Jul 19, 2024 Last Updated 5:27 PM, Jul 19, 2024

Hace algunas semanas nos vendían el “modelo portugués”. Ahora la “renegociación a la uruguaya”. En ambos casos el Frente de Todos esconde que fue acompañado por brutales ajustes contra el pueblo trabajador.

Escribe José Castillo, Candidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires

La novedad la dio Alberto Fernández ante un “auditorio selecto”. Se trató nada más ni nada menos que de su presentación en Córdoba, en la sede de la Fundación Mediterráneo. La misma que fue creada en tiempos de la dictadura por Domingo Cavallo y que en los noventa aportó la mayoría de los cuadros para el plan económico de entrega del menemismo. Alberto Fernández, que en esa época militaba en las filas de Cavallo, no perdió la oportunidad para rendir un sentido homenaje a Carlos Sánchez, el entonces “número dos” del ministro de Economía de Menem.

Pero lo que queremos comentar acá fue el contenido de su discurso: el candidato a presidente por el Frente de Todos dijo lo qué iba a hacer exactamente con la deuda externa. Señaló que su modelo era la “renegociación” que hizo Uruguay en 2003, donde “reperfiló” la deuda (léase logró que los acreedores le “corrieran” un par de años los vencimientos más urgentes) pagando el 100% del capital más los intereses adeudados. Según Fernández, así se podría avanzar con un programa de reactivación de la economía, más empleo y, en el mediano plazo, “pacto social” mediante, que se mejoren los salarios y las jubilaciones.

Lo que no contó Alberto Fernández fue el costo que tuvo que pagar el pueblo uruguayo a cambio de esa renegociación, que por otra parte, exigió el aval del propio FMI. No es cierto que fue indolora. El gobierno del presidente Jorge Battle, del partido Colorado, recibió un furibundo voto castigo dos años más adelante y nunca más volvió al gobierno. Pero además de eso, la comparación tampoco sirve numéricamente: Uruguay debía en esos momentos 11.000 millones de dólares, y la renegociación fue por 5.000 millones. ¡Menos aún que la cuota del préstamo que el FMI se niega a enviarle al gobierno de Macri! Si hasta economistas del establishment insisten en que “el modelo uruguayo” es inaplicable porque igual dejaría un monto de intereses anuales imposibles de pagar.

La deuda argentina es infinitamente más grande: arriba de los 400.000 millones. El año que viene solamente vencen 50.000 millones de dólares, 20.000 aparecen como imposibles de “patear para adelante”. Y, si miramos los próximos tres años, los vencimientos ascienden a 150.000 millones de dólares. ¡Imposible pagarlos sin lanzar sobre los trabajadores un ajuste más brutal que el actual!

Antes de las PASO, Axel Kicillof dijo haber “descubierto” el caso portugués, donde supuestamente se podía redistribuir la riqueza y crecer sin romper con los acreedores externos. Era una vulgar mentira, ya que escondía las bajas salariales, la reforma laboral y jubilatoria y los ajustes de todos los servicios públicos que había soportado el pueblo portugués, hoy con los salarios más bajos de todo el continente europeo. Ahora intentan vendernos un supuesto “milagro” uruguayo que, como vimos, nunca fue tal. Probablemente mañana se les ocurra sacar otro conejo de la galera, tal vez Ucrania. Nos anticipamos, ahí también la renegociación de la deuda implicó más hambre y miseria.

Es que se puede recorrer todo el planeta, y nunca van a encontrar el famoso “modelo” que a la vez que garantiza el pago de la deuda y siga los dictados del FMI, permita algún tipo de redistribución de la riqueza a favor de los trabajadores y el pueblo. Por eso insistimos: ¡No nos mientan más! la disyuntiva es de hierro: si se paga la deuda y se sigue con el Fondo, vamos a más ajuste, salarios y jubilaciones a la baja, más desempleo y peores condiciones para la salud y la educación pública. Y, más temprano que tarde, nos vendrán con la reforma laboral y jubilatoria. Ese es el motivo por el que insistimos que, si bien es verdad que “Macri ya fue”, si votamos a Alberto Fernández quedará lo peor del gobierno anterior: la continuidad del acuerdo con el FMI. Por eso, la única alternativa es la de quienes decimos, sin pelos en la lengua, que hay que romper con el Fondo y dejar de pagar la deuda, para poder utilizar ese dinero en resolver las más urgentes necesidades populares: el Frente de Izquierda Unidad.


¿Qué pasó en Uruguay?

