May 27, 2024 Last Updated 3:16 PM, May 25, 2024

Escribe José Castillo

El gobierno de Alberto Fernández quiere convencernos de que, una vez terminada la actual renegociación de la deuda con los pulpos, quedará resuelto “definitivamente” el problema de la deuda externa. Simplemente tendremos unos vencimientos perfectamente “sustentables” y fáciles de pagar en el futuro. 

Pero no es esto lo que sucederá. En la actual negociación lo que se discute son más de 60.000 millones de dólares en bonos donde cualquier conflicto se terminará discutiendo en el juzgado del Segundo Distrito Sur de Nueva York. El mismo donde, hasta hace pocos años, estaba el temible juez Thomas Griesa, el que siempre fallaba contra la Argentina y le daba la razón a los fondos buitres y, a partir de lo cual, el macrismo, con el apoyo del peronismo, terminó pagando 10.500 millones de dólares a principios de 2016.

Hoy, ya retirado Griesa, ese juzgado está a cargo de Loretta Preska. La nueva jueza le hace honor a su predecesor. Acaba de decidir que la Argentina tiene que pagar 224,2 millones de dólares a bonistas que no entraron en los canjes 2005 y 2010 y no estaban contemplados en el pago a los buitres efectuado en 2016. Se trata de deudas por bonos emitidos entre 1997 y 2001.

Con razón algún compañero puede preguntarse ¿pero no se había pagado todo cuando se canceló esa deuda con los buitres? Y acá está la sorpresa, no. Así, el fondo buitre Attestor Master Value cobrará 67,9 millones de dólares y Trinity Investment, 156,3 millones de dólares. 

Pero eso no es lo peor. Quedan otros acreedores, buitres que todavía están “pendientes” para cobrar. Los abogados del estudio yanqui Cleary Gottlieb Steen & Hamilton, que representan a la Argentina, le pidieron a la jueza que “acelere el listado de bonistas que aún tienen en su poder bonos en default 2001”. ¿Cuántos y quiénes son? No se sabe. Algunos dicen que se trata de 300 millones de dólares, otros de 800. Sebastián Maril, director de Fin.Guru, asegura que puede llegar a 3.000 millones. Increíblemente, el escrito presentado por los abogados que representan a la Argentina dice que están dispuestos a pagar para demostrar “respeto por las leyes norteamericanas y a la investidura de la magistrada” (Ámbito Financiero, 9/7).

Y aun cuando paguemos todo eso, no terminarán ahí los juicios contra nuestro país que tiene en sus manos la jueza Preska. El fondo buitre Burford le reclama a la Argentina un monto indeterminado de un mínimo de 3.000 millones de dólares y un máximo de 12.000 por la estatización de YPF. ¿Qué tiene que ver ese buitre con YPF? La historia es increíble, cuando se produjo la estatización en 2012, el Grupo Petersen (de Eskenazi, que ingresó gratis en YPF de la mano de su amigo Néstor Kirchner) le reclamó al mismo gobierno peronista kirchnerista una “indemnización” por la estatización. Y lo hizo en los tribunales de Nueva York. En 2015 Petersen quebró y le vendió la deuda al fondo buitre Burford, que ahora reclama que se le pague ante la jueza Preska.  

La jueza también tiene en sus manos otro juicio contra nuestro país. El del fondo buitre Aurelius, que reclama cobrar el cupón PBI de 2014, que no se pagó porque la Argentina ese año creció menos de 3,2 por ciento. Pero Aurelius alega que ese PBI estuvo “mal medido” y que entonces le toca cobrar, por supuesto, con intereses y punitorios. 

Dejamos todo en manos de “William Boo”

Hace décadas, hubo un exitoso programa de lucha en la televisión argentina que se llamaba Titanes en el Ring. Allí las peleas eran en realidad un show donde había “buenos y malos”. Lo mismo sucedía con los árbitros. El peor se llamaba William Boo, que dejaba “hacer” y ganar siempre a los malos. 

Que la deuda argentina se tenga que dirimir siempre en los tribunales yanquis (más aún, siempre en el mismo) es exactamente lo mismo. Griesa y Preska son William Boo. Ya sabemos, sus fallos siempre van a ser, por definición, a favor de los buitres y contra nuestro país. 

