El imperialismo yanqui apoyó a la dictadura
Escribe José Castillo
La visita de Barack Obama a 40 años del golpe genocida de 1976, reabre la necesidad de recordar cuál fue el rol del imperialismo norteamericano en esos años. La dictadura militar argentina no fue un hecho aislado. Formó parte de un vasto plan imperialista que se puso como objetivo aplastar el ascenso en las luchas obreras y populares que recorrían todo el continente durante las décadas del ´60 y ´70, en Argentina el que venía del Cordobazo. Así, Latinoamérica se llenó de dictadores genocidas apoyados por los yanquis. Con cuerpos de oficiales enteros adoctrinados en la Escuela de las Américas (Panamá) por expertos del Pentágono que habían diseñado la llamada “Doctrina de Seguridad Nacional”. Bajo la consigna de “la guerra contra el comunismo” se formaba al conjunto de los ejércitos de la región, entrenándolos incluso en técnicas de tortura. Esta “doctrina” es la que se puso en acción en el conjunto de los golpes militares del subcontinente latinoamericano. Seamos claros: el genocidio lo comandaron los gobiernos norteamericanos, con la CIA y el Pentágono.
Ya en 1973 el entonces Secretario de Estado, Henry Kissinger, había sido el instigador mediante intervención directa en el golpe de Chile contra Salvador Allende. En 1976 apoyaron y financiaron el golpe en la Argentina, brindándole apoyo financiero casi ilimitado (años después esto daría lugar al drama de nuestra deuda externa). Rockefeller, amigo personal del ministro de Economía Martínez de Hoz, comandaba el operativo de ayuda económica a la dictadura. Todo ello al mismo tiempo que se desarrollaba el terrorismo de estado, con total y pleno conocimiento y apoyo del gobierno norteamericano. El 7 de octubre de 1976, el propio Henry Kissinger le dijo al por entonces canciller argentino, almirante Augusto Guzzeti, que su preocupación no eran los derechos humanos sino “que se termine rápido con la subversión”.
El carácter continental de las políticas represivas quedaría claramente expuesto años más adelante, cuando se conociera el terrorífico “Plan Cóndor”. El objetivo de este plan era intercambiar información de inteligencia entre los servicios de los distintos países sobre exiliados políticos para encontrarlos, hacerlos desaparecer, torturarlos para sacarles datos y asesinarlos allí mismo o enviándolos a los países de origen. Fue instrumentado conjuntamente por las dictaduras de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay y Nicaragua, todo coordinado por los Estados Unidos y la CIA, bajo la supervisión directa de Kissinger.
¿Carter fue “distinto”?
Algunos trascendidos dicen que Obama, en su visita al país, hablaría de “la defensa de los derechos humanos” del gobierno de Jimmy Carter y las visitas a nuestro país en los años de la dictadura de su entonces subsecretaria Patricia Derian, quien recolectó y dio a conocer diversas denuncias sobre el genocidio. Obama buscaría entonces “separar” a los gobiernos republicanos, como el de Nixon, Gerald Ford o Reagan, de gobiernos demócratas que se habrían “opuesto” a las dictaduras.
¡Nada más falso! Durante los gobiernos demócratas de Kennedy se dio la invasión a Bahía de los Cochinos en Cuba (1961); el presidente también demócrata Johnson inició la invasión a Vietnam (1964), apoyó el golpe en Brasil (1964) y la invasión a República Dominicana (1965). Refiriéndonos específicamente a Jimmy Carter, apoyó hasta el final a los dictadores sanguinarios como Somoza en Nicaragua y Reza Palevi en Irán. Y si apeló a lo que se llamó “Doctrina Carter”, donde se hablaba de denunciar violaciones a los derechos humanos, fue producto del giro que tuvo que pegar el imperialismo debilitado luego de su derrota en Vietnam.
En el caso argentino, Patricia Derian, funcionaria de Carter, si bien recabó denuncias sobre violaciones a los derechos humanos e incluso promovió una contra la dictadura en la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, como ella misma lo revelara años más adelante, ninguna de estas denuncias modificó lo central de la política yanqui, que continuó apoyando a la dictadura, financiándola e incluso compartiendo la inteligencia represiva del Plan Cóndor.
Ese “favor” de los yanquis a los represores argentinos sería retribuido en 1981, ya durante el gobierno de Reagan, cuando la dictadura argentina compartiría con los yanquis el entrenamiento de la “Contra” nicaragüense. “Sociedad” que tampoco evitó que los Estados Unidos apoyaran a Gran Bretaña en la Guerra de Malvinas.
La política imperialista de Obama
Obama asumió el poder hace ya largos ocho años como el primer presidente afroamericano de la historia. Con ese antecedente trata de aparecer como alguien diferente a los clásicos presidentes yanquis. Pero nunca dejó de ejercer el rol de jefe del imperialismo. Durante su gobierno, traicionando sus propias promesas electorales, mantuvo el ejército invasor yanqui en Afganistán. Fue el que, junto con Rusia, bombardea y masacra al heroico pueblo sirio y quien sigue apoyando al estado genocida de Israel contra el pueblo palestino. Es Obama el que, a través del voto mayoritario de los Estados Unidos en los organismos financieros internacionales, promueve y avala planes de ajuste para que la crisis mundial caiga sobre las espaldas de los pueblos coloniales y semi-coloniales. Y es el propio Obama, nuevamente contra sus propias promesas de campaña, quien mantiene en condiciones de ilegalidad a millones de indocumentados latinos en los Estados Unidos, sometidos a todo tipo de superexplotación y arbitrariedades por parte de la policía y los agentes de migraciones.
Ahora Obama viene a la Argentina a “bendecir” al nuevo gobierno proimperialista de Macri. Lo hace como parte de una gira que comienza en Cuba, donde va a avalar los nuevos negocios capitalistas en la isla. Como en cada uno de sus movimientos, se comporta como lo que es: el jefe del imperialismo, el máximo responsable de la miseria y represión de nuestros pueblos. Por todo esto, y mucho más en una fecha tan emblemática como el 24 de marzo, nos movilizaremos repudiando su visita.