A cambio de reprogramar los vencimientos de deuda externa por solamente 5.000 millones de dólares, el pueblo trabajador uruguayo tuvo que pagar con hambre y miseria. Veamos: se devaluó el peso uruguayo un 100% (de 14 a 28 pesos por dólar), se firmó con el FMI un feroz ajuste fiscal, que implicó pasar de un déficit de 1% a un superávit de 2,3%, con reducciones enormes a las partidas sociales y además se fijó un impuesto de 10% sobre todos los salarios. Esta fue la famosa “renegociación” progresista a la uruguaya. Una vulgar mentira.

Escribe Cristian Luna, candidato a Diputado Nacional

En 2018 se perdieron en Tucumán 10.000 puestos de trabajo. En 2019, ese número será mucho mayor. Los sectores más golpeados son la industria azucarera, la textil, la construcción y el comercio, generando más pobres y excluidos. Los datos de pobreza que difundió el Indec son escalofriantes: en el Gran Tucumán la pobreza por ingresos creció más de 15 puntos en un año y afecta a más del 40% de la población. Sumando la pobreza estructural, ese porcentaje se incrementa en más de diez puntos. Tucumán tiene el segundo peor salario del país. El empleo informal afecta al 49% de los trabajadores. Más de 100.000 trabajadores están desocupados o son informales. Con un futuro gobierno del Frente de Todos no vamos a estar mejor, Alberto Fernández apoyó la brutal devaluación que empujó a la miseria y al hambre a más tucumanos.

Pero Manzur, uno de los gobernadores más férreamente alineados a Fernández, es además el “campeón de los pañuelos celestes”. Los anti derechos declararon a Tucumán “pro vida” y es la provincia donde se obliga a niñas violadas a parir. La provincia no aplica el protocolo de aborto no punible y persigue a aquellos profesionales que lo realizan, como en el famoso caso Lucía, que está lejos de ser el único. La ESI en las escuelas encuentra la resistencia férrea de estos mismos sectores celestes.

Por eso, desde el Frente de Izquierda Unidad, proponemos un programa concreto para salir de la crisis. Junto con las medidas nacionales, como romper con el FMI y no pagar la deuda externa planteamos: la reestatización de EDET (empresa de luz), Gasnor (gas) y SAT (agua) bajo control de trabajadores y usuarios para terminar con los tarifazos y los pésimos servicios. ¡Basta de privatización y destrucción de la salud pública con la implementación de la CUS! Exigimos salud pública, gratuita y de calidad para todos.

Reclamamos la reapertura de los ingenios y fábricas cerradas y la reactivación del ferrocarril, bajo control y gestión de trabajadores y usuarios.
Nos pronunciamos por una educación pública, laica, científica y de calidad, planteando ¡fuera la religión de las escuelas públicas en Tucumán! Por una ESI para todos los estudiantes de la provincia en todos los niveles educativos.

Para estar más fuertes y pelear por este programa de emergencia junto a nuestra fórmula presidencial integrada por Nicolás del Caño y Romina del Plá, te invitamos a votar a los candidatos del FIT-Unidad de Tucumán.

Los diagnósticos del mundo científico son categóricos: de no ocurrir una reducción drástica de las emisiones de gas invernadero en la próxima década que frene el calentamiento global, la vida de las generaciones futuras sobre la faz de la tierra está seriamente comprometida. ¿Esto tiene solución dentro de los márgenes del capitalismo?

Escribe Nicolás Núñez, candidato a legislador porteño

Ante este panorama, hace un tiempo que viene ganando espacio la idea de una “New Deal Verde” impulsado por la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en Estados Unidos, Jeremy Corbyn en Inglaterra, ahora Pedro Sánchez en el Estado Español, y también intelectuales como Naomi Klein. Recordemos que el “New Deal” había sido el programa económico impulsado por Roosvelt para hacer frente a la crisis de 1929 en Estados Unidos. Hablan de una “movilización de recursos sin precedentes” para frenar el calentamiento global, pero el centro de su propuesta se concentra en la subvención estatal a las multinacionales para que adecuen sus procesos productivos. O sea, es un premio a las empresas que más atacan el ambiente, como las automotrices y petroleras, para que sostengan sus ganancias con los impuestos que pagan las mayorías populares.

Pero ni aun así, las 100 empresas que generan el 71% de las emisiones de gas invernadero están interesadas en modificar su actual lugar de privilegio en la economía mundial, y las emisiones siguen aumentando año a año. En suma, en Estados Unidos al completo rechazo de Trump, se le suma el sector mayoritario del Partido Demócrata que no apoya el proyecto por miedo a perder votos.

