Jul 27, 2024 Last Updated 6:34 PM, Jul 26, 2024

La Corte Suprema rechazó un recurso presentado por la defensa de Luis Chocobar, el policía que asesinó por la espalda a Pablo Kukoc, de 18 años. Desde un primer momento, Chocobar contó con el apoyo de los más altos funcionarios del gobierno, que defendieron su accionar. El presidente Mauricio Macri lo recibió en la Casa Rosada; Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, tomó como ejemplo el accionar del matador y hasta llegó a instigar al resto de las fuerzas de seguridad para que lo tomaran como ejemplo, promoviendo aún más el gatillo fácil y la línea de “matar por la espalda”. Chocobar será juzgado, a pesar del apoyo del gobierno, por homicidio agravado por la utilización de un arma de fuego en exceso del cumplimiento del deber, calificación legal dictada por la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional y refrendada por
unanimidad por la Corte. Otro revés para la política de impunidad y represión de Macri y Bullrich

Editorial

Este miércoles 24 se volvió a mostrar un masivo repudio al gobierno de Macri y de Cambiemos frente al Congreso. Se dio con decenas de miles movilizados en las calles como parte de un rechazo mucho mayor aún, obrero y popular, ante un gobierno decidido a aplicar un ajuste sin fin, con un recorte de 400.000 millones de pesos para pagar la deuda externa a costa de seguir esquilmando partidas en salud, educación, vivienda, trabajo y tantos otros ítems sociales.

El país se sigue hundiendo de la mano de Macri, más con este presupuesto hecho al servicio de salvar a una minoría de banqueros, grandes empresarios, multinacionales y usureros de la deuda. Tal es el saqueo que aprobaron el dictamen sin que estén los cambios por escrito y se aprestaban a votarlo en Diputados a libro cerrado. Se trata de un gobierno y un Congreso puestos de rodillas ante los dictados del organismo imperialista, el FMI.
Desde Izquierda Socialista y el FIT venimos denunciando que este presupuesto dispone 750.000 millones de pesos sólo para pagar intereses de la deuda externa. Es casi el doble de lo que se va a destinar a salud, educación, ciencia y tecnología, protección social, agua potable y trabajo juntos. Es un brutal saqueo y entrega que nos llevará a un mayor caos social, al crecimiento de la pobreza y a la miseria para millones. Un ajuste que también afecta a la clase media, con tarifazos y una brutal inflación que superará el 45%, mientras los salarios, las jubilaciones y los planes sociales siguen en picada.

Pero si el repudio en las calles no fue mayor se debió al papel traidor de las conducciones sindicales peronistas. La CGT directamente se borró. Ante el brutal ajuste y la feroz represión, con casi treinta detenidos, no abrió la boca. Es una más de las defecciones de una burocracia cómplice directa del ajuste macrista. Frente a la pelea contra el presupuesto, dejaron a miles de trabajadores y activistas solos enfrentando el ajuste y la represión, al igual que docentes y estatales que pararon masivamente contra el ajuste. Esto no quita que, producto de la bronca y el repudio a la política de hambre contra el pueblo trabajador, estén obligados a hacer un llamado a alguna medida de fuerza, como ya lo vienen anticipando Daer y Acuña.

Por su parte, los dirigentes kirchneristas que integran el llamado Frente Sindical por el Modelo Nacional, encabezado por Hugo y Pablo Moyano y Ricardo Pignanelli, el burócrata del Smata, priorizaron el acto con la Iglesia en Luján en vez de llamar a marchar masivamente este 24. Ayudaron así al propio juego de la cúpula católica, donde el papa Francisco y los obispos se juegan a garantizar la gobernabilidad llamando al “diálogo” y poniendo paños fríos “para evitar un estallido social”, coincidiendo en esto con los planteos del peronismo, de “esperar las elecciones del año que viene”.
Estas conducciones del peronismo, tanto políticas como sindicales, no quieren derrotar hoy el presupuesto ni el ajuste de Macri y el FMI. Se volvió a mostrar el contraste entre la predisposición a la lucha de la clase trabajadora y el freno a la movilización por parte de estos dirigentes. Lo critican de palabra, pero no lo enfrentan. ¿Qué hubiera pasado si se paraba 48 horas, con movilización, como lo reclamamos desde la izquierda? Otro habría sido el panorama.

Macri se aprestaba a votar el presupuesto en Diputados con la complicidad de la oposición patronal, esencialmente del peronismo. En los próximos días la escena se repetirá en el Senado. En el caso de la Cámara baja, Cambiemos tiene 108 diputados. Para llegar a los 129 del quórum contó con los legisladores de Schiaretti y Urtubey y, fundamentalmente, con la nota de color de los diputados de San Luis, quienes, después de que su gobernador se opusiera a firmar el nuevo acuerdo del gobierno con las provincias, terminaron siendo quienes le garantizaron el número para sesionar. También aportaron los diputados del gobernador de Tucumán Manzur, el que compartió el acto peronista del 17 de octubre con Daniel Scioli. Por su parte, Kicillof y Rossi, por el kirchnerismo, y Graciela Camaño, por el massismo, hicieron encendidas intervenciones en el circo parlamentario mientras sus conducciones sindicales afines no movían un dedo en las calles. Esta es la realidad del peronismo, más allá de sus dobles discursos.

