Desenmascarando a Lavagna
Escribe Guido Poletti
El propio gobierno de Cambiemos lo va posicionando como competidor electoral, tomándolo como opositor importante. Varios empresarios, asustados al ver cómo crece la bronca contra Macri, ya lo empiezan a tomar en cuenta. Miguel Angel Broda, uno de los consultores más cercanos al establishment económico local, lo confesó en una de sus últimas apariciones: “Muchos de mis clientes dicen que van a votar a Lavagna”
Lavagna apareció apoyado por el burócrata sindical Luis Barrionuevo, que le armó la reunión para que otros líderes gremiales de idéntica calaña se le sumaran. Se reivindica como parte del espacio del peronismo alternativo, pero que no acepta ir a las PASO contra nadie. Y, a la vez, propone un “frente más grande”, que incluya a la centroizquierda de los “socialistas” de Santa Fe, a Margarita Stolbizer y hasta a sectores radicales como el de Ricardo Alfonsín. Algunos llegaron a sumar en esto al propio Martín Lousteau, que hasta hace pocas semanas estaba de gira con el presidente.
Pero terminen como terminen estas idas y venidas, lo que nos interesa es refutar la campaña que se está armando alrededor de la figura de Lavagna, donde se lo muestra como un economista “exitoso”, a favor del “empleo y el mercado interno”, que habría hecho crecer la economía al 9% cuando fue ministro, y hasta “progresista”.
Son todas fábulas. Empecemos por su supuesto progresismo: él mismo se encargó de desmentirlo cuando se pronunció con claridad en contra del aborto días pasados. ¿Pero es que, acaso, se trata de un economista antiliberal y en contra de los negociados financieros?
Nada de eso. La semana pasada visitó Córdoba, y además de su foto con el gobernador Schiaretti (el ejecutor del ajuste en su provincia) dio una charla en la Fundación Mediterránea. Para los memoriosos, el reducto que creó y del cual salió nada menos que Domingo Cavallo.
Pero vamos al “punto fuerte” de Lavagna. ¿Qué pasó cuando fue ministro? Lavagna estuvo a cargo de la cartera de Economía desde fines de abril de 2002 hasta noviembre de 2005. En ese período, efectivamente, la economía argentina repuntó del piso de la crisis a que había llegado en diciembre de 2001. Pero no fue por las “buenas políticas” de Lavagna. Al contrario. La economía creció e incluso tuvimos superávit fiscal en esos años (los recursos fueron superiores a los gastos) porque se había dejado de pagar una parte sustancial de la deuda externa en medio del Argentinazo de fines de 2001. De ahí salió la plata que permitió que existieran, prácticamente de un día para otro, dos millones de planes para los desocupados. Ahí empezó la reactivación. Cuando en los años 2004 y 2005 bajó un poco el desempleo, los trabajadores consiguieron mejoras salariales, es cierto, pero no fue “gracias a Lavagna”, sino justamente “contra Lavagna” (y Néstor Kirchner, entonces presidente), en inmensas luchas que comenzaron con las de los docentes, universitarios, trabajadores del subte o de la salud.
Por otra parte, fue justamente Roberto Lavagna quien nos dejó la “herencia maldita”: él fue el que realizó el primer canje de deuda del año 2005, por el cual volvimos a pagarle a los acreedores externos, reanudando así la bola de nieve de la deuda externa. Lavagna se fue luego de ese canje, pero la deuda la seguimos pagando.
Por si todo esto fuera poco y quedara alguna duda, Lavagna asegura hoy a quien quiera oírlo (y se lo dijo a los propios funcionarios del FMI) que no va a romper con el programa de ajuste del Fondo y va a cumplir a rajatabla con los pagos de la deuda externa. En conclusión, si por esos avatares de la crisis de Cambiemos y del propio peronismo Lavagna llegara a ser presidente, no tendríamos más que a un nuevo ejecutor del ajuste. No es entonces ninguna salida a favor de los trabajadores.