El plan económico del nuevo gobierno: Macri prepara un mayor ajuste
El macrismo querrá usar la excusa de la “herencia recibida” para descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores. Tendremos que salir a pelear para impedírselo, oponiendo un programa económico obrero y popular
Escribe: José Castillo
Millones de trabajadores castigaron al kirchnerismo votando a Macri, pero de ninguna manera avalaron un ajuste. El propio Macri se cuidó muy bien de esconderlo en la campaña, afirmando una y otra vez que “no habrá ningún ajuste”. Pero estaría llegando la hora de la verdad, y la realidad será muy distinta.
Ya empezaremos a escuchar frases del tipo: “nos dejaron sin reservas en el Banco Central”, o “la dura herencia recibida”; todas excusas con el objetivo de hacer pasar la única propuesta económica que los economistas del macrismo (como hasta ayer los del sciolismo) tenían en cartera: hacer pagar las consecuencias de la crisis al pueblo trabajador, garantizándole las super ganancias a los grandes empresarios.
Dice Macri: “el 11 liberamos el cepo cambiario”. Para lograrlo buscaría acercar divisas a las reservas del Banco Central. ¿Cómo están planteando hacerlo? Muy simple: pidiéndole a los grandes pulpos exportadores que vendan los 6.000 millones de dólares que tienen “guardados” en silo-bolsas. Para esto les garantizarán un negocio fabuloso: el dólar oficial, hoy a 9 pesos, subirá hasta un monto difícil de definir (¿13, 14, 16 pesos?) y además les bajarán (o directamente eliminarán) las retenciones. Blanco sobre negro: multinacionales como Nidera, Cargill o Dreyfuss recibirán el doble de lo que ganan hoy por la misma tonelada exportada. Tenemos que tener en claro que, si esto sucediera, quienes pagarían el costo, como siempre, serán los bolsillos de los trabajadores, que verían reducido su poder adquisitivo por las consecuencias de la devaluación.
Otra “línea” del macrismo: “no podemos seguir sosteniendo semejante nivel de subsidios al transporte o a la energía”. ¿Qué estarían proponiendo entonces? Subir las tarifas de gas, electricidad, boletos de colectivo o tren y los combustibles, de tal manera que la baja de subsidios no afecte de las ganancias a las empresas eléctricas, gasíferas o del transporte. Otra vez, los platos rotos los pagará el salario.
Volvamos sobre el diagnóstico del nuevo gobierno: “no hay dólares en las reservas”, “nos dejan con un déficit fiscal récord”. Estas serán las afirmaciones que escucharemos más repetidas las próximas semanas. Pero ellos se cuidarán muy bien de preguntarse: ¿dónde se fueron las reservas?, ¿por qué creció astronómicamente el déficit fiscal? Es que inmediatamente aparecería la respuesta: el Banco Central no tiene más dólares porque se utilizaron para pagar en efectivo infinitos vencimientos de deuda externa. Y el gasto público no se incrementó “por la Asignación Universal por Hijo”. Ese monto es ínfimo comparado con las millonadas que se llevaron de subsidios las grandes empresas de servicios públicos privatizadas, las petroleras, o las exenciones impositivas a las transnacionales megamineras.
Un programa alternativo, obrero y popular
Lo dijimos durante la campaña electoral y lo reafirmamos ahora: frente al ajuste, es necesario una propuesta económica de emergencia, radicalmente opuesta. ¡Frente a la crisis, lo que hay que garantizar son las condiciones de vida de la clase trabajadora y los sectores populares, no las superganancias de las empresas!
Por eso, la prioridad de toda propuesta económica popular debe comenzar con un salario igual a la canasta familiar para todos los trabajadores (terminando con la perversa división que genera el trabajo en negro o la tercerización), ajustado mensualmente por inflación. El 82% móvil del salario en actividad para los jubilados. Trabajo, vivienda, salud y educación pública para todos, con los fondos presupuestarios correspondientes. Y para poder garantizar todo esto, hay que dejar de pagar ya la usuraria deuda externa (empezando por no darle un peso a los fondos buitres, lo contrario de lo que haría el nuevo gobierno), cobrarles impuestos a las grandes fortunas y reestatizar las privatizadas, en vez de garantizarle su rentabilidad subiendo las tarifas. Y nacionalizando la banca y el comercio exterior. Por eso, frente al ajuste que se viene, los trabajadores y la izquierda tenemos que oponer una agenda alternativa, para que la crisis no la paguen los trabajadores, sino los banqueros, las transnacionales, y los grandes pulpos exportadores, que fueron quienes se beneficiaron durante todos estos años.