En este contexto, un documento de especialistas del Fondo Monetario Internacional sobre políticas macroeconómicas y financieras ante el cambio climático distribuido frente a la cumbre mundial de las Naciones Unidas concluye con un reconocimiento a ser tenido en cuenta: no existe en su “literatura” (su reserva de teoría y lineamientos) alguna respuesta para hacer coincidir estabilidad económica con “mitigar” el cambio climático. A confesión de partes, relevo de pruebas: no hay forma de hacer congeniar la economía capitalista con las drásticas medidas necesarias para la protección del ambiente. El “capitalismo verde” no pasa de ser una utopía, otro “cuento de hadas” del imperialismo (utilizando la expresión de la activista sueca Greta Thunberg en su discurso en la Cumbre de Acción Climática).

“Estamos a punto de sacrificar nuestra civilización por las oportunidades de ganar enormes cantidades de dinero para un reducido número de personas.” había dicho Greta en diciembre de 2018 en otra conferencia de la ONU. En sus denuncias y en las pancartas que entre los millones que ganan las calles piden “cambio del sistema, no del clima”, empieza a emerger una denuncia con un fuerte contenido anticapitalista. Los socialistas revolucionarios tenemos que aprovechar estas expresiones de lucha para fortalecer una franja dentro del movimiento que se proponga dar pelea por una salida de fondo, la única efectiva para frenar la destrucción ambiental capitalista: pelear por gobiernos de la clase trabajadora que le quiten los resortes de la economía a las multinacionales, y planifiquen la economía al servicio de las necesidades populares y el cuidado de la naturaleza.

Por un gran movimiento de lucha contra la destrucción ambiental capitalista

Tenemos que ser parte de cada una de las movilizaciones que están convocando a nivel mundial y en nuestro país. Lo hacemos levantando un programa de fondo, que parta de la estatización de los recursos naturales para quitarlos de las manos del saqueo y la contaminación capitalista que desarrollan las multinacionales. Le decimos basta en la Argentina a un modelo productivo que se asienta en la explotación contaminante como la megaminería y el fracking para juntar dólares para la deuda. Exigimos plata para el desarrollo científico, tecnológico y productivo. Plata que debe provenir de no pagar la deuda externa y romper con el FMI.

También denunciamos a Macri que, por decreto, acaba de habilitar la importación de materiales plásticos contaminantes para que Argentina sea basurero del mundo, y en la Ciudad de Buenos Aires con Larreta habilitaron quema de residuos a cielo abierto, cosa prohibida hace décadas. Pero también decimos que no se puede luchar por preservar el ambiente de la mano del proyecto político de Alberto Fernández que incluye como prioridad transformar en Vaca Muerta un “paraíso” para las multinacionales de fracking, precarización laboral y ausencia de controles ambientales.
Avancemos en la coordinación para dar estas peleas junto al Frente de Izquierda-Unidad y las organizaciones socioambientales que vienen haciendo crecer la preocupación ante estas problemáticas. Sumemos a nuestro país a la ola mundial que tiene por horizonte evitar que el capitalismo termine con la propia existencia humana.

Hace semanas que la provincia de Chubut se encuentra paralizada por la lucha de docentes y estatales. ¿Cómo es posible que una de las provincias más ricas del país no pague los salarios ni garantice el funcionamiento del estado? ¿Chubut es un espejo hacia dónde mirar el futuro
del país?

Escribe Guillermo Sánchez Porta

Mariano Arcioni se presentó a elecciones provinciales cuando ya era gobernador en funciones. Asumió siendo vice de Das Neves, quien falleció antes de cumplir la mitad de su mandato. Hombre del movimiento peronista “Chubut somos todos” (un intento de armar una especie de Movimiento Popular Neuquino, chubutense), Arcioni se sumó al sector de Sergio Massa y al Frente de Todos de Alberto Fernández y Cristina. En junio de este año ganó su reelección, con el 42% de los votos. Previamente firmó paritarias con docentes y estatales con una cláusula gatillo de actualización salarial. Y capitalizó la bronca al ajuste de Macri en la elección provincial.

Plata hay. Que la crisis la paguen las multinacionales

Chubut es la provincia de mayor explotación de petróleo y gas de Argentina. Además, tiene una fuerte industria pesquera. Se descubrieron minas de plata en sus suelos y se intentó permitir el ingreso de multinacionales de la mega minería. Enormes movilizaciones populares lo impidieron y la legislatura se vio obligada a decretar a Chubut “libre de mega minería”, en un gran triunfo de la lucha ambientalista.
Sin embargo, hace casi tres meses que Arcioni dice no tener plata para pagar los salarios a docentes y estatales. ¡Pero mandó a aumentar su salario y de sus funcionarios un 100% retroactivo a julio! Plata hay. Solamente cobrando más “retenciones” a las multinacionales petroleras y pesqueras de Chubut, sobraría para pagar los salarios y jubilaciones. Pero Arcioni, en acuerdo con Fernández, Massa y Macri, plantea que hay que derogar la prohibición y permitir que se instale la mega minería “para poder pagar los salarios”. Como vocero de las multinacionales, también reclama a Macri que se descongelen las tarifas de las naftas, “así ingresan más fondos a la provincia”.

