Nov 23, 2024 Last Updated 9:43 PM, Nov 21, 2024

El 4 de junio de 1989 la dictadura burocrática del PC chino reprimió brutalmente una movilización obrero-estudiantil de masas. Miles murieron y la noticia conmovió al mundo. Desde ese momento se consolidó la restauración capitalista
en China.

Escribe Diego Martínez

La movilización en la plaza Tiananmen fue el punto máximo de rebelión ante las consecuencias de un proceso de deterioro de las conquistas de la gran revolución de 1949 que había empezado hacía tiempo. Desde la década del ‘70 Mao Tse Tung inició contactos con el imperialismo yanqui. A partir de 1978, bajo la conducción del sucesor de Mao, Deng Xiao Ping, esas relaciones se profundizaron y la burocracia aceleró cada vez más el proceso de restauración del capitalismo y penetración imperialista. El pueblo chino empezó a luchar contra sus consecuencias.

El inicio de la resistencia

El descontento ante las medidas procapitalistas comenzó a expresarse en 1985 entre los estudiantes. Luego se extendió a los campesinos y al movimiento obrero. En las ciudades, la liberación de precios deterioraba notablemente los salarios de los trabajadores. Para fines de 1986 se dieron importantes luchas estudiantiles en varios puntos del país. En enero de 1987 fue destituido de su puesto como secretario general del PC Hu Yaobang, impotente frente a la rebelión.

El malestar contra el gobierno, sus reformas capitalistas y la corrupción siguió creciendo. La inflación era de 20%, comenzó el desempleo y la migración a las ciudades de los campesinos desplazados.

Se ponía en marcha una revolución contra la dictadura del régimen estalinista burgués y los avances del proceso de restauración capitalista. Los estudiantes no se movilizaban a favor del capitalismo. Por el contrario, en las marchas sonaba la Internacional y flameaba la bandera roja, insignia del comunismo. Muy pocos creían en el lema “hacerse rico es grandioso”, consigna de cabecera de la burocracia china desde 1978. Se defendían las conquistas sociales obtenidas con la revolución de 1949 pero se repudiaba a la dictadura del PC.

Se pone en marcha la revolución

El 15 de abril de 1989 murió Hu Yao Bang. El día siguiente salieron a la calle masivamente los estudiantes. Pedían por libertad de prensa y democracia. Se formó en Pekín el Sindicato de Estudiantes Autónomo. El sábado 22 de abril, con el funeral de Hu, la movilización se volvió nacional y masiva. El 25 de abril se declararon ilegales a los comités de estudiantes. Pero el 27 se sumaron también miles de trabajadores a las movilizaciones en Pekín, que llegaron a reunir 200.000 personas. Los trabajadores dialogaban con los soldados para que no repriman. Se conocieron datos de enfrentamientos entre los distintos sectores de la burocracia y de disposición de sectores de la tropa a no reprimir. El 9 de mayo, mil periodistas de los órganos oficiales publicaron un petitorio por la libertad de prensa. El 13 de mayo, mil estudiantes comenzaron una huelga de hambre en la plaza de Tiananmen, centro de Pekín. Se fueron sumando de a cientos. Así llegó a que el 17 de mayo, donde se manifestaron en Pekín un millón de personas. En otras veintiun ciudades también hubo movilizaciones. El 18 y 19 de mayo volvió a juntarse otro millón de personas, y se hicieron notar cada vez más las columnas obreras. Marcharon también soldados. Algunos de ellos se negaban abiertamente a reprimir. Así se llega a que, entre el 24 y el 25 prácticamente habían desaparecido las tropas de las calles. Solo quedaban las masas.

La masacre

Para fin de mes la burocracia logró reunificar al ejército y se preparaba para reprimir mientras comenzaba a decaer la movilización. El 2 de Junio, 300.000 personas rodearon de solidaridad a los ocupantes de Tiananmen participando en un festival. En la noche del 3 al 4 la burocracia desató una feroz represión. Por medio de una auténtica masacre lograron desalojarla. Además de los asesinados, mil manifestantes fueron apresados y otros tantos fueron enviados a campos de tortura para ser “reeducados” luego de ser tildados de “contrarrevolucionarios”. Aunque nunca se supo la cifra exacta de muertos en Tiananmen debido a que la burocracia mantuvo ese dato en secreto, cifras extraoficiales hablan de entre 3.000 y 10.000.

