Nov 23, 2024 Last Updated 12:40 PM, Nov 23, 2024


Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad

La Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad reveló que hay 1.058 condenados por delitos de lesa humanidad, 542 procesados y 764 detenidos. Un triunfo de la lucha popular. Pero también mostró que 964 milicos fallecieron antes de obtener sentencia (es decir, en la impunidad), 1.532 permanecen en libertad y 573 están imputados pero no han prestado siquiera declaración indagatoria. La semana pasada, por ejemplo, murió en su casa, impune y sin condena, el genocida Villanova, acusado en la Megacausa Campo de Mayo. Por su parte, el ex gerente de Mercedes Benz, Juan Ronaldo Tasselkraut, de 80 años, viene postergando su declaración indagatoria acusado de “indicar al personal militar a los delegados y empleados para que pudieran ser privados de la libertad”. Y Blaquier, con 94 años, dueño del Ingenio Ledesma y emblema de la responsabilidad empresarial en los crímenes de la dictadura en Jujuy, sigue en la impunidad. Vaya si hay motivos para movilizarnos.

Argentina es ejemplo en el mundo por haber mandado a la cárcel a muchos genocidas, pero la impunidad sigue. Algunos dicen que con Néstor Kirchner llegaron los juicios. No. En el gobierno peronista kirchnerista se anularon las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, lo que permitió que se reiniciaran muchos de ellos. Esto fue por la lucha popular. Pero al no invertirse la carga de la prueba (para que todo genocida se presuma culpable y vaya preso), muchos siguen en libertad. Por eso se llegó a este 24M con 20 juicios por delitos de lesa humanidad aunque otros 65 esperan fecha de inicio.

Si a esto le sumamos la impunidad que reina sobre el resto de los cómplices civiles de la dictadura (cúpula de la Iglesia Católica, burócratas sindicales y políticos patronales), con archivos que aún no se abrieron, y que queda por restituir la identidad de 400 jóvenes apropiados, está claro que la lucha continuará bajo todos los gobiernos.

Escribe Federico Novo Foti
 
Se cumplen cuarenta años de la recuperación de Malvinas. En este segundo artículo de la serie iniciada en el número pasado, desarrollamos los sucesos de la guerra y la política que adoptó el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de Izquierda Socialista. Desde el inicio del conflicto, el PST planteó una política para ganar la guerra y, tras la rendición, denunció las causas por las que la dictadura eligió la derrota. Rendimos homenaje a los héroes y mártires de la gesta de Malvinas continuando la lucha antiimperialista.
 
El 30 de marzo de 1982, la CGT convocó a una movilización a Plaza de Mayo ante los despidos y suspensiones en fábricas automotrices. La represión policial caldeó los ánimos pre anunciando el malestar social en medio de la crisis económica. El 2 de abril, la Junta Militar anunció el desembarco y recuperación de las islas Malvinas. La dictadura, comandada por Leopoldo Fortunato Galtieri, niño mimado del imperialismo yanqui, no buscaba hacer una guerra antiimperialista, sino establecer una ocupación breve y una negociación. Un golpe de efecto, utilizando la justa causa de Malvinas, para lograr apoyo social ante el crecimiento de las luchas obreras y la ruptura de sectores de la clase media. (ver número anterior) Pero la maniobra fracasó.

La respuesta del imperialismo no se hizo esperar. El 3 de abril, Gran Bretaña rompió relaciones con Argentina, anunciando sanciones económicas y el envío de Fuerzas de Tareas. La ONU exigió el retiro de las tropas argentinas y la Comunidad Económica Europea respaldó a los ingleses. El presidente estadounidense, Ronald Reagan, designó al General Alexander Haig para interceder en el conflicto, mientras apoyaba con pertrechos y logística a los ingleses. El 25 de abril, comenzó la invasión británica en las islas Georgias del Sur y el 1° de mayo los combates en Puerto Argentino y Puerto Darwin en Malvinas. El 2 de mayo fue hundido, fuera de la zona de exclusión de guerra, el ARA General Belgrano, donde murieron 323 personas.

El inicio del conflicto desencadenó una enorme movilización popular antiimperialista que desbordó a la dictadura. El 10 de abril, 150.000 personas se reunieron en Plaza de Mayo ante la llegada de Haig. Entre la multitud se leían carteles que decían “fuera ingleses y yanquis de Malvinas”. El discurso de Galtieri, desde el balcón de Casa Rosada, fue aplaudido cuando hizo referencia a la soberanía de Malvinas y silbado cuando se refirió a sus gestiones y las de Haig. Con el inicio de los combates la indignación popular y la solidaridad crecieron. El 26 de abril, la CGT realizó una movilización de 10.000 personas, donde se coreó “levadura, levadura, apoyamos las Malvinas, pero no la dictadura”.1 Juntas vecinales organizaron marchas en sus barrios, miles donaron sangre y se inscribieron como voluntarios, se realizaron colectas para el Fondo Patriótico en las fábricas, niños escribían cartas a los soldados y mujeres tejían abrigos. Así nació la gesta de Malvinas. La guerra también despertó la solidaridad de los pueblos latinoamericanos. Ejemplo destacado fue la movilización de 150.000 personas en apoyo a la Argentina realizada en Lima, Perú.  
 
