Escribe Federico Novo Foti
El 14 de junio de 1982, el General Menéndez firmó la rendición argentina dando por terminada la Guerra de Malvinas. La movilización revolucionaria de las masas, motorizada por la bronca creciente, derribó a Galtieri y al régimen militar, conquistando amplias libertades democráticas y abriendo una nueva etapa en el país. Pero la ausencia de una dirección revolucionaria de peso permitió a peronistas y radicales desviar la movilización hacia las elecciones y la democracia burguesa, continuando con el capitalismo semicolonial.
El 14 de junio de 1982 cayó Puerto Argentino en las islas Malvinas, a tres días de iniciada la ofensiva británica final. Esa misma noche el General Mario Benjamín Menéndez firmó la rendición ante el General Jeremy Moore. Así terminaba, tras setenta y cuatro días, la guerra en las islas Malvinas e islas del Atlántico Sur.
La Junta Militar, encabezada por el Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri, había planificado un paseo militar, esperando recuperar las islas en la mesa de negociaciones, confiando en el apoyo del imperialismo estadounidense. No buscaba un enfrentamiento militar con el imperialismo británico, sino realizar un golpe de efecto para prestigiarse y desviar hacia los ingleses el odio popular contra su dictadura genocida, que crecía al ritmo de la crisis económica. Pero el tiro le salió por la culata.
Galtieri y la Junta quedaron atrapados entre el imperialismo, que decidió ir a la guerra sin negociar, y la enorme y genuina movilización obrera y popular anti imperialista, desatada en todo el país y varios países de Latinoamérica. Finalmente, su temor a la movilización de las masas y su servilismo ante el imperialismo fueron más fuertes. Iniciados los combates el 1° de mayo, a pesar del heroísmo de los conscriptos, soldados rasos y parte de la oficialidad, la Junta se rehusó a tomar las medidas políticas, económicas y militares que exigían los esfuerzos de la guerra para triunfar. Posteriormente, en los primeros días de junio, con la venida del Papa Juan Pablo II y el apoyo de peronistas y radicales, impusieron la capitulación (ver nota "2 de abril de 1982 / La guerra de Malvinas y el PST").
¿Por qué cayó la Junta Militar?
Los manuales escolares dicen que la Junta Militar “cayó por su propio peso”. Cuentan que el sucesor de Galtieri, el General Reynaldo Bignone, simplemente “anunció un proceso de transición democrática”. Partidos de izquierda, como PTS, afirman que hubo una “transición pactada” y PO que “la iniciativa de volver a la democracia fue tomada por el imperialismo norteamericano”.[1] Estos relatos ocultan o minimizan el rol jugado por la lucha de los trabajadores y los sectores populares. Lo cierto es que Galtieri cayó por la movilización revolucionaria de las masas, que impuso la disolución de la Junta Militar genocida y conquistó amplias libertades democráticas, abriendo una nueva etapa en el país.
El 15 de junio, la Junta Militar llamó a la población a concurrir a Plaza de Mayo para escuchar a Galtieri. Mientras llegaba la gente a la plaza la indignación aumentaba: “los pibes murieron, los jefes los vendieron” se cantaba. Pronto volvió a resonar el “se va a acabar la dictadura militar”, tal como había sucedido antes del inicio de la guerra, el 30 de marzo, durante el paro y la movilización de la CGT Brasil. La represión policial se desató, pero las movilizaciones continuaron. El 16 de junio cayó Galtieri y el 23 se disolvió la Junta Militar. Durante días no hubo quien gobernara el país.
Bignone asumió recién el 1° de julio. Su gobierno dio continuidad formal a la dictadura, pero el régimen militar estaba herido de muerte. Bignone debió apoyarse exclusivamente en el Ejército y sobrevivió gracias al apoyo de los partidos patronales, peronista y radical, reunidos en la Multipartidaria. Pero las huelgas y movilizaciones obreras continuaron contra los impuestos, los desalojos e indexación de los alquileres, también hubo ocupación de terrenos y viviendas. La lucha por libertades democráticas creció, al igual que la participación en las marchas de las Madres de Plaza de Mayo. El desprestigio de los militares era absoluto, con protestas públicas contra la alta oficialidad, como la de los veteranos de Malvinas que los insultaban públicamente. El 6 de diciembre hubo una huelga general contra la dictadura y otra en marzo de 1983.