La masacre de Tiananmen fue una derrota del movimiento de masas, un golpe contrarrevolucionario que fue utilizado por la burocracia del PC para acelerar a pasos agigantados el retorno del capitalismo en China. En los años posteriores se acabó por completo con la planificación económica estatal, se liquidó el monopolio del comercio exterior, se legalizó la propiedad privada, se privatizó la banca y se creó una nueva burguesía china, con lo cual se consumó la transformación de China en un país y un estado capitalista.

Se despierta un gigante dormido

La contrapartida a esta restauración capitalista fueron las condiciones de superexplotación a que fue sometida la clase trabajadora. Esto fue generando cada vez más bronca, a lo que se sumó la persecución y la censura que subsisten (el uso de internet tiene fuertes restricciones en el acceso a varios portales y redes sociales de uso común en el resto del mundo). Una dictadura estalinista gobierna al servicio del capitalismo más brutal. Es por eso que vienen creciendo las protestas entre los trabajadores contra esta dictadura estalinista que gobierna al servicio del capitalismo más brutal. En 2018 hubo 1.702 huelgas (datos China Labour Bulletin). Después de años de descrédito en el socialismo una nueva generación, todavía minoritaria, vuelve a izar las banderas del marxismo en las universidades.
Los trabajadores y el pueblo chino comienzan lentamente a levantar cabeza después de aquella derrota histórica de hace treinta años. La clase obrera china se convirtió en este lapso en la más numerosa del mundo. Es un gigante dormido que si despierta puede conmocionar al planeta.


China: ¿“socialismo” de mercado?

 

El imperialismo y los grandes empresarios dicen que China hoy es un gran ejemplo de progreso. Hasta sectores de la izquierda mundial ligados al chavismo hablaron hace algunos años del gran país oriental como ejemplo de “socialismo” del siglo XXI.

Nada más alejado de la realidad. En China existe una dictadura sangrienta del Partido Comunista que la transformó en un Estado y un país capitalista en el cual se explota a millones de obreros y campesinos. En el país asiático operan 63.000 empresas transnacionales que convierten a China en el mayor exportador del mundo. Si bien este año su crecimiento económico será sensiblemente menor que el de años anteriores (6,2%) desde el año 2000 China vino creciendo sostenidamente hasta convertirse en el segundo país que produce mayor riqueza en el mundo después de Estados Unidos. Sin embargo cuando dividimos esa riqueza por la cantidad de habitantes (PBI per cápita) encontramos que China se encuentra en el puesto número 74 detrás de República Dominicana (datos FMI 2018). La enorme cantidad de riqueza que producen los trabajadores chinos es apropiada por las transnacionales y por una minoría de multimillonarios chinos. Según la revista Forbes, en 2019 hay 324 chinos que tienen una fortuna que supera los 1.000 millones de dólares. El ranking está liderado por Jack Ma, con 39.000 millones de dólares.

La contracara de estos datos son los 82 millones que viven debajo de la línea de pobreza (datos Banco Mundial 2018), los centenares de millones que no tienen empleo, los que sufren la baja en el nivel de asistencia a la salud y la educación y, fundamentalmente, los centenares de millones de chinos que cobran salarios de hambre.

La apertura salvaje hacia el mercado operada en los años ‘90 permitió la instalación de decenas de miles de trasnacionales industriales que encuentran en China salarios más bajos que en la mayor parte del mundo y con condiciones de superexplotación. Así es que 600.000 trabajadores mueren al año por exceso de trabajo. (www.abc.es, 4/7/2014). Esas multinacionales industriales se nutren del proceso de migración interna. En las últimas décadas centenares de millones de chinos se dirigieron del campo a las ciudades, expulsados por la pobreza, ocasionando que por primera vez en la historia de China desde 2011 la población urbana supere a la población rural. Esos cientos de millones no son trabajadores libres. El gobierno dictatorial del Partido Comunista les impide radicarse con sus familias en las ciudades. No pueden contraer matrimonio allí. Son extranjeros en su propio país. Es por eso que cada “año nuevo lunar” vuelven al campo a ver a sus familias. Mientras tanto duermen en los dormitorios de las grandes fábricas en las que trabajan casi como esclavos, prácticamente sin ningún derecho laboral.