Se podía ganar la guerra

Tras el anuncio de la recuperación de Malvinas, el PST se ubicó por el triunfo argentino y la derrota inglesa, sin depositar ninguna confianza en la dictadura y denunciando sus crímenes. Su posición surgía de la caracterización de la guerra. Detrás de los distintos regímenes y gobiernos de ambos países, la guerra enfrentaba a un país imperialista, que buscaba retener sus últimas colonias, contra un país oprimido, semicolonial, sometido al imperialismo por el saqueo de multinacionales y la sangría de la deuda externa, que reclamaba la soberanía sobre su propio territorio. (ver número anterior)

 En las marchas, en las barriadas populares y los lugares de trabajo y estudio, el PST desarrolló una fuerte crítica a la conducción de la guerra por la Junta Militar. Denunció que la dictadura no hacía la guerra en todos los terrenos. En contrapartida, el PST exigía una política a fondo para combatir al imperialismo. Demandó plenas libertades para que el pueblo resolviera democráticamente todos los problemas de la guerra. Reclamó que el esfuerzo de guerra lo pagaran los asesinos imperialistas, suspendiendo los pagos de la deuda externa, la incautación de las empresas inglesas y estadounidenses (Banco de Londres, Shell, Ford, etcétera) y que el gobierno aceptara la ayuda externa ofrecida por los gobiernos de Perú, Venezuela, Cuba, Libia o la URSS. Para coordinar la fenomenal corriente de solidaridad obrera y popular, el PST exigió a la CGT que se pusiera al frente y unificara todas las acciones antiimperialistas que recorrían el país.

De regreso al frente de batalla, el 21 de mayo, los ingleses lograron establecer una cabecera de playa en Puerto San Carlos en Malvinas y los combates aeronavales recrudecieron. El 25 de mayo, aviadores argentinos hundieron tres fragatas misilísticas, el “Atlantic Conveyor” de transporte pesado y el destructor “Coventry”. Para entonces, los ingleses asumían que, sometidos a enormes dificultades logísticas, Argentina podía ganar la guerra. Así lo reconoció el brigadier inglés Julian Thompson, quien dirigió la operación terrestre en Malvinas: “podríamos haber perdido la guerra”. (Clarín 27/3/2022)

Sin embargo, la Junta Militar no asumió ninguna de las medidas para ganar. La intervención de la Fuerza Aérea, relegada dentro de la Junta Militar, no fue coordinada con el resto de las fuerzas. Mientras los soldados y aviadores argentinos heroicamente daban la vida, muchos de sus jefes los torturaban y se robaban las donaciones. El genocida Alfredo Astiz se rendía en las islas Georgias del Sur sin disparar un solo tiro. La dictadura siguió pagando la deuda externa, que era usada para financiar a las Fuerzas de Tareas británicas, y no tocó los intereses de las empresas inglesas y estadounidenses en el país. Tampoco aceptó la ayuda externa ofrecida por varios gobiernos.

El PST denunció que la Junta Militar, incapaz de tomar medidas de fondo para lograr la victoria y aterrada por la irrupción de la movilización antiimperialista, terminó eligiendo la derrota. La UCR y el PJ acompañaron la política derrotista. Carlos Contín, presidente de la UCR declaró: “es la hora de los grandes silencios”. La oportunidad de imponer la rendición en las calles la dio la llegada del Papa, Juan Pablo II, quien vino a predicar la “paz”, pero reconociendo la posesión inglesa de Malvinas. La UCR, el PJ y la CGT se sumaron a las misas masivas del 11 y 12 de junio. El PST en soledad llamó a no ir a los actos papales, denunciando que planteaban, en medio de la guerra, “nuestra rendición disfrazada tras la palabra paz”.2
 
Lecciones de la gesta de Malvinas

El 14 de junio cayó Puerto Argentino. Mario Benjamín Menéndez, gobernador militar de las islas, acordó el alto al fuego y la rendición argentina. El 15 de junio, la indignación popular alimentó la movilización a Plaza de Mayo, donde Galtieri prometió hablar. El cordón policial que recibió a los manifestantes fue rechazado al grito de “se va a acabar la dictadura militar”, comenzaron la represión y los enfrentamientos callejeros. Era el fin de la dictadura.

Días después, el PST denunciaba que la desastrosa conducción de la guerra por la Junta Militar había sido el fiel reflejo de la clase social que ella representaba: la patronal argentina, cobarde, entregada al imperialismo por mil lazos más fuertes que las necesidades que imponía la guerra y temerosa de la movilización obrera y popular. Esa era una de las grandes lecciones que había dejado la gesta de Malvinas.