La “pobreza cero” del PRO
El PRO usa ese slogan y lo repite, como si llegara a gobernar desde Marte. Pero se trata de una fuerza política que hace ocho años está a cargo de la administración de la Ciudad de Buenos Aires. En ella, según los propios datos de la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad, existen 368.000 pobres (el 7,2% de los hogares) y 72.000 indigentes. ¿Cómo se condice la “pobreza cero” macrista con el hecho que en el distrito más rico del país haya crecido la mortalidad infantil? ¿O con que no haya un solo hospital público en toda la Comuna 8 -Lugano, Soldati y Villa Riachuelo-, justamente la zona más necesitada de toda la Ciudad? Macri no urbanizó una sola de todas las villas de emergencia de la Ciudad y no puso un solo peso para construir viviendas populares, mientras dejaba que prosperara el negocio de la especulación inmobiliaria.
Macri ha deslizado que cada persona que cobra la Asignación Universal por Hijo tenga un trabajo. Pero a su vez ha hecho la propuesta de eximir de impuesto a los empresarios que contraten mano de obra. Será trabajo precarizado y con salarios miserables. ¿Así se combate la pobreza? El mismo gobierno que ha sido cómplice de una inmensa red de talleres textiles clandestinos sin ejercer el más mínimo control, dice que ahora va a eliminar la pobreza.
¿Qué entenderá Macri por “hacer desaparecer la pobreza”? No lo sabemos. Pero algo podemos intuir cuando recordamos que una de las primeras medidas que tomó cuando asumió su cargo como Jefe de Gobierno de la Ciudad fue crear la UCEP (Unidad de Control del Espacio Público), patota dedicada a apalear y sacar de la vista a las personas en situación de calle. Solo habrá pobreza cero si se aplican medidas de fondo como propone el FIT, no las que implementará el nuevo gobierno.
J.C.
Macri y el “desarrollismo”
“Mi ministro de Economía no tendrá nada que ver con Cavallo ni con Kicillof. Será un desarrollista”. Estas son palabras de Mauricio Macri en los últimos días de su campaña. Ahora bien, ¿ser “desarrollista” quiere decir estar a favor de las necesidades de los sectores populares? Debemos ser clarísimos al respecto: el desarrollismo fue, es y será una concepción política pro-imperialista, cuyo mentor local fue Rogelio Frigerio (muerto en 2006) cuyo eje central consiste en afirmar que todos los problemas del país se resolverán con “el ingreso de capital extranjero”.
Los desarrollistas señalan como su modelo al gobierno de Arturo Frondizi durante 1958-1962. Se trató de uno de los gobiernos más antipopu- lares de la historia argentina. Llegado al gobierno gracias a la proscripción del peronismo, “debutó” entregando el petróleo a las grandes transnacionales yanquis, siguió con uno de los mayores ataques que hubo en todo el siglo XX a la educación pública: la ley de instauración de las universidades privadas, que movilizó decenas de miles de estudiantes en contra (la llamada lucha “laica o libre”). Ese gobierno también fue el primero que trató de reventar la red ferroviaria estatal, con el llamado Plan Larkin, hecho a medida de las transnacionales automotrices, para darle primacía al transporte por camión. Fue Frondizi, también, el represor de la clase trabajadora con el Plan Conintes y el que mandó al ejército a reprimir la gran huelga contra la privatización del Frigorífico Lisandro de La Torre, en 1959. Como perla final, el Ministro de Economía “estrella” de ese gobierno fue el ultraliberal Alvaro Alsogaray.
¿Quién sería hoy la “continuidad” de esa política desarrollista? Macri pone el ojo en Rogelio Frigerio (nieto), actual Presidente del Banco Ciudad. Frigerio fue el Secretario de Programación Económica de Roque Fernández, el último Ministro de Economía de Carlos Menem. Todo esto es lo que está detrás de la afirmación de Macri de que llevará adelante una “política desarrollista”.
J.C.