Jul 16, 2024 Last Updated 4:46 PM, Jul 16, 2024

Escribe Martín Fú

El 2 de abril de 1982 la Argentina desafiaba a una potencia imperialista recuperando un territorio soberano usurpado y apropiado por el colonialismo en 1833, las islas Malvinas. La foto de los Royal Marines ingleses rendidos dio vuelta al mundo, diarios y revistas titulaban “Inglaterra humillada”. 

La sangrienta junta militar, en el poder desde 1976, mostraba un gran desgaste. En noviembre de 1981, y en plena crisis económica, un paro de la CGT reunió a miles en San Cayetano bajo la consigna “paz, pan y trabajo”. El 30 marzo de 1982 otro paro general de la CGT se cristalizó como la mayor expresión de lucha obrera del último período dictatorial. Sumando “fuera la dictadura” a la consigna “paz, pan y trabajo”, alrededor de cincuenta mil personas coparon la Plaza de Mayo en una huelga que fue reprimida duramente y que dejó un muerto y cientos de heridos y detenidos a lo largo del país.

En ese contexto, la recuperación de las islas generó simpatía popular a la vez que acrecentó en la conciencia de las masas el rechazo al imperialismo. El 10 de abril, con la Plaza de Mayo colmada, el general Galtieri fue silbado y, al son de “fuera ingleses y yanquis de Malvinas”, 150.000 almas repudiaban al enviado yanqui Alexander Haig.

Inglaterra, miembro de la OTAN, y con el guiño de Estados Unidos, se lanzó a la campaña militar de ultramar más importante desde la Segunda Guerra. Más de cien buques y 30.000 soldados partieron hacia el Atlántico Sur. 

La dictadura se jugaba a golpear y negociar para así tener mejores condiciones para acordar. Jamás sucedió. El principal artífice de la derrota política y militar se encontraba dentro del bando argentino.

El 2 de mayo, el hundimiento del ARA “General Belgrano”, flagrante crimen de guerra con 323 muertos -la mitad de las bajas argentinas en todo el conflicto-, fue un claro mensaje de la negativa de Margaret Thatcher de acordar un alto al fuego.

Mientras comenzaban los primeros combates en las islas, en el país no se tocaba ningún interés económico de Inglaterra. Sus empresas operaron con normalidad, ganando millones y llevándose sus utilidades al exterior, mientras la Comunidad Económica Europea, a pedido de los piratas, lanzaba un embargo y boicot a las importaciones argentinas. Los países que se solidarizaron con la Argentina –como Perú, Venezuela, Libia, Cuba, Bolivia, Rusia, entre otros– y ofrecían ayuda, eran desestimados por los militares. Así era imposible ganar la guerra. En Perú 150.000 personas marcharon apoyando a la Argentina. En toda Latinoamérica se despertaba el sentimiento antiimperialista y la simpatía con la causa argentina. Y nuestro partido antecesor, el PST alertaba que sin meterse con los intereses británicos, sin aceptar la ayuda que nos ofrecían y con la conducción militar pro imperialista era imposible derrotar a los ingleses.

La visita del papa Juan Pablo II en el mes de junio buscó desmovilizar a los cientos de miles que pedíamos que se vaya la junta y preparar el terreno para una posible rendición. Desde el PST llamamos a no apoyar su visita “derrotista” y que “la paz que predicaba el Papa era la paz de los esclavos, la de la rendición de Argentina” en un volante donde le explicábamos a la vanguardia obrera que la visita del Papa era una puñalada a la movilización antimperialista (volante PST ¿A que viene el Papa? Junio de 1982). Mientras el Papa “rezaba”, en Monte Longdon, se combatía en los pozos de zorro a bayoneta calada. Fue el enfrentamiento más sangriento y brutal de toda la guerra.

El 14 de junio, el general Menéndez se rendía ante el comandante británico Jeremy Moore, que un día antes había salvado su vida durante un ataque de una escuadrilla de la Fuerza Aérea.

“Los pibes murieron, los jefes los vendieron” fue el canto de miles un día después de la rendición, en la Plaza de Mayo llena. Quedaba sellado el comienzo del fin de la dictadura.

La junta había perdido la contienda y se desangraba. En las islas quedaban muchos de aquellos héroes que combatieron con bravura ante un enemigo superior. Como revolucionarios reivindicamos y honramos a aquellos soldados, que pelearon en una verdadera gesta contra el imperialismo en una guerra justa.

Desde 1983 hasta la fecha todos los gobiernos patronales que se alternaron en el poder congelaron la causa Malvinas. La desmalvinización es una muestra de la sumisión que todos los gobiernos tienen con el imperialismo y sus intereses.