Hoy, a cuarenta años, Izquierda Socialista/FIT Unidad rinde homenaje a los héroes y mártires de Malvinas diciendo, ¡fuera ingleses de Malvinas, fuera yanquis de América Latina! Continuamos la lucha antiimperialista rechazando el pacto del gobierno con el FMI, contra el pago de la deuda externa y llamamos a conformar un frente de países deudores. Por la ruptura de todos los lazos que nos unen al imperialismo y por la segunda y definitiva independencia. Para recuperar nuestras islas Malvinas y luchar consecuentemente contra el imperialismo es necesario luchar por un gobierno obrero y popular, porque las y los trabajadores no tenemos compromisos ni lazos con el imperialismo, sino que es nuestro enemigo mortal.    
 
1. En “Malvinas. Prueba de fuego”. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2007.
2. Op. Cit. Página 83.

Escribe Martín Fú

Este 2 de abril se cumplen cuarenta años de la gesta por la recuperación de las Islas Malvinas. Una página de la historia Argentina que inició como una medida desesperada de la dictadura genocida y rápidamente pasó a convertirse en un movimiento popular antiimperialista y, también, en el inicio de la caída del régimen del “Proceso”, como lo venimos reflejando en las notas de El Socialista.

Desde estas páginas rendimos homenaje a los héroes y mártires de Malvinas, a los 649 caídos en la lucha contra el invasor imperialista. Quienes, junto a las y los 30.000 detenidos-desaparecidos, deben ser considerados héroes y mártires que lucharon por la liberación nacional y social, y por nuestra segunda y definitiva independencia. Así deben ser recordados por las presentes y nuevas generaciones.

Tan profundamente caló la guerra contra el invasor inglés que durante años hemos visto a los dirigentes de los partidos patronales (peronistas, radicales y del macrismo) y a sus medios de comunicación realizar denodados esfuerzos por cambiar la memoria colectiva. Se trató de borrar la inmensa movilización antiimperialista que se generó, la gigantesca solidaridad que se dio automáticamente en toda Latinoamérica y, por sobre todo, la gesta heroica de nuestros pibes. Esto último, junto a la traición de la dictadura, quedó marcada a fuego en la consigna que recorrió la movilización que repudió a Galtieri el mismo día de la rendición y terminó provocando su renuncia: “los pibes murieron, los jefes los vendieron”.

Este esfuerzo por borrar de la memoria histórica la gesta antiimperialista de Malvinas comenzó casi inmediatamente. Hasta se le puso un nombre: la “desmalvinización”. Alfonsín llamó a la gesta de Malvinas “carro atmosférico”. Carlos Menem inauguró las “relaciones carnales” con el imperialismo. Néstor Kirchner dijo que fue un conflicto “insensato y siniestro”. Todos los gobiernos reclaman discursivamente que “las Malvinas son argentinas”, mientras avanzan en acuerdos políticos y económicos con la misma potencia imperialista británica que ocupa nuestro territorio.  

Esa política de “desmalvinización” está íntimamente atada a la de todos los gobiernos que se arrodillan ante los dictados del FMI y  los usureros de la deuda externa. Son los mismos gobiernos patronales que renunciaron a la recuperación de las islas, con todas sus consecuencias. Que incluye, en su afán de silenciar la gesta, hasta haber dejado a la deriva a los ex combatientes, con la trágica consecuencia de más de 350 suicidios hasta la fecha.

La “desmalvinización” es invisibilizar la existencia de un enclave imperialista en pleno siglo XXI (una población ajena mudada al territorio para reemplazar a una población anterior expulsada), de una base militar de la OTAN en Mount Pleasant, de la ocupación de las Georgias y Sandwich del Sur, y del control que ejercen sobre un espacio marítimo que cada día unilateralmente se extiende más en nuestro Mar Argentino.

Nuestra corriente siempre tuvo claro de qué lado había que estar. Como dijo en 1982 nuestro fundador Nahuel Moreno, orientando al PST (antecesor de Izquierda Socialista): “Si fuera más joven, ya me hubiera anotado como voluntario”, planteando el apoyo a Malvinas pero no a la dictadura (como se cantaba en las marchas).

A 40 años de la gesta, la lucha antiimperialista está plenamente vigente y el camino para recuperar las Islas Malvinas se resume en ¡Fuera ingleses de Malvinas, fuera yanquis de América Latina! Esto está estrechamente unido a la lucha por romper el pacto con el FMI y dejar de pagar la ilegal e inmoral deuda externa, junto con la expropiación de las multinacionales y bancos imperialistas. Punto básico de la ruptura de los lazos económicos y políticos que nos atan al imperialismo.

Podés solicitarlo a quien te acerca el periódico o por nuestra página web

 

Presentación

Las Malvinas son argentinas

No puede olvidarse el origen del conflicto. Cuando el 2 de abril de 1982 la Argentina intentó recuperar por la fuerza su soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, fue una legítima defensa de su territorio después de haberlo reclamado pacíficamente, e inútilmente, durante 149 años, desde la ocupación ilegal británica en 1833. Esto es así, al margen de los motivos coyunturales que tuvo la dictadura militar para decidir la acción y del resultado de la misma.

El Imperio británico ocupó islas y hasta países completos en África, Asia y América Latina durante el siglo XIX. En muchos lugares establecieron "enclaves", expulsando o asesinando a la población nativa y estableciendo colonizadores ingleses. Esto es lo que sucedió en Malvinas desde el 3 de enero de 1833, donde los primitivos pobladores argentinos fueron expulsados y sin ningún título jurídico ni geográfico, el archipiélago fue ocupado por la fuerza con colonos ingleses.