Perón y el IAPI

Escribe José Castillo

El 26 de mayo de 1946 se creó el Instituto Argentino de la Promoción del Intercambio (IAPI), que pasó a funcionar dentro de la órbita del también recientemente nacionalizado Banco Central de la República Argentina. Así, durante las dos primeras presidencias de Perón (1946-1955) existió este organismo que ofició el rol de ente de nacionalización del comercio exterior.

Durante diez años el IAPI compró a los terratenientes latifundistas su producción a precios internos un 50% promedio menores que los internacionales. Y después la colocaba en el exterior, cobrando en dólares o libras esterlinas. Las grandes empresas agroexportadoras, como Cargill o Dreyfuss, perdieron también así el control que tenían sobre el comercio de granos y el privilegio de apropiarse de las superganancias que garantizaba la renta de los productos de la Pampa húmeda. Esos recursos pasaron a utilizarse para el financiamiento de diversas iniciativas, como por ejemplo la compra de bienes de capital para Ferrocarriles Argentinos, de aviones, o la financiación de la construcción del gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires. También se dedicaron sumas importantes para otorgar créditos y subsidios para la industrialización. Por supuesto que algunos de ellos, utilizados por empresas privadas amigas del gobierno, dieron lugar a más de un caso de corrupción.

Es que, si bien el gobierno de Perón mantuvo una relativa independencia con respecto al ascendente imperialismo yanqui, no dejó de ser patronal. Y por eso no todas las acciones del IAPI son reivindicables. Cabe criticarle el denominado convenio Andes, donde se utilizaron saldos a favor del comercio con Gran Bretaña para comprar los ferrocarriles ingleses a un precio muy superior al que correspondía. O las donaciones de trigo que se realizaron a la dictadura de la España franquista al final de la Segunda Guerra Mundial, transformando a la Argentina en prácticamente el único país del mundo que sostenía ese régimen ultraderechista.

Sin embargo, y a pesar de esto, el IAPI garantizaba a la Argentina una independencia en el manejo del comercio exterior que el imperialismo y los monopolios agroexportadores no estaban dispuestos a tolerar. Su disolución, el 4 de noviembre de 1955, fue una de las primeras medidas que tomó la dictadura de la autodenominada “Revolución Libertadora” (que luego pasaría a la historia como revolución fusiladora). Otra medida fue el ingreso al FMI, destinado a transformar a la economía argentina para convertir al país en una semicolonia yanqui. Desde entonces a la fecha ningún otro gobierno peronista ha vuelto a la nacionalización del comercio exterior, medida elemental para recuperar la independencia económica perdida. No lo hicieron Cámpora, Perón e Isabel entre 1973 y 1976. Obviamente, Menem ni lo planteó entre 1989 y 1999. Pero tampoco el kirchnerismo durante sus doce años de gobierno (2003-2015) y mucho menos lo plantea ahora, que incluso sostiene que no hay que siquiera romper el acuerdo con el Fondo, sino apenas renegociarlo.

(Leer nota principal)
https://bit.ly/30RPz6d

 

El 29 de mayo de 1969 cambió la historia del país. En medio de una huelga general, obreros y estudiantes se movilizaron y derrotaron a la policía tomando el control del centro de la ciudad de Córdoba. La dictadura de Onganía quedó herida de muerte.

Escribe Diego Martínez

En el marco de un contexto mundial signado por las movilizaciones contra la intervención militar estadounidense en Vietnam y las grandes luchas obreras y estudiantiles ocurridas en países como Italia, Japón y México, tras el Mayo francés que puso en jaque al gobierno de De Gaulle en Francia, hacia 1968 comenzaba a producirse un cambio en la situación política argentina.

El contexto nacional

Desde 1966 gobernaba el dictador Onganía. La represión y la miseria comenzaron a generar un creciente malestar en los sectores obreros y populares. El estudiantado del interior empezó a luchar y fue duramente reprimido. El movimiento obrero comenzaba a recuperarse después de años de estancamiento. Durante 1968 se dieron tres luchas obreras importantes: la de los petroleros de YPF en Ensenada, la de los gráficos de Fabril Financiera en Barracas y la de Citroën, también en la ciudad de Buenos Aires. Fueron tres luchas largas y con mucha fuerza en la base. Fueron derrotadas, pero el ascenso no se interrumpió y se trasladó a las provincias.