Hace unas semanas, el primer ministro Boris Johnson aseguró estar “dispuesto a usar la fuerza” para defender a las Malvinas en una abierta ofensa al reclamo histórico por la soberanía de nuestras islas. Hoy más que nunca seguimos sosteniendo que la recuperación del archipiélago es una tarea pendiente y necesaria. ¡Fuera ingleses de Malvinas, fuera yanquis de América Latina!

 



El PST y Malvinas

Escribe Martín Fú

El Partido Socialista de los Trabajadores (PST) rápidamente se situó en el plano militar contra la agresión imperialista. Sin dar confianza alguna en la junta que desde 1976 había lanzado un plan de aniquilamiento contra la clase obrera en donde nuestro partido sufrió la persecución, desaparición y asesinato de un centenar de compañeros, desde la clandestinidad de la proscripción llamamos a restablecer las libertades democráticas para lograr fortalecer los comités de apoyo en fábricas, barrios y escuelas.

“No puede quedar una sola fábrica, barrio, universidad o colegio que no se organice para enfrentar al agresor. Y exijamos a la CGT que se ponga a la cabeza de ellos, que los coordinen y centralicen reclamando el apoyo de todos los partidos políticos, de las organizaciones estudiantiles y populares”, escribíamos desde nuestro periódico Palabra Socialista.

Decíamos que había que aceptar la solidaridad y la ayuda militar que nos ofrecían Cuba, Venezuela, Perú, Libia y otros países, elevando el sentimiento antiimperialista de los pueblos de Latinoamérica y del mundo, unificado y encolumnado tras la guerra contra Inglaterra.

Apoyamos la creación de registros de voluntarios para la guerra, en donde el partido dio el ejemplo aportando muchos militantes, entre los que se destacaron el “Pelado” Matosas y el “Petiso” Páez, que habían recuperado la libertad apenas unos meses antes y rápidamente se inscribieron como voluntarios.                       


Otro 24 de marzo. Como todos los años es una cita de honor. Nos convoca el grito de siempre: ¡no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos! Allí estaremos, junto a los que nunca se dejaron cooptar: los organismos de derechos humanos, los sindicatos combativos, los centros de estudiantes, las organizaciones barriales y de desocupados y los partidos de izquierda que conformamos el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Luchando por la memoria de los 30.000. Exigiendo justicia, contra la impunidad que vergonzosamente, sigue existiendo para tantos genocidas. Denunciando al gobierno, que, como todos los anteriores, se niega a abrir los archivos de la dictadura. Exigiendo cárcel común para los genocidas, muchísimos de los cuales están cómodamente en sus casas.

Pero, también, y esto es lo que distingue al Encuentro Memoria Verdad y Justicia, vemos a los Derechos Humanos en su conjunto. Gritamos, denunciamos, contra el ajuste, la represión y la impunidad no sólo de ayer, sino también de hoy. Porque en nuestra memoria está que el genocidio fue para imponer un feroz plan de ajuste, amparado por el FMI y del cuál surgió la inmoral e ilegal deuda externa. Pero también que todos los gobiernos que vinieron después de 1983 siguieron pagándola, imponiendo más hambre y miseria al pueblo trabajador y reprimiendo a los que salieron a luchar. Todos, sin excepción, por más doble discurso que se nos quiera vender. Todos, incluso hasta hoy. Por eso denunciamos también, como hicimos con los anteriores, al actual gobierno de Alberto Fernández y Cristina, el que prioriza los acuerdos con los pulpos acreedores y el FMI mientras ajusta a los jubilados, el que desalojó con la fuerza bruta en Guernica, el que apoya al gobernador peronista Insfran que reprime en Formosa.

Los organismos de derechos humanos cercanos al peronismo kirchnerista ya hace una década y media que dividieron las marchas del 24 de marzo para transformar las suyas en actos oficialistas. Este año plantean no salir a marchar. No acordamos. Porque los derechos se conquistan en la calle, como demostraron en diciembre las mujeres, que consiguieron, con miles en las plazas, la legalización del aborto. 

Por eso, este 24, con barbijo, cuidando las distancias y con todas las prevenciones, otra vez tenemos que ser decenas de miles. Como siempre lo fuimos. Otro 24, sí, que volvemos a marchar porque con este gobierno, como con todos los anteriores, sigue la impunidad, el ajuste, la represión y la entrega.

Cárcel común a los genocidas. Basta  de domiciliarias 

Contra la impunidad, el ajuste y la represión  de ayer y de hoy  

Apertura de todos los archivos

Salud y vacunas y salud para todos

No al pago de la deuda externa. Fuera el FMI

Encuentro Memoria, Verdad y Justicia 

Cada aniversario del golpe genocida, a la cabeza de nuestra columna marcha el homenaje a nuestros queridas compañeras y compañeros desaparecidos y asesinados del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de Izquierda Socialista. 

