24 de febrero de 1946: Perón es elegido presidente de la nación
Hace setenta años el peronismo obtenía su primer triunfo electoral. Perón asumirá la presidencia el 4 de junio de 1946. Desde entonces, ese movimiento político burgués ha tenido una influencia determinante sobre la clase trabajadora argentina, inculcando la confianza de los obreros en sus patrones.
Escribe: Tito Mainer
Con la gran manifestación del 17 de octubre de 1945 en la Plaza de Mayo se produjo un hecho político nuevo: la clase obrera argentina irrumpió de lleno en la política haciendo oír su voz: “¡Queremos a Perón!”. No es que antes no se hubieran producido grandes luchas -como la Semana Trágica de 1919 o la Huelga de la Construcción de 1936, con sendas y combativas huelgas generales- sino que esta vez, su movilización respondió a consignas -la libertad a Perón y la defensa del aguinaldo que el mismo Perón había anunciado- con las que los trabajadores cambiaron el curso político. De hecho, el 17 de octubre se concretó la adhesión obrera al proyecto encarnado por Perón desde la Secretaría de Trabajo, basado en importantes concesiones a los trabajadores.
Tuvo, además, otras dos consecuencias más inmediatas. Por un lado, los trabajadores movilizados -sobre todo de la zona sur del Gran Buenos Aires y, en particular, del gremio de la carne- se agruparon bajo la conducción de Cipriano Reyes, del telefónico Luis Gay y otros dirigentes gremiales para fundar, el 10 de noviembre, el Partido Laborista cuyo documento fundacional se tituló: “Por la emancipación de la clase laboriosa”. Surgió así una nueva organización política, sin patrones, basada en los principales gremios y dirigentes obreros que habían seguido a Perón en esos últimos años y que alentaba a una nueva camada de dirigentes gremiales.
La otra consecuencia fue que la dictadura que gobernaba desde el 4 de junio de 1943 se vio obligada a convocar a elecciones, aceptando que una de las fórmulas la encabezara el resistido coronel Juan Perón.
¿Por qué se llamó a elecciones?
Desde la década del treinta la Argentina era una semicolonia británica. Pero desde la Segunda Guerra Mundial, se había acentuado la presión del imperialismo yanqui sobre toda Latinoamérica y, en particular, sobre la Argentina.
El 4 de junio de 1943 un golpe militar había impedido la realización de elecciones generales en las que era posible que se impusiera un candidato proyanqui, el salteño Robustiano Patrón Costas, conocido como el “barón del Azúcar”. En plena guerra mundial, la ofensiva aliada comenzaba a acorralar a la Alemania nazi -derrotada por los soviéticos- y la patronal argentina se dividió entre quienes deseaban pasarse con armas y bagajes en apoyo a los Estados Unidos y favorecer su penetración y los que querían mantener la neutralidad, seguir haciendo negocios, sobre todo, con Gran Bretaña y mantener una política exterior de relativa independencia. El ejército, mayoritariamente, sostuvo esta posición y en él se formó una logia, el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) en la que Perón era principal figura y que dirigió el golpe del año 43.
La división en la patronal se fue agudizando y el país se polarizó entre los “aliadófilos” y los “neutralistas” a quienes los proyanquis -como el Partido Comunista- acusaban de “nazifascistas”.
La irrupción de los trabajadores el 17 de octubre forzó a la burguesía a dirimir sus diferencias en las urnas y el país se dividió en dos. La fórmula Perón-Quijano fue en dos boletas, las del Partido Laborista y, de modo minoritario, en las de la Junta Renovadora del radicalismo. La de la Unión Democrática de Tamborini-Mosca, fue encabezada por la UCR “oficial” y apoyada por los socialdemócratas, el Partido Comunista, la democracia progresista y sectores del partido conservador.
Entre Braden y Perón
Hasta poco antes del 17 de octubre de 1945 Spruille Braden había sido el embajador norteamericano en la Argentina. Bajo su gestión en Buenos Aires y luego, desde Washington, interfirió de modo descarado en los asuntos internos, acusando al gobierno militar argentino de pronazi y conspirador. Ya en medio de la campaña electoral Braden hizo publicar el Libro Azul, lleno de acusaciones falsas y calumnias, al que Perón respondió con el Libro Azul y Blanco en el que acusó a la Unión Democrática de ser un instrumento “de los yanquis y los vendepatria”. Se instaló así su eslogan de campaña “Braden o Perón”. La Unión Democrática, en efecto, había crecido al abrigo del ex embajador yanqui y por eso este frente “democrático” contó con el apoyo explícito de las principales entidades patronales, como la Unión Industrial Argentina, la Cámara de Comercio y la Sociedad Rural. Perón, por su lado, logró el apoyo de sectores de conservadores -como Cámpora y Visca- y un sector minoritario de radicales, como el propio candidato a vice Hortencio Quijano.
