Oct 04, 2024 Last Updated 8:24 PM, Oct 3, 2024

Escribe Martín Fú

Se cumplen cuarenta años de la recuperación de las Islas Malvinas. En una serie de dos artículos que inauguramos con este periódico y continuará en el próximo, brindaremos desde una visión revolucionaria y marxista lo que significó la guerra como balance histórico, el justo reclamo de soberanía pendiente sobre las islas y como la guerra movilizó a millones de trabajadores en Argentina, Latinoamérica y el mundo como muestra de rechazo contundente al imperialismo. También reivindicamos la posición del PST, nuestro partido antecesor, durante la guerra.
 
El 2 de abril de 1982, un grupo de comandos militares desembarcaron en Puerto Argentino y retomaron el control de las islas luego de 149 años de ocupación británica. Fue un intento desesperado del gobierno del dictador Galtieri, para darle aire a una dictadura rodeada de una movilización popular creciente en su contra. Su plan era apropiarse como bandera de la justa causa de Malvinas. Bajo ningún punto de vista buscaban un enfrentamiento con Gran Bretaña y, mucho menos, con los Estados Unidos. Pero cuando esto se produjo y los británicos enviaron la flota para recuperar las islas, con el apoyo yanqui, se produjo una fenomenal movilización antiimperialista. Galtieri y la dictadura militar se negaron a tomar medidas a fondo contra el imperialismo (durante la guerra no se tocó un solo interés británico en el país e incluso se le siguió pagando la deuda externa que Argentina tenía con ese país). Así, terminaron traicionando la gesta y provocando la derrota del 15 de junio. La indignación popular hizo que esto fuera el comienzo del fin de seis años de dictadura genocida, entrega económica, endeudamiento feroz y hambre para el pueblo trabajador.

Un enclave colonial de ultramar desde 1833

Para situarnos en el contexto histórico, debemos decir que desde 1820 las islas Malvinas habían sido declaradas como parte de la soberanía argentina, acatando el derecho a cercanías y la herencia que la nación tenía de las posesiones del Virreinato del Río de la Plata. Un centenar de mestizos y criollos formaron parte de la primera población estable, hasta que en 1833 las islas fueron usurpadas a la fuerza por una expedición británica, convirtiéndose en un enclave colonial. La primera nación que reconoció la autoridad inglesa sobre las islas fue Estados Unidos, a cambio de derechos de pesca en sus aguas.

Malvinas es un enclave británico, porque representa un territorio constituido dentro de otro, recolonizando por la fuerza, imponiendo otra población bajo otra forma de gobierno, idioma, costumbres. Gibraltar, Israel, Guantánamo en Cuba y Guam son algunos ejemplos de enclaves que se mantienen hasta la actualidad.

Los enclaves están constituidos en zonas de importancia geográfica y económica donde las potencias imperialistas tienen control del territorio y un peso gravitatorio en zonas aledañas, de ahí su relevancia estratégica. En el caso de Malvinas hay que sumarle una ubicación privilegiada de acceso inmediato a la Antártida y al Océano Pacífico desde el Atlántico Sur.

Es por ello que es falso el argumento del “derecho a la autodeterminación” de los kelpers (nombre que se refiere a los nacidos en las islas), ya que es una población impuesta por la fuerza y que ha motivado la expulsión de los colonos y habitantes originales de la isla. No tienen derecho a declarar ninguna autodeterminación cuando representa los intereses del colonialismo inglés.

Luego de la guerra, Gran Bretaña ha instalado una moderna y enorme base militar en las islas, lo que constituye una amenaza potencial para la Argentina y Latinoamérica, supeditada a las aspiraciones territoriales, militares y económicas del Reino Unido y transitivamente de la OTAN.

1983: comienza la desmalvinización

Sellada la suerte de la guerra, todos los gobiernos desde 1983 hasta la fecha han tomado como política la llamada “desmalvinización”.

La desmalvinización intenta, de una u otra forma, deslegitimar el justo reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, sacar de la agenda la centralidad del profundo rechazo al pirata inglés y a su vez seguir alineados a los dictados del imperialismo y las multinacionales, que históricamente han gravitado e influido directamente sobre la política nacional y del continente, que obtienen negocios y ganancias multimillonarias en el país. Hacer, en síntesis, que desaparezca de la memoria histórica esa gesta de lucha contra el imperialismo.

En estos cuarenta años, las mismas empresas existían en 1982 en nuestro país y otras que se instalaron después siguieron llevándose fortunas y saqueando nuestras riquezas. Esta sumisión y entrega de soberanía, también forma parte de las políticas de desmalvinización.

Petroleras, gasíferas, bancos, servicios financieros, agronegocios, distribución de energía eléctrica y gas, entre otras actividades, de capitales ingleses continúan ganando grandes fortunas en la Argentina: British Petroleum, Shell, Unilever, Hellmans, Knorr, Nobleza Picardo, Bridgestone, son algunas de las multinacionales inglesas con presencia nacional.

