El jefe del bloque de diputados de PRO retomó la ofensiva del gobierno y los sectores reaccionarios para pedir la “reconciliación” con los genocidas. Otro intento repudiable que, con la movilización, caerá nuevamente en saco roto. Porque no perdonamos ni nos reconciliamos con los genocidas.
Escribe Martín Fú
El 23 de noviembre de 2015 La Nación publica una editorial titulada “No más venganza”. En ella buscaba marcarle el rumbo al gobierno al afirmar que “la elección de un nuevo gobierno es momento propicio para terminar con las mentiras sobre los años ’70 […] el vergonzoso padecimiento de condenados […] que se hallan en cárceles a pesar de su ancianidad […] y esto constituye una verdadera vergüenza nacional”.
El mismísimo secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, ni se sonrojó al decir que “por respeto al derecho y la justicia, los mayores de 70 años deben ir a su casa”. El acceso al beneficio de la prisión domiciliaria del múltiple condenado a perpetua Miguel Etchecolatz es el punto más alto de esta cruzada digitada desde la Casa Rosada. Ahora fue el turno del jefe de bloque de PRO, Nicolás Massot, quien en el diario Clarín del pasado 21 de enero aseguró que “el desafío es superar ese capítulo con mayúscula, que implica no sólo memoria, justicia y verdad. Es también perdón […] creo que con los años ’70 hay que hacer como en Sudáfrica y llamar a la reconciliación”.
Un bien de familia
El apellido Massot está estrechamente relacionado con el genocidio y quienes lo perpetraron. Nicolás es hijo de Alejandro Massot, accionista del diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, y sobrino de Vicente Massot, ex director del citado periódico, acusado de encubrimiento, complicidad y coautor de los homicidios de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, quienes habían encabezado una huelga en 1975. Su tío tenía un especial afecto con genocidas de la talla de Emilio Massera, a quien homenajeó dedicándole una tapa de La Nueva Provincia el día de su muerte. Massot continuó destilando ríos de tinta a favor de los militares desde la revista Cabildo, otrora un emblema ultraderechista de los sectores del nacionalismo católico, quien tuvo al genocida Ramón Camps como uno de sus colaboradores estrella.
No perdonamos,
no nos reconciliamos
Durante la dictadura genocida, luchadores obreros y populares fueron perseguidos, secuestrados, torturados y muchos de ellos fueron asesinados o desaparecidos. Sobre esta realidad el gobierno y sus amigos pretenden hacer una especie de “borrón y cuenta nueva”. Por eso insistimos: no sólo no perdonamos ni nos reconciliamos, sino que repudiamos cualquier intento de aliviar las condiciones de detención de los genocidas y continuaremos, de manera incansable, buscando a cada uno de los responsables militares, policiales, civiles y eclesiásticos del genocidio.
¡Juicio y castigo con cárcel común y efectiva para todos los responsables de crímenes de lesa humanidad! ¡No perdonamos ni nos reconciliamos! ¡Que los milicos genocidas y sus amigos cómplices se pudran en la cárcel!
El represor Miguel Etchecolatz salió de su casa en el bosque Peralta Ramos de Mar del Plata, sin esposas y sin custodia policial, supuestamente por “motivos de salud y para ser atendido en una clínica”. Sobre el genocida, de 88 años, pesan seis condenas –dos a cadena perpetua– por delitos de lesa humanidad, lo que constituye un real peligro para los vecinos y veraneantes de la ciudad, dada su cercanía con el asesino, luego de que fuera recientemente beneficiado con la prisión domiciliaria. Estas salidas han aumentado el repudio popular contra el genocida, generando nuevas movilizaciones y denunciando la impunidad con la que se viola el arresto domiciliario.
Exigimos que Etchecolatz y todos los genocidas condenados con el beneficio de prisión domiciliaria vuelvan a las cárceles: como cantamos en las marchas, la única casa posible para un genocida es la prisión.
M.F.
El pasado 23 de enero, luego de la marcha exigiendo su libertad y el cese de la persecución judicial, los compañeros César Arakaki y Dimas Ponce, militantes del Partido Obrero, fueron liberados por el juez Sergio Torres. Desde Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda saludamos a los compañeros que recuperaron su libertad. Su encarcelamiento obedeció al intento del gobierno de disciplinar la organización, movilización y lucha contra las políticas de ajuste de Macri y sus cómplices, que tuvo el punto más alto en la brutal represión lanzada por la policía en las jornadas del 14 y el 18 de diciembre. Allí una rebelión popular se expresó en las calles mostrando el masivo repudio a la reforma previsional. Si bien la liberación de los compañeros es un importante avance, todavía debemos dar la pelea contra la judicialización de la protesta social, el armado de causas y la persecución de los luchadores, como los expedientes contra los mismos Arakaki y Ponce, o el caso de Sebastián Romero, del PSTU, que sigue siendo perseguido por la Justicia de Macri.
El juez Torres liberó a Arakaki y Ponce pero los dejó procesados, trabándole enormes embargos económicos y acusándolos de “lesiones en agresión, intimidación pública y atentado contra la autoridad, agravado por haber sido cometido a mano armada y por una reunión de más de tres personas”, un despropósito cuando en realidad se los castiga por luchar.
Es necesario continuar movilizados, denunciando el carácter patronal y represivo del gobierno que utiliza a la Justicia como un brazo más a su servicio para intentar hacer pasar el ajuste persiguiendo, armando causas y hasta encarcelando a todo aquel que quiera ocupar las calles para repudiar y enfrentar sus políticas antiobreras. ¡Basta de perseguir a los que luchan! ¡Por el cierre de todas las causas judiciales contra los luchadores!
M.F.
El diputado nacional electo por Izquierda Socialista en el FIT, Juan Carlos Giordano, reclamó la renuncia el ministro de Trabajo, Jorge Triaca. “Triaca se tiene que ir por antiobrero, explotador y corrupto. Junto a Macri ataca a los docentes y reconoció que tenía en negro a su empleada doméstica, a quien además hizo nombrar en la intervención del SOMU y posteriormente echó con insultos”, explicó Giordano.
Escribe Claudio Funes
Para mantener la estética del patio de la Casa Rosada, el gobierno de Macri gastará 235.000 pesos en una palmera. Reemplazará a otra que se secó. La compra de un nuevo ejemplar de Butia yatay se efectuó por contratación directa, es decir sin licitación. “La palmera la tengo hace un año, la pagué 5.000 pesos, pero coticé 235.900 pesos porque la logística es muy complicada”, manifestó su dueño. Esto se suma a los más de 300 millones de pesos que se invertirán en reformas de la Casa de Gobierno.