En marzo de 1969 hubo conflictos estudiantiles en Tucumán y Rosario. Las luchas obreras las encabezaron los metalúrgicos, Luz y Fuerza,Smata, estatales y docentes.

A mediados de mayo se movilizaron los estudiantes correntinos en contra de la privatización del comedor universitario y fueron duramente reprimidos. Juan José Cabral, de 22 años, que cursaba Medicina, fue asesinado por la policía. Esto generó una inmediata movilización en Rosario que dio origen al Rosariazo. El 16 de mayo los estudiantes comenzaron a movilizarse y enfrentar en las calles a la policía hasta derrotarla. El 21 de mayo se sumaron sectores del movimiento obrero día en que fue asesinado el joven metalúrgico Luis Blanco.

El Cordobazo

En este contexto de ebullición, la CGT se vio obligada a convocar un paro de 24 horas para el 30 de mayo. En Córdoba la CGT regional decidió adelantar el paro para el 29, transformando la acción en una huelga de 36 horas. Tal era la bronca que había entre los trabajadores que la medida tuvo una adhesión del 98% y para el mediodía se movilizaron al centro de la ciudad junto con los estudiantes. En un área de aproximadamente 150 manzanas se enfrentaron con la policía. Se levantaron barricadas, los vecinos colaboraron con los manifestantes reprimidos se fueron sumando a la protesta. La policía mató al obrero del Smata Máximo Mena y el estudiante Daniel Castellanos. Pese a esto los manifestantes pasaron a controlar cada vez más esquinas de la ciudad de Córdoba y la policía se tuvo que retirar. Hasta las 17 los puntos neurálgicos estuvieron controlados por obreros y estudiantes, quienes protagonizaron una insurrección espontánea detonada por el odio a la dictadura militar. Después ingresó el ejército en el centro de la ciudad pero el movimiento ya se había replegado hacia los barrios. El gobierno de Onganía nunca se pudo recuperar de aquel golpe.

Las lecciones que nos dejó

El Cordobazo marcó un antes y un después en la lucha de clases que produjo un sostenido ascenso que fortaleció a los sectores antiburocráticos y clasistas del movimiento obrero. Esto se prolongó hasta 1976, cuando el golpe genocida de Videla vino a derrotar a los trabajadores. Después de que fracasara el Gran Acuerdo Nacional (GAN) pergeñado entre radicales y peronistas y comandado por Perón en su retorno al poder en 1973, con el objetivo de contener las luchas obreras.

Más allá de la narración de los hechos históricos, lo importante es reflexionar acerca de las lecciones políticas que nos dejó el Cordobazo. El “mayo cordobés” nos demostró que cuando la clase obrera se organiza masivamente y se moviliza con decisión puede torcer el rumbo de la historia, pese a los intentos de frenar las luchas de las patronales, los partidos burgueses y la burocracia sindical.
Si el ascenso iniciado en el Cordobazo pudo ser frenado y no siguió avanzando hacia una revolución socialista fue porque la conducción de los trabajadores era mayoritariamente peronista, un movimiento político que vino a garantizar la “estabilidad” del país para los empresarios. De allí que la otra gran lección de este proceso sea la necesidad de progresar en la construcción de una dirección revolucionaria, política y sindical que encauce las luchas hacia un gobierno de los trabajadores.


Qué decía Nahuel Moreno

“ […] Lo que ha ocurrido en Rosario, y principalmente en Córdoba, tiene un nombre muy claro, ha sido una semiinsurrección […]Tanto en Rosario como en Córdoba hemos presenciado el encuentro de los obreros y estudiantes con las fuerzas represivas, como la derrota de estas. Uno de los principales brazos armados del régimen, la policía, fue puesta en retirada por las fuerzas populares.

[…] En Córdoba el ejército intervino violentamente, originando una situación semiinsurreccional, de lucha civil, aunque por falta de dirección no fue respondida en la misma forma por el movimiento obrero y estudiantil. Hubiera sido suficiente que los trabajadores se hubieran armado para responder al fuego del ejército para que la guerra civil y la insurrección hubieran sido un hecho […] Lo que faltó tanto en Córdoba como en Rosario fue un partido revolucionario que supiera organizar a las masas para la insurrección. Si ese partido hubiera existido, hubiéramos logrado armas para los obreros y estudiantes, así como hubiera sabido elaborar un plan insurreccional para golpear a las fuerzas de la reacción en sus puntos neurálgicos […]