La deuda externa es una bola de nieve 

Todo lo anterior está directamente relacionado con la actual negociación. El gobierno de Alberto Fernández ya le cedió 15.000 millones de dólares más a los pulpos acreedores desde que lanzó la primera propuesta. La quita de capital es prácticamente cero, se acepta abonar el doble de intereses que en la propuesta original y se empezará a pagar a partir de 2021, y no con “tres años de gracia” como se decía antes. 

Sin embargo, puede darse que, aun después de ceder todo esto, queden bonistas que no acuerden y quieran más. Y vayan a juicio con Preska. Entre ellos hasta puede estar BlackRock, el fondo más poderoso del mundo. ¿Nos imaginamos cómo terminará este reclamo?

Recapitulemos. Por todo esto decimos que la deuda externa argentina es una estafa permanente y que no hay salida si seguimos pagando. Vamos a terminar pagando una fortuna a estos bonistas tras la reestructuración. Y luego seguirá lo que “arreglemos” en la renegociación con los bonistas bajo legislación local. Y después vendrá la discusión de cómo pagamos los 49.000 millones que le “debemos” al FMI.

Y cuando termine todo eso todavía faltarán las deudas provinciales. Y el Club de París. Y, aun cuando paguemos todos estos vencimientos seguiremos siendo declarados “deudores” por la jueza Preska que nos exigirá todo lo que explicamos más arriba. Más lo que reclamarán en el futuro los nuevos buitres. Y así hasta el infinito. 

Por eso insistimos. La única salida es repudiar de una vez la totalidad de esta deuda externa, que es ilegal, ilegítima e inmoral. Que no tiene “sustentabilidad” que valga. Sin vueltas, hay que dejar de pagarla y poner todos esos recursos al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares.




Escribe Guido Poletti

Ante cualquier conflicto jurídico, la mayoría de la deuda externa argentina se decide en los tribunales de países imperialistas. Mayormente, en Nueva York que, como sabemos, siempre termina fallando a favor de los pulpos acreedores. 

En la actual renegociación de la deuda hay dos grupos de bonos. Y la realidad es que los que vienen de la época del peronismo kirchnerista (canjes 2005 y 2010) tienen condiciones más favorables para los acreedores que los que se emitieron durante la presidencia de Macri. 

Pasamos a explicarlo. Los bonos “kirchneristas” tienen una cláusula que establece que, en caso de renegociación, para que esta sea aprobada se requiere la aceptación del 85% del total de la deuda en cuestión y del 66% de cada bono a renegociar. Obviamente, como estos números son muy elevados, resulta fácil que uno o varios fondos buitres compren una parte de esos bonos y así impidan que se alcancen esos porcentajes. Esto los avala inmediatamente para “ir a juicio” en los tribunales de Nueva York y exigir el pago del ciento por ciento de la deuda más intereses punitorios.

Los bonos emitidos durante la presidencia de Macri establecen que, en caso de renegociación, bastará que el 66% del total y el 50% de cada bono acuerden una propuesta para que pase a ser aprobada. De hecho, el país deudor (la Argentina, en nuestro caso) está en mejores condiciones frente a los buitres en estos bonos que en los anteriores. Dejémoslo claro, en ambos casos se dirimen en los tribunales yanquis y en los dos las cartas legales están “marcadas” a favor de los buitres. Digamos simplemente que si los bonos emitidos por Macri son “Guatemala”, los de la era kirchnerista eran “Guatepeor”.

Todo esto ya estaba claro para los especialistas, pero ahora se hizo público masivamente a partir de una declaración firmada por Joseph Stiglitz junto a otros setenta economistas e intelectuales. El premio Nobel de Economía y amigo del ministro Guzmán, defendiendo la actual negociación, acusa a fondos como BlackRock de pretender “reemplazar las CAC -cláusulas de acción colectiva- con arreglos más antiguos, que podrían conducir  nuevamente a la depredación de los fondos buitres” (Proyect Syndicate, 9/7).

Sucede que esos “arreglos más antiguos” son los que habían negociado Néstor y Cristina Kirchner en 2005 y 2010. 

Es evidente entonces que no “nos habíamos desendeudado”, como decía el viejo doble discurso K. Ni tampoco “le habíamos doblado el brazo a los acreedores”. Tanto es así, que hasta las condiciones legales de dicha deuda terminaron resultando más favorables a los buitres que las de Macri.