Esto fue hecho por Gran Bretaña después de haber firmado un "Tratado de Paz y Amistad" con la República Argentina en 1825. Es decir, no existió ningún motivo que pudieran alegar los piratas ingleses. Salvo su propio criterio imperialista que consideraba que se podían apropiar de lo que quisieran sin dar explicaciones. Incluso para la misma época que ocuparon Malvinas, llegaron a incursionar en Tierra del Fuego, establecieron una misión "religiosa" (que luego abandonaron) y hasta se llevaron a Londres secuestrados "de recuerdo", a varios indígenas.

Basta observar un planisferio para ver que tampoco hay ningún motivo geográfico que justifique el robo. El único "argumento" es la población, que son los propios descendientes de los invasores de 1833, y otros llevados por los ingleses. Hoy hay 2.300 "kelpers" implantados por los ingleses en Malvinas. Gran Bretaña les dio el "derecho a la autodeterminación", con lo cual esas personas tendrían un supuesto "derecho", no solo sobre las islas, sino sobre una inmensa extensión del Mar Argentino, sobre una inmensa riqueza pesquera actual, sobre el krill, el petróleo y los minerales de una región virgen que sin duda tratarán de explotar en el futuro. Por cierto ya lo están aprovechando, otorgando licencias de pesca a barcos de todo el mundo para que depreden el Mar Argentino.

Fue y es simplemente un robo producto del colonialismo. También, desde la guerra, hay una poderosa base militar para custodiar a los ladrones, que constituye una amenaza contra toda Latinoamérica.

Por qué la guerra

El plan económico de Martínez de Hoz inició una colosal bicicleta financiera especulativa. Nacían fortunas en pocas semanas entre burgueses y militares. Esto fue acompañado por una corrupción desenfrenada del régimen, que incluyó hasta el robo de propiedades a capitalistas caídos en desgracia y a los "desaparecidos". Y que llevó a una feudalización (cada jefe militar robaba y asesinaba en su área de influencia sin rendir cuentas a nadie, ni siquiera a la propia Junta). Esto provocó el desarrollo de sectores burgueses y militares desclasados, irresponsables y aventureros.

El presidente Galtieri fue quien los reflejó más directamente desde el gobierno, en el momento en que la crisis económica internacional había puesto un palo en la rueda de la "bicicleta" financiera y el plan económico estaba al borde del derrumbe.

La dictadura perdía aceleradamente el apoyo que había tenido de grandes sectores de clase media y comenzaba a haber importantes luchas obreras. Los milicos y la burguesía tenían terror a un estallido popular que barriera al régimen y le pidiera cuentas por sus crímenes.

Desde 1979 la revolución nicaragüense contra Somoza, las rebeliones en toda Centroamérica, la caída del régimen militar peruano, eran un fuerte alerta.

Galtieri trasladó el aventurerismo irresponsable en la economía al terreno político, diplomático y militar. Intentó superar la crisis "apostando" al apoyo yanqui contra los británicos y lanzó el operativo Malvinas. No buscaba, ni mucho menos, hacer una guerra antiimperialista. Al contrario, quería convertir a Argentina, incluyendo el Atlántico Sur y Malvinas, en una colonia yanqui. Pensaba en una ocupación breve y una negociación posterior, sin disparar un tiro.

Pero "el diablo metió la cola". Todo le salió al revés a la Junta. Los yanquis apoyaron a Gran Bretaña, la Thatcher se negó a negociar ordenando el ataque, e irrumpieron las masas populares en Argentina.

Así se explica la paradoja de que el gobierno más proimperialista de nuestra historia se viera envuelto, sin proponérselo, en un choque armado con el imperialismo británico y en un enfrentamiento político y diplomático con Estados Unidos.

Con su irresponsable aventura bélica, Galtieri logró que la crisis del país y del régimen militar pasara de profunda a explosiva.

Lo dicen los ingleses: Argentina podía ganar

Como lo señalamos antes, el inicio de la guerra fue una acción irresponsable y aventurera de la Junta Militar, con una evaluación totalmente errada de la situación. Sin embargo, eso no significa que la guerra no se hubiese podido ganar, ni que el objetivo de la guerra no fuera una justa reivindicación nacional.

Argentina pudo haber ganado la guerra. Esto lo dijeron los propios ingleses con argumentos puramente militares. Entre ellos, nada menos que el general Julian Thompson, el segundo jefe de las fuerzas de tierra desembarcadas en las islas. Thompson dijo: "Cada fuerza argentina libraba su propia guerra. Si las tres fuerzas hubieran actuado coordinadamente Gran Bretaña podría haber perdido la guerra". Señaló también que "Argentina no creyó que Gran Bretaña iba a atacar. Las seis semanas que transcurrieron entre el 2 de abril y el 21 de mayo, cuando desembarcamos en San Carlos, no fueron aprovechadas como correspondía para fortificar las propias posiciones" (Página 12, 6 noviembre 1996).

