Más concentrados y extranjerizados que nunca: La mentira de la “reindustrialización”

(Tiempo estimado: 4 - 8 minutos)

El 100% de las terminales automotrices y las megamineras que operan en el país son extranjerasLa industria en nuestro país está en los mismos niveles que en la década del ́90. Lo que crece es la participación de pulpos transnacionales y los oligopolios y monopolios por sector. El empleo se estancó y reaparecen las suspensiones y despidos.

Escribe: José Castillo Candidato Parlasur Ciudad de Buenos Aires

Las mentiras del gobierno kirchnerista parecen no tener límites: la presidente afirmó que nos encontrábamos ante “el crecimiento industrial más importante de toda la historia, desde 1900 a la fecha”. ¿Dónde sucede esto? Porque el panorama de la industria argentina es exactamente el opuesto.

La “verdadera” industria que tenemos no crece desde hace más de 40 años. De hecho el PBI industrial per cápita (el total de la producción industrial dividido el número de habitantes) es igual al de 1974. Pero si miramos más de cerca, la realidad es que empeoramos. Antes de la dictadura, la industria era más del 30% del PBI; hoy no llegamos al 18%, incluso por debajo del nivel que existía a mediados de la época menemista.

Después de la crisis de 2001, la industria apenas si se recuperó de lo más profundo del pozo (fruto sobre todo del “viento de cola” de la coyuntura internacional). Así creció hasta el 2007. De esto “se agarra” el kirchnerismo para hablar del crecimiento industrial. Pero la realidad es que luego vino el estancamiento de 2008 y la recesión de 2009. Hubo una pequeña recuperación en 2010 y 2011. Pero desde entonces, y ya van cuatro años, la industria viene fuertemente en picada. Así, terminará 2015 con un 4,5% por debajo de 2011. El propio Indec reconoce que hay 15.000 puestos de trabajo industriales menos que el año pasado. No existe por lo tanto, ningún “crecimiento industrial récord”.

Pero eso no es lo peor. Lo que se suele llamar “industria” en nuestro país, es un conglomerado de empresas cada vez más extranjerizado y monopolizado (ver detalle en esta misma página). En realidad, lo que tenemos son algunas grandes armadurías en manos de transnacionales. Tal el caso del complejo automotriz, donde once terminales (todas sin excepción filiales de multinacionales extranjeras) “producen” autos con un 70% de piezas importadas. Vehículos que, a la vez, en un 80% se exportan a Brasil.

Hay rubros industriales enteros donde nuestra capacidad productiva es nula. Como la telefonía celular, donde de los 60 millones de equipos que circulan por el país, menos del 1% de los componentes son producidos en la Argentina. La realidad es que en vez de reindustrializarnos, nos “reprimarizamos”: la parte de la economía que más ha crecido es el sector agrario, la producción y exportación de soja, en particular. Y la única “producción” nueva de la era kirchnerista ha sido la megaminería contaminante, que saquea nuestras riquezas y utiliza un 100% de insumos y maquinaria importada.

Por otra parte, cuando hablamos de industria, debemos fijarnos en lo más importante: los que trabajan en ella. Y, aunque el Indec diga lo contrario, entre desocupados, subocupados y “desalentados” (quienes han dejado de buscar trabajo ante la imposibilidad de encontrarlo), se orilla el 20%. Y el 40% de quienes trabajan está en negro.

No habrá verdadera reindustrialización de la mano de las transnacionales saqueadoras o de empresarios “amigos del poder”. Un verdadero desarrollo industrial sólo será posible a partir de un programa obrero y popular, que garantice empleo en blanco y salarios dignos, acordes a la canasta familiar.

Ello requerirá poner todos los recursos tras este objetivo, recuperando el patrimonio nacional, creando grandes empresas nacionalizadas bajo gestión de los trabajadores en rubros estratégicos como la siderurgia, el aluminio, la petroquímica, la industria naviera, la aviación, la de alimentos, o la fabricación de medicamentos. Sumándole por supuesto la reestatización de las empresas privatizadas en los años 90 (lo que permitirá, por ejemplo, reconstruir la red ferroviaria y reabrir los talleres de reparaciones hoy cerrados) y construyendo una gran YPF que concentre todos los recursos nacionales de gas y petróleo. Medidas que deben ser tomadas en un contexto más general que implique, además, suspender los pagos de la deuda externa; y nacionalizar la banca y el comercio exterior -para que el ahorro argentino y las divisas se vuelquen realmente al desarrollo de nuestro pueblo-. Estas medidas son parte del programa del Frente de Izquierda, en las antípodas de lo que hizo el kirchnerismo y de lo que van a hacer Scioli, Macri o Massa.


