May 20, 2024 Last Updated 6:07 PM, May 18, 2024

Una persona con demencia senil murió tras ser golpeado por la seguridad de Coto. Una manifestación de vecinos autoconvocados repudiaron el accionar de la empresa, reclamando justicia.

Escribe Laura Marrone, legisladora de Izquierda Socialista/FIT y candidata a Diputada Nacional por CABA

Vicente Ferrer tenía 68 años y sufría demencia senil. Vivía solo en un departamento del barrio de San Telmo, en Ciudad de Buenos Aires. El 27 de agosto murió por traumatismo craneoencefálico y hemorragia cerebral luego de ser reducido por dos empleados de la seguridad privada del Supermercado Coto de su barrio. A Vicente lo persiguieron por haber sustraído una botella de aceite, 500 gramos de queso y chocolate, por un valor que no superaba los 900 pesos.

Al día siguiente, más de 300 vecinos indignados se autoconvocaron en las puertas del supermercado para expresar su indignación por la actuación de Coto. Cubrieron de carteles las paredes del local y llenaron la acera de velas en señal de repudio y dolor.
Vicente vivía la violencia que sufren tantas personas mayores, jubilados con ingresos mínimos o directamente sin jubilación y que ya no tienen para comer, pagar servicios o comprar medicamentos. Jubilados que pasan hambre y hasta frío, a veces para no gastar en gas. Son casi 4,5 millones los que cobran la jubilación mínima de 11.520 pesos, apenas 6,6 dólares por día, la mitad de una hora de trabajo de un empleado doméstico en Estados Unidos.

A Vicente lo mató la violencia que una empresa poderosa como Coto ejerce sobre sus empleados para que defiendan su mercadería, a los golpes si es necesario, bajo amenazas de despidos y sanciones. Alfredo Coto, su dueño, posee la cadena más importante de supermercados nacionales, con más de 120 sucursales. Con una fortuna de 1.100 millones de dólares y una facturación anual de 53.000 millones pretende que sus empleados sean patovicas de la mercadería contra todo intento de hurto. Cuando existieron peligros de puebladas como en la crisis del 2001, exigió a sus empleados que pernoctaran en los locales munidos de palos de hockey para defenderlos de posibles asaltos.

A Vicente lo mató la violencia represiva con que la empresa de Seguridad Dogo Argentino, contratada por Coto y dirigida por ex policías forma a los vigiladores para que defiendan a los golpes y a tiros, si es necesario, la propiedad de las grandes empresas y supermercados, aun de pequeños hurtos de los que no tienen para comer. Solo en la Ciudad de Buenos Aires hay 560 empresas de seguridad y 22.400 vigiladores habilitados para tareas de seguridad, 900 de los cuales pueden usar armas.  Con la desocupación y la crisis las empresas de seguridad privada se tornaron un negocio floreciente.

A Vicente lo mató la Doctrina Chocobar de la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich. Cuando la ministra otorga impunidad a las fuerzas de seguridad que mata por la espalda o a patadas está alentando a que esta doctrina se extienda también a las fuerzas de seguridad privada que hoy equiparan en número a las de la policía en la Ciudad. En la Ciudad de Buenos Aires hay alrededor de 26.000 policías, un promedio de 873 por cada 100.000 habitantes, una cifra que triplica las recomendaciones de las Naciones Unidad de 300 por cada 100.000. Junto a la seguridad privada son casi 50.000 personas dedicadas a tareas de vigilancia.

Represión y violencia son las respuestas del gobierno y los empresarios a una población cada día más empobrecida y postergada. La reacción de los vecinos de San Telmo, sin embargo es un llamado a no naturalizar la violencia que la política de ajuste y hambre de este gobierno provoca sobre la población. 

Escribe José Castillo

Otra vez el FMI está de visita en la Argentina. Se reunió primero con el equipo económico del gobierno. Nada excepcional salió de ese encuentro: el ministro Hernán Lacunza aseguró que cumplirá estrictamente con las metas de ajuste pactadas en el acuerdo del año pasado y se mostró confiado en que el FMI desembolsará la próxima cuota del préstamo, que muchos analistas sostienen que está “en duda”.

Pero la “perla” era, sin duda, la reunión con el equipo económico del Frente de Todos, que fue presidida por el propio Alberto Fernández. Tras la misma, el Frente de Todos emitió un comunicado donde parece criticar tanto al gobierno de Macri como al Fondo: “Quienes han generado esta crisis, el Gobierno y el FMI, tienen la responsabilidad de poner fin y revertir la catástrofe social que hoy atraviesa a una porción cada vez mayor de la sociedad argentina. Para ello deberían arbitrar todos y cada uno de los medios y las políticas necesarias”.