Capítulo aparte con el litio: en 2022 el “oro blanco” será extraído por Lake Resources (con fondos aportados por el mismo gobierno británico)  y la angloaustraliana Río Tinto, la segunda minera más grande del mundo.

A esto hay que sumarle los distintos acuerdos diplomáticos firmados en estas décadas con Gran Bretaña, buscando “normalizar” las relaciones diplomáticas. Todos se han basado en entrega de soberanía y grandes negocios para las empresas piratas, como el firmado en 1989 durante el gobierno de Menem. El llamado “Acuerdo de Madrid” terminó reconociendo a Gran Bretaña los derechos posesorios sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, donde el Reino Unido se prorroga 1,5 millones de kilómetros cuadrados circundantes a las islas, es decir, una enorme franja del Mar Argentino que representa más del 40% de los recursos pesqueros de nuestro país. En sus artículos el tratado obliga a la Argentina a avisar con antelación cualquier ejercicio militar en el mar o en el mismo territorio continental. Acuerda la “bilateralidad económica”, es decir, compartir los recursos pesqueros entre los paralelos 45 y 60 de Atlántico Sur, que Argentina garantice las inversiones británicas en el país y que los bienes del Reino Unido no paguen tasas aduaneras. Un acuerdo de entrega en toda la línea que luego de más de dos décadas ningún gobierno ha derogado.

La gesta de Malvinas es una causa nacional y una de las luchas antiimperialistas (no planificada, como ya dijimos, por la dictadura militar que ante los hechos optó por traicionar y buscar la derrota) más importantes que se llevaron adelante en el siglo XX. Entre abril y junio de 1982 se vivieron días de enormes movilizaciones que despertaron la simpatía de los pueblos latinoamericanos y del mundo, que vieron en la guerra una misma lucha contra el opresor que somete a los pueblos, enfrentando y cuestionando el poder político y militar de las grandes potencias.

La traición de la dictadura en Malvinas generó, tras la derrota, gigantescas movilizaciones, que terminaron tirando a esa dictadura sangrienta que representó los intereses de las multinacionales y de una clase capitalista nacional decadente que apoyó el genocidio.

A cuarenta años, la justa causa de Malvinas sigue presente, al igual que la gesta antiimperialista de 1982 contra el pirata invasor.  

Escribe Federico Novo Foti

Durante la guerra, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de Izquierda Socialista, aún sufriendo la represión de la dictadura, desarrolló una enorme campaña ubicándose en la primera fila de combate contra el imperialismo y por la recuperación de las Malvinas. En su semanario “Palabra Socialista” y en sus volantes, el PST expuso una política para ganar la guerra, denunciando las inconsecuencias de la dictadura ante el imperialismo británico y su socio yanqui (ver nota central) que llevarían a la derrota.

El PST planteó que la tarea de los revolucionarios era colocarse en “el campo militar argentino”, denunciando al colonialismo británico que se negaba a devolver los últimos enclaves de su imperio. Lo hizo sin dejar de denunciar la política represiva y antiobrera de la dictadura ,y reclamando plenas libertades para combatir al imperialismo. La posición del PST retomaba las enseñanzas de Lenin y Trotsky sobre la posición de los revolucionarios ante las guerras de liberación nacional en la época imperialista. En 1916, Lenin afirmaba: “Sería sencillamente una necedad negar la ‘defensa de la patria’ por parte de los pueblos oprimidos en su guerra contra las grandes potencias imperialistas […] esta misma época ha de originar y nutrir también, inevitablemente, la política de lucha contra la opresión nacional y de lucha del proletariado contra la burguesía”.1 En el mismo sentido, en 1938, Trotsky exponía un ejemplo hipotético revelador: “En Brasil reina ahora un régimen semifascista que todo revolucionario no puede ver más que con odio. Supongamos, sin embargo, que mañana Inglaterra entrara en conflicto militar con Brasil. En este caso estaré del lado del Brasil ‘fascista’ contra la ‘democrática’ Gran Bretaña.

