A 100 años del gran libro de Lenin: Imperialismo, fase superior del capitalismo
En la primavera de 1916, exiliado en Suiza, Lenin escribió este “folleto popular” (así lo denominó) “Imperialismo, fase superior del capitalismo”. Su objetivo inmediato era explicar las causas de la primera guerra mundial. ¿Porqué millones de trabajadores eran lanzados como carne de cañón al horror de las trincheras?
EscribeJosé Castillo
La respuesta de Lenin fue contundente: se trataba de una guerra interimperialista por la conquista del mundo entre las grandes potencias. El texto buscaba explicar la razón profunda de la guerra: el capitalismo había ingresado en una nueva época, de guerras y revoluciones, de horrores y decadencia, su “fase superior” -así subtitulaba Lenin- en la que estaba planteada la tarea urgente de su reemplazo por el socialismo.
Lenin describía, con exactitud minuciosa, cuáles eran esas características a las que había arribado el capitalismo entre fines del siglo XIX y principios del XX (ver resumen en esta misma página). ¿Qué quería decir Lenin con que se abría una “época de guerras y revoluciones”? Que se había terminado un estadío anterior, “la época reformista”, en la que el capitalismo todavía era capaz de desarrollar las fuerzas productivas y la clase obrera, por medio de inmensas luchas y esfuerzos de organización (porque la burguesía no le regalaba nada) había ido obteniendo una serie de conquistas: la reducción de la jornada de trabajo, la legalidad para sus sindicatos y partidos y algunos derechos sociales, todas ellas sin poner en cuestión la propiedad privada de los medios de producción. Ahora todo eso se había terminado, y el capitalismo mostraba su cara más horrible y monstruosa. Las más básicas necesidades de los trabajadores, como tener un empleo y un salario digno, sólo se podrían materializar plenamente por medio de la revolución socialista. Más aún, la idea de un desarrollo “progresivo y pacífico” ya no sólo de la clase trabajadora, sino de la humanidad en su conjunto, se derrumbaba en un mar de lodo y sangre.
El libro de Lenin también indagaba en uno de los interrogantes que desvelaban a los revolucionarios de entonces: ¿cómo era posible que las direcciones de los grandes partidos socialistas de entonces, la socialdemocracia alemana, el partido socialista francés, la mayoría de la II Internacional, hubieran traicionado de esa manera, incluso mandado a los trabajadores a la masacre de la guerra? La respuesta de Lenin es cruda y despiadadamente lúcida: “el capitalismo ha destacado a un puñado de países excepcionalmente ricos y poderosos, que […] saquean el mundo […] con semejantes gigantescos superbeneficios (puesto que se obtienen además de los beneficios que los capitalistas extraen explotando a los obreros de su “propio” país) es posible sobornar a los dirigentes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera […] son verdaderos agentes de la burguesía dentro del movimiento obrero”1.
Se trata de un texto premonitorio: “época de guerras”, “fase final o superior del capitalismo”, efectivamente, la primera guerra mundial será sólo un capítulo. En los años posteriores veremos los horrores del surgimiento del fascismo y el nazismo, de los campos de concentración y los genocidios, de otra guerra mundial que empalidecerá a la primera y el lanzamiento de bombas atómicas. Pero también de crisis económicas nunca antes vistas, empezando por la de 1929 y siguiendo por la que se desata a fines de los años 60 y, cual enfermo crónico, seguirá generando hasta hoy sus consecuencias de cientos de millones de desocupados y marginados. Y, por sobre todo, las consecuencias de las intervenciones que el imperialismo desata sobre colonias y semicolonias, con los ejemplos de Vietnam, África, el Medio Oriente, o más cerca nuestro, las invasiones norteamericana en Centroamérica o los apoyos directos a las dictaduras, como se dio en el Cono Sur en la década del setenta. A lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI el saqueo imperialista será una realidad con las empresas transnacionales super-explotando a los trabajadores de nuestros países, extrayendo hasta el agotamiento nuestras riquezas (petróleo, gas, minerales, tierras fértiles) remitiendo sus ganancias hacia sus casas matrices y sometiéndonos a mecanismos financieros de auténtico robo de nuestras riquezas, como los pagos infinitos de la deuda externa.
Pero el imperialismo será también la “época de la revolución socialista”. La clase trabajadora y los pueblos del mundo harán honor a esta denominación. Después de la revolución rusa vino la revolución china, la cubana, la liberación colonial de África y Asia y el heroico triunfo del pueblo vietnamita contra la invasión yanqui. Habrá pueblos que a pesar de las traiciones y las derrotas seguirán peleando tozudamente, como los de Medio Oriente. También veremos tantas otras revoluciones derrotadas o “congeladas” tras los primeros triunfos.
Sin embargo, el capitalismo no cayó. Lenin también fue premonitorio al señalar la íntima relación entre el fenómeno del imperialismo y el surgimiento de direcciones traidoras de la clase obrera, tal como citamos más arriba. Él llego a ver acrecentada esa traición cuando esas direcciones (la vieja socialdemocracia) se opusieron a la revolución bolchevique y evitaron (represión y asesinatos de líderes como Rosa Luxemburgo mediante) la revolución europea al final de la primera guerra. Pero Lenin ya no estará cuando se dé la mayor extensión de ese fenómeno, con el surgimiento de la burocracia stalinista y su rol central como factor contrarrevolucionario mundial.
La clase trabajadora y los pueblos del mundo están pagando aún hoy, con décadas de sufrimiento, la sobrevida de este capitalismo decadente. Como sintetizará años después León Trotsky: “Los parloteos en el sentido de que las condiciones históricas no han ´madurado´ todavía para el socialismo son producto de la ignorancia o del engaño consciente. Los requisitos previos objetivos para la revolución proletaria no sólo han ´madurado´; empiezan a pudrirse un poco. Sin una revolución socialista, y además en el período histórico inmediato, toda la civilización humana está amenazada por una catástrofe. Todo depende ahora del proletariado, es decir, principalmente de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria” 2.
“El imperialismo, etapa superior del capitalismo” plantea una descripción del capitalismo más vigente que nunca. Su lectura nos convoca a la pelea, porque la clase obrera y los pueblos del mundo no han dejado en estos 100 años de luchar. Por eso nuestras conclusiones son las mismas que las de Lenin: la necesidad urgente de construir el partido y la internacional revolucionaria.
1. Lenin, Vladimir, El imperialismo, etapa superior del capitalismo, Editorial Anteo, Buenos Aires, 1974 (páginas 13-14).
2. Trotsky, León, Programa de Transición, Cuadernos Socialistas, Buenos Aires, 1999 (páginas 17-18)
Características del imperialismo
“1) La concentración de la propiedad y el capital se ha desarrollado hasta un grado tal que ha creado monopolios que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el capital industrial, y la creación, sobre la base de ese capital “financiero”, de una oligarquía financiera, 3) la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere excepcional importancia; 4) la formación de asociaciones monopolistas internacionales que se reparten el mundo y 5) ha culminado el reparto territorial de todo el mundo entre las más grandes potencias capitalistas. El imperialismo es el capitalismo en aquella etapa de desarrollo en que se establece la dominación de los monopolios y el capital financiero; en que ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales; en que empieza el reparto del mundo entre los trusts internacionales; en que ha culminado el reparto de los territorios del planeta entre las más grandes potencias capitalistas” *
* Lenin, Vladimir, El imperialismo, etapa superior del capitalismo, Editorial Anteo, Buenos Aires, 1974 (página 110)