La campaña electoral se polarizó también alrededor de su financiamiento: mientras Perón se jactaba de que la suya era “de tiza y carbón” y organizada por los obreros desde los barrios, se supo que la UIA había emitido un cheque de alto valor para financiar a los “democráticos”: “¡¡Cheque, cheque!!” se coreaba en los actos peronistas denunciando la complicidad de la gran patronal con la fórmula de la UD.
A grandes rasgos se puede decir que mientras Perón concitaba el apoyo de los trabajadores y los sectores más oprimidos, la clase media se inclinaba por la Unión Democrática. Durante los años previos, Perón, como secretario de Trabajo y Previsión había realizado importantes concesiones que le habían hecho ganar simpatías y apoyo entre los trabajadores y en diversas entidades gremiales: la “garantía horaria” para los obreros de la carne, el estatuto del peón rural, la ley de alquileres y el proyecto de ley de aguinaldo entre otras, eran ya conquistas que la clase trabajadora entendió que, para defenderlas, debía defender a Perón. Y lo hizo: en octubre, en las calles y en febrero, en las urnas.
El movimiento estudiantil agrupado en la FUA, en cambio, apoyó con todo a Tamborini-Mosca. En plena campaña la FUBA votó una huelga universitaria “contra el continuismo militar” y los choques callejeros con los militantes peronistas se hicieron casi cotidianos: en poco más de un mes hubo más de una decena de muertos de ambos grupos. El 9 de febrero de 1946 la Unión Democrática realizó su cierre de campaña. Un enorme cartel llamaba a votar “por la libertad, contra el nazismo”.
Un general presidente, apoyado por los obreros
Las elecciones fueron limpias, lo opuesto al “fraude patriótico” reinante en los años 30. Para asegurar su limpieza se movilizaron -por primera vez- a 14.000 conscriptos que custodiaron las mesas y trasladaron las urnas. Un afiche se pegó en todo el país: Comicios: “Bajo la custodia de las Fuerzas Armadas”. Aunque al principio se dio por seguro el triunfo de la Unión Democrática finalmente, el recuento nacional otorga un inobjetable triunfo a la fórmula “peronista”, que supera a la otra por 280 mil votos sobre un total de 2.700.000 votantes.
Aunque la política de concesiones continuó, fundamentalmente en la primera presidencia y, en efecto, la Argentina vivió unos años de relativa independencia política y económica, lo fundamental es que el peronismo en el poder, aunque con un discurso y políticas de corte nacionalista, nunca se propuso romper con la dependencia del imperialismo y mantuvo a rajatabla su proyecto burgués. En 1955, cuando el imperialismo yanqui apretó, Perón fue consecuente con su carácter de clase y prefirió irse del gobierno sin presentar pelea. Además, prohijó a la burocracia sindical totalitaria combatiendo toda expresión sindical democrática. Todo ello para atar a los trabajadores a un proyecto capitalista y patronal y convirtiendo al peronismo en un escollo -ya de varias décadas- para el logro de la independencia política de la clase trabajadora.
Declaración de principios del Partido Laborista
En este texto se lee con claridad que las intenciones del Partido Laborista no eran subordinarse a un líder ajeno a sus filas sino brindarle apoyo electoral preservando su independencia organizativa y de acción política y parlamentaria. Tras el triunfo electoral, Perón liquidó al Partido Laborista y encarceló durante siete años a Reyes, su principal dirigente.
“Que la mayoría del pueblo, constituida por obreros, empleados y campesinos conjuntamente con profesionales, artistas e intelectuales asalariados, así como por pequeños comerciantes, industriales y agricultores, forma la clase laborista que necesita unirse en su propia defensa y en bien del progreso del país.
“Que la minoría constituida por latifundistas, hacendados, industriales, comerciantes, banqueros y rentistas, y todas las variedades del gran capitalismo nacional o extranjero, tiene profundas raíces imperialistas [...] Que es indispensable que una fuerza política nueva, con empuje revolucionario, aunque con serenidad y tolerancia, proceda a remover las causas de esas injusticias [...].
“Que la clase trabajadora argentina en este movimiento siente como suyos los anhelos e ideales de los trabajadores del mundo luchando al igual que ellos por una mayor justicia social y una mejor distribución de la riqueza, dentro de una auténtica democracia y en un clima de absoluta libertad.”