Escribe Claudio Funes

En torno de las obras y servicios públicos hubo con Macri y con el peronismo kirchnerista una enorme corrupción. Empresas como Odebrecht de Brasil, Techint de Argentina, IBM de Estados Unidos, Shell de Gran Bretaña y Holanda y hasta empresarios, como Calcaterra o Báez, pagaron coimas a funcionarios del gobierno de turno para ganar licitaciones o directamente hacerse cargo de obras, yacimientos o servicios públicos.

Hay una larga lista de ex funcionarios y empresarios  corruptos que salieron de prisión. Roberto Baratta, mano derecha de Julio de Vido, y los ex dueños del Grupo Indalo, Cristóbal López y Fabián de Sousa, entre otros.

Las excarcelaciones del ex vicepresidente Amado Boudou y el ex ministro de Planificación Federal Julio de Vido y la posiblemente próxima de Lázaro Báez, por su significación política, son las más resonantes y las que han causado gran indignación entre el pueblo trabajador y los sectores populares.

El 6 de abril el Tribunal Oral Federal 4 resolvió otorgar prisión domiciliaria a Amado Boudou en medio de la emergencia sanitaria por el Covid-19.

Un mensaje del papa Francisco habría influido en la suerte de Boudou, dijeron fuentes judiciales. “En las cárceles donde hay superpoblación se corre el peligro de que esta pandemia termine en una grave calamidad –escribió el Papa en su cuenta de Twitter– #Oremos juntos por los responsables, por quienes deben tomar decisiones, para que encuentren un modo justo y creativo de resolver este problema” (Infobae 6/4/20).

Al ex compañero en la presidencia de Cristina Kirchner, durante el período 2011-2015 se lo condenó, por el caso Ciccone, a cinco años y diez meses de prisión por los delitos de cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública, más multa e inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos.

Hoy cumple prisión domiciliaria en un loft construido en el edificio de una antigua hilandería de Barracas, considerado patrimonio histórico de la ciudad de Buenos Aires. 

Con vista hacia una plaza interna con cascada y espejos de agua, el complejo cuenta con todos los servicios, gimnasio, pileta, sauna y seguridad las veinticuatro horas. También tiene una calle interna que permite el acceso hasta la puerta de cada loft en los tres niveles del edificio.

Pero Boudou no simplemente fue premiado con la prisión domiciliaria. Agradece, con el rosario bendecido que le regaló el Papa en sus manos, que el procurador del Tesoro, Carlos Zannini,  haya emitido un dictamen favorable para que pueda acceder a una pensión vitalicia, cercana a 400.000 pesos mensuales, por haber sido vicepresidente. Una burla más al pueblo trabajador y a los jubilados.

Julio de Vido, por su parte, fue condenado a cinco años y ocho meses de prisión por ser partícipe necesario del delito de fraude a la administración pública en el mantenimiento del servicio público de transporte ferroviario de pasajeros. Esto significa que para los jueces solo fue responsable por el mal uso de los recursos públicos que la empresa Trenes de Buenos Aires (TBA) recibió del Estado y porque no controló a la empresa.

En aquel entonces ya había sido favorecido por un fallo de la justicia patronal que no lo consideró responsable de estrago culposo por la muerte de 52 personas y más de 700 heridos.

Con varias causas de corrupción en su contra, la Justicia decidió, en un trámite exprés, otorgarle un nuevo beneficio, la prisión domiciliaria.

Desde el 13 diciembre de 2019 Julio de Vido lleva una bucólica vida en su espléndida chacra ubicada en Zárate. Valuada en 750.000 dólares, posee una vivienda de 300 metros cuadrados enclavada en un espacio verde de 5 hectáreas. Una afrenta a las víctimas de Once y a sus familiares.

La justicia patronal se viste con los ropajes del poder político de turno. Es tan corrupta como él. Siempre fue así. Es que la corrupción es parte estructural del sistema capitalista. 

Amado Boudou y Julio de Vido hoy están disfrutando de sus propiedades y bienes obtenidos con el robo al Estado y el pueblo argentino. Todos al servicio de Néstor Kirchner, primero, y de Cristina, después.