Ante su extrema debilidad, Bignone se vio obligado a levantar la “veda política”, permitir reuniones o manifestaciones públicas, con o sin autorización policial, y terminar con la censura, dejando correr incluso publicaciones y actividades de partidos trotskistas como el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), que aún estaba proscripto. Los partidos patronales en la Multipartidaria, entretanto, aprovecharon la coyuntura para intentar frenar y desviar las movilizaciones y encaminar la crisis hacia una salida electoral ordenada, fijada finalmente para octubre de 1983.
Lecciones de la guerra y la caída de la dictadura
La disolución de la Junta Militar tras la rendición y el fin del régimen militar fueron enormes triunfos revolucionarios conquistados por las masas movilizadas. Que la dictadura no “cayó por su propio peso” o como resultado de un “pacto con el imperialismo yanqui” lo demuestran los juicios que llevaron a la cárcel a las cúpulas militares, la continuidad de las movilizaciones masivas cada 24 de marzo que exigen justicia por los 30.000 detenidos-desaparecidos, el desprestigio aún vigente de las Fuerzas Armadas y que se se enterrara por décadas la posibilidad de una salida militar a las sucesivas crisis de gobierno en nuestro país.
La nueva etapa abierta en el país significó la caída del régimen que secuestró, torturó, asesinó y desapareció a miles de personas y la conquista de amplias libertades democráticas. Solo la ausencia de una dirección revolucionaria reconocida por las masas permitió, en ese entonces, que la movilización fuera desviada hacia la salida electoral impuesta por la Multipartidaria. Evitaron así que se avanzara hacia un gobierno de trabajadores y trabajadoras. En los años subsiguientes, fueron los gobiernos patronales radicales, peronistas o macristas, quienes buscaron impunidad para los militares genocidas (obediencia debida, punto final, indultos, juicios a cuentagotas, etcétera) y continuaron sometiendo a nuestro país al imperialismo. Vienen así creciendo vertiginosamente la pobreza, la miseria, la desocupación, entre otros males sociales. Por eso desde Izquierda Socialista en el FIT Unidad llamamos a la ruptura con los partidos patronales y sus gobiernos, a construir una alternativa que impulse y encabece las luchas por trabajo, salario, salud, educación y vivienda, contra el pago de la deuda y el pacto del gobierno y el FMI. Hoy sigue vigente la lucha por la recuperación de las islas Malvinas y la segunda y definitiva independencia, que sólo serán posibles con un gobierno de trabajadores y trabajadoras hacia el socialismo.
[1] Ver Liszt, G. “¿Quién fue Moreno?” en La Izquierda Diario (25/1/2020) y Santos, R. “Los documentos secretos…” en Prensa Obrera N° 1214 (15/3/2012).