 

Crece la extranjerización monopólica

La economía argentina aparece cada vez más concentrada en pocas empresas monopólicas, la mayoría de ellas de capital extranjero. Así, de la tabla de las 25 empresas más importantes del país (por facturación), 18 son extranjeras. Ahí tenemos desde los monopolios exportadores de granos como Cargill, Dreyfuss o Nidera, pasando por las terminales automotrices, empresas de servicios, como Telefónica o Telecom, grandes hipermercados como el Carrefour, hasta petroleras como Chevron, Shell o Petrobrás.

Existen rubros donde el 100% de las firmas que operan en el país son extranjeras, tal el caso de de las terminales automotrices o de las megamineras. En otros, la hegemonía extranjera es abrumadora. Así, la primera empresa en la industria de la construcción es la brasileña Odebrecht. La que encabeza la fabricación de agroquímicos es la multinacional Monsanto. Y así podríamos seguir en cada uno de los rubros. De hecho, con la excepción de Techint y Arcor, que cada vez se “internacionalizan” más y vuelcan sus proyectos de inversión hacia el extranjero, casi no hay grupos industriales nacionales en proceso de crecimiento. Por el contrario, en pleno kirchnerismo asistimos a la venta a firmas extranjeras de viejas empresas locales como Cervecerías Quilmes, Acindar, Alpargatas, Loma Negra o Peñaflor, por citar sólo las marcas más populares. La “industria nacional” brilla por su ausencia.

J.C.


¡No a los despidos y suspensiones!

La crisis que viene carcomiendo la industria, ya entró en la fase donde se pone en riesgo las fuentes de trabajo. Las suspensiones están a la orden del día: en la planta de Fate de San Fernando se suspendió el miércoles pasado a los 1800 operarios y al día siguiente a un 50%. En Córdoba, el Grupo FCA, que incluye a las automotrices Fiat y Chrysler, viene con un sistema de suspensiones que hace que desde julio se trabaje sólo tres o cuatro días a la semana. Al mismo tiempo están ofreciendo retiros voluntarios (que no son otra cosa que despidos encubiertos) a 240 operarios, el 10% del total de la planta. Volkswagen, también en Córdoba, ya registró cuatro días de suspensiones en agosto y estima sumarle otros tres días más en setiembre, afectando al 40% del personal. La planta de General Motors de Alvear (Santa Fe) también tiene programados cuatro días de suspensiones en setiembre, además de presionar, a la vez, con retiros “voluntarios”. La Ford de Pacheco viene aplicando 170 suspensiones rotativas y anuncia que continuará con ellas hasta fin de año.

Paraná Metal, en Santa Fe, está a punto de cerrar. Recordemos que esta empresa, que en su momento fue una de las fundiciones más importantes del país con 1300 trabajadores, había entrado en concurso preventivo de quiebra a fines de 2008. Fue salvada del desgüace por la férrea resistencia de los trabajadores, que salieron a bancar sus fuentes de trabajo. A posteriori, la empresa fue comprada por el Grupo Indalo, del empresario kirchnerista Cristóbal López, quien ahora se dispone a cerrarla. Ya envió 180 telegramas de preaviso (sobre un total de 205 trabajadores), preámbulo para despedirlos a partir del 31 de octubre, no casualmente una semana después de las elecciones presidenciales.

Los empresarios le echan la culpa a la baja de ventas a Brasil, a la crisis China y al valor del dólar. El gobierno se hace el autista, haciendo como que “no existieran” estas suspensiones y peligros de despidos. Scioli, Macri y Massa, miran para otro lado. Todos están coaligados para hacer pagar los platos rotos a los trabajadores. Desde el Frente de Izquierda denunciamos estos ataques contra el movimiento obrero y planteamos con toda claridad: hay que prohibir por ley las suspensiones y despidos, y que toda empresa que viole esta disposición, o cierre, sea estatizada y puesta a funcionar bajo gestión de sus propios trabajadores. Porque llegó la hora de que sean los capitalistas quienes paguen la crisis que ellos generaron y con la que se beneficiaron durante todos estos años.

J.C.

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