May 05, 2024 Last Updated 3:08 PM, May 3, 2024

Escribe José Castillo

El Indec acaba de publicar la inflación del mes de septiembre: 6,5%. Vamos a una inflación total para el año que superará el 45%. Los salarios ya están perdiendo entre 11% y 17%. Los trabajadores se ven obligados a achicar sus consumos a menos de lo indispensable.

Se veía venir. Bastaba con sólo recorrer las góndolas de los supermercados y ver la locura de la remarcación de precios. Pero ahora se dio a conocer el dato oficial: el mes de septiembre registró la inflación más alta desde abril de 2002, con un 6,5%. Y ya vamos a un año que terminará entre 45% y 48%. Será la mayor suba de precios desde 1991, a la salida de la hiperinflación.
Lo peor es que el 6,5% del Índice de Precios al Consumidor es un promedio. La llamada “inflación núcleo”, donde están los productos de mayor consumo, dio más alta aún: 7,6%. Los incrementos más importantes se dieron justamente en alimentos y bebidas (7%), indumentaria (9,8%) y transporte (10,4%). Todo pegando directamente en el bolsillo del trabajador.

Lo peor es que esto no terminó. El ministro Dujovne mintió descaradamente cuando afirmó en el Coloquio de IDEA que la inflación ya empezó a frenarse. El Índice de Precios Mayoristas de septiembre dio 16,5%. Esto quiere decir que existen muchísimos aumentos de precios que ya están en los listados mayoristas y que todavía no terminaron de pasar a los comercios minoristas. Por eso en estos días en que el dólar bajó unos centavos los precios no se redujeron, sino que siguieron subiendo. Para octubre se espera un piso de suba de precios de al menos 5%. Esto sucede por los incrementos en la nafta, el gas, los peajes, las prepagas y los pasajes del transporte.

La contrapartida de todo esto es el salario, que se sigue pulverizando. Las distintas consultoras económicas coinciden en que ya se lleva perdido entre 11% y 17% de poder adquisitivo.
Por eso se está dando un auténtico derrumbe en el consumo popular. La familia trabajadora ya está prescindiendo incluso de lo indispensable. Según Scentia (consultora especializada en consumo masivo), las ventas de alimentos, productos de limpieza, cosmética y tocador cayeron 3,9% en septiembre, en una tendencia que empeora mes a mes.

De ahí que no llamó la atención que el Día de la Madre (que es siempre el segundo día en facturación de los comercios de todo el año, después de Navidad) las ventas cayeran 13,3% respecto del año pasado, a pesar de que todos los artículos estaban en promedio un 50% más caros. De nada valieron las promociones o los descuentos: los que pudieron comprar algo lo hicieron por un promedio de 500 pesos o menos por regalo.

Los trabajadores perdimos entre 6% y 10% frente a la inflación en 2016. En 2017 algunos gremios del sector privado apenas si lograron empatar la suba de precios con la cláusula gatillo. Otros, como los docentes, ni siquiera consiguieron eso, perdiendo en promedio otro 9%. Ahora vamos a un 2018 donde nuestros sueldos se caen más aún que los dos años anteriores. Es urgente parar esto ahora. Tenemos que exigir un aumento salarial de emergencia para todos. Y la inmediata reapertura de todas las paritarias, para que podamos recuperar lo que la inflación nos está robando, exigiendo, ante esta suba de precios galopante, que los salarios se ajusten mensualmente junto con el incremento del costo de vida.

23,5% de los sueldos para pagar servicios

Según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda, los trabajadores se ven obligados a utilizar casi un cuarto de su salario (23,5%) sólo para pagar facturas de servicios públicos y pasajes de transporte. No debería extrañarnos. El siguiente cuadro nos permite comparar lo que viene pasando desde que comenzaron los tarifazos a comienzos del gobierno de Macri.

Fuertes subas en alimentos y remedios

Muchos artículos de primera necesidad subieron más que el promedio de 6,5%. Eso está provocando, según una encuesta del Centro de Economía Política (CEPA), que una de tres familias (34%) ya haya reducido el consumo de lácteos, una de cada dos (54%) el de carnes, dos de cada tres (64%) las frutas y, lo más grave, una de cada cuatro (23%) incluso los medicamentos que necesita.

Escribe Guido Poletti

Sergio Massa realizó una gira por los Estados Unidos. Fue la típica recorrida para mostrarse presentable ante el establishment financiero y político del imperialismo, paso indispensable para que los yanquis lo consideren un candidato presidenciable “racional”, como dicen los analistas de los partidos patronales.