Desde su exilio en Bogotá, Nahuel Moreno, maestro y fundador de nuestra corriente, impulsó la solidaridad con Argentina durante la Guerra de Malvinas. Tras la rendición de la Junta Militar, junto a la dirección nacional del PST analizó los grandes cambios producidos en el país. Moreno expuso sus posiciones en el escrito de mayo de 1983 llamado: “1982: comienza la revolución”. Allí definió que la caída de la Junta Militar había sido provocada por una “revolución triunfante”, que abría una nueva etapa en el país. Afirmó que a partir del 2 de abril de 1982 “se combina la irrupción del movimiento de masas que apoya la reconquista de las islas con la colosal agudización de la crisis económica e institucional de la dictadura militar”. Señala que el vacío de gobierno “se inicia con la derrota militar, continúa con la caída de Galtieri y culmina con el gobierno de Bignone, que abre un período de libertades democráticas […] que entierra al viejo régimen y hace surgir uno nuevo”. Con Bignone aún en el gobierno, apoyado por la Multipartidaria, Moreno y el PST plantearon ajustar las consignas para continuar la tarea de “derrotar a los partidos burgueses o pequeñoburgueses que están en el poder para que asuma el gobierno la clase obrera con sus partidos y organizaciones. Los llamamos a hacer una nueva revolución para cambiar el carácter del estado, no solo del régimen político; una revolución social o socialista”.[1]
[1] Nahuel Moreno. “1982: comienza la revolución”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, febrero 2015. En nahuelmoreno.org
Escribe José “Pepe” Rusconi
Cuando el 12 mayo de 1977 me enteré del secuestro, sucedido el día anterior, de tres de mis compañeros del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) era inevitable imaginar el desenlace. Estábamos en tiempos de la dictadura militar que reprimía a sangre y fuego.
Ellos eran Julio Matamoros (el “Bocha” de veintiún años), estudiante de Derecho y luego empleado bancario, Mónica de Olazo (“Moniquita” de dieciocho años), estudiante, y su pareja Alejandro Ford (el “Negro” de veinte años), egresado de la Escuela de Bellas Artes, ex dirigente de la Juventud Peronista (UES) y reciente trabajador de la destilería de YPF de La Plata.
Formábamos parte de una célula del PST, que era el organismo de base de nuestra organización durante la dictadura, donde los militantes hacíamos nuestras discusiones y planificábamos las tareas.
Tras el 11 de mayo, nunca supimos más de ellos hasta que, pasados treinta y seis años del secuestro, el Equipo Argentino de Antropología Forense los identificó en una fosa común del Cementerio de Ezpeleta, enterrados como NN. Nos enteramos que estuvieron en varios Centros Clandestinos de Detención y finalmente fueron fusilados frente a la Comisaría de esa localidad simulando un enfrentamiento. Ellos dieron su vida por la revolución socialista.
Con ese recuerdo, cuando veo a las nuevas camadas de jóvenes compañeros y compañeras que trabajan en la construcción del partido, una herramienta revolucionaria como Izquierda Socialista, los veo a ellos continuando con esa tarea y pienso que su muerte no fue en vano.
Pasaron cuarenta y cinco años y los recuerdo con pesar, pero también con aquella alegría que nos caracterizaba. Alegría propia de los jóvenes y de aquellos que luchan con las tremendas ganas de cambiar esta terrible realidad social capitalista por la de un mundo más justo, un mundo socialista.
Seguimos exigiendo justicia. Mónica, Alejandro y Julio, ¡hasta el socialismo siempre!
Escribe Federico Novo Foti
En 1889, la Segunda Internacional declaró el Primero de Mayo como jornada de lucha obrera, internacionalista y socialista. En nuestro país los primeros actos del Primero de Mayo, organizados por anarquistas y socialistas, fueron violentamente reprimidos. El peronismo intentó reemplazarlo por la “fiesta del trabajo”, como parte de su política de conciliación de clases. Desde Izquierda Socialista y la UIT-CI continuamos levantando las banderas del internacionalismo obrero y la lucha por el socialismo.
El congreso fundacional de la Internacional Socialista (Segunda Internacional), reunido en París en julio de 1889, entre sus resoluciones definió organizar una manifestación internacional en la que trabajadores y trabajadoras exigieran a los gobiernos de sus países reducir a ocho horas la jornada de trabajo y otros reclamos.
La fecha señalada para realizar el “paro universal”, como se lo llamó, sería el 1º de mayo de 1890. La elección de la fecha no fue azarosa, buscaba reivindicar la huelga del 1° de mayo de 1886 en la que habían parado cinco mil fábricas y se habían movilizado cientos de miles de trabajadoras y trabajadores estadounidenses, logrando conquistar la reducción de la jornada laboral. Asimismo, sería un homenaje a los “mártires de Chicago”, obreros anarquistas y socialistas ejecutados en noviembre de 1887, como parte de la violenta reacción de las patronales y el gobierno yanqui contra aquella heroica huelga.