La dictadura no hizo algo tan elemental en una guerra como fortificar sus posiciones para defenderse del ataque inglés. ¡Ni siquiera se pusieron de acuerdo en la Junta para unificar el mando!

Algo similar dice Rupert William Simon Allason, quien fuera parlamentario conservador (el partido de Thatcher), escritor y experto militar. "Incluso los analistas en Londres llegaron a una conclusión: de haber esperado hasta octubre o noviembre, Gran Bretaña no habría tenido oportunidad alguna... para entonces... los misiles Exocet franceses ya habrían sido entregados a Buenos Aires". Explica además que Argentina hubiera podido ganar, incluso sin contar con la totalidad de los misiles Exocet. Y señala que las acciones contra los barcos ingleses no tuvieron ninguna lógica militar, porque no atacaron los barcos de suministro, salvo el Atlantic Conveyor. "Cuando hundieron al Atlantic Conveyor – dice Allason – estuvieron a punto de ganar la guerra. Hubieran atacado uno o dos buques más de la marina mercante y estábamos terminados. Por eso a mí se me ocurren dos explicaciones: uno es que las fuerzas argentinas estuvieran dirigidas por analfabetos en términos estratégicos. La segunda es que solo buscaban algo con valor de propaganda" (La Nación, 19 octubre 1997)

Eligieron la derrota

La Junta Militar actuó primero como si todo fuera un teatro y la guerra no fuera a producirse. Y luego, cuando estuvo claro que los imperialistas británicos atacarían, eligieron la derrota. Finalmente se rindieron cobardemente.

Hay bastante que añadir a lo que dicen los expertos militares ingleses. La Junta Militar rechazó la ayuda que ofrecían otros países, como Perú, Venezuela, Cuba y Libia. Esta ayuda en armamentos, hubiera pesado en la guerra.

Por otra parte mandó a las islas una tropa formada fundamentalmente por conscriptos, pibes de 18 años con escaso entrenamiento y pobre equipamiento, en lugar de enviar a cuadros con formación profesional militar.

Esto se agravó por la corrupción de las Fuerzas Armadas. Mientras muchos soldados, suboficiales, oficiales y los célebres pilotos de la aviación combatieron con heroísmo, muchos de sus jefes solo se preocupaban por llevar televisores y bebidas alcohólicas a las islas y fueron los primeros en rendirse. En la retaguardia, los esbirros del régimen se robaron hasta los chocolatines que donaron millones de argentinos para los soldados. Un claro ejemplo de esta cobarde y traidora actuación de los genocidas fue la "gesta" de Alfredo Astiz y su grupo de comandos "lagartos" que, luego de desembarcar en las Georgias, se rindieron a los ingleses sin disparar un solo tiro.

Además de la cuestión militar, las guerras se ganan no solo con las armas. La guerra polarizó al mundo. Los imperialistas cerraron filas en defensa de Gran Bretaña. Pero millones en Latinoamérica apoyaban la causa argentina, porque la veían como una lucha contra el mismo imperialismo que somete a todos. Las calles de nuestro país se llenaron de un amplísimo movimiento de masas con consignas antiimperialistas que claramente desbordaba al régimen. El propio Galtieri fue chiflado por decenas de miles de personas cuando se animó, desde el balcón de la Casa Rosada, a tratar de reivindicar su gobierno.

En plena guerra Argentina siguió pagando la deuda incluso a Gran Bretaña, a los bancos ingleses, ayudó al Banco de Londres en Buenos Aires con 50 millones de dólares para compensarlos por el retiro de fondos de argentinos.

Pelear para ganar hubiera significado no solo tomar las medidas militares necesarias, sino también expulsar a la misión militar yanqui que espiaba para los ingleses. Tomar medidas de represalia económica, suspender los pagos de la deuda, expropiar la Shell, el Banco de Londres, empresas y estancias británicas, llamar a todos los países latinoamericanos a hacer lo mismo.

Dicen que Galtieri era bastante borracho y los otros tampoco eran unos genios, pero está claro que lo que hicieron no fue solo por ineptos. No quisieron hacer la guerra. No quisieron ir hasta el final en el enfrentamiento al imperialismo.

La Junta Militar eligió la derrota como mal menor. Y en eso representaron cabalmente a la decadente clase capitalista argentina que apoyó el genocidio, que colocó sus capitales en la timba financiera y que tuvo y tiene como máxima aspiración ser parte, aunque sea menor y subordinada, del "primer mundo" de los explotadores.

No podían enfrentar a Estados Unidos, no querían desatar un proceso de masas antiimperialistas que les hubiera pasado por encima hasta conquistar la segunda independencia recuperando no solo las Malvinas sino todas las "Malvinas" internas, las multinacionales, estancias, bancos, que nos dominan desde adentro.

Por eso en la elección de la derrota los militares no estuvieron solos. Los partidos patronales, el PJ y la UCR, los secundaron. La Iglesia estuvo en primera fila y trajo al Papa para que todos se arrodillaran ante él y se rindieran ante el poder imperial. La burocracia sindical de la CGT, en los dos sectores que estaba dividida entonces, acompañó esta vergonzosa capitulación.

