El estalinismo fue la negación del Manifiesto
La revolución social triunfante era el pronóstico más importante del Manifiesto. Se haría realidad por primera vez en Rusia en 1917. Era, finalmente, “la conquista del cielo por asalto”, liderada por el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, con los soviets tomando el poder, expropiando a la burguesía, gobernando con la más amplia democracia para los trabajadores y comenzando a construir una dirección revolucionaria mundial con la III Internacional.
Sin embargo, esas esperanzas se truncaron a los pocos años. Fue el surgimiento del estalinismo, esa burocracia contrarrevolucionaria que deformó al Estado obrero soviético que se había comenzado a construir. A la muerte de Lenin y desplazando primero y expulsando del país después a Trotsky, Stalin ejecutó un brutal proceso de represión que terminó por liquidar físicamente a la vanguardia de luchadores obreros forjados al calor del proceso revolucionario de 1917. Con su utópica y reaccionaria política de colaboración de clases y de “socialismo en un solo país”, el estalinismo terminó echando por tierra todas las conquistas de la revolución, a la vez que frenaba cuanto proceso revolucionario estallaba en el mundo. El estalinismo, y sus “hijos menores” como el maoísmo o el castrismo, además de traicionar innumerables luchas revolucionarias en el siglo XX y construir regímenes dictatoriales de partido único alejados de cualquier principio de democracia obrera, terminaron llevando a los países donde se había expropiado a la burguesía a la restauración capitalista. Quisieron apropiarse del Manifiesto Comunista, pero fueron justamente su negación.
Nosotros, los socialistas revolucionarios que reivindicamos el legado de Lenin y Trotsky, somos los auténticos herederos de aquel programa de 1848.