Unos años después, la revolucionaria Rosa Luxemburgo se referiría de la siguiente manera respecto del origen del Primero de Mayo: “Naturalmente, nadie podía predecir el enorme éxito que tendría esa idea ni la rapidez con que sería adoptada por la clase obrera. Sin embargo, fue suficiente celebrar el 1º de mayo tan sólo una vez para que todos comprendieran y sintieran que debía convertirse en una institución anual y permanente”.1 Así, de la mano del socialismo revolucionario nacía la tradición de celebrar el Primero de Mayo como una jornada de lucha obrera, internacionalista y socialista.
Origen del Primero de Mayo en Argentina
En nuestro país, el 1° de mayo de 1890 se reunieron tres mil obreros en el Prado Español (barrio de Recoleta). Los oradores socialistas y anarquistas, en su mayoría inmigrantes, tomaron la palabra y reivindicaron el reclamo por la jornada laboral de ocho horas, la prohibición del trabajo infantil, la suspensión del trabajo a destajo, entre otros. La “cuestión femenina”, como la llamaban, fue parte del acto, afirmando que “es obligación reconocer a las obreras como compañeras, con los mismos derechos, haciendo valuar por ellas la divisa: lo mismo por la misma actividad”.2
Por aquellos años la clase obrera argentina estaba dando sus primeros pasos de lucha y organización, atravesada por la crisis y terribles condiciones de trabajo. A la formación de sindicatos, le había seguido la creación de organizaciones anarquistas y socialistas, periódicos obreros y bibliotecas. Pero la respuesta de los gobiernos patronales no se hizo esperar. En 1902, el presidente Julio A. Roca promulgó la “Ley de Residencia”, que autorizaba a expulsar del país a todo “agitador”. Las huelgas y movilizaciones continuaron siendo ferozmente reprimidas y ni siquiera las conmemoraciones del Primero de Mayo se salvaron.
El 1° de Mayo de 1909, el Jefe de Policía, Ramón Falcón, desató una feroz represión contra el acto anarquista en Plaza Lorea (hoy parte de Plaza Congreso), donde fueron asesinados once obreros y ochenta más resultaron heridos. Las centrales obreras declararon la “huelga general” para exigir la renuncia del Jefe de Policía. Pero el gobierno declaró el estado de sitio. Cientos de militantes gremiales y políticos, anarquistas y socialistas, fueron encarcelados. El movimiento huelguístico terminaría en pocos días, el 10 de mayo, sin haber logrado la renuncia de Falcón. Pero unos meses después, el 14 de noviembre, el joven obrero anarquista, Simón Radowitzky, haría justicia por mano propia, arrojándo una bomba al carruaje de Falcón, quien moriría en el acto. Radowitzky fue apresado y condenado a cadena perpetua (sería indultado en 1929).
Perón y la “fiesta del trabajo”
En las décadas de 1920 y 1930 el avance de direcciones reformistas en el movimiento obrero, primero los sindicalistas y socialdemócratas (PS), y luego los estalinistas (PC), fueron transformando el Primero de Mayo de una jornada obrera, internacionalista y socialista en un día “democrático”, de apoyo a los gobiernos o sectores patronales “progresistas”.
En 1947, Juan D. Perón en el gobierno oficializó la “Fiesta del Trabajo y la Lealtad”. Un día de festejo, bailes y desfiles que terminaba con la elección de la “Reina del Trabajo”. El programa de los actos tuvo siempre como oradores centrales al Secretario General de la CGT, Evita y al propio Perón. Así el peronismo buscó transformar la histórica jornada de lucha independiente de la clase obrera y sus organizaciones en una fiesta oficial de gobierno y su partido. En su discurso del Primero de Mayo de 1951, Perón afirmó que: “El justicialismo argentino rinde hoy homenaje [a los mártires de Chicago] a su recuerdo habiendo destruido aquí la explotación capitalista e instaurado la justicia social por la que ellos murieron”.3 Con mensajes como este y apelaciones a la “paz social”, Perón inculcaba en la clase obrera su política de conciliación entre patrones y trabajadores. En aquellos años, la fiesta logró el apoyo entusiasta y masivo debido a que una combinación de circunstancias había permitido coyunturalmente conquistar importantes mejoras en el nivel de vida.