Plata para salarios, no para la deuda externa

Arcioni ha endeudado la provincia, con bonos a altas tasas de interés, en dólares. Es una de las provincias más endeudada del país, con 37.483 millones de pesos, tomados hasta el cuarto trimestre de 2018. Cada habitante tiene una “pesada herencia” de 62.642 pesos. El 87% del endeudamiento chubutense es en dólares y varía frente a cada una de las devaluaciones del peso. Ahora dice no tener dinero para pagar deuda y también los salarios. Por eso decenas de miles de familias chubutenses se encuentran en la miseria, cobrando a cuentagotas, sin los aumentos pactados. Se frena toda la economía provincial, ya que la gente no tiene para pagar ni para comprar. Sólo de deuda externa en 2019, Arcioni pagó 9.909 millones de pesos, lo que equivale a ocho meses de pago de salarios de todos los docentes y estatales.
Chubut muestra que con Arcioni, Massa y Alberto, el peronismo en el gobierno no se diferencia mucho del macrismo. Gobiernan para las multinacionales, para pagar la deuda externa “con el hambre del pueblo”, desmintiendo el spot de campaña de Alberto.
Para que se resuelva el conflicto chubutense hay que exigirle a Macri que envíe dinero ya a Chubut, para terminar esta situación de angustia social. Y hay que dejar de pagar la deuda externa de la provincia, cobrar fuertes impuestos a las multinacionales, en el camino de la renacionalización del petróleo, gas y pesca, con control de los trabajadores, para resolver de una vez por todas las necesidades salariales, de educación, salud y laboral de los trabajadores provinciales.

Escribe Guido Poletti

La candidata a vicepresidenta del Frente de Todos hizo una nueva presentación de su libro Sinceramente, en un acto en La Matanza. Cristina habló de un montón de cosas. pero nos queremos concentrar en un punto que es crucial, tanto para entender los doce años del kirchnerismo como lo que puede suceder en un futuro gobierno de Alberto Fernández.

Criticando a Macri, Cristina dijo que “ahora solo gana un grupo de empresarios que son amigos del gobierno”. Por contraposición, planteó las diferencias con lo que sucedía en su gobierno: “Mientras estábamos nosotros, que decían que éramos horribles, se cansaron de ganar plata, y ahora ganan unos pocos.”

Efectivamente, utilizando otra expresión de la ex presidente, durante esos años las patronales “se la llevaron en pala”. La pregunta es: ¿eso es bueno para los trabajadores? Veamos primero de quién se trató. Hubo un grupo privilegiado durante el kirchnerismo: los bancos y los acreedores de la deuda: 200.000 millones de dólares, salieron en efectivo para los pulpos acreedores.

Pero no fueron los únicos ganadores. Estuvieron también los que obtuvieron superganancias aprovechándose del presupuesto público. Eso fue lo que desnudó la llamado “causa de los cuadernos”, donde la crema del empresariado argentino, con el Grupo Techint a la cabeza, quedó involucrado en el pago de coimas. ¡Estos son los famosos empresarios que Cristina propone que “vuelvan a ganar”!

Recordemos que, mientras esto sucedía, se decía que “no había plata para aumentos a los jubilados”, ¡mientras se le otorgaba un crédito a la filial local de la General Motors! En esos años, los trabajadores veían como su salario quedaba por detrás de la inflación (encima en aquel momento dibujada por la intervención del Indec) y se les obligaba a pagar cada día más de impuesto al salario.

No es cierto que “si ganan los empresarios, ganan los trabajadores”. Al revés, insistimos en que de la crisis se sale haciéndosela pagar a quiénes la provocaron. Los banqueros y pulpos especuladores tendrán que “dejar de ganar”: eso es lo que sucederá cuando se deje de pagar la deuda externa. Las patronales tendrán que reducir sus utilidades para garantizarles a los trabajadores un salario mínimo igual a la canasta familiar. Las grandes empresas tendrán que pagar más impuestos, a costa de sus superganancias. De ahí saldrá la plata para que haya comida para todos, trabajo, salud, educación y vivienda. En definitiva, es nuestra polemica histórica con el peronismo: no se trata de que nos gobierne un patrón supuestamente “bueno” (que no es tal), sino de que, de una vez por todas, gobernemos los propios trabajadores.

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