El sábado 20 de mayo se llevó a cabo un emotivo homenaje al compañero César Robles, dirigente del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y de la corriente morenista, secuestrado y asesinado por un comando parapolicial perteneciente a la Triple A, el 3 de noviembre de 1974 durante el gobierno de Isabel Perón. En la ocasión, fue colocada una baldosa conmemorativa en su Memoria en la Plazoleta Primera Junta, cerca de donde ocurrió el brutal crimen.
El 29 de mayo, al cumplirse 49 años de la Masacre de Pacheco donde fueron asesinados tres compañeros del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), se realizó un acto organizado por el Suteba Tigre. Contó con la presencia de diversos partidos de izquierda y referentes de derechos humanos. Por Izquierda Socialista dirigió la palabra Sergio Odero, reivindicando la trayectoria y la lucha de nuestros compañeros asesinados por la Triple A y la vigencia de la pelea por un gobierno de la izquierda y las y los trabajadores.
Fue uno de los crímenes políticos más importantes bajo el gobierno de Juan Domingo Perón, causando una gran repercusión nacional. Un ataque fascista, parte de la reacción de la burocracia sindical peronista y la Triple A contra el ascenso del movimiento obrero. Te invitamos a leer la nota que publicamos con la crónica del atentado, lo que dijo Perón sobre el hecho y cuál fue nuestra política.
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Escribe Federico Novo Foti
En 1933 el vicepresidente argentino Julio A. Roca (hijo) y el encargado de negocios británico Walter Runciman firmaron un acuerdo leonino contra nuestro país en favor de Gran Bretaña. La Argentina pasó a ser una semicolonia expoliada por el imperialismo británico. En la actualidad, la lucha contra los acuerdos de saqueo y ajuste imperialista sigue vigente.
En mayo de 1933 se firmó el pacto Roca-Runciman, un escandaloso “estatuto del coloniaje” de nuestro país. En la firma del acuerdo, Argentina estuvo representada por el entonces vicepresidente, Julio A. Roca (hijo), quien con orgullo sintetizó su gestión diciendo que “la Argentina es, por su interdependencia recíproca, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Reino Unido”.1 Por el lado británico, estuvo Sir Walter Runciman, presidente del British Board of Trade.
El acuerdo, auspiciado por el presidente conservador Agustín P. Justo y refrendado por el Congreso Nacional (Ley 11.693), implicó que, a cambio de que Argentina pudiera seguir vendiendo carnes a Gran Bretaña, ésta pasaría a controlar el producto de exportación más importante de nuestro país por medio de un trust ligado al mercado británico de Smithfield en Londres. Reservó para los frigoríficos extranjeros, en su mayoría británicos (Swift, Armour y Anglo-Ciabasa), el 85% de la cuota de exportación de carnes, relegando a las empresas argentinas. Además, se estableció que la totalidad de las divisas (libras esterlinas) generadas por las compras realizadas por los ingleses a la Argentina debía destinarse a la importación de productos británicos. El acuerdo definió a Gran Bretaña como “nación privilegiada”. Paralelamente se firmó un protocolo y una serie de pactos subsidiarios, algunos secretos, que establecieron que las mercaderías inglesas, como el carbón, quedarían “libres de derechos” (impuestos); la disposición a comprar los ferrocarriles y la compañía de gas en manos británicas, pero bajo las condiciones que ellos quisieran; y la creación de la Corporación de Transporte de Buenos Aires, para ampliar los beneficios del monopolio inglés en subtes y trenes, entre otros puntos.2
Argentina, semicolonia de Gran Bretaña
El 24 de octubre de 1929 quebró la Bolsa de Nueva York en Wall Street. Era el inicio de una crisis económica nunca vista hasta el momento, que sacudió a todo el mundo capitalista. Durante muchos años se sintieron los efectos devastadores de la crisis de la economía capitalista mundial. Todos los grandes países imperialistas buscaron protegerse y sortear la crisis replegándose en un proyecto de autoabastecimiento para incentivar la producción interna, reduciendo el comercio internacional un 60%.