Levantemos las banderas del internacionalismo obrero y el socialismo
Pero el sueño utópico del peronismo de unirse a los patrones para vivir mejor fracasó. El capitalismo imperialista demuestra año a año que sólo puede ofrecer más explotación, opresión y pobreza para la clase trabajadora y los pueblos del mundo. Por eso los socialistas revolucionarios seguimos conmemorando el Primero de Mayo como una jornada de lucha obrera, internacionalista y socialista. Un día para honrar a nuestros mártires y reivindicar todas las luchas en la perspectiva de lograr gobiernos de trabajadores y trabajadoras y por el socialismo.
Este Primero de Mayo, Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad llamamos a llenar Plaza de Mayo y todas las plazas del país contra el pacto del gobierno y el FMI, contra el ajuste y el pago de la deuda externa. Decimos: ¡Fuera las tropas de Putin de Ucrania! Apoyo a la resistencia del pueblo ucraniano. No a la OTAN. Luchemos por un gobierno de trabajadoras y trabajadores hacia el socialismo.
1. Rosa Luxemburgo. “El origen del Primero de Mayo” (Febrero 1894). Espacio Rosa Luxemburgo, 2011.
2. “Manifiesto a todos los trabajadores de la república” (Mayo de 1890). Comité Inernacional Obrero, 1890.
3. “Discurso de Juan D. Perón” (1° de Mayo de 1951). INJDP, 2020.
(Foto de portada: actividades del GOM años más tarde del primero de mayo de la nota)
Escribe Federico Novo Foti
En 1943, bajo la dictadura de Edelmiro Farrell, daba sus primeros pasos el Grupo Obrero Marxista (GOM), organización fundacional de la corriente trotskista morenista. El pequeño grupo inicial, conducido por un joven Nahuel Moreno, sacó la conclusión de que el origen de los males del trotskismo argentino estaba en sus bases sociales. Si se quería construir un partido revolucionario había que empalmar con el movimiento obrero.1 Así el grupo comenzó a acercarse a fábricas textiles de Villa Crespo y La Paternal. El 1° de mayo de 1944 fue la ocasión para realizar la primera actividad pública con carteles firmados por el GOM. Boris, militante del grupo, relataría la pegatina realizada bajo la represión del régimen militar: “Yo iba con Abrahamcito a pegar los afiches a una fábrica metalúrgica que estaba en la calle Querandíes. Llevábamos la goma en los bolsillos y los volantes chiquitos (tamaño carta) firmados como GOM, cuando nos para la policía. […] la policía en esa época te daba ´tanta paliza’ […] Y nos preguntan: ‘¿qué están haciendo ustedes por acá?’. Los volantes estaban recién pegaditos, bien fresquitos. Y bueno, les hicimos la historia de que estábamos esperando a dos chicas y la policía se lo creyó y se fue.”2 Un año después el GOM intervendría en las huelgas de la carne y un grupo, incluido Moreno, se instalaría en el barrio obrero de Villa Pobladora en Avellaneda. El GOM continuaría su desarrollo interviniendo en el proceso de reorganización del movimiento obrero bajo el peronismo e intentaría los primeros contactos internacionales. Comenzaba así a forjarse la corriente trotskista obrera e internacionalista: el morenismo.
1. Ver El Partido en “Problemas de Organización”. CEHUS, Buenos Aires, 2017.
2. Ernesto González (coord.) “El trotskismo obrero e internacionalista”. Tomo 1. Editorial Antídoto. Buenos Aires, 1995. Páginas 104 y 105.
Para ver artículos de Nahuel Moreno visite nahuelmoreno.org