Lo que llamó la atención es que en dicho viaje Massa haya hecho declaraciones diciendo que, de ser gobierno, procederá a renegociar el acuerdo con el FMI. Esta afirmación levantó una polvareda. Por supuesto, desde el gobierno aprovecharon para hacer un poco de circo mediático. Así, el ministro de Hacienda y Finanzas dijo que “en nada ayuda que un dirigente de la oposición haga estas declaraciones, que yo considero no guardan la responsabilidad que debería tener un dirigente político que pretende tener cierta envergadura”. Obviamente, “se la dejó picando” a Massa para que le respondiera “lo que no ayuda es haber desilusionado al pueblo, dejar sin crédito a las pymes…” y un largo etcétera.

Pero vamos a la cuestión de fondo. Es obvio que Massa, que ha constituido con Schiaretti, Urtubey y Pichetto un cuarteto que busca liderar el peronismo no kirchnerista, busca, dentro de ese espacio, mostrarse como opositor (en disputa con Urtubey, que es el que aparece más pegado al kirchnerismo). Por eso formalmente sale a decir que “no le parece bien” el acuerdo con el Fondo. Pero, al mismo tiempo, tiene que tender puentes con el propio imperialismo. Por eso cuida con precisión las palabras que usa. En ningún momento Massa se refirió a “romper con el FMI”. Ni siquiera a repudiar este acuerdo. Su expresión exacta fue “renegociar”. En concreto, sentarse a ver si el Fondo se aviene a rediscutir algo del acuerdo. Nada nuevo. ¡De hecho el propio gobierno de Macri hace apenas un mes tuvo que pedir “renegociar” el acuerdo que había firmado en junio por 50.000 millones de dólares! El resultado ya lo conocemos: obtuvo un préstamo mayor (57.000 millones) y adelantos en el envío de las cuotas, a costa de un ajuste astronómicamente mayor, el mismo que varios diputados de ese nuevo espacio del peronismo se aprestan a apoyar, en el marco del acuerdo de Macri con los gobernadores.

No nos confundamos entonces. Más allá de los gestos opositores, que el propio imperialismo yanqui y el FMI comprenden y aceptan como parte del juego electoral, el peronismo ya anticipa cuál va a ser su posición si llega a gobernar a fin de 2019: aceptar los acuerdos firmados por Macri y, en todo caso, renegociar los nuevos términos del ajuste. El resultado final ya lo conocemos: más exigencias y una deuda que seguirá creciendo, mientras cada vez pagaremos más de intereses.

 

Escribe Guido Poletti

Dos actos centrales y otros cinco menores terminaron siendo la postal del 17 de octubre. El peronismo, en todas sus variantes, sigue con el eslogan “hay 2019”, totalmente alejado de las reales necesidades populares de dar hoy la pelea contra el ajuste

El acto de mayor masividad se realizó en Tucumán. Allí coincidieron el gobernador de la provincia, Juan Manzur, junto con los de La Rioja, Sergio Casas, y Catamarca, Lucía Corpacci, y los dirigentes de la CGT Héctor Daer, José Luis Lingieri, Andrés Rodríguez y Luis Barrionuevo. Estuvieron también dos de los cuatro referentes del nuevo espacio Alternativa Peronismo Federal, Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto. Y sorprendió la presencia de Daniel Scioli, hasta ahora alineado con el kirchnerismo. Brillaron por su ausencia el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, que prefirió difundir una foto en la que se lo ve con la gobernadora María Eugenia Vidal en la reunión de IDEA en Mar del Plata, y el cordobés Juan Schiaretti, que definió quedarse silenciosamente en su provincia. Manzur, Daer, Massa y Graciela Camaño fueron los oradores. El acto terminó siendo “ni chicha ni limonada”. No sirvió como presentación del peronismo federal, ya que faltaban dos de los principales dirigentes. Ni tampoco marcó una delimitación total con el kirchnerismo, ya que varios de los presentes, Scioli entre ellos, aspiran a unir ambos espacios.

Mientras tanto, en Merlo se dio el segundo acto en importancia, que agrupó centralmente a los intendentes del conurbano bonaerense y a las agrupaciones kirchneristas. Estuvo encabezado por Gustavo Menéndez, intendente de Merlo y presidente del PJ bonaerense, y tuvo presencia fuerte el kirchnerismo, encabezado por Máximo Kirchner. También asistieron los dirigentes de la CTA Hugo Yasky y Roberto Baradel. Pero tampoco este acto puede ser catalogado como un evento kirchnerista “puro”: de hecho, el comentario fue que, pese a las presiones del kirchnerismo, los intendentes no permitieron que Máximo Kirchner fuera orador. Otro dato de color fue que, entre los jefes comunales presentes se encontraba el de Tigre, el massista Julio Zamora. Cristina Kirchner, por su parte, no apareció en ningún acto con la excusa de viajar a Santa Cruz para ver a sus nietos.

