía, todos ellos, coincidentemente, amigos cercanos al general y presidente Roca, como los Tornquist, Luro, Peralta Ramos, Anchorena, Bullrich, Braun o Menéndez Behety. Tornquist, representante de la fábrica de armas alemana Krupp, dijo entonces: “Buenos Aires con malones vale diez, sin malones, vale cien”. Las más de 10 millones de hectáreas tomadas a los aborígenes se repartieron entre 344 nuevos propietarios a razón de más de 30.000 hectáreas de promedio para cada uno de los beneficiados. En total, entre 1876 y 1903 el estado regaló, cedió o vendió 41.787.023 hectáreas a un total de 1843 personas. Ese reparto de la tierra pública fue un fraude tan escandaloso que, mientras en 1879 la legua cuadrada se vendía en Olavarría a 350 pesos, treinta años más tarde se enajenó la misma superficie y en el mismo punto a 400.000 pesos. Entre los que “recibieron” tierras estuvo el mismo Roca, que, al culminar su primera presidencia, en septiembre de 1887, recibió un obsequio del Congreso: 15.000 hectáreas que se vinieron a sumar a las 50.000 recibidas por cuenta de la legislatura de Buenos Aires. ¿Poder de la oligarquía? ¡Inmenso!. En 1928 sólo 1041 propiedades cubrían un tercio de la superficie de la provincia de Buenos Aires.
Una polémica vigente
La visión histórica puesta en boga por el kirchnerismo -un revisionismo ramplón y de muy poca seriedad, ni siquiera parecido al de José M. Rosa, Eduardo Astezano y otros fundadores de esa corriente- reduce la gestión de Roca al exterminio de los pueblos originarios e intenta convertirlo solo en un genocida ambicioso. Los marxistas serios están obligados a aportar análisis políticos, económicos y sociales que, partiendo de la situación internacional -el desarrollo de la segunda revolución industrial, la extensión mundial del fenómeno imperialista y la conformación definitiva de los estados nacionales en este caso- ubique los procesos políticos en toda su complejidad. Es imprescindible evitar las miradas unilaterales y las definiciones simplistas que solo conducen a etiquetar la realidad, pero impiden armar políticamente con una caracterización correcta del período. El kirchnerismo y su “relato” histórico son simplemente demagógicos, que manipulan los temas históricos al servicio de lo que se acomoda a sus necesidades del poder. Así, suelen decir lo que la gente quiere escuchar y resulta sensible, tomando solo aquellos hechos de la realidad que le convienen y ocultando otros.