Quizás algunos compañeros puedan pensar que “por fin” Alberto Fernández se ha decidido a enfrentar al FMI. Nada más alejado de la realidad. El propio comunicado sostiene que “coincide con los cuatro objetivos principales del acuerdo con el FMI: recuperar el crecimiento de la economía, generar empleo para combatir la pobreza, reducir la inflación, y lograr una trayectoria decreciente de la deuda pública”, escondiendo que “coincidir” con los objetivos del Fondo es una lavada de cara para avalar el plan de ajuste del organismo.

Lo que sucedió es que la misión del FMI trató de que Alberto Fernández se hiciera corresponsable de los números del ajuste que debe presentar el gobierno para que se dé el visto bueno a la nueva cuota que debe enviar el organismo. Fernández, que ya le ha dado garantías de “gobernabilidad” a Macri no puede “firmar” como presidente antes de las elecciones y por lo tanto, deslinda esa responsabilidad ante el Fondo hasta que asuma. Donde sí continuará el acuerdo con el FMI, planteando una renegociación en los términos establecidos por el organismo (que incluye las reformas laboral y previsional). El FMI sigue cumpliendo su rol de “virrey” de la economía argentina. Una prueba más de que la única salida es romper con este organismo y dejar de pagar la deuda para resolver las más urgentes necesidades populares, como lo planteamos desde el FIT-Unidad.

Escribe José Castillo

Macri había planteado antes de las elecciones que, en la semana inmediata posterior, se reuniría el Consejo del Salario para discutir el aumento del salario mínimo, hoy en 12.500 pesos. Este monto es una auténtica vergüenza: no llega a cubrir la canasta de indigencia y es el más bajo de toda Latinoamérica con la excepción de Venezuela. Se trata de un valor de referencia muy importante: muchos trabajadores en negro o tercerizados cobran ese monto. A partir de su valor se calcula el piso en numerosos convenios y, por lo tanto su aumento impacta sobre otras categorías salariales.

La CGT, por boca de Daer, había dicho hace unas pocas semanas (incluso antes de la brutal devaluación) que había que subir el monto a 31.000 pesos. Claro que, inmediatamente descartó que estuviera siquiera en estudio cualquier planteo de paro general. Todo cuando era un secreto a voces que el gobierno de Macri se preparaba para fijar un “aumento” de apenas 18.000 pesos.

Pero ahora, con una inflación desbocada, el gobierno directamente decidió postergar la reunión del Consejo, en principio para el 30 de agosto. La medida no es inocente: ya cualquier cosa que salga de dicha reunión no se cobrará en setiembre. En concreto: incluso el más miserable de los aumentos para los trabajadores con salarios más bajos no se cobra al menos hasta octubre. ¡Cuando todos los aumentos están impactando ahora!
¡El aumento del salario mínimo debe cubrir el costo de la canasta familiar, hoy en 48.000 pesos! Es obvio que el gobierno y las patronales directamente se ríen ante este planteo. Por eso sólo lo podremos imponer con la movilización. La CGT y las CTA tienen que romper con la tregua que le dan al gobierno con la excusa de la gobernabilidad y llamar al paro de 36 horas y a un plan de lucha. No se les puede pedir a los trabajadores que esperen a diciembre para algo tan básico como comer. La exigencia es ahora.

La suba del 27% del dólar ya empieza a trasladarse a los precios. En las próximas semanas el impacto será peor. Hasta el propio gobierno lo reconoce. Se anunciaron medidas cosméticas que no sirven para nada. Hace falta un inmediato aumento de emergencia de salarios y jubilaciones

Escribe José Castillo, candidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires

La devaluación de los días inmediatos a las PASO terminó siendo del 27%, la más fuerte en un período tan corto de tiempo desde la época de la hiperinflación de Alfonsín. Las repercusiones, en precios que subieron casi instantáneamente, en nuevas suspensiones, despidos y cierres de empresas ya se está haciendo sentir. Pero esto recién empieza: en los días que quedan de agosto y durante todo septiembre veremos las nuevas listas de precios en supermercados y almacenes. Se calcula que la inflación será por lo menos del 15% entre ambos meses. Y, como siempre, su impacto en alimentos, bebidas, productos de limpieza y tocador y remedios resultará mucho mayor.