Además de los de Tucumán y Merlo hubo otros actos menores. El presidente del PJ José Luis Gioja realizó uno en Corrientes, al que asistió el precandidato presidencial kirchnerista Agustín Rossi. Alberto Rodríguez Saá, por su parte, realizó “su” acto en San Luis. El Frente Sindical para el Modelo Nacional, con Moyano, Palazzo y Pignanelli hizo su propio evento en la sede del Smata. Y el sello de las 62 Organizaciones, que a la muerte del Momo Venegas ya se ha alejado del macrismo y aspira a reacomodarse en la interna peronista, se dividió a su vez en dos reuniones, una en Buenos Aires, en la sede de la Uatre, y la otra en Córdoba.

¿Salió algo de toda esta ensalada de actos? ¿Hubo algún llamamiento a organizarse para enfrentar el ajuste de Macri y el FMI? ¿Se planteó algún plan alternativo al de pagar la deuda con el hambre del pueblo? Nada, absolutamente nada. Solo fue “rosca” para tratar de reacomodarse hacia 2019.
No se podía esperar otra cosa. La mayoría de estos dirigentes gobiernan y aplican el ajuste en sus provincias. Muchos están comprometidos con el apoyo al acuerdo con el FMI y garantizar los votos para que salga el presupuesto 2019.

La imagen de dirigentes millonarios llegando a Tucumán en siete vuelos privados Lear Jet es la del peronismo hoy en sus distintas variantes. Los matices que los dividen se limitan a si hay que seguir mostrándose sin disimulos apoyando al gobierno, como sostienen Urtubey y Schiaretti, o si llegó la hora de asumir una imagen más “opositora”. Massa y el kirchnerismo, desde esta última posición, sostienen que hay que “revisar” el acuerdo con el Fondo. Buscan parecer duros ante la propia tropa, mientras que al hablar de “revisar” le hacen un guiño al FMI y al establishment: renegociar no significa romper ni repudiar, sino hacer lo que de cualquier manera se verá obligado a realizar cualquier gobierno patronal que asuma a fines de 2019, ya que le será imposible cumplir con las obligaciones de 2020.

Como vemos, todas estas idas y venidas están a kilómetros de lo que necesitan la clase trabajadora y el pueblo. La salida no es “esperar para votar en 2019”, sino salir a dar la pelea ahora, movilizarse contra el presupuesto y exigir un paro de 48 horas con movilización a Plaza de Mayo y un plan de lucha contra el ajuste. Hay que oponerle un plan alternativo que comience por romper con el FMI y dejar de pagar la deuda externa para poner todos esos recursos al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares. Programa que no plantea ni llevará adelante el peronismo en ninguna de sus variantes, por lo que se necesita construir una nueva alternativa política, obrera y popular, que pelee por un gobierno de los trabajadores, tal como lo venimos haciendo desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda.

 

Escribe Juan Carlos Giordano Diputado electo Izquierda Socialista/FIT

 glesia Católica el sábado pasado en Luján a pedido de Pignanelli del Smata y los Moyano, en la que estuvieron presentes referentes peronistas como Solá, Scioli y hasta Guillermo Moreno, abrió la polémica: “si el Papa estaba al tanto o no”, o “si todos los curas están de acuerdo con esa misa”. Ningún analista fue al hueso del problema, sobre el papel nefasto de la Iglesia en la vida sindical, social y política del país.

Sabemos que la cúpula eclesiástica tiene un profundo olfato para acomodarse con todos los gobiernos. Simula que “se preocupa por los pobres”, mientras sigue gozando de los privilegios, como los sueldazos que se les pagan a los obispos, arzobispos y curas, además de las tierras y bancos que posee y exenciones impositivas de las que gozan. Por eso nunca se separó a la Iglesia del Estado, ni con el gobierno kirchnerista, ni ahora con Macri.

Parte de la dirección de la Iglesia argentina, viendo que Macri está en picada, apoya al peronismo y a la burocracia sindical. Uno de los obispos palmeó a Pablo Moyano, acusado de corrupción. Todos los políticos y burócratas peronistas que estuvieron en la misa deberían responder por qué se recuestan en una Iglesia que fue la punta de lanza del golpe gorila del ´55 y bendijo a los genocidas de la última dictadura de Videla y Martínez de Hoz.

La Iglesia no sólo apoya al PJ y a la burocracia peronista, sino que tiene lazos profundos con el gobierno de Macri. Cambiemos tiene estrecha relación con gran parte de la Conferencia Episcopal, “con el foco en la asistencia social para contener la conflictividad en estos meses de crisis y recesión” y en los preparativos para que no haya desmadres en las movilizaciones cuando el gobierno reciba al G-20 a fines de noviembre (Clarín, 23/10). En el mismo sentido se explican las reuniones de la gobernadora Vidal y la ministra Stanley con el Papa, y recientemente con obispos y representantes de otros cultos para “reforzar la asistencia social”.