A pesar de las trabas sindicales y políticas que tiene la clase trabajadora, la bronca se expresó y va a seguir creciendo. Si hay ajuste y represión va a haber más lucha. En las próximas semanas se volverán a dar nuevos capítulos de esta pelea. Desde cada lugar de trabajo, de estudio o en los barrios sobran ganas para enfrentar estas políticas. Se avecinan nuevos choques contra este gobierno hambreador al ritmo de mayores ataques al nivel de vida de las masas.

Desde el sindicalismo combativo y la izquierda llamamos a la más amplia unidad para derrotar el ajuste de Macri, el FMI y los gobernadores. Hay que exigir el paro de 48 horas y una movilización a Plaza de Mayo, junto con un plan de lucha nacional contra el ajuste. Y, fundamentalmente, salir a dar pelea por medidas de emergencia: por salario, por la anulación de los tarifazos y, esencialmente, por romper el pacto con el FMI y dejar de pagar la deuda externa. Para todo esto hay que fortalecer al sindicalismo combativo contra la burocracia sindical y al Frente de Izquierda como alternativa política. Ante un pueblo trabajador que empieza a decir cada vez con más fuerza que esto no va más, hay que plantear que la salida es un gobierno de los trabajadores y la izquierda.
En lo inmediato, llamamos a seguir fortaleciendo las luchas contra el ajuste y por derrotar esta política antiobrera y entreguista de Macri y sus cómplices.

El acuerdo con el Fondo significa que el verdadero “ministro de Economía” del país pasará a ser el propio Fondo Monetario. Por supuesto que su titular, Christine Lagarde, no se ocupará directamente de esa tarea. Ni siquiera lo hará el responsable del “Hemisferio Occidental”, área geográfica del FMI en que está incluida la Argentina.

Para seguir el día a día y controlar rigurosamente que nuestro país cumpla con el ajuste exigido, ha designado al jamaiquino Trevor Alleyne. Este economista, con 25 años de antigüedad en el Fondo, ya tiene experiencia en la tarea, habiendo monitoreado ajustes anteriores en Nigeria y Zambia.
Ya desde que el gobierno de Macri decidió recurrir al organismo, en mayo pasado, puso a disposición del FMI unas cómodas oficinas en el interior del edificio del Banco Central. Trevor Alleyne aspira a que cuando llegue a instalarse en Buenos Aires ya pueda tener oficinas propias en otro edificio. Allí se dirigirán seguramente muchas de las manifestaciones de protestas que crecerán como hongos en los próximos tiempos.

Escribe José Castillo

El Indec acaba de publicar la inflación del mes de septiembre: 6,5%. Vamos a una inflación total para el año que superará el 45%. Los salarios ya están perdiendo entre 11% y 17%. Los trabajadores se ven obligados a achicar sus consumos a menos de lo indispensable.

Se veía venir. Bastaba con sólo recorrer las góndolas de los supermercados y ver la locura de la remarcación de precios. Pero ahora se dio a conocer el dato oficial: el mes de septiembre registró la inflación más alta desde abril de 2002, con un 6,5%. Y ya vamos a un año que terminará entre 45% y 48%. Será la mayor suba de precios desde 1991, a la salida de la hiperinflación.
Lo peor es que el 6,5% del Índice de Precios al Consumidor es un promedio. La llamada “inflación núcleo”, donde están los productos de mayor consumo, dio más alta aún: 7,6%. Los incrementos más importantes se dieron justamente en alimentos y bebidas (7%), indumentaria (9,8%) y transporte (10,4%). Todo pegando directamente en el bolsillo del trabajador.

Lo peor es que esto no terminó. El ministro Dujovne mintió descaradamente cuando afirmó en el Coloquio de IDEA que la inflación ya empezó a frenarse. El Índice de Precios Mayoristas de septiembre dio 16,5%. Esto quiere decir que existen muchísimos aumentos de precios que ya están en los listados mayoristas y que todavía no terminaron de pasar a los comercios minoristas. Por eso en estos días en que el dólar bajó unos centavos los precios no se redujeron, sino que siguieron subiendo. Para octubre se espera un piso de suba de precios de al menos 5%. Esto sucede por los incrementos en la nafta, el gas, los peajes, las prepagas y los pasajes del transporte.

La contrapartida de todo esto es el salario, que se sigue pulverizando. Las distintas consultoras económicas coinciden en que ya se lleva perdido entre 11% y 17% de poder adquisitivo.
Por eso se está dando un auténtico derrumbe en el consumo popular. La familia trabajadora ya está prescindiendo incluso de lo indispensable. Según Scentia (consultora especializada en consumo masivo), las ventas de alimentos, productos de limpieza, cosmética y tocador cayeron 3,9% en septiembre, en una tendencia que empeora mes a mes.

