A 40 años del asesinato y desaparición de Rodolfo Walsh (25 de marzo de 1977)
Un año después del golpe de estado, un grupo de tareas de la armada asesinó al periodista, escritor y militante Rodolfo Walsh. Su cuerpo nunca apareció. Antes de su muerte escribió la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”. La lucha popular logró que sus asesinos fueran condenados.
Escribe Francisco Moreira
Aquel viernes, Walsh y su compañera, Lilia Ferreyra, se dirigían desde su hogar en la clandestinidad en la localidad de San Vicente, provincia de Buenos Aires, hacia la capital. Cargaban consigo varias copias de la “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, una mordaz denuncia a la dictadura.1 Una vez llegados a la ciudad, la pareja se separaría con la intención de distribuir la carta en distintos buzones. Rodolfo, que se encontraba disfrazado de jubilado, fue interceptado en la esquina de las avenidas San Juan y Entre Ríos. Miembros del Grupo de Tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), comandado por Alfredo Astíz y Jorge “el tigre” Acosta, dispararon una ráfaga con sus fusiles Fal y lo asesinaron. Sobrevivientes relatan haber visto su cuerpo sin vida en el edificio de la ESMA, donde funcionaba un centro clandestino de detención. Sin embargo, sus restos nunca fueron recuperados.
“Hay un fusilado que vive”
Así comenzaba uno de sus más conocidos libros, “Operación Masacre”, publicado por primera vez en 1957.2 Aquella frase, que había escuchado en un bar platense mientras jugaba al ajedrez, sería el punto de partida para una detallada investigación y una fuerte denuncia. Walsh reconstruyó, con ayuda del sobreviviente Juan Carlos Livraga y otros, el fusilamiento de nueve civiles en la madrugada del 10 de junio de 1956 en el basural de José León Suárez. Aquellos fusilamientos habían sido una de las más brutales reacciones de la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu al intento de levantamiento cívico-militar comandado por el General Juan José Valle. Tras la publicación del libro, aquella dictadura que gustaba llamarse a sí misma “revolución libertadora”, comenzaría a ser conocida como la “revolución fusiladora”.
En “Operación Masacre” por primera vez aquel periodista, cuya juventud había transcurrido entre colegios de monjas y curas irlandeses, y que había tenido una simpatía inicial por el golpe de 1955, abrazó la causa de los trabajadores y los pueblos.
La revolución cubana, en 1959, tendría una gran influencia en la vida de Walsh. Ese mismo año viajó a La Habana a participar de la agencia de noticias Prensa Latina, junto a Gabriel García Márquez, Jorge Ricardo Masetti y otros. Durante su estadía en la isla, descubrió el código de comunicación entre el jefe de la CIA en Guatemala y Washington. Los cables descifrados contenían informes minuciosos sobre los preparativos de un próximo desembarco en Cuba y el lugar donde se estaba entrenando a los reclutas. En abril de 1961, una invasión de 1.500 cubanos exiliados con apoyo estadounidense sería derrotada en Bahía de Cochinos.3
Ya de regreso en nuestro país y bajo una nueva dictadura, la de Juan Carlos Onganía, Walsh estrecharía relación con el movimiento obrero al editar el semanario de la CGT de los Argentinos. De aquel período es su célebre “¿Quién mató a Rosendo?”4, una minuciosa investigación sobre el asesinato del dirigente sindical Rosendo García y otros dirigentes opositores de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Aquellos asesinatos, sucedidos en mayo de 1966 en la confitería La Real de Avellaneda, no habían sido esclarecidos por la investigación judicial. Walsh concluyó que el asesino de Rosendo había sido el mismísimo Augusto Timoteo Vandor, quien posteriormente se erigiría como burócrata máximo de la UOM y la CGT, aliado al gobierno dictatorial.5
La denuncia a la dictadura, su asesinato y la condena a sus asesinos
