Las enseñanzas de la revolución
Hernán Camarero es historiador. Ha escrito varios textos referidos a la izquierda argentina. Su último libro, Tiempos rojos, analiza la repercusión que tuvo la Revolución Rusa en nuestro país. Recientemente ha viajado a Rusia, en el 100° aniversario de la Revolución de Octubre, para participar en varios eventos académicos que la conmemoran. Lo entrevistamos, en exclusivo, para El Socialista.
¿Cuál es la vigencia de la Revolución Rusa a 100 años?
-La Revolución Rusa fue la mayor experiencia de lucha contra el capitalismo y el orden de la burguesía en toda su historia. Fue un movimiento consciente y organizado de la clase obrera acaudillada por un partido revolucionario que se fijó el objetivo estratégico de construir el socialismo, salteando los límites del reformismo y apostando a su extensión en el plano mundial. En tanto gesta de emancipación social, política, cultural, la Revolución Rusa mantiene toda su vigencia, ya que hoy estamos en un planeta que conoce elementos de miseria, desigualdad, destrucción del medio ambiente, alienación, violencia y barbarie capitalistas en algunos sentidos peores que los existentes hace un siglo. Su vigencia también pasa por las enseñanzas que deja: si la revolución no se extiende y triunfa a escala internacional y no está basada en los principios de la democracia obrera, el inevitable camino es el retroceso y la degeneración burocrática y el regreso al capitalismo.
¿Cómo influenció y se relacionó la Revolución Rusa con la Argentina?
-Ese es el interrogante que busco responder en mi libro. Quise reconstruir las percepciones que sobre la Rusia revolucionaria se propagaron en nuestro país, al mismo tiempo que exploré las formas materiales y políticas a través de las cuales se efectuaron los vínculos entre ambas geografías. El proceso orientado por los bolcheviques incidió en ámbitos y fenómenos muy diversos de la escena nacional en sus primeros años. Desde sus primeros días, la Revolución Rusa generó instancias de polarización del escenario social, político, ideológico, intelectual y cultural de la Argentina. Tuvo francos enemigos, entusiastas admiradores y, claro está, muchos abrigaron opiniones o posiciones intermedias, matizadas, fragmentarias, contradictorias o confusas. Pero la “amenaza” no fue una mera pesadilla ideológica de las elites o un sueño inalcanzable de militantes por implantar realidades lejanas y exóticas. Fue real porque ya existía en el país una clase trabajadora con cierto nivel de desarrollo, un movimiento obrero organizado, un campo de izquierdas heterogéneo que ofrecía una variedad de estrategias reformistas o revolucionarias. Hubo una conexión entre ese mundo obrero, popular y contestatario (erigido como un auténtico movimiento social) y lo que habilitaba la experiencia bolchevique, la cual, además, acicateó la radicalización ideológica y política local.
¿Cómo se vive hoy este aniversario en la Rusia actual?
-Estuve recientemente en Rusia durante unos diez días, en algunos congresos y actividades. La Revolución, obviamente, no va a ser conmemorada de manera oficial. El actual régimen político encabezado por Putin es reaccionario, basado en un nacionalismo que pretende recuperar el “esplendor” perdido de anteriores períodos del país. En ese contexto se mantiene una recuperación de aspectos de la URSS, su poderío militar y científico (Gagarin y la experiencia del Sputnik son rememorados con orgullo), su papel de gran potencia, su triunfo en la “guerra patria” contra el nazismo e incluso, en ese marco, la propia figura de Stalin parece recuperarse, lamentablemente, en algunos sentidos. La propia figura de Lenin no se animan a eliminarla, pues aparece como fundador, en algún sentido, de la Rusia moderna. Pero se recuperan cosas del período zarista y recobró un peso enorme la iglesia ortodoxa. La revolución del 17 no quiere ser evocada, se la refiere anodinamente como “los sucesos de 1917”. El proceso de recuperación del movimiento obrero y de una izquierda revolucionaria y socialista en Rusia creo que será muy lento. Tendrán dónde apoyarse: el capital histórico político es muy grande, pero deberán empezar de nuevo, diría casi de cero. Y la revolución de 1917 será una referencia ineludible.