A 50 años de la masacre de Tlatelolco
Escribe Mariana Morena
El 2 de octubre de 1968 el gobierno mexicano aplastó con una sanguinaria represión la gran protesta estudiantil que en los dos meses previos avanzó contra su política autoritaria y represiva. Cincuenta años después, sus reclamos siguen más vigentes que nunca y los estudiantes mexicanos retoman las banderas de aquellos mártires de la libertad.
A poco del inicio de los Juegos Olímpicos de 1968, que por primera vez se desarrollaron en un país latinoamericano, el movimiento estudiantil mexicano tomó las universidades y las calles para protestar con fuerza contra el autoritarismo y la represión del gobierno del PRI (Partido Revolucionario Institucional, en el poder ininterrumpidamente desde 1929), la violación de la autonomía universitaria, a la vez que exigía libertad, respeto de los derechos humanos y reformas sociales y democráticas.
Al calor de la ola revolucionaria mundial
La revuelta estudiantil en México se desarrolló como parte del ascenso mundial de las luchas obreras y populares que comenzaron en el 59 con la Revolución Cubana y que tuvo expresiones emblemáticas en el Mayo Francés, la Primavera de Praga, el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos y las manifestaciones en todo el mundo contra la guerra de Vietnam.
A partir de julio del ‘68, en el Distrito Federal mexicano, hubo protestas y enfrentamientos de los estudiantes con el cuerpo de granaderos, que ingresó en las escuelas y detuvo a manifestantes. Varios establecimientos entraron en huelga, y el 26 de julio, una marcha en solidaridad con la Revolución Cubana fue brutalmente reprimida. El 2 de agosto se creó el Consejo Nacional de Huelga (CNH), que nucleaba a 75 escuelas y universidades, entre ellas la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico. Paralelamente, se constituyeron otras organizaciones que se sumaron a la protesta estudiantil, como la Coalición de Maestros y el Comité de Intelectuales, Artistas y Escritores, mientras la revuelta se extendía por todo el país.
El 7 de septiembre se llevó a cabo la Manifestación de las Antorchas en la Plaza de las Tres Culturas o Tlatelolco, y el 13, la Marcha del Silencio congregó que a más de 200.000 jóvenes en el Zócalo, la plaza principal de la ciudad, bajo el lema “Únete pueblo”. Los estudiantes amordazados con pañuelos levantaron pancartas por “¡Democracia directa y concreta ya!” y “¡Abajo el gobierno y la burguesía!”. La respuesta del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz fue desalojarlos con la tropa y tanques militares, mientras arrestaba a varios dirigentes de la CNH. El ejército ocupó el campus de la UNAM.
Los estudiantes radicalizaron sus demandas
La siguiente protesta fue convocada para el 2 de octubre en Tlatelolco, con el objetivo de conminar al gobierno a cumplir con las reivindicaciones estudiantiles, entre ellas: la libertad de los presos estudiantiles, magisteriales, obreros y campesinos; la derogación de artículos del código penal que cercenaban la libertad de expresión; la destitución de los jefes policiales capitalinos y la disolución del cuerpo de granaderos, instrumento directo en la represión; justicia para las víctimas de actos represivos y exigiendo la apertura de un canal de diálogo con el gobierno.
A diez días del comienzo de los Juegos Olímpicos, unos 15.000 estudiantes ocuparon Tlatelolco gritando “¡No queremos olimpiadas, queremos revolución!”. La plaza estaba completamente sitiada por militares, policías y tanques. Testigos de la matanza cuentan que a las 18:15 un helicóptero militar sobrevoló la plaza lanzando bengalas luminosas. Era el inicio de la Operación Galeana a cargo del Batallón Olimpia creado para la seguridad de los Juegos Olímpicos, la policía secreta de la Dirección Federal de Seguridad y el ejército, con activa asesoría de la CIA.
La señal hizo que francotiradores apostados en lo alto de los edificios comenzaran a disparar. No eran otros que agentes infiltrados del grupo parapolicial “Brigada Blanca” del Batallón Olimpia, vestidos de civil con un guante blanco en la mano izquierda para identificarse entre ellos. Sus disparos provocaron que miles de soldados con bayonetas empezaran a disparar a mansalva y por la espalda a los manifestantes. En medio del caos, una multitud echó a correr desesperadamente buscando una salida a esa emboscada mortal.
“¡Contra la pared hijos de la chingada! ¡Ahorita les vamos a dar su revolución!”, fue la frase histórica que pronunciaron los mandos del ejército mexicano al detener a los dirigentes estudiantiles. En el curso de la operación fueron masacrados más de 300 estudiantes, hubo miles de heridos y unos 3.000 manifestantes fueron detenidos, desnudados, golpeados y trasladados a distintas cárceles o campos militares, como el Palacio Negro de Lecumberri. La plaza se lavó a manguerazos para borrar las huellas de la masacre mientras el ejército imponía la censura informativa y el gobierno difundía la falsa noticia de un “complot comunista” contra las olimpiadas. La represión no cesó y muchos dirigentes fueron forzados al exilio. Unos días después, como si nada hubiera sucedido, comenzaban las Olimpiadas México ´68.
Una nueva generación de estudiantes vuelve a levantar las banderas
Desde aquel día, los estudiantes mexicanos luchan por mantener viva la memoria de sus compañeros mártires por la libertad. “¡2 de octubre no se olvida!” es la consigna que los convoca a marchar año tras año por memoria y justicia contra el avance de la impunidad. Tres décadas de gobiernos patronales han profundizado la desigualdad social y el salvajismo que acompañaron los ajustes y la entrega hasta la actual presidencia de Peña Nieto. En 2014, una nueva matanza de estudiantes, los 43 normalistas de Ayotzinapa, constituyó otro crimen de Estado en alianza con los carteles de la droga. A 50 años de la histórica lucha del movimiento estudiantil y Tlatelolco, los reclamos del 68 siguen más vigentes que nunca y ya son parte de los hitos históricos de los pueblos latinoamericanos por su liberación.