Comienza una revolución

Nos han querido convencer de que "gracias a la derrota se fueron los militares". Nada más falso. Las libertades democráticos no las trajo la Thatcher y los gurkas. Fue la movilización de los trabajadores y el pueblo puestos en pie de guerra contra el imperialismo la que volteó a Galtieri y a todo su siniestro régimen del Proceso.

Producida la rendición y derrota, la movilización se orientó contra la dictadura. Galtieri cayó y se rompió la Junta Militar. En junio asumió el general Reynaldo Bignone -con el sostén de los partidos patronales, fundamentalmente de la UCR y el PJ, y el resto de los agrupados en la Multipartidaria-, y convocó a elecciones. Las masas imponen en los hechos las libertades públicas de reunión, manifestación y organización, se abren miles de locales políticos, las manifestaciones callejeras son casi diarias repudiando a los militares exigiendo investigación y castigo por sus crímenes, con demandas económicas y sociales. El régimen de la dictadura había caído sin pena ni gloria (ver Anexo documentos "1982: Empieza la revolución", Nahuel Moreno).

Queda el general Bignone como su pálida sombra, que no se hubiera sostenido ni un día sin el apoyo de la UCR y el PJ.

La desmalvinización 

Durante estos 25 años todos los gobiernos de la UCR y el PJ que se sucedieron, han tratado de "desmalvinizar".

Utilizando el legítimo odio a la dictadura, han intentado convencer al pueblo argentino de que nunca se debió haber enfrentado al imperialismo, de que nunca más se debe enfrentarlo, de que es imposible hacerlo, que hay que aceptar sus imposiciones, que nos sigan cobrando hasta el infinito una deuda fraudulenta, que se lleven libremente las riquezas naturales.

Esta política de "desmalvinización" también apuntó contra los propios ex combatientes, haciéndoles creer que habían combatido por una "causa absurda". Un resultado dramático de ello fue el suicidio de 350 ex combatientes (según estadística de sus propios centros), muchos más de los que cayeron combatiendo en las islas (en la guerra murieron 323 en el hundimiento del Belgrano y 326 en el archipiélago). Recién después de muchos años de lucha consiguieron que los pensionaran parcialmente.

Por último la desmalvinización significó también la restauración de relaciones "normales" con Gran Bretaña y los kelpers. Esto incluyó la reanudación de vuelos comerciales, suministros, etcétera.

Es decir: los gobiernos de la UCR y el PJ le facilitan todo a los ocupantes para que nos sigan robando tranquilamente, sin ninguna interferencia. Los ingleses nos pagaron transformando la "zona de exclusión" en una inmensa zona de pesca y de barcos de países imperialistas que se reparten lo que roban con los kelpers. Se llega al extremo de que estos barcos se reaprovisionan libremente en nuestro país, para poder seguirnos robando.

Kirchner afirmó que iba a cambiar esa política y que íbamos a "dejar de ser alfombra", pero no dio ningún paso concreto para cambiar nada. En su discurso del año pasado calificó al conflicto de "insensato y siniestro". Ya este año el presidente Kirchner ni siquiera fue al acto programado por los veteranos en Ushuaia.

Dijo en aquella oportunidad que se iba a avanzar para recuperar la soberanía "respetando la legalidad interna e internacional, por la vía diplomática… que no significa ir con la cabeza gacha, sino enfrentarnos con altura y dignidad por nuestros derechos" . Y remató: "Reiteramos la voluntad de reanudar el diálogo con el Reino Unido, entre democracias, para resolver una controversia que afecta nuestras relaciones" (diario Río Negro, 3 de abril 2006). En resumen, según el presidente, fue "siniestro e insensato" que Argentina luchara por las islas y hay que resolver todo "entre democracias".

Pero señor presidente, se le olvida que los ingleses nos robaron las islas por la fuerza, que tienen una poderosa base militar, que se siguen robando la pesca. No, la "controversia" no es "entre democracias", es con una de las potencias imperialistas más feroces y rapaces de la historia. Y la "legalidad internacional" que Kirchner dice que debemos respetar, es justamente la "legalidad" que consagra el dominio imperialista. La misma legalidad que llevó a la que la ONU haya resuelto ahora sanciones contra Irán.

La actualidad de Malvinas

La guerra de Malvinas planteó todo el tema de la opresión imperialista de América Latina. Por eso hubo tanta solidaridad popular con Argentina en 1982, pese a la odiada dictadura militar.

Esa ocupación imperialista sigue. También se mantuvo y en muchos casos se agudizó en los últimos 25 años la opresión semicolonial de América Latina, la penetración de las multinacionales, la privatización de las viejas empresas públicas con el llamado neoliberalismo. Las dictaduras cayeron, pero fueron los gobiernos llamados "democráticos", que gobiernan para la minoría oligárquica y al servicio del imperio, los que siguieron entregándonos.