De ahí que no llamó la atención que el Día de la Madre (que es siempre el segundo día en facturación de los comercios de todo el año, después de Navidad) las ventas cayeran 13,3% respecto del año pasado, a pesar de que todos los artículos estaban en promedio un 50% más caros. De nada valieron las promociones o los descuentos: los que pudieron comprar algo lo hicieron por un promedio de 500 pesos o menos por regalo.

Los trabajadores perdimos entre 6% y 10% frente a la inflación en 2016. En 2017 algunos gremios del sector privado apenas si lograron empatar la suba de precios con la cláusula gatillo. Otros, como los docentes, ni siquiera consiguieron eso, perdiendo en promedio otro 9%. Ahora vamos a un 2018 donde nuestros sueldos se caen más aún que los dos años anteriores. Es urgente parar esto ahora. Tenemos que exigir un aumento salarial de emergencia para todos. Y la inmediata reapertura de todas las paritarias, para que podamos recuperar lo que la inflación nos está robando, exigiendo, ante esta suba de precios galopante, que los salarios se ajusten mensualmente junto con el incremento del costo de vida.

23,5% de los sueldos para pagar servicios

Según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda, los trabajadores se ven obligados a utilizar casi un cuarto de su salario (23,5%) sólo para pagar facturas de servicios públicos y pasajes de transporte. No debería extrañarnos. El siguiente cuadro nos permite comparar lo que viene pasando desde que comenzaron los tarifazos a comienzos del gobierno de Macri.

Fuertes subas en alimentos y remedios

Muchos artículos de primera necesidad subieron más que el promedio de 6,5%. Eso está provocando, según una encuesta del Centro de Economía Política (CEPA), que una de tres familias (34%) ya haya reducido el consumo de lácteos, una de cada dos (54%) el de carnes, dos de cada tres (64%) las frutas y, lo más grave, una de cada cuatro (23%) incluso los medicamentos que necesita.

Escribe Guido Poletti

Sergio Massa realizó una gira por los Estados Unidos. Fue la típica recorrida para mostrarse presentable ante el establishment financiero y político del imperialismo, paso indispensable para que los yanquis lo consideren un candidato presidenciable “racional”, como dicen los analistas de los partidos patronales.

Lo que llamó la atención es que en dicho viaje Massa haya hecho declaraciones diciendo que, de ser gobierno, procederá a renegociar el acuerdo con el FMI. Esta afirmación levantó una polvareda. Por supuesto, desde el gobierno aprovecharon para hacer un poco de circo mediático. Así, el ministro de Hacienda y Finanzas dijo que “en nada ayuda que un dirigente de la oposición haga estas declaraciones, que yo considero no guardan la responsabilidad que debería tener un dirigente político que pretende tener cierta envergadura”. Obviamente, “se la dejó picando” a Massa para que le respondiera “lo que no ayuda es haber desilusionado al pueblo, dejar sin crédito a las pymes…” y un largo etcétera.

Pero vamos a la cuestión de fondo. Es obvio que Massa, que ha constituido con Schiaretti, Urtubey y Pichetto un cuarteto que busca liderar el peronismo no kirchnerista, busca, dentro de ese espacio, mostrarse como opositor (en disputa con Urtubey, que es el que aparece más pegado al kirchnerismo). Por eso formalmente sale a decir que “no le parece bien” el acuerdo con el Fondo. Pero, al mismo tiempo, tiene que tender puentes con el propio imperialismo. Por eso cuida con precisión las palabras que usa. En ningún momento Massa se refirió a “romper con el FMI”. Ni siquiera a repudiar este acuerdo. Su expresión exacta fue “renegociar”. En concreto, sentarse a ver si el Fondo se aviene a rediscutir algo del acuerdo. Nada nuevo. ¡De hecho el propio gobierno de Macri hace apenas un mes tuvo que pedir “renegociar” el acuerdo que había firmado en junio por 50.000 millones de dólares! El resultado ya lo conocemos: obtuvo un préstamo mayor (57.000 millones) y adelantos en el envío de las cuotas, a costa de un ajuste astronómicamente mayor, el mismo que varios diputados de ese nuevo espacio del peronismo se aprestan a apoyar, en el marco del acuerdo de Macri con los gobernadores.

No nos confundamos entonces. Más allá de los gestos opositores, que el propio imperialismo yanqui y el FMI comprenden y aceptan como parte del juego electoral, el peronismo ya anticipa cuál va a ser su posición si llega a gobernar a fin de 2019: aceptar los acuerdos firmados por Macri y, en todo caso, renegociar los nuevos términos del ajuste. El resultado final ya lo conocemos: más exigencias y una deuda que seguirá creciendo, mientras cada vez pagaremos más de intereses.

 

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