El gobierno de Macri salió con una serie de medidas cosméticas, que no llegarán ni de lejos a compensar el costo del mazazo sobre el pueblo trabajador: la suspensión del IVA para 13 series de productos de la canasta familiar ya fue más que compensada por los propios comerciantes: se comieron esa diferencia del IVA y los precios aumentaron igual. Las rebajas sobre el impuesto al salario y el bono de aumento para estatales nacionales por única vez, es una burla. El congelamiento de combustibles ya está “en revisión”. Y no hay un aumento serio para los trabajadores privados ni para los estatales provinciales. Incluso se dio marcha atrás con el rumor de que habría una mínima recomposición para los jubilados, adelantando el reajuste de diciembre.

El nuevo ministro Hernán Lacunza y el presidente del Banco Central Guido Sandleris fueron clarísimos en sus mensajes: su prioridad es seguir el comportamiento del dólar, tratando que no se les dispare una nueva devaluación. A cambio, le garantizarán a los especuladores la continuidad de la bicicleta financiera, con las super tasas de interés superiores al 75%. Además, por supuesto, de seguir con el cumplimiento de las metas de ajuste exigidas por el FMI. Para garantizar todo esto, tanto al Fondo como al propio establishment económico internacional, se tendieron todos los puentes del “diálogo” y la gobernabilidad ante un Alberto Fernández que, tanto en sus propias palabras como en la de sus economistas, sostienen exactamente las mismas prioridades (Álvarez Agis, uno de los principales economistas del Frente de Todos, lo graficó diciendo que la única prioridad debía ser “el dólar, el dólar y el dólar”).

Ni Macri ni Alberto Fernández plantean subir los salarios, las jubilaciones ni los planes sociales ante el desastre. Mucho menos prohibir las suspensiones y despidos. La única preocupación de ambos es garantizarle a los mercados (léase a los pulpos especuladores) que van a cumplir a rajatabla con los pagos de deuda externa y al FMI que no van a romper el acuerdo. Desde el Frente de Izquierda Unidad somos tajantes: la prioridad es evitar la pulverización del poder adquisitivo popular. Por eso exigimos un aumento salarial y jubilatorio inmediato, para que nadie gane menos que la canasta familiar (hoy calculada por los trabajadores de ATE-Indec en 48.000 pesos), la prohibición de las suspensiones y despidos, todas medidas que sólo se pueden sostener rompiendo con el FMI, suspendiendo los pagos de deuda externa y nacionalizando la banca y el comercio exterior para terminar con la especulación financiera y la fuga de capitales. Para movilizarnos por este programa le exigimos a la CGT y las CTA que llamen a un paro nacional de 36 horas y un plan de lucha y seguimos peleando por el voto al FIT-Unidad.


¿Quiénes son los grandes ganadores de la devaluación?

Los monopolios agroexportadores

Cargill
ADM Agro
Bunge
Cofco
Aceitera General Deheza

Los bancos

Santander
Galicia
BBVA
ICBC
Macro
HSBC
City
Deutsche

Los fondos de inversión especulativa globales

Black Rock
Templeton
J.P. Morgan Chase & Co.
Allianz

 

Escribe José Castillo

La devaluación significa superganancias para los exportadores, en particular para los monopolios extranjeros que tienen prácticamente copado nuestro comercio exterior. Cada dólar exportado significa un 27% más en pesos para esos pulpos. Dinero, por otra parte, que es en gran medida fugado, ya que el gobierno de Macri les da otro privilegio: no tienen ningún tipo de exigencia de reingresar al país las divisas, que obtienen explotando las riquezas de nuestros campos.

Actualmente los agroexportadores pagan un impuesto (llamado “retención”) que consiste en un monto fijo de 4 pesos por dólar exportado. Esto se fijó cuando el dólar estaba a 40 pesos, por lo que se trataba de un impuesto con una alícuota de 10%. Pero ahora el dólar ha subido desaforadamente, estando alrededor de 58 pesos. Y si las retenciones siguen a 4 pesos, de hecho la tasa baja a 6,8%. Todo un regalito para estas transnacionales.

Para que quede claro que esto seguirá así, fue el propio presidente Macri quien lo ratificó en una reunión ante los dirigentes del sector: “las retenciones no se tocan”. Traducido, lo que “no se toca” son sus mayores ganancias, mientras que “sí se toca” la mesa del pueblo trabajador. Repudiable.

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