9 de mayo de 1976, muere Arturo Gómez: La prematura pérdida de un dirigente revolucionario
Hace 40 años, en plena clandestinidad, 45 días después del golpe de estado de 1976, cerca de 200 compañeros se congregaron para despedir a Arturo Gómez. Era un dirigente muy querido y tenía apenas 38 años.
Escribe: Tito Mainer
Entre los presentes estaban el ex candidato presidencial del PST, Juan Carlos Coral –rasurados sus grandes y tradicionales bigotes−, y Nahuel Moreno –pronto a partir al exilio.
En los últimos tiempos de legalidad política Arturo había sido director de Avanzada Socialista y antes, prácticamente desde la fundación del PST en 1972, había sido, de hecho, secretario general del partido.
Sus años de formación
Arturo había ingresado al partido en los años de Palabra Obrera, en La Plata, como parte de la vanguardia estudiantil que se radicalizó después de la “Revolución Libertadora” −en un principio simpatizó con el discurso “progresista” del frondizismo− y al influjo del triunfo de la revolución cubana “giró a la izquierda”. Estudiante de derecho, Gómez, desde entonces, adoptó a la clase obrera como “su” clase y a poco de comenzar a militar sufrió una primera crisis importante. El primer grupo que se desprendió del partido por una desviación ultraizquierdista y proguerrillera lo llevó a tener que enfrentar políticamente a quien consideraba su maestro, el “vasco” Ángel Beongochea. Dio entonces su primer paso como dirigente a nivel regional.
La Plata, Berisso y Ensenada constituían una unidad política para el partido. Además de la universidad a la que concurrían muchos estudiantes del interior y de otros países –allí se había ganado al dirigente peruano Hugo Blanco− había una tradición de proletarización de los cuadros. Los grandes frigoríficos como Swift-Armour, las destilerías y los depósitos de YPF y el puerto conformaban una concentración obrera muy importante. Arturo compartió la vida sencilla de esa clase obrera que tenía en su historia haber originado nada menos que la gran movilización del 17 de octubre de 1945.
En mayo de 1965 se funda el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), por la unidad entre Palabra Obrera y el grupo de los hermanos Santucho, el FRIP. Dos años después comenzó una segunda batalla política. El partido tenía unos 500 militantes cuando Santucho y sus seguidores −en la misma senda del “vasco”− buscaron un atajo y comenzaron a plantear su orientación favorable a la guerrilla y la preparación del partido para realizar acciones de terrorismo urbano. Esa discusión culminó en la división del sector guerrillerista alentado por Ernest Mandel y la mayoría de la Cuarta Internacional. Arturo no dudó en defender la ortodoxia del trotskismo junto a Moreno y dio el salto para convertirse en dirigente nacional. Tenía entonces 30 años.
Secretario general del PST
El tiempo corroboró que los análisis y la política de la corriente “morenista” eran las correctas. El Cordobazo en mayo de 1969 demostró que la confianza en la movilización de masas y en la clase obrera no eran una “religión” o profesión de fe abstracta, sino el único camino posible para llevar al triunfo la revolución socialista. Y que la construcción de un partido obrero revolucionario pegado a las luchas era la tarea central, práctica, cotidiana. En ellas Arturo fue descollando. No porque fuera un gran orador, un agitador o un dirigente de masas, sino como constructor de equipos, como un compañero “agudo” y un táctico extraordinario. De tono pausado y aire bonachón, sabía hablar, pero más aún, sabía escuchar, y era hombre de temple, serio y profundo. Tenía todo para convertirse en un sobresaliente organizador político, para usar una categoría que gustaba mucho a Lenin que por ejemplo, destacaba similares cualidades en un dirigente no muy conocido hacia afuera del Partido Bolchevique, Yákov Sverdlov (véase El Socialista 127 del 4 de marzo de 2009).
En un artículo aparecido en El Socialista hace diez años (nº 29 del 3 de mayo de 2006), el “Pelado” Matosas (Juan Carlos López Osornio, ex delegado de Peugeot) recordaba una anécdota de 1971: “Nos veíamos los domingos en la reunión de Peugeot en el cruce Varela. Se agachaba y de la bocamanga del pantalón sacaba el ayuda memoria del informe nacional. En esa casa del cruce, una mañana, el inolvidable petiso Aguilar, hoy fallecido, apareció con un volante de la ‘Secretaría Coral’ del PSA llamando a conformar un frente revolucionario. Nos parecía muy bueno y posible, y Arturo se lo llevó. Una semana después, con inmensa alegría, nos contaba de la reunión de él, Nahuel Moreno, Juan Carlos Coral y Enrique Broquen en la casa de una inmobiliaria del dirigente de los socialistas en Berazategui, reunión que fue el embrión que dio lugar al nacimiento del viejo y glorioso PST en 1972”.