¿Por qué? Porque el conflicto entre ellos no será una cuestión de democracia o fascismo. Si Inglaterra saliera victoriosa, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y colocaría dobles cadenas al Brasil. Si por el contrario Brasil fuera victorioso, daría un poderoso impulso a la conciencia nacional y democrática del país y conduciría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. La derrota de Inglaterra daría, al mismo tiempo, un golpe al imperialismo británico y un impulso al movimiento revolucionario […] ¡Bajo todas las máscaras uno debe saber cómo distinguir a los explotadores, los esclavistas y saqueadores!”.2  Así, el PST afirmaba en abril de 1982: “No nos dejamos embaucar y bajo las formas de gobiernos y regímenes sabemos buscar el contenido de clase de esos fenómenos. Sin brindar el más mínimo apoyo a la dictadura […] en el conflicto militar entre el ‘democrático’ imperialismo inglés y el ultrarreaccionario gobierno de una nación oprimida, sin vacilar ni por un minuto, combatiremos y llamaremos a la clase obrera y los pueblos oprimidos de todo el mundo a combatir en el campo militar de la dictadura argentina”.3

1. Citado en “Malvinas. Prueba de fuego.” Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2007. Páginas 75 y 76
2. Op. Cit. Página 44
3. Op. Cit. Páginas 50 a 52

Escribe Martín Fú
 
Este 24 de marzo se cumple otro nuevo aniversario del golpe cívico-militar de 1976. La Junta Militar, encabezada por el general Jorge Rafael Videla, daba fin al gobierno de Isabel Perón. Detrás del llamado Proceso de Reorganización Nacional se encontraba el imperialismo yanqui y un conglomerado de empresarios nacionales y multinacionales con la bendición de la Iglesia Católica.
 
Hace 46 años se produjo el último golpe de estado en nuestro país. Una junta militar, encabezada por el comandante en jefe del Ejército, Jorge Rafael Videla, de la Armada, Emilio Massera, y de la Aeronáutica, Orlando Ramón Agosti, derrocó a la presidenta María Estela Martínez de Perón (también conocida como Isabel) y dió comienzo a una de las etapas más negras de la Argentina. Con el fin de implantar un programa económico de entrega, al servicio de las multinacionales, el capital financiero internacional y el imperialismo, se llevó a cabo un auténtico genocidio contra el pueblo, con el saldo de 30.000 detenidos-desaparecidos, centenares de niños nacidos en cautiverio y apropiados por los militares, miles de presos políticos y decenas de miles de personas que debieron emigrar. El terror, la prohibición absoluta de toda actividad sindical, estudiantil, o política, la represión a cualquier tipo de expresión cultural alternativa y un largo etcétera fueron la contracara de una dictadura militar que, al mismo tiempo, endeudó al país, dando origen a una deuda ilegal, ilegítima, fraudulenta e impagable que aún hoy es la principal causa de nuestra decadencia.
 
Un objetivo: terminar con el ascenso obrero y popular abierto con el Cordobazo

Con la caída de Isabel, se profundizó la persecución contra los trabajadores que ya había iniciado el propio Perón en 1973 con la Triple A. Es que el proceso de luchas iniciado en mayo de 1969 con el Cordobazo, con los obreros y estudiantes a la cabeza, y continuado con los respectivos Choconazo, Rosariazo, Mendozazo y otros fenómenos de puebladas y grandes movilizaciones, no pudo ser detenido ni aún recurriendo a la figura y el prestigio del propio Perón, a quien se le levantó la proscripción y se hizo regresar al país para que “pusiera orden” en la clase trabajadora.
En los tres años de gobierno peronista siguieron las luchas. Más aún, muchas de ellas se radicalizaron, llegando en 1975 durante el llamado Rodrigazo a declararse por primera vez una huelga general contra un gobierno peronista. Las coordinadoras fabriles, ese mismo año, llegaron a disputarle fracciones del movimiento obrero a la otrora poderosísima burocracia sindical peronista. Todos estos fenómenos de lucha eran una preocupación para los gobiernos y las patronales. Los diferentes gobiernos peronistas entre 1973 y 1976 (Cámpora, Lastiri, el propio Perón e Isabel) no pudieron cumplir su objetivo de frenar el alza obrera y popular abierta a fines de los años sesenta.

La dictadura llegó así para frenar, derrotar a sangre y fuego ese ascenso y liquidar físicamente a la nueva vanguardia obrera y popular.

Decimos que fue un gobierno cívico militar, ya que tuvo el acuerdo del gran empresariado y los militares fueron los ejecutores de descargar sobre el pueblo trabajador el ajuste mediante una feroz represión, con el fin de implementar la agenda económica  del imperialismo y las patronales.
 
Deuda y dictadura

El plan económico de la dictadura fue implementado por el ministro de Economía de Videla, José Alfredo Martínez de Hoz. Se trató de un auténtico programa de guerra contra los trabajadores, que vieron sus salarios reducidos automáticamente en un 40%, y poco después, con el cierre de centenares de miles de industrias, empezaron a sufrir el flagelo del desempleo.