El glorioso PST comenzó a sufrir duros golpes represivos mucho antes del comienzo de la dictadura. Su férrea oposición al pacto social de 1973, su pelea contra la burocracia sindical aportando a la construcción clasista de la época, ya lo habían puesto en la mira de los grupos de ultraderecha. Que actuaban a la sombra de las triple A de López Rega y el propio Perón, con la colaboración de las patotas de la burocracia sindical. Así, en mayo de 1974 y septiembre de 1975 se produjeron respectivamente las masacres de Pacheco y La Plata, con varios compañeras y compañeros asesinados, a los que se sumaron otros casos antes del golpe.

Luego del 24 de marzo, el PST tuvo más de 100 desaparecidos, la mayoría de ellos mientras continuaban en la clandestinidad su militancia contra la dictadura. 

Las víctimas llegaron hasta febrero de 1982, cuando se produjo el último asesinato, el de Ana María Martínez, que, ya con la dictadura más debilitada, tuvo gran repercusión nacional e internacional. 

El PST forjó con su heroica militancia y sus mártires, a las generaciones de luchadores que les sucedieron. Por eso, cada año gritamos: “a los caídos no los vamos a olvidar; en cada lucha, ellos están; y con un mundo socialista volverán”.

 

Escribe Adolfo Santos

El 25 de enero de 1987 falleció Nahuel Moreno. Probablemente, las nuevas generaciones de militantes, simpatizantes y activistas no conozcan la trayectoria y contribuciones de quien fue el fundador de nuestra corriente histórica en la década del ’40 y el principal dirigente del trotskismo latinoamericano. Por eso, cada año recordamos sus principales aportes al servicio de la construcción del partido revolucionario y de una organización socialista revolucionaria mundial.

El asesinato de León Trotsky a manos de un agente estalinista, en 1940, y la pérdida de importantes cuadros durante la Segunda Guerra Mundial dejaron inconclusa y muy debilitada la tarea fundamental de construir la IV Internacional. El Programa de Transición, uno de los grandes legados de Trotsky, no era suficiente si no se conseguía avanzar en una organización independiente de los trabajadores para luchar por sus intereses. 

Con esa comprensión, desde muy joven, Moreno se sumó a un puñado de dirigentes internacionalistas para abocarse con todas sus fuerzas a la reconstrucción de la IV Internacional. Como él mismo reconoció, la mayor parte de su militancia política estuvo dedicada a trabajar por la construcción del partido mundial. Así lo entendía Moreno, “[…] la construcción de los partidos nacionales y la internacional es un proceso combinado […]”.

Una vida al servicio de la construcción del partido revolucionario 

Hugo Miguel Bressano Capacete, quien fue conocido como Nahuel Moreno, nació el 24 de abril de 1924 en Alberdi, provincia de Buenos Aires. Con solo 18 años se incorporó a círculos trotskistas, ambiente de tertulias y discusiones de café. Preocupado por el escaso contacto de esos grupos con los trabajadores, Moreno comenzó a reunirse con jóvenes obreros del barrio de Villa Crespo con los que estudió el ¿Qué hacer?, de Lenin, y los terminó ganando para el trotskismo. En 1943 escribió su primer texto, El partido, en el que concluyó: “Lo urgente, lo inmediato, es aproximarnos a la vanguardia proletaria y rechazar como oportunista todo intento de desviarnos de esa línea […]”. 

Con esa idea, en 1944, junto con esos jóvenes obreros de Villa Crespo Moreno fundó el Grupo Obrero Marxista (GOM)). Mateo Fossa, un dirigente sindical que en 1938 se entrevistó con Trotsky en México, lo orientó sobre cómo introducirse en el movimiento obrero. En 1945, el GOM tuvo una importante participación en apoyo a la huelga del frigorífico Anglo-Ciabasa, que contaba con 12.000 obreros, a partir de lo cual captaron destacados activistas de esa lucha. Comenzaba así una nueva etapa. Moreno y su grupo rompieron definitivamente con el “trotskismo de los bares” y se fueron a vivir a Villa Pobladora, en Avellaneda. Al año siguiente editaron su primer periódico, Frente proletario, y ya reunían casi cien militantes, en su mayoría obreros. 

Desde esa experiencia, Moreno impulsó a lo largo de su vida la construcción de partidos ligados a la clase trabajadora y sus luchas. Como escribió en El partido, aquel documento precursor: “Nos empalmaremos en el movimiento obrero, acercándonos y penetrando en las organizaciones donde este se encuentre para intervenir en todos los conflictos de clase”. Así lo hizo de forma consecuente, a pesar del obstáculo que significaba el naciente peronismo, un proyecto nacionalista burgués que en esa época iba a ganar la mayoría de la clase trabajadora a partir de otorgar importantes concesiones. Sin embargo, nuestra corriente siempre llamó a no confiar en ese proyecto, ya que por su carácter, de conciliación de clases, la mayoría de esas conquistas se iban a acabar perdiendo.  