Así, en el marco de duras y poderosas luchas obreras, Arturo fue uno de los artífices en la construcción del “Frente de los Trabajadores”, la política clasista que permitió al PST presentarse en las elecciones de 1973. La fórmula Coral - Páez sacó casi 200.000 votos en setiembre enfrentando a Perón - Perón. Así como coordinaba la campaña de afiliaciones y orientaba la actividad partidaria, así también Arturo acompañaba a las “figuras públicas”, como Coral o el abogado Enrique Broquen, a reuniones multipartidarias o con funcionarios oficiales. Porque además, Arturo era un hombre estudioso y meticuloso y, como tal, ofrecía una completa garantía política en sus análisis y perspectivas socialistas revolucionarias.
En el viejo local central del PST de 24 de Noviembre 225 la oficina de Arturo Gómez era el lugar donde irradiaban hipótesis, consejos, perspectivas diferentes para una situación y, además, esa dosis de cuidado a los compañeros que emana de todo buen dirigente. Todo eso, con una cordialidad y el gesto amable que lo situaba en el extremo opuesto de todo “hombre de aparato”.
Dirigente internacional
Confirmado como uno de los principales dirigentes partidarios y ya en la dirección del semanario Avanzada Socialista –que era, por lejos, el mejor periódico de la izquierda y, por su seriedad, muy leído por militantes de otras corrientes− Arturo dio el salto a dirigente internacional. Fue miembro de la fundación de la Fracción Leninista-Trotskista (FLT) que el PST articuló con el Socialist Workers Party (SWP) de los Estados Unidos y otras organizaciones del mundo para luchar por una dirección obrera y revolucionaria para la Cuarta Internacional. Integró la delegación argentina al décimo congreso mundial en 1974 y a principios de 1976, poco antes de morir, acompañó la formación de la Tendencia Bolchevique que agrupó a todos los partidos “morenistas” de América Latina que, por entonces, además del sólido PST argentino, contaba con organizaciones y grupos adheridos en Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, México, Uruguay, Paraguay, Portugal y España, además de contactos en otros países como Grecia, Alemania y Francia.
La crisis del peronismo y la falta de una dirección revolucionaria alternativa provocaron la confusión en las masas que dio paso al triunfo del golpe de estado de marzo de 1976 que derrocó a Isabel Perón. Así, del mismo modo que las luchas desarrolladas desde el Cordobazo habían permitido que el PST se constituyera como un partido legal, también –aunque la clase obrera no estuviera derrotada− la debilidad y desorientación de la clase trabajadora permitía que esa conquista se perdiera: el PST fue oficialmente ilegalizado y “disuelto”. Sin embargo, el partido, con su estructura casi intacta, siguió actuando en la clandestinidad más extrema y Arturo Gómez tuvo tiempo para ver salir el primer ejemplar del nuevo periódico partidario, La Yesca. Como se dijo en ese acto de mayo de 1976 “veló en la imprenta la salida del primer número como una padre orgullosísimo a su hijo”. Un súbito ataque cardíaco le provocó la muerte pocos días después. Su fallecimiento, que vino a sumarse al del “Negro” César Robles asesinado por las Tres A en noviembre de 1974, significó una dura pérdida –de hecho, irreparable− en la difícil tarea de la conformación de un equipo de dirección partidario.
Un golpe a la construcción de la dirección
El fallecimiento de Arturo había sido precedido algo más de un año antes, en noviembre de 1974, por el asesinato de César Robles (véase El Socialista Nº 279, 22/10/2014).
Desde entonces, Nahuel Moreno y los informes de actividades del PST en la clandestinidad insistían en el fuerte golpe que estas pérdidas habían significado para la construcción de la dirección partidaria. El Balance de Actividades de 1981 se refería al grupo de dirigentes que en los cincuenta e inicios de los sesenta había impulsado la construcción del partido trotskista en los difíciles años de la resistencia peronista y Palabra Obrera, encabezados por Moreno, Angel Bengochea, Fucito y otros. Resaltando sus distintas capacidades, lamentaba su destrucción ante la presión del retroceso del movimiento obrero entre 1959 y 1969, y el ascenso, a partir del triunfo de la revolución en Cuba en 1959 de la pequeña burguesía castrista y la política del foco guerrillero. La destrucción de aquel equipo -dice el informe- empalmará con una nueva generación, “una nueva camada de jóvenes y dirigentes cuyos máximos exponentes son César y Arturo, muy buena también, pero que rápidamente desaparece a manos de la represión o por exceso de trabajo, y se produce el vacío de dirección que no hemos podido resolver.”
Como se señaló en su velatorio, Arturo entre sus distintas cualidades aportaba también su gran capacidad para el trabajo en equipo, “saber escuchar y consultar a los demás, ser crítico pero sobre todo autocrítico, estar convencido que no hay nada superior a los análisis y resoluciones tomadas en conjunto”. (Revista de América Nº 16, mayo 1976)