Moreno,Nahuel, Después del Cordobazo, Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2013

Escribe Martín Fú

Se cumplen 45 años de la Masacre de Pacheco, un duro golpe contra la militancia del Partido Socialista de los Trabajadores (PST, antecesor de Izquierda Socialista) y la organización obrera y sindical de la zona norte del Gran Buenos Aires. El 29 de mayo de 1974 una patota mixta de la fascista Triple A y de la burocracia de la Unión Obrera Metalúrgica atacó a balazos el local que el PST tenía en la localidad de Pacheco. A medianoche, previo corte de luz en toda la manzana y luego de ametrallar el frente del local, un grupo identificado con camperas de cuero y brazaletes ingresó a los tiros, provocando destrozos y golpeando a culatazos a los presentes. Seis compañeros fueron secuestrados. Tres compañeras fueron liberadas a las pocas cuadras.

Oscar “Hijitus” Meza, de 26 años, era miembro de la comisión interna de los Astilleros Astarsa, en Tigre. En 1973 formó parte de la toma de la planta luego de la muerte de un obrero, consiguiendo reducir la jornada laboral de doce a siete horas. Antonio “Toni” Moses, de 24 años, era obrero metalúrgico de la autopartista Wobron, dirigida por la antiburocrática Lista Gris y Mario “Tano” Zidda , de 22 años, dirigente estudiantil de la Técnica Nº 1 de Tigre y obrero de la textil Abea. Sus cuerpos aparecieron acribillados a balazos en Pilar un día después de secuestrado.

La Masacre de Pacheco formó parte de un plan sistemático de la reacción fascista contra la vanguardia obrera de zona norte, en donde el PST tenía amplia influencia en una franja muy grande del movimiento obrero industrial. En la UOM el trabajo del la Lista Gris del PST se destacaba por dirigir o tener influencia en establecimientos industriales como Cormasa, Wobron, De Carlo, Corni, Otis y Texas Instruments, entre otros. El ataque al PST y a sus jóvenes dirigentes generó el repudio de los trabajadores de la zona, que llegaron a parar sus fabricas en algunos casos. Al velatorio de Meza, en la sede Bomberos de Tigre llegaron más de mil trabajadores de Astarsa, Corni y Cormasa para envolver el féretro con una bandera roja. En el local central del PST miles acompañaron desde la calle la despedida que dio Nahuel Moreno.

Julio Yessi, de la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA), hombre cercano a Perón, Jorge Conti, yerno de López Rega y subjefe de Prensa de la Casa de Gobierno hasta 1975, y Salvador Siciliano, matón de la Triple A, fueron parte del operativo y, gracias al testimonio de las compañeras sobrevivientes, fueron juzgados y condenados.

Al cumplirse 45 años de la Masacre de Pacheco, como militantes revolucionarios recordamos con dolor a quienes nos precedieron en el camino de la lucha y nos declaramos orgullosos continuadores de izar las mismas banderas que levantó el PST durante los años de plomo de la Triple A y luego con la dictadura. ¡Antonio, Mario y Oscar presentes!

 
 

 

 

“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido, sino adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro”. Walter Benjamin,

Escribe Ezequiel Peressini, Legislador de Córdoba por Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda.

Necesitamos recuperar el “Cordobazo”. Necesitamos estudiarlo, pero no para rendir el parcial de alguna materia. Tampoco para aparentar ser eruditos de la historia de nuestra clase. Necesitamos adentrarnos en sus hechos, pero no para pensar que podemos hoy abarcar la totalidad de los momentos que lo componen y describirlos como si fuese un inventario. No solo sería imposible, también carecería de sentido.

Lo que necesitamos recuperar del Cordobazo son sus enseñanzas centrales. Qué de ese momento cualitativo en la historia de la unión de la clase trabajadora y el movimiento estudiantil nos resulta hoy útil para enfrentar nuestros desafíos y peligros actuales. Por eso, tampoco tenemos que recuperarlo para hacer una historia mitológica sin señalar sus limitaciones. Eso no sería aprender: no nos fortalecería ante nuestros enemigos.