Pero Gran Bretaña fue el primer país imperialista en recuperarse porque pudo usufructuar su posición mayoritaria en el comercio mundial y su vasto imperio colonial. Desde esa posición, redobló el saqueo de los países que dominaba y oprimía. Entre julio y agosto de 1932 en Ottawa (Canadá), Gran Bretaña reunió a sus colonias y excolonias en la “Conferencia Económica Imperial”. Para paliar su propia crisis, Inglaterra pactó con las grandes burguesías del “Commonwealth” (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, India, entre otras) un régimen preferencial de comercio, férreo y cerrado, donde todos se comprometían a comprar y vender con la “privilegiada” metrópoli.
El pacto Roca-Runciman fue el reflejo particular de los acuerdos de Ottawa en nuestro país. Cabe recordar que desde los inicios de la historia de nuestro país independiente existió una presencia de los intereses imperialistas ingleses. A partir de 1880 pegó un salto la dependencia de nuestro país con Gran Bretaña. Capitales ingleses dominaban el sistema ferroviario. Poco tiempo después, acapararon los grandes frigoríficos y el petróleo, además de tener intereses financieros y en otros rubros. Pero en la llamada “Década Infame” (1930-1943), especialmente bajo el gobierno de Agustín P. Justo y de la mano de la oligarquía terrateniente, con los acuerdos iniciados por el pacto Roca-Runciman, el país pasó a ser una “semicolonia” británica. Es decir, un país políticamente independiente, pero cuya economía comenzó a ser controlada y sometida por el imperialismo inglés.3
El pacto Roca-Runciman provocó cambios profundos en la estructura económica y social del país. Se profundizó el proceso de concentración de todas las ramas de la actividad económica. La oligarquía argentina, beneficiaria del sometimiento a los capitales británicos, tuvo como su mayor exponente al Grupo Bemberg, el trust de la cerveza “Quilmes”, que actuaba como intermediario de los préstamos entre la banca internacional, la nación y las provincias. También se beneficiaron Bunge y Born y Dreyfus, los monopolios de la venta de cereales. El tanino quedó esencialmente en manos inglesas, bajo la tristemente célebre La Forestal. En medio de esa situación también comenzó a darse un incipiente desarrollo de la industria, obligado por la falta de divisas y alentado por el control de cambios. Aumentó en la ciudad la mano de obra corrida del campo, producida por la crisis de la pequeña y mediana agricultura. De modo que, ligada a los terratenientes, comenzó a surgir a mediados de la década de 1930 una burguesía industrial, que iba ocupando los huecos que existían por el cerrado dominio imperialista.
Por la segunda y definitiva independencia
La decadencia de Gran Bretaña fue debilitando su dominio sobre nuestro país y el mundo. Después de la Segunda Guerra Mundial emergió como nuevo imperialismo dominante Estados Unidos. En nuestro país, tras el “golpe gorila” de 1955, la Argentina volvería a ser una semicolonia, desde entonces sometida al nuevo amo norteamericano. El control de nuestra economía y la entrega de los recursos naturales en favor de multinacionales yanquis y de otros países imperialistas se profundizó. Nuevos pactos o acuerdos, establecidos por los sucesivos gobiernos patronales con organismos de crédito internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, consolidaron el mecanismo de la deuda externa como un pilar fundamental del saqueo, el ajuste y la explotación capitalista en nuestro país. La decadencia argentina va de la mano de la penetración y el sometimiento de nuestra economía al imperialismo. Por eso la lucha antiimperialista y la necesidad de lograr una segunda y definitiva independencia, la económica, sigue planteada como una de las grandes tareas en la pelea por lograr un gobierno de trabajadores y trabajadoras, que termine con el capitalismo y por el socialismo.