A mediados de 1970, Walsh comenzó a relacionarse con el Peronismo de Base, luego ingresó a Montoneros. Pero su militancia no transcurriría sin polémicas con la dirección del movimiento. En 1974, comenzaron las diferencias a partir de la decisión de pasar a la clandestinidad. A fines de 1975, junto a otros militantes, afirmaba la necesidad de “tratar de organizar una resistencia masiva, basada más en la inserción popular que en operativos de tipo foquista”. Ya bajo la dictadura, tras la muerte de su hija “Vicky” en un enfrentamiento con el ejército, elaboraría otra serie de documentos polémicos. En ellos afirmaba que la cúpula de Montoneros no había hecho una “autocrítica profunda sobre sus errores”. Afirmaba que “tenemos que resistir junto con el pueblo a la dictadura” y que “es un grave error olvidar que ésta es una lucha política”.6
El 24 de marzo de 1977, Walsh terminó de elaborar su “Carta de un escritor a la Junta Militar”. Allí denunciaba el brutal plan de ajuste elaborado por el FMI y aplicado por la dictadura, que beneficiaba a un puñado de empresarios locales y multinacionales. Detallaba las calamidades que estaba viviendo el pueblo trabajador. Denunciaba la represión, el asesinato y secuestro de trabajadores y opositores. Contra la “teoría de los dos demonios” afirmaba que la dictadura “no es el fiel de la balanza entre ‘violencias de distintos signos’ ni el árbitro justo entre ‘dos terrorismos’, sino la fuente misma del terror”.7 Walsh publicaba aquella carta mientras las conducciones de los partidos mayoritarios (PJ y UCR) y los grandes medios de comunicación callaban.
Con su asesinato, la dictadura truncó la vida de uno de los más destacados periodistas y escritores antiimperialistas de nuestro país. Más allá de las diferencias políticas que nuestra corriente tuvo con Walsh, reconocemos su honestidad y valentía militante. Gracias a la lucha sin descanso que dio el pueblo de nuestro país tras la caída de la dictadura en 1982, exigiendo justicia para los 30 mil detenidos-desaparecidos, los asesinados y torturados y el castigo a los genocidas, se logró que en octubre de 2011, en el marco de la llamada “megacausa ESMA”, se condenara a los asesinos de Walsh, entre ellos Astíz y Acosta, a cadena perpetua por privación ilegal de la libertad, tormentos, robo de bienes y homicidio. Walsh dejó una enorme obra literaria y periodística, a la que hoy tienen acceso las nuevas generaciones.
1.“Carta abierta de un escritor a la Junta Militar” en Gregorio Levenson y Ernesto Jauretche, Héroes. Historia de la Argentina revolucionaria, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1998.
2. En la actualidad se consigue: Rodolfo Walsh. Operación Masacre, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2007.
3.Gabriel García Márquez. “Rodolfo Walsh, el escritor que se adelantó a la CIA”. Publicado en www.rebelion.org 19 de abril de 2004.
4. En la actualidad se consigue: Rodolfo Walsh. ¿Quién mató a Rosendo? Buenos Aires, Ediciones de la Flor. 2000.
5. En 1973 publicaría un tercer libro de investigación, “El caso Satanowsky”, sobre el asesinato del abogado de los dueños del diario “La Prensa” a manos de miembros de la SIDE, en 1957. En la actualidad se consigue: Rodolfo Walsh. El caso Satanowsky. Buenos Aires, Ediciones de la Flor. 2004.
6. Una recopilación de estos documentos se encuentran en Roberto Baschetti (comp.). Rodolfo Walsh, vivo. Buenos Aires, Ediciones de la Flor. 1994.
7. “Carta abierta...”. Op cit.
“Carta de un escritor a la Junta Militar”
En su carta Walsh afirmaba que en “el primer aniversario de esta Junta Militar (...) lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”. Afirmaba que la política económica de la dictadura era “dictada por el Fondo Monetario Internacional” y que “sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete”. Sobre la situación de los trabajadores denunciaba que “en un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar”, lo que se sumaba a que la desocupación había alcanzado el 9%. Con extrema claridad señalaba que “una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina” y agregaba que “cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron”. Así cumplía Walsh su compromiso de “dar testimonio en tiempos difíciles”.1
1. “Carta abierta...”. Op cit.