Es bueno recordar que estos curas son los que, junto a los evangélicos, se unieron con los “provida”, tanto del gobierno como de la oposición del peronismo, para evitar el aborto legal. Hubo una solicitada de Moyano, Menem y la CGT (entre otros peronistas) repudiando ese derecho fundamental de las mujeres. Ahora son los evangélicos quienes empujan la cruzada contra la educación sexual integral.
La Iglesia juega un papel de contención social, de bombero de las luchas, llamando a la “paz social”. Es la misma institución que llamaba a la “reconciliación” con los genocidas. Se lleva bien con todos los gobiernos (salvo críticas puntuales) para seguir gozando de sus privilegios y salvar a este capitalismo semicolonial para que sigan el ajuste (eso sí ¡no tan salvaje!) y los pagos de la deuda “con contenido social”.
Repudiamos a esta cúpula de una Iglesia retrógrada y capitalista, al gobierno y a los políticos patronales del peronismo y la burocracia sindical que pactan con los curas. Llamamos a redoblar la lucha para derrotar el ajuste ahora y por todos los derechos de las mujeres, como el aborto legal, y la inmediata separación de la Iglesia del Estado.

Escribe José Castillo

Mientras afuera del Congreso se desataba la represión, el gobierno se apuraba para lograr la aprobación del proyecto de presupuesto en la Cámara de Diputados. La urgencia se debía a que este viernes se reúne el directorio del FMI y Macri debe llegar con los “deberes” hechos.

El peronismo, una vez más, cumple el rol de sumarle los votos que necesita Cambiemos para que el proyecto de presupuesto 2019 sea aprobado. No nos debe llamar la atención. Es lo mismo que han venido haciendo desde el mismísimo comienzo del gobierno de Macri. Así fue que, en su momento, Cambiemos logró aprobar el pago a los fondos buitres, los presupuestos 2017 y 2018 o el ajuste contra los jubilados de diciembre pasado.

En este caso, el apoyo de la oposición peronista era una exigencia del propio FMI. Por eso Macri acordó previamente con los gobernadores, que ya no solamente ajustaban en sus propias provincias, sino que firmaron acompañar el acuerdo con el Fondo.
Por supuesto que el gobierno no necesitaba que todos los bloques en que está dividido el peronismo en el Congreso votaran afirmativamente. Así, tal como pasó otras veces, hubo una “división del trabajo”.
Estuvieron los diputados del peronismo federal, cercano a los gobernadores, que incluso acompañaron con su firma el dictamen de Cambiemos para que llegue al recinto y se pueda hacer la sesión. El miércoles, los legisladores de San Luis dieron la nota de entrada, siendo los que le garantizaron el quórum a Cambiemos para que pudiera dar comienzo a la sesión.

A partir de ese momento comenzó la larga sesión, llena de discursos de todo tipo. Hubo inflamadas intervenciones de muchos diputados, que denunciaron retóricamente el ajuste, mientras ayudaban a que avanzara la sesión y Cambiemos se acercara al objetivo de lograr la aprobación.
Incluso en el momento en que se desató la represión en Plaza Congreso se generó una crisis que obligó a parar la sesión. Se montó un show televisivo de una pelea entre Massot (PRO) y Filmus (Unidad Ciudadana). Posteriormente los bloques peronistas hicieron lo posible por “tranquilizar todo” y que se pudiera continuar con el tratamiento del presupuesto. El propio diputado kirchnerista Agustín Rossi pidió que terminara la represión porque… ¡había que continuar la sesión! Sostuvieron esa posición a pesar incluso de la posición provocadora de Elisa Carrió, que respaldó abiertamente que se atacara a los manifestantes.

A posteriori se escucharon fuertes discursos opositores de los diputados del Frente para la Victoria, del Frente Renovador de Massa y del nuevo interbloque conformado por los ex renovadores Felipe Solá, Daniel Arroyo y Facundo Moyano, junto con el Movimiento Evita y Victoria Donda.
Claro que todos ellos, cuando se les pregunta cuál es la salida, proponen “renegociar” el acuerdo con el Fondo y los pagos de deuda.
Nadie, salvo los diputados del Frente de Izquierda, dijeron lo obvio: que la única salida era repudiar este presupuesto, votarlo en contra y romper con el FMI, dejar de pagar la deuda externa y poner en marcha un programa alternativo de emergencia que priorice las necesidades populares.

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