Ley de Jardines comunitarios: La “gestión social” quiebra el carácter público de la escuela
Graciela Calderón (Sec. Adjunta Suteba Matanza)
Silvia Fernández (Sec. Gremial Suteba Tigre)
La reciente sanción de la Ley de jardines comunitarios en Provincia de Buenos Aires, abre el paso a la implementación en el resto del país de la ya existente gestión social de escuelas en San Luis, Tierra del Fuego y Centros de Primera Infancia en Ciudad de Buenos Aires; que habilitó la Ley Nº 26.206 y que completa el cuadro de privatización creciente de la educación en Argentina.
La ley de jardines comunitarios de la provincia de Buenos Aires habilita a que más de 1.500 jardines y/o espacios que atienden niños pequeños a la fecha, y todos los que se crearen de aquí en más, sean reconocidos como nueva modalidad del sistema educativo. O sea, no se incorporan al sistema público existente, sino que éste cambia, abriendo sus puertas a la gestión social.
Nadie puede discutir que el estado estuvo y está ausente de brindar escuelas a la primera infancia en provincia de Buenos Aires y en todo el país, cuestión que afecta, especialmente a las familias trabajadoras. Basta recordar que la Ley Nº 26.206 estableció la obligatoriedad del estado de brindar la educación a los niños de 4 y 5 años, y que, ocho años más tarde, todavía no se ha satisfecho este derecho. Mucho menos aún, para la niñez de 45 días a 3 años.
Una nueva ley debió haber sancionado la construcción de jardines en toda la provincia en base a un estudio de las necesidades, estableciendo el presupuesto correspondiente. A partir de definir esta perspectiva, pudo haber sancionado una medida de excepción, integrando los jardines de gestión social existentes al sistema educativo, a su reglamentación y direcciones pedagógicas, así como haber reconocido a sus trabajadores derechos laborales a su estabilidad dentro del mismo, como ha ocurrido con otros casos de escuelas o empresas estatizadas. Muy por el contrario, sin establecer una política de construcción de escuelas, se ha legitimado la precariedad educativa de estos espacios, y de sus propios trabajadores que seguirán dependiendo para su designación y permanencia del arbitrio de las organizaciones que las gestionan. Todo lo contrario de lo que reclamamos para que la educación sea pública: concursos públicos para la designación de docentes, reglamentación pública para la asignación de vacantes, entre otros.