La corrupción de los gobernantes, tanto de kichneristas como de macristas, repercute y mucho en la vida del pueblo trabajador y los sectores populares. Nos deja sin escuelas, sin salud pública, sin vivienda, sin agua, sin cloacas, sin luz y sin pavimento. Además mata, como ocurrió en la estación Once el 22 de febrero de 2012.

Desde Izquierda Socialista decimos que los funcionarios y empresarios corruptos tienen que estar en la cárcel. Por esto es que sostenemos que en los casos de corrupción se invierta la carga de la prueba y tengan que ser los funcionarios los que demuestren su inocencia y, en el caso de que no lo hagan, que vayan presos y se les incauten sus bienes.

 

 

 

Escribe Claudio Funes

Dos enormes figuras de piedra encargadas al escultor Troiano Troiani por el arquitecto José Hortal, en la década del ’30, se alzan a ambos lados del acceso principal del viejo edificio del Ministerio de Obras Públicas (MOP), hoy Ministerio de Salud, emplazado en la avenida 9 de Julio 1925.

La que da a la calle Moreno representa a una persona que extiende su mano derecha hacia atrás con la palma abierta, mientras sostiene con la otra una caja y mantiene una mirada distraída. El soborno es tan viejo como el capitalismo.

Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad

El presidente Alberto Fernández dijo la semana pasada en la reunión anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa que “no hay opción al capitalismo, pero se fue degradando y llegó la hora de ponerlo en su verdadera dimensión”. Y agregó: “El capitalismo debe revisar esas cosas, porque cuando empezó a tener más importancia el gerente financiero que el de producción el sistema empezó a ser menos noble”.

Es la segunda vez que Fernández hace referencia al tema. Da la idea de que habría un “capitalismo productivo” bueno, y otro malo, el “capitalismo financiero”. Lo mismo dicen cada tanto el papa Francisco y otros voceros del establishment mundial. ¿Es cierto que habría un capitalismo favorable para el pueblo trabajador?

Desde Izquierda Socialista consideramos que el capitalismo es uno solo, y es sinónimo de hambre, pobreza, desigualdad social y destrucción del planeta. Entonces, la pregunta que le hacemos a Fernández es ¿dónde está el capitalismo “bueno” que aumenta los salarios, otorga el 82% móvil a las jubilaciones, reabre miles de fábricas, da trabajo genuino y asegura un futuro digno? Este “paraíso capitalista” no existe en los Estados Unidos, China, la Unión Europea, Rusia, Venezuela ni en la Argentina.

El capitalismo está destruyendo a la humanidad

El sistema capitalista mundial degrada a la clase trabajadora y a la naturaleza. Nuestro máximo dirigente, Nahuel Moreno, decía: “A partir de fines del siglo XIX, con el surgimiento de los monopolios, el capitalismo comenzó a transformarse en su etapa imperialista. Y desde 1914 la existencia de la burguesía (dueña de los medios de producción y de cambio) y de los estados burgueses y sus fronteras nacionales se transformaron en un tapón absoluto para el crecimiento. Las fuerzas productivas dejaron de crecer. La Primera Guerra Mundial, con su secuela de millones de muertos (una sangrienta y fabulosa destrucción de fuerzas productivas), fue una expresión monstruosa de la decadencia del capitalismo” (Visión marxista de la sociedad, pág. 15, Ediciones El Socialista, 2008).

Es que el sistema capitalista tiene como eje la ganancia para un puñado de millonarios, grupos económicos, bancos y terratenientes. Y en su decadencia apela cada vez más despiadadamente a su vieja receta de descargar planes de superexplotación y saqueo sobre millones. Lo vemos ahora en plena pandemia, y lo vimos antes, desde las crisis capitalistas anteriores, y en especial la del pico de 2008, que ya había sido comparada con la depresión del ’29. En 2008 se salvó con miles de millones de dólares al Citibank y a General Motors. Ahora se hace lo mismo con las grandes empresas y multinacionales. ¿Por qué no se salva a los sistemas de salud? Porque la esencia del capitalismo es otra.