1. Ver Milcíades Peña. Masas, caudillos y elites. Ediciones Fichas, Buenos Aires, 1973.
2. Ver Nahuel Moreno. Método de interpretación de la historia Argentina. Ediciones El Socialista, Buenos Aires, 2012 o en nahuelmoreno.org
3. Idem.
Escribe Federico Novo Foti
En 1935, surgida de las filas del partido radical, se fundó Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). Estaba integrada por intelectuales opositores al gobierno de Agustín P. Justo que investigaron y denunciaron el dominio imperialista. Uno de sus más destacados miembros fue Raúl Scalabrini Ortiz. De los forjistas surgió la definición del pacto Roca-Runciman: el “estatuto legal del coloniaje”. Sus investigaciones expusieron los negociados con el imperialismo y a sus cómplices nacionales. En la década siguiente, desencantados con su proyecto de “recuperar al radicalismo”, la mayor parte de ellos se sumó al naciente peronismo.
El peronismo kirchnerista se reivindica heredero del forjismo y de sus principales figuras. Sin embargo, no cuestiona el “coloniaje” en el siglo XXI que significa el acuerdo del gobierno con el FMI. Cristina incluso reivindica como un acto de “soberanía” el pago de la deuda con el FMI en 2005, en tiempos de Néstor Kirchner. Ahora dice que fue “descabellado” el préstamo que recibió Macri en 2019. Pero avala su pago y el “recalibrado” impulsado por el gobierno para seguir pagando a costa del saqueo y el ajuste que sufre el pueblo trabajador. También, propone usar recursos de un eventual superávit comercial para seguir pagando. El kirchnerismo es doble discurso y más sometimiento al imperialismo.
Escribe Federico Novo Foti
En 1890, la II Internacional convocó al 1° de Mayo como jornada de lucha obrera, internacionalista y socialista, exigiendo la reducción a ocho horas de la jornada laboral. La elección de la fecha buscaba reivindicar la huelga del 1° de mayo de 1886 en la que miles de obreros y obreras estadounidenses habían parado cinco mil fábricas con esa consigna. Era también un homenaje a los “mártires de Chicago”, los obreros anarquistas y socialistas ejecutados en noviembre de 1887 como parte de la violenta reacción de las patronales y el gobierno yanqui contra aquella heroica huelga.
En nuestro país, el 1° de mayo de 1890 se reunieron tres mil trabajadores en el Prado Español (barrio de Recoleta). Los oradores, socialistas y anarquistas, tomaron la palabra y reivindicaron la jornada laboral de ocho horas, la prohibición del trabajo infantil y la suspensión del trabajo a destajo, entre otros reclamos. Gigantescas movilizaciones acompañaron los actos del 1° de Mayo en la primera década del siglo XX. En los años ´20 y ´30 el avance de direcciones reformistas en el movimiento obrero, del Partido Socialista, y del estalinista Partido Comunista, fueron transformando el 1° de mayo de una jornada obrera, internacionalista y socialista en un día “democrático”, de apoyo a los gobiernos o sectores patronales “progresistas”.
En 1947, el peronismo en el gobierno oficializó la “fiesta del trabajo y la lealtad”. Un día de festejo, bailes y desfiles. Intentaron barrer la histórica jornada internacional de lucha de la clase obrera por sus reclamos y por el socialismo.
Hoy, en pleno siglo XXI, en nuestro país y en todo el mundo, la lucha del 1° de Mayo sigue vigente. Los planes de ajuste de los sucesivos gobiernos y el FMI, al servicio de los usureros internacionales, el saqueo y las multinacionales, han provocado retrocesos en las condiciones laborales. Las “ocho horas de trabajo, ocho horas de tiempo libre y ocho de descanso” se han perdido para miles de trabajadores precarizados o en negro. Incluso, para muchos en blanco en nuestro país. Pero el movimiento obrero no ha sido derrotado, y sigue dando heroicas batallas en nuestro país y en todo el mundo. Por eso, este 1° de Mayo volveremos a gritar: ¡Plata para trabajo, salario, jubilaciones y mejores condiciones laborales, no para la deuda y el FMI! ¡Qué la crisis la paguen los capitalistas! ¡Por un gobierno de la izquierda y las y los trabajadores! ¡Por el socialismo mundial!