Editorial: No hay cheque en blanco para Macri
“Nada es para siempre”. Con estas palabras, al momento de votar en Santa Cruz, Cristina de Kirchner pareció adelantar el duro revés que ya vaticinaban las encuestas. Aunque por menos margen de lo previsto, el peronismo kirchnerista tiene que dejar el poder tras 12 años de gobierno.
Del terremoto político que se dio el pasado 25 de octubre -a través de un voto castigo contra el gobierno nacional-, se pasó a la actual derrota, la cual ya se había preanunciado en la primera vuelta, donde si bien Sioli había ganado por 750 mil votos, salió “perdedor”. Es que había perdido la estratégica provincia de Buenos Aires (64 distritos de los 135 quedaron en manos de Cambiemos) y las principales provincias del país.
Macri obtuvo el 51,4% (12.890.810 votos) y Scioli el 48,58% (12.180.072). Cambiemos pasó del 24% en las PASO, al 34% en octubre y al 51% actual. Volvió a ganar en las provincias más importantes y revirtió resultados en otras cuatro. Donde más sacó fue en Córdoba, el 71,5%, obteniendo en este distrito 926.000 votos, más que la diferencia obtenida en la elección general. Provincia donde se dio un rechazo generalizado a Cristina que, cuando fueron las inundaciones, por ejemplo, no puso ni un peso. El kirchnerismo nunca pudo hacer pie en Córdoba a pesar que lo intentó de todas las formas y con distintos candidatos. Y a pesar de que Macri no ganó en provincia de Buenos Aires por 200 mil votos, hasta el propio diario oficialista Página12 dice que fue un “triunfo pírrico” del Frente para la Victoria, ya que allí tenía que hacer la gran diferencia para descontar del total nacional, cosa que no ocurrió.
Al gobierno no le alcanzó el llamado desesperado de Cristina, D ́Elía, Aníbal Fernández y distintas organizaciones sociales a “volantear casa por casa”, “timbrear” y, de última, “votar a Scioli aunque sea con la nariz tapada”. La campaña del “voto- miedo”, apelando a argumentos estrafalarios, si bien ganó algunos sectores, en especial a una parte de los votantes de Massa, en otros, como los independientes e indecisos, les jugó en contra. Y las promesas de último momento, como reducir el impuesto al salario o el 82% móvil, que Cristina vetó, sonaron a puras promesas electoralistas.
La elección mostró un gran voto castigo a un “modelo” de pobreza, corrupción y entrega, no solo a personajes emblemáticos o más repudiados del kirchnerismo. Los perdedores son Cristina Kirchner, la Cámpora, la burocracia sindical oficial encabezada por Caló y Pignanelli, Kicillof, De Vido, Carta Abierta y todo el aparato del peronismo K.
Se votó no solo contra los bajos salarios, el desastre de los hospitales y las escuelas públicas, o la falta de vivienda, sino también contra el hartazgo de las cadenas nacionales, las mentiras oficiales, la manipulación en el Indec y en la justicia, el fraude en Tucumán, el crecimiento de la inseguridad y el narcotráfico, la corrupción y la entrega vía la megaminería de la Barrick, el pacto secreto con Chevron, entre otros males que el gobierno quiso encubrir bajo la campaña “contra la derecha”. También se expresó, aunque en forma distorsionada, el repudio que ya se había dado en los paros generales, el #NiUnaMenos y otras manifestaciones de lucha.
La elección mostró que el PRO, -ahora con la ayuda de los radicales, que han quedado con algunas gobernaciones y varias intendencias, y de Carrió-, dejó de hacer solo buenas elecciones en Capital. Una fuerza apoyada centralmente por sectores patronales y por la clase media alta, pasó a ganar a franjas de trabajadores y otros sectores populares.
Fue tal el hartazgo popular contra el kirchnerismo que a millones no les importó que Macri no presente a su gabinete, no diga qué iba a hacer después de las elecciones más que prometer que “vamos a vivir mejor, alegría y esperanza”. Tampoco nadie reparó, que no es cierto que Macri representa “la nueva política”, o que se alió con la UCR de la Alianza de De la Rúa del 2001. Millones dijeron “hay que votar al ́mal menor` para sacarse de encima a este gobierno”. Por eso hubo un voto denominado “vergonzoso” o “silencioso” hacia Macri.
Cuando decimos que hubo un voto castigo, queremos significar que Cambiemos fue usado centralmente como “voto útil” para sacarse de encima al kirchnerismo, más que dar el apoyo de masas al plan de gobierno que prepara el PRO con los radicales. Y no que haya una gran esperanza en que Macri va a resolver los graves problemas sociales.
El voto castigo que favoreció a Macri, no significa que sea un voto positivo o progresivo. Es un voto equivocado de una gran parte de trabajadores y de sectores populares a su alianza de centroderecha que gobernará para los grandes empresarios y contra los trabajadores, similar a lo que vino haciendo el kirchnerismo, aunque bajo otras formas.
Que se haya dado un voto equivocado a una variante patronal, tampoco quiere decir que haya un “giro a la derecha” del electorado. No hay sectores de clase media o de trabajadores que quieran “una salida de derecha”, que se aplique un ajuste, se despida a trabajadores estatales o que haya represión a los que luchan. Más bien, si ocurre esto, esos mismos sectores que votaron a Macri lo van a salir a enfrentar.
Macri se la tendrá que ver con los millones que van a reclamar “el cambio” prometido, las mejoras en la salud, la educación, la inseguridad. Algo que el PRO no ha combatido en los 8 años que lleva de gobierno en la Capital.
Si bien en algunos sectores populares hay un lógico entusiasmo porque se logró derrotar al kirchnerismo, el hecho de que ese mismo gobierno tenga que aplicar un mayor ajuste, más allá de si va a ser en forma de shock o más gradual, revelará en el corto o mediano plazo que no va a resolver los graves problemas estructurales. Más cuando empieza a golpear la crisis económica capitalista, con recesión en Brasil, desaceleramiento en China y con la baja de la soja y otras materias primas.
Ya todos empiezan a hablar de que Macri tiene que “construir poder” y necesita apoyos para la “gobernabilidad”. Para ello salieron en auxilio Sergio Massa y Margarita Stolbizer. Y cuenta con el apoyo de Hugo Moyano quien dijo “hay que sincerar la economía”. Pero la fuerza que logre Macri y Cambiemos no será para aplicar un programa para llegar a la “pobreza cero”, como prometió, o para lograr “una Argentina del desarrollo”, sino para seguir descargando la crisis capitalista sobre las espaldas del pueblo trabajador y seguir gobernando para los de arriba.
Macri ya abrió el paraguas diciendo “hay que unir a todos los argentinos”. ¿Unidad para aumentar los salarios, combatir el desempleo, terminar con el saqueo y la dependencia vía los pagos de la deuda externa? Nada de eso. Llamará a la unidad entre empresarios, trabajadores y gobierno para decir que hay un momento difícil y que “todos” tenemos que hacer un esfuerzo para afrontarlos. La famosa trampa del Pacto Social, que siempre tuvo por objetivo aplicar un ajuste y tratar de maniatar al movimiento obrero para que lo acepte.
Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda llamó a votar en blanco o nulo, denunciando tanto a Macri y a Scioli como los candidatos del ajuste. Y para fortalecer un camino de lucha que tendremos que emprender desde ahora, entre los trabajadores y demás sectores populares, más allá de cómo hayan votado, contra las medidas antipopulares que vendrán. A eso convocamos.