Es más, el capitalismo se ha transformado en una amenaza para la humanidad. Doscientos cincuenta científicos anunciaron que en 2050 peligrará la especie humana a causa del cambio climático contaminante producido por las multinacionales y el agronegocio. No solo no hay un “capitalismo productivo”, sino que han aumentado las fuerzas destructivas, como el armamentismo. Para combatir el cambio climático, por ejemplo, se requeriría erradicar la actual tecnología de producción de energía y obtener otra no contaminante, lo que implicaría un costo de 240.000 millones de dólares al año, menos de la mitad de lo que gastan los Estados Unidos en armamento, seguidos por China, India, Francia y Rusia. Y está claro que el desarrollo de la ciencia, en vez de traer beneficios a las masas del mundo, está provocando más empobrecimiento y crisis humanitarias.

¿Cómo actúa el capitalismo ante las crisis? Lo más lógico sería abrir fábricas y construir viviendas, escuelas y hospitales para reactivar la economía. Nada de eso ocurre ni ocurrirá. Precisamente porque desde fines de los años ’60 el capitalismo es más parasitario que nunca. Siempre trató de superar las caídas de sus ganancias con inversiones especulativas o capitales golondrina. Detrás de las subas y caídas del precio del petróleo o de la soja, por ejemplo, se esconden enormes maniobras financieras en función de las ganancias capitalistas, no de la producción. Eso es el capitalismo.

Hay que reemplazar al capitalismo por el socialismo

Cuando cayó el muro de Berlín en 1989 los políticos capitalistas pregonaron el “triunfo del capitalismo” y que con la “globalización” capitalista nos íbamos a salvar. Pasaron treinta y un años y el capitalismo está mostrando su verdadero rostro. También se decía que los países del Primer Mundo eran un ejemplo ante los denominados “bananeros” latinoamericanos. Pero si hay países capitalistas donde hay un mayor ingreso per cápita se explica por la explotación que hacen sobre nuestros pueblos vía los pagos de la deuda y una mayor dependencia y sometimiento. Todos los países son parte de un mismo capitalismo mundial que funciona para la ganancia de unos pocos, en los Estados Unidos, Europa, Asia y Latinoamérica. Esa es la cruda realidad. Jeff Bezos, de Amazon, uno de los hombres más ricos del mundo, posee una fortuna de 131.000 millones de dólares producto de la superexplotación de sus trabajadores/repartidores y de un sistema capitalista que se lo permite, no porque posea alguna inteligencia o capacidad especial.

Todo esto demuestra que no hay dos capitalismos, uno malo y otro bueno o “productivo”. Alberto Fernández lo afirma para hacer creer que los males actuales son culpa de los gobiernos “neoliberales” o de derecha y que con una mayor intervención del Estado, como pregona el peronismo, habría un cambio favorable. Pero cuando gobernaron las alternativas patronales “populares o progresistas” no se combatió a ningún capitalismo. Lula en Brasil, Néstor y Cristina Kirchner en la Argentina, Mujica en Uruguay, Correa en Ecuador, Evo en Bolivia y Chávez-Maduro en Venezuela mantuvieron los pilares capitalistas, pagaron puntualmente la deuda externa y los bancos y las multinacionales “la levantaron en pala” mientras el pueblo trabajador siguió hundido en la pobreza. Bajo todos los gobiernos, de derecha o de centroizquierda, los resultados han sido los mismos, desocupación, robo salarial, miseria creciente y destrucción del ambiente. Ocurre ahora con el republicano racista y deplorable magnate Donald Trump, como antes con el demócrata afrodescendiente Barack Obama; en los Estados Unidos gobernados por un derechista y en la China capitalista bajo la dictadura del Partido Comunista.

Llamamos a no confiar en el doble discurso de Alberto Fernández y el peronismo del Frente de Todos y a luchar por verdaderas transformaciones sociales, avanzando en el combate contra los ricos y grandes grupos económicos para poner todos los resortes de la economía al servicio de acabar con los males sociales. Esto se logrará derrotando al capitalismo y construyendo otro sistema, socialista, donde con plena democracia obrera sean los trabajadores los que diseñen un modelo económico y social distinto del actual, que solo beneficia a una minoría parasitaria que nos está llevando a desastres permanentes.

El sistema capitalista imperialista no puede regularse o reformarse. Hay que reemplazarlo. Sabemos que no es una tarea fácil, pero es la única posible. Sí es una mentira total la afirmación de Alberto Fernández de que hay un capitalismo que puede favorecer al pueblo trabajador. 

 

 

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