Se trató de un plan económico al servicio de las multinacionales y el FMI, que dejó como herencia una impagable deuda externa que aún hoy seguimos arrastrando y ocupa la agenda central del actual gobierno, cuarenta y seis años después. Para tener una idea de qué hablamos, en 1976 la deuda externa argentina era relativamente baja, 7.800 millones de dólares. En 1983, luego de siete años de dictadura, había ascendido a 45.100 millones, en ese momento ya totalmente impagable, representando la deuda un poco menos de la mitad del PBI de ese año, unos 104.000 millones. La dictadura tomó préstamos para obras (como las del Mundial ‘78), para la compra de armas, para importar bienes o para que los bancos privados y las empresas hicieran sus negocios, lo que se conoció como “bicicleta financiera”. Para eso endeudó a empresas por entonces estatales como YPF. Como si todo esto fuera poco, ya en 1982, el entonces presidente del Banco Central Domingo Cavallo, procedió a “estatizar” la deuda de numerosas empresas privadas (locales y extranjeras) a cambio de que éstas “aceptaran” pagar esas deudas en pesos con el Estado nacional. Fue un negocio redondo para el gran capital y la ruina para millones de trabajadores. Los Martinez de Hoz, Perez Companc, Techint, Grupo Macri, Rocca, Blaquier, Ford, Mercedes Benz, etcétera, fueron algunos de los grandes holdings empresarios y de la oligarquía vernácula que más se beneficiaron con los militares, y muchos de ellos incluso fueron cómplices activos con el genocidio, habilitando centros clandestinos de detención en el interior de sus propias empresas.

Este enorme saqueo dejó como herencia la impagable, ilegítima e ilegal deuda externa que todos los gobiernos constitucionales que le precedieron han reconocido y pagado, a través de planes de ajuste.

Han pasado 46 años, pero la dictadura genocida no pertenece a nuestro pasado. Es parte de nuestro doloroso presente, por las consecuencias económicas y sociales que, con la deuda externa a la cabeza, siguen sumiendo en la pobreza y la marginación a porciones cada vez más grandes de nuestro pueblo. Pero también por la continuidad de la impunidad, con centenares de genocidas en libertad, y con juicios que, increíblemente, aún no han terminado. Con centenares de niños apropiados (hoy ya adultos) que aún no han recuperado su identidad. También con la impunidad que hoy existe ante las nuevas violaciones a los derechos humanos que suceden año a año.  

Es por ello que desde Izquierda Socialista seguimos diciendo ¡Juicio y castigo para todos los culpables!¡Basta de impunidad, tanto la de ayer como la de hoy! ¡No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos! Y este año, más que nunca: ¡No al pago de la deuda externa!
Este marzo es otro 24 de marzo en el que te invitamos a marchar, en lo que ya es una cita de honor, junto al Encuentro Memoria, Verdad y Justicia.

Escribe Martín Fú

Este 24 de marzo nuevamente nos movilizaremos en otro aniversario del golpe militar. Lo haremos con Izquierda Socialista, y nuestra columna estará encabezada por la bandera que representa al centenar de camaradas caídos del glorioso PST (Partido Socialista de los Trabajadores), del que nos enorgullecemos y somos continuadores.

El PST sufrió los embates del terrorismo de Estado, y continuó militando clandestinamente contra la dictadura. Por eso sufrió más de 100 detenidos-desaparecidos.

La represión contra nuestro partido ya había comenzado antes de 1976. Así tuvo asesinados durante el gobierno de Perón con las patotas de la Triple A. Esto se incrementó cualitativamente durante la dictadura genocida, hasta la última desaparecida del PST, Ana María Martínez, secuestrada y asesinada en febrero de 1982.

Cada una de nuestras compañeras y compañeros caídos vive en cada lucha donde Izquierda Socialista participa, levantando los mismos ideales y con un objetivo: la construcción del socialismo y un gobierno de los trabajadores.

Por ellos marchamos, repudiando a sus asesinos y torturadores, por justicia y castigo para todos los responsables militares y sus cómplices civiles. Contra la cúpula de la Iglesia delatora y torturadora, quienes bendijeron a los asesinos justificando sus crímenes de lesa humanidad.
Nuestros compañeros, que lucharon contra las patronales y el imperialismo, construyendo el partido y la internacional, hoy son un ejemplo para quienes continuamos sus tareas, enormes, inconclusas, necesarias y urgentes para tirar abajo el sistema capitalista y su opresión. Como dijo nuestro maestro Nahuel Moreno: “murieron por lo que eran: socialistas, revolucionarios e internacionalistas legítimos”.

Con nuestra militancia, nuestra juventud, con las mujeres, con el activismo por el ambientalismo y las disidencias, cuarenta y seis años después, desde Izquierda Socialista y la Unidad Internacional de los Trabajadores (UIT-CI)seguimos luchando como nuestros mártires del PST, por un mundo sin explotadores ni explotados: por un mundo socialista.

1976  /  A 46 AÑOS DEL GOLPE GENOCIDA  / 2022

30.000 detenidas y detenidos desaparecidos ¡presentes!
No al acuerdo gobierno-FMI

Concentramos en Avenida de Mayo y 9 de Julio a las 12 • CABA


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