A 50 años de “La noche de los bastones largos”
La noche del 29 de julio de 1966 la policía de la dictadura de Onganía irrumpió en cuatro facultades de la Universidad de Buenos (Exactas y Naturales, Arquitectura, Filosofía y Letras e Ingeniería) golpeando salvajemente a estudiantes y docentes. En Exactas sufrieron el peor ataque con golpes, insultos, manoseos, agravios, gases lacrimógenos y simulacros de fusilamiento. Aquel episodio sería recordado como “La Noche de los Bastones Largos”.
Escribe:Equipo Juventud de Izquierda Socialista • Exactas
“La Noche de los Bastones Largos” fue precedida por varios años de ascenso en las luchas estudiantiles. En 1958 se habían dado enormes movilizaciones contra la iniciativa del presidente Arturo Frondizi de permitir la creación de universidades privadas, pelea que se conoció como “la Laica o la Libre”. En los años siguientes continuó la lucha estudiantil contra los recortes presupuestarios. El gobierno radical de Illia reducía el presupuesto de las universidades estatales para fomentar la creación de las privadas. Las movilizaciones fueron brutalmente reprimidas, pero la lucha continuó. En el año 1965, se produjo la renuncia del Rector de la UBA, Dr. Julio Olivera, fruto de una protesta estudiantil en la Facultad de Ciencias Económicas contra el economista y funcionario del gobierno estadounidense Walt Whitman Rostow, defensor de la guerra de Vietnam.
El golpe de Onganía y el Operativo Escarmiento
El 28 de junio de 1966 un golpe militar encabezado por el Jefe del Ejército, Juan Carlos Onganía, acabó prematuramente con el gobierno de Illia. La preocupación de los sectores más importantes de la burguesía y las Fuerzas Armadas seguía siendo que los trabajadores y el pueblo no reiniciaran un nuevo período de ascenso generalizado. El presidente radical se mostraba débil en derrotarlos y por eso decidieron sacarlo.
Los estudiantes fueron los primeros en enfrentar la ofensiva de Onganía. La Federación Universitaria Argentina (FUA) se pronunció desde el comienzo en contra del golpe. Precisamente la “excesiva politización” de los estudiantes y sus movilizaciones habían sido una de las excusas para concretar la toma del mando por parte del ejército. Al mes, el gobierno de facto dictó el decreto 16.912 que intervenía todas las universidades estatales del país. Esto significaba el fin de la autonomía universitaria. Se transformaba en títeres de los militares a rectores y decanos, poniendo fin al cogobierno en las universidades entre profesores, estudiantes y graduados. Si bien un sector de los profesores, representados por el decano de Derecho Marco Aurelio Risolía, vio con buena cara eliminar a los estudiantes del cogobierno, en las universidades los estudiantes y docentes se organizaron masivamente para enfrentar la intervención y defender el legado de la Reforma Universitaria de 1918. El 29 de julio los estudiantes en asamblea votaron la toma de las cuatro facultades para defender la universidad. Pero la respuesta del gobierno fue brutal. “Operación Escarmiento” se llamó el operativo policial del gobierno para reprimir a los estudiantes y docentes dentro de la universidad.
La carta al New York Times de un matemático estadounidense que se encontraba de visita en nuestro país describió con precisión los hechos de aquella noche: “nos hicieron pasar por una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez pies entre sí, nos pegaban con palos o culatas de rifles y nos pateaban rudamente en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan brutalmente como les era posible”.
Luego de la golpiza se llevaron detenidos a 200 estudiantes y docentes, entre los cuales se encontraban el decano y vicedecano de Exactas, y otros tantos directo al hospital.
Este hecho de violencia y los ataques por parte de la dictadura generaron el abandono y exilio de una enorme cantidad de estudiantes y de profesores en lo que se conoce como “fuga de cerebros”. Así, por ejemplo, renunciaron 1.378 docentes.
El PRT ante el golpe y la represión universitaria
Cuando llega el golpe de Onganía, el PRT (partido orientado por Nahuel Moreno y antecesor de Izquierda Socialista) llamó a la unidad con todos los sectores que querían enfrentarlo dentro de la universidad.
Nuestra corriente llamó a organizar la resistencia a largo plazo, sabiendo que estábamos en una nueva etapa más defensiva que planteaba otra forma de encarar la lucha. Era necesaria la unidad de todo el estudiantado para organizar piquetes y campañas públicas con volantes y asambleas, para defendernos del ataque del gobierno y salir a enfrentarlo. Parte de la campaña era la unidad con otros sectores ya que era necesario que el movimiento obrero se sumara a la pelea para poder ganar. Lamentablemente la burocracia sindical peronista se jugó a no enfrentar el golpe y llamó, siguiendo las órdenes del general, a “desensillar hasta que aclare”.
En Exactas, nuestra agrupación se oponía al modelo de universidad del “cientificismo” y del “limitacionismo”, cuyo impulsor fue Risieri Frondizi. Sosteníamos, como hoy, que la ciencia no es neutra y la universidad no es una isla, la aceptación de subsidios de fundaciones yanquis limita nuestra investigación y orienta el desarrollo científico a espaldas de las necesidades del pueblo y al servicio de los planes del imperialismo. Además, planteaban una universidad donde sólo unos pocos puedan estudiar, una elite privilegiada. Onganía profundizó esta orientación de una universidad y una ciencia al servicio de las necesidades de las multinacionales.
La “Noche los bastones largos” fue un golpe muy duro para el movimiento estudiantil en Capital Federal, donde por la política de la conducción no pudo darse una respuesta contundente. Salvo excepciones, como en la Facultad de Farmacia, donde con el peso de nuestra corriente se logró concretar una huelga estudiantil el 30 de agosto (donde se sumaron todos los compañeros a dar la pelea dentro y fuera de la facultad).
Si bien en la UBA declinó, la lucha se trasladó al resto del país. Los estudiantes del interior se transformaron en la vanguardia de la lucha, con la huelga general declarada por la FUA y movilizaciones y manifestaciones permanentes. Córdoba fue donde la lucha adquirió un carácter más masivo. Con un proceso ejemplar que organizó el barrio estudiantil y las pensiones con delegados, rompiendo focos de alumbrado para evitar que la policía actúe de noche, entre otras ocurrentes formas de enfrentar la persecución y la represión policial. En ese marco, el 12 de septiembre muere asesinado por la policía Santiago Pampillón, estudiante de Ingeniería Aeronáutica, obrero de la IKA-Renault y militante de un grupo antecesor de la Franja Morada radical. El asesinato produjo indignación en toda la población. En Buenos Aires se realizó un paro de 24 horas que culminó en una movilización de 2.000 estudiantes y se realizaron medidas similares en el interior.
Pese al golpe sufrido por la represión de la dictadura, la lucha estudiantil siguió creciendo a finales de la década de 1960 al calor de lo que también sucedía con la juventud en todo el mundo (Tlatelolco en México, la “Primavera de Praga” y el Mayo Francés son muestras de ese proceso). En mayo de 1969, Córdoba sería el epicentro de las movilizaciones obreras y estudiantiles, cuya chispa se encendió en Corrientes con el nuevo asesinato de un joven a manos de la represión policial, en una movilización contra la privatización del comedor universitario de la Universidad del Nordeste y que rápidamente se expandió a todo el país, siendo el principio del fin de la dictadura de Onganía.