La recuperación de Malvinas sigue abierta

Hace dos años la película "Iluminados por el Fuego", dirigida por Tristán Bauer y protagonizada por Gastón Pauls, fue una reivindicación de esa gesta por la soberanía, un homenaje al heroísmo de los combatientes, un emocionado recuerdo de las víctimas del Belgrano, en medio de los horrores de la guerra. Al mismo tiempo la película muestra la corrupción, la represión brutal de los genocidas y la total ineficiencia de la conducción militar de Galtieri y sus secuaces.

A 25 años de Malvinas, América Latina vive un proceso revolucionario. En los últimos años fueron derrocados varios gobiernos proimperialistas, tres gobiernos en Ecuador, Sánchez de Losada en Bolivia, De la Rúa en Argentina. Hubo rebeliones en varios países que impusieron nacionalizaciones parciales de los recursos naturales.

A 25 años de Malvinas está planteada como en 1982, la necesidad de la unidad latinoamericana para expulsar al imperialismo, para dejar de pagarles la deuda que nos impusieron las dictaduras, para recuperar nuestras islas y también las petroleras, las líneas aéreas, las empresas de aguas, todo lo que nos quitaron, para lograr la segunda y definitiva independencia.

A 25 años de Malvinas hay que recordar que en esa guerra, hubo héroes que lucharon y murieron por la patria. Este heroísmo no es opacado por la existencia de los otros, los traidores, la Junta Militar, los jefes genocidas que fueron los primeros en rendirse o escapar, -como Astiz-, que sólo eran "valientes" para secuestrar y asesinar monjas y madres de Plaza de Mayo, pero se rindieron sin combatir ante los ingleses, los que solo merecen la cárcel y el desprecio.

Izquierda Socialista rinde homenaje a los héroes y mártires de Malvinas. Estamos convencidos de que lucharon por una causa justa, y que fue parte de la lucha de los trabajadores y el pueblo argentino y de todos los pueblos latinoamericanos contra el imperialismo.

Creemos que junto a los 30.000 desaparecidos y a los caídos en la luchas sociales, deben ser considerados héroes y mártires que lucharon por la liberación nacional y social, y por la segunda independencia. Así deben ser recordados y homenajeados por las nuevas generaciones.

Ediciones El Socialista presenta a continuación la reedición del folleto "Malvinas prueba de fuego", aparecido en 1987, que contiene, además de una reseña de los acontecimientos, las posiciones del PST, Partido Socialista de los Trabajadores, -que estaba proscrito y perseguido por la dictadura (100 de sus militantes fueron asesinados), y que actuaba clandestinamente apoyando las luchas obreras y populares-.

Ante la guerra, el PST no vaciló en llamar a la movilización antiimperialista, a la defensa del país contra el imperialismo inglés, a anotar a sus dirigentes como voluntarios, al tiempo que seguía denunciando los crímenes de la dictadura.

También hay documentos que fueron editados en ese momento por el MAS de los años 80, organizaciones de las cuales nuestro partido, Izquierda Socialista, se considera continuador.

A 25 años de la guerra esperamos que junto a nuestros lectores, de la mano de las actuales y futuras generaciones, podamos seguir extrayendo de esta heroica gesta, las más importantes y decisivas conclusiones que durante años se quisieron ocultar.

Miguel Lamas y Juan Carlos Giordano

6/4/07

Escribe Martín Fú

Se cumplen cuarenta años de la recuperación de las Islas Malvinas. En una serie de dos artículos que inauguramos con este periódico y continuará en el próximo, brindaremos desde una visión revolucionaria y marxista lo que significó la guerra como balance histórico, el justo reclamo de soberanía pendiente sobre las islas y como la guerra movilizó a millones de trabajadores en Argentina, Latinoamérica y el mundo como muestra de rechazo contundente al imperialismo. También reivindicamos la posición del PST, nuestro partido antecesor, durante la guerra.
 
El 2 de abril de 1982, un grupo de comandos militares desembarcaron en Puerto Argentino y retomaron el control de las islas luego de 149 años de ocupación británica. Fue un intento desesperado del gobierno del dictador Galtieri, para darle aire a una dictadura rodeada de una movilización popular creciente en su contra. Su plan era apropiarse como bandera de la justa causa de Malvinas. Bajo ningún punto de vista buscaban un enfrentamiento con Gran Bretaña y, mucho menos, con los Estados Unidos. Pero cuando esto se produjo y los británicos enviaron la flota para recuperar las islas, con el apoyo yanqui, se produjo una fenomenal movilización antiimperialista. Galtieri y la dictadura militar se negaron a tomar medidas a fondo contra el imperialismo (durante la guerra no se tocó un solo interés británico en el país e incluso se le siguió pagando la deuda externa que Argentina tenía con ese país). Así, terminaron traicionando la gesta y provocando la derrota del 15 de junio. La indignación popular hizo que esto fuera el comienzo del fin de seis años de dictadura genocida, entrega económica, endeudamiento feroz y hambre para el pueblo trabajador.

Un enclave colonial de ultramar desde 1833

Para situarnos en el contexto histórico, debemos decir que desde 1820 las islas Malvinas habían sido declaradas como parte de la soberanía argentina, acatando el derecho a cercanías y la herencia que la nación tenía de las posesiones del Virreinato del Río de la Plata. Un centenar de mestizos y criollos formaron parte de la primera población estable, hasta que en 1833 las islas fueron usurpadas a la fuerza por una expedición británica, convirtiéndose en un enclave colonial. La primera nación que reconoció la autoridad inglesa sobre las islas fue Estados Unidos, a cambio de derechos de pesca en sus aguas.