Paso, paso, paso, se viene el Cordobazo

Ubiquémonos en 1969. O sea, el año siguiente al 1968 del Mayo Francés, de las grandes movilizaciones en México, de la resistencia civil contra la invasión yanqui a Vietnam. Es 1969 el último año de la primera década impregnada por el faro de la primera revolución socialista triunfante en la región, Cuba; y en escasos meses posteriores al asesinato del héroe y mártir de la revolución latinoamericana: el Che Guevara.

En nuestro país habían empezado a crecer las luchas obreras y estudiantiles contra la dictadura de Onganía. Primero en Buenos Aires y luego en el interior del país. En marzo de 1969 hubo disturbios estudiantiles en Tucumán y Rosario.

A mediados de mayo, la policía reprimió una movilización estudiantil en Corrientes, donde fue asesinado el joven Juan José Cabral. En Rosario el repudio fue multitudinario, y cayó otro estudiante, Adolfo Bello. Tres días después, vino el ensayo general del Cordobazo. Así describió Nahuel Moreno al Rosariazo en un escrito de la época: “Durante varios días el estudiantado jaquea al gobierno y se moviliza contra él, desde el viernes 16 hasta el miércoles 21 de mayo […] Recién ese día el movimiento estudiantil logra arrastrar a sectores del movimiento obrero y transforma su movilización en una semiinsurrección al enfrentar y derrotar a la policía con el apoyo masivo de la población, y la intervención de elementos de vanguardia y juveniles del movimiento obrero.” En esa jornada asesinaron al joven obrero metalúrgico Luis Norberto Blanco.

El 27 de mayo, las dos “CGT” (el vandorismo, de Azopardo; y el ongarismo, de la “CGT de los Argentinos”) convocaron a paro general en todo el país para el viernes 30 de mayo. En Córdoba, donde la situación ya venía muy caldeada, la CGT regional convocó a paro activo de 36 horas, desde el mediodía del jueves 29 de mayo.

Córdoba era la segunda ciudad del país por población y peso industrial. Se combinaban un movimiento obrero joven, altamente calificado, en el sector automotor y metalúrgico, con una burocracia relativamente más débil; un estudiantado de tradición combativa, concentrado en pensiones y casas estudiantiles en el Barrio Clínicas, que se venía movilizando en solidaridad con los tucumanos, correntinos y rosarinos; el creciente malestar popular por los bajos salarios y la represión; y sectores importantes de la patronal cada vez más descontentos con el régimen militar.

Desde las 10 de la mañana de ese jueves, comenzó el paro activo. Miles y miles de obreros abandonaban las fábricas (ausentismo del 98 por ciento) y se dirigían al centro. Los manifestantes, a los que se iban sumando cada vez más estudiantes, se fueron encolumnando y, en un área de aproximadamente 150 manzanas, comenzaron a correr a la policía. Al medio día los enfrentamientos eran generalizados. Aumentaba la cantidad de fogatas para alejar los gases y se levantaban barricadas con el apoyo del vecindario. La Guardia de Infantería utilizó armas de fuego y cayeron el obrero de SMATA Máximo Mena y luego el estudiante Castellanos.
Pero la acción de la policía se fue atomizando y se tuvo que replegar. La zona céntrica de la ciudad quedó en manos de los manifestantes. Este triunfo marcó el pico más alto de la movilización. La falta de dirección y de objetivos claros hizo que, al desaparecer el enemigo visible (la policía), aun cuando por la fuerza de la movilización se han convertido en amos de la ciudad, los manifestantes comenzaron a replegarse a los barrios.

La entrada de las tropas al centro se produce recién a las 17 horas. El Ejército sí tenía una dirección y objetivos claros y rápidamente recuperó el dominio
del centro. Los manifestantes se replegaron a los barrios. Surgieron consignas hacia la tropa, como “Soldados, hermanos, no tiren”. Comenzaron a organizarse comisiones obrero-estudiantiles, pero sin llegar a formar una dirección de conjunto, que no existió en momento alguno.

Al medio día el gobierno declaró que “todo es obra de minorías extremistas”. A los numerosos presos del día anterior se le suman el secretario general del SMATA, Elpidio Torres, y Agustín Tosco, de Luz y Fuerza. Según la revista cordobesa Jerónimo, hubo 6 muertos, 51 heridos y 300 arrestados. Fueron seriamente dañados entre 15 y 20 grandes establecimientos comerciales y quemados unos 60 automóviles.