Contra la corriente, Moreno continuó llamando a construir una alternativa de la clase trabajadora. Con ese objetivo construyó el Partido Obrero Revolucionario (POR), el Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN), Palabra Obrera, el PRT, el PST y el MAS. Siempre tratando de enraizarlos en el movimiento obrero y sus luchas con propuestas que dieran respuesta a sus intereses inmediatos e históricos de disputar el poder para los trabajadores.

La IV Internacional, otra de sus obsesiones

En 1948 se realizó en París el II Congreso de la IV Internacional. El GOM envió a Moreno como delegado. Allí conoció a los principales dirigentes trotskistas y fue informante del punto sobre América latina. Ese mismo año, por su crecimiento y las actividades desarrolladas, el GOM se convirtió en partido. En diciembre se fundó el Partido Obrero Revolucionario (POR). Moreno escribió su primer trabajo teórico, Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa en América, donde cuestiona la visión de la mayoría de la izquierda, que le daba un carácter feudal a ese proceso.  

En ese congreso de 1948, el primero después de la muerte de Trotsky, se eligió la dirección, encabezada por los dirigentes Michel Pablo, griego, y Ernest Mandel, belga. Moreno, que a pesar de su juventud ya había iniciado un proceso de construcción partidaria luchando contra la marginalidad del trotskismo, la definió como una dirección inexperta, formada en ámbitos intelectuales y no en la lucha de clases. Sostuvo duras polémicas con ella. Ese fue uno de los méritos de Moreno, haber intervenido con una política correcta en un momento difícil en que la dirección de la Internacional, debilitada por la muerte de Trotsky y presionada por procesos objetivos, fue conducida a serios desvíos. 

Uno de los más graves errores de esa dirección fue su capitulación a los partidos comunistas que seguían al aparato de la URSS, encabezado por Stalin, y a los nacionalismos burgueses en Latinoamérica, Asia y África, así como también posteriormente al castrismo y el sandinismo. Moreno alertó que esa orientación oportunista llevaba a renunciar a la construcción de partidos revolucionarios y al hundimiento de la Internacional.  

En los años ’70 entabló una dura polémica contra la política de elevar la táctica de la guerrilla, que se había mostrado exitosa para la revolución cubana, al plano estratégico. El grupo encabezado por Mandel definió impulsar la guerrilla en Latinoamérica. Moreno sostuvo que esa orientación llevaría al desastre a generaciones enteras de luchadores y sería contraproducente para el desarrollo de la revolución latinoamericana. La sistemática liquidación de los grupos guerrilleros, al tiempo que se iniciaba un proceso de ascenso obrero y estudiantil en la región, acabaron dándole la razón a Moreno. 

Pasaron treinta y cuatro años de la muerte de Moreno y los hechos continúan corroborando sus aciertos políticos. Haber apoyado a los nacionalismos burgueses, a las direcciones “progresistas”, a los gobiernos frentepopulistas, al castro-chavismo, al falso “socialismo del siglo XXI” y sus variantes, como el sandinismo, fue un gran error de muchos sectores del trotskismo, en especial del mandelismo, y fue un freno para el desarrollo de una dirección revolucionaria. Por eso reivindicamos las enseñanzas de Moreno, de luchar por la movilización de masas, por la independencia de clase, por la construcción de partidos revolucionarios y por reconstruir la IV Internacional.


Nuestro compromiso con el legado de Moreno

Nahuel Moreno ha dejado una extensa elaboración teórica y política plasmada en varios libros y folletos* que continúan vigentes con sorprendente actualidad. Sin embargo, creemos que su legado más importante es el de haber insistido sin descanso en la lucha para construir una dirección revolucionaria. Desde Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de las y los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) asumimos el compromiso de dar continuidad a esa tarea, que las luchas en curso nos exigen más que nunca. Los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y los sectores populares no paran de luchar. Si no se avanza más, y algunas veces hasta se retrocede, es por la falta de una dirección revolucionaria. Ese es el desafío al que nos comprometemos los morenistas junto con los que luchan.   

Levantamientos como los ocurridos en Chile, Líbano, Estados Unidos, Hong Kong, las huelgas de Europa y el descontento generalizado contra los planes de ajuste para paliar la más grave crisis económica del sistema capitalista mundial nos demuestran que la pelea por la dirección está planteada en el orden del día. Si en cada uno de esos procesos somos capaces de unirnos a los sectores que luchan y aplicar las enseñanzas legadas por Nahuel Moreno podremos estar a la altura de los tiempos.

 

*Para conocer la obra de Nahuel Moreno recomendamos visitar www.nahuelmoreno.org

 

 

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