Malvinas es un enclave británico, porque representa un territorio constituido dentro de otro, recolonizando por la fuerza, imponiendo otra población bajo otra forma de gobierno, idioma, costumbres. Gibraltar, Israel, Guantánamo en Cuba y Guam son algunos ejemplos de enclaves que se mantienen hasta la actualidad.

Los enclaves están constituidos en zonas de importancia geográfica y económica donde las potencias imperialistas tienen control del territorio y un peso gravitatorio en zonas aledañas, de ahí su relevancia estratégica. En el caso de Malvinas hay que sumarle una ubicación privilegiada de acceso inmediato a la Antártida y al Océano Pacífico desde el Atlántico Sur.

Es por ello que es falso el argumento del “derecho a la autodeterminación” de los kelpers (nombre que se refiere a los nacidos en las islas), ya que es una población impuesta por la fuerza y que ha motivado la expulsión de los colonos y habitantes originales de la isla. No tienen derecho a declarar ninguna autodeterminación cuando representa los intereses del colonialismo inglés.

Luego de la guerra, Gran Bretaña ha instalado una moderna y enorme base militar en las islas, lo que constituye una amenaza potencial para la Argentina y Latinoamérica, supeditada a las aspiraciones territoriales, militares y económicas del Reino Unido y transitivamente de la OTAN.

1983: comienza la desmalvinización

Sellada la suerte de la guerra, todos los gobiernos desde 1983 hasta la fecha han tomado como política la llamada “desmalvinización”.

La desmalvinización intenta, de una u otra forma, deslegitimar el justo reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas, sacar de la agenda la centralidad del profundo rechazo al pirata inglés y a su vez seguir alineados a los dictados del imperialismo y las multinacionales, que históricamente han gravitado e influido directamente sobre la política nacional y del continente, que obtienen negocios y ganancias multimillonarias en el país. Hacer, en síntesis, que desaparezca de la memoria histórica esa gesta de lucha contra el imperialismo.

En estos cuarenta años, las mismas empresas existían en 1982 en nuestro país y otras que se instalaron después siguieron llevándose fortunas y saqueando nuestras riquezas. Esta sumisión y entrega de soberanía, también forma parte de las políticas de desmalvinización.

Petroleras, gasíferas, bancos, servicios financieros, agronegocios, distribución de energía eléctrica y gas, entre otras actividades, de capitales ingleses continúan ganando grandes fortunas en la Argentina: British Petroleum, Shell, Unilever, Hellmans, Knorr, Nobleza Picardo, Bridgestone, son algunas de las multinacionales inglesas con presencia nacional.

Capítulo aparte con el litio: en 2022 el “oro blanco” será extraído por Lake Resources (con fondos aportados por el mismo gobierno británico)  y la angloaustraliana Río Tinto, la segunda minera más grande del mundo.

A esto hay que sumarle los distintos acuerdos diplomáticos firmados en estas décadas con Gran Bretaña, buscando “normalizar” las relaciones diplomáticas. Todos se han basado en entrega de soberanía y grandes negocios para las empresas piratas, como el firmado en 1989 durante el gobierno de Menem. El llamado “Acuerdo de Madrid” terminó reconociendo a Gran Bretaña los derechos posesorios sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, donde el Reino Unido se prorroga 1,5 millones de kilómetros cuadrados circundantes a las islas, es decir, una enorme franja del Mar Argentino que representa más del 40% de los recursos pesqueros de nuestro país. En sus artículos el tratado obliga a la Argentina a avisar con antelación cualquier ejercicio militar en el mar o en el mismo territorio continental. Acuerda la “bilateralidad económica”, es decir, compartir los recursos pesqueros entre los paralelos 45 y 60 de Atlántico Sur, que Argentina garantice las inversiones británicas en el país y que los bienes del Reino Unido no paguen tasas aduaneras. Un acuerdo de entrega en toda la línea que luego de más de dos décadas ningún gobierno ha derogado.

La gesta de Malvinas es una causa nacional y una de las luchas antiimperialistas (no planificada, como ya dijimos, por la dictadura militar que ante los hechos optó por traicionar y buscar la derrota) más importantes que se llevaron adelante en el siglo XX. Entre abril y junio de 1982 se vivieron días de enormes movilizaciones que despertaron la simpatía de los pueblos latinoamericanos y del mundo, que vieron en la guerra una misma lucha contra el opresor que somete a los pueblos, enfrentando y cuestionando el poder político y militar de las grandes potencias.

La traición de la dictadura en Malvinas generó, tras la derrota, gigantescas movilizaciones, que terminaron tirando a esa dictadura sangrienta que representó los intereses de las multinacionales y de una clase capitalista nacional decadente que apoyó el genocidio.

A cuarenta años, la justa causa de Malvinas sigue presente, al igual que la gesta antiimperialista de 1982 contra el pirata invasor.  

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