Consecuencias

El Cordobazo marcó el inicio de un nuevo ascenso en la lucha de clases, que fue creciendo hasta mediados de los setenta, cuando el golpe genocida derrotó a los trabajadores. Para fines del 69’, luego de dos fuertes medidas de protesta nacionales, todos los presos habían sido
liberados. Comenzó a desarrollarse una fuerte corriente clasista y antiburocrática en el movimiento obrero, cuya máxima expresión fueron los sindicatos combativos de la FIAT, el Sitrac y el Sitram. En noviembre de 1970, con el “Viborazo”, otra insurrección obrera, el debilitado Onganía
fue sucedido por Levingston, y luego por Lanusse.  Este finalmente se decidió a apelar de manera directa al General Perón, exiliado en Madrid. Entre los militares y los dirigentes radicales y peronistas se forjó el Gran Acuerdo Nacional, con el cual el viejo líder retornó al país con el objetivo de lograr canalizar y frenar el ascenso obrero y popular. Perón vino a terminar con los “azos” que parió el Cordobazo. 

Entonces, ¿qué recuperar del Cordobazo en mayo del 2019?

Pensar hoy el Cordobazo es en primer lugar preocuparse por entender cómo distintos fenómenos en distintos lugares del mundo se retroalimentan, y que “la clase obrera es una y sin fronteras”, no solo como un dicho, sino como parte de un todo que va aprendiendo y tomando valor para enfrentar a los gobiernos capitalistas.

Pensar hoy el Cordobazo es tomar noción de la potencia que tiene la unidad de la clase trabajadora junto al movimiento estudiantil. A la dictadura de Onganía no la tiraron los burócratas que decían que “había que esperar” y que “no daba para salir a luchar”, como hoy dicen dirigentes peronistas y kirchneristas. La historia, la historia que avanza en un sentido progresivo, la escriben los pueblos con su fuerza en las calles, no quienes se quedan guardados.

Eso también vale para pensar cuando en la actualidad hay luchas y el kirchnerismo nos dice que no salgamos porque Bullrich nos va a reprimir, como cuando nos movilizábamos por la aparición de Santiago Maldonado o cuando se aprobaba el presupuesto en el Congreso Nacional, o leyes en la legislatura como la de la UNICABA, y las burocracias metían miedo diciendo que no había que pelearla. El Cordobazo muestra cómo la masividad, la organización y la decisión de la clase trabajadora cuando se lo propone puede barrer lo que sea.

También es importante tomar noción de la dinámica que le aportan a la clase trabajadora sus elementos más jóvenes, si eso era así en los 60’, ni que hablar hoy con los enormes procesos de precarización laboral que se desarrollaron en las últimas décadas y que afectan sobre todo a quienes afrontan sus primeros empleos.

En nuestro país volvieron a darse estallidos violentos y de ruptura política como el Cordobazo, otros “azos”, hasta el Argentinazo del 2001, y más recientemente vimos la rebelión popular de diciembre de 2017 contra la Reforma Jubilatoria de Cambiemos. Porque la clase trabajadora y el pueblo acumulan bronca cuando el ajuste avanza, y eso tarde o temprano siempre estalla. Frente a la enorme crisis económicasocial a las que nos encaminaron Macri, el peronismo y el FMI, tenemos que tomar noción de la enorme limitación que representa la ausencia de una clara dirección sindical y política independiente de los partidos patronales y que pelee por transformaciones de fondo.

Los ritmos de los estallidos, de los “azos”, su frecuencia, no dependen de un partido. Lo que sí está en nuestras manos es preocuparnos por llegar a esas situaciones con cada vez más fuertes herramientas políticas, para poder triunfar. Es en esa perspectiva que impulsamos, por un lado, el Plenario del Sindicalismo Combativo con referentes como el “Pollo” Sobrero (Ferroviarios), Jorge Adaro (ADEMYS), Angélica Lagunas (ATEN), Alejandro Crespo (SUTNA), y por otro, una alternativa política socialista y de la clase trabajadora: el Frente de Izquierda y nuestro partido Izquierda Socialista.

A 50 años, pensemos el Cordobazo de cara a nuevos “azos”, y preparemos las condiciones para que un próximo “azo” conquiste un gobierno de la clase trabajadora y el pueblo.

Nuestro semanario. En el que te acercamos el reflejo de las luchas del movimiento obrero, las mujeres y la juventud, además un análisis de los principales hechos de la realidad nacional e internacional.

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