Jul 18, 2024 Last Updated 6:04 PM, Jul 17, 2024


Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad

El gobierno de Alberto Fernández ha anunciado con bombos y platillos el lanzamiento de su proyecto de ley para gravar la renta inesperada. El y su ministro de Economía Martín Guzmán insisten en que el objetivo será “redistribuir la riqueza”. En eso coinciden desde el presidente y la vicepresidenta Cristina Fernández hasta los funcionarios y periodistas afines. Pero la realidad es que se trata de una gran mentira. El trasfondo, y lo que le importa a todo el Frente de Todos, es pagar la deuda al FMI y cumplir con las revisiones trimestrales de ese organismo usurero. Ahí está el verdadero fin de la medida. Es por eso que el Fondo Monetario le hace un guiño a proyectos de este tipo.

Al presentar el proyecto se aclaró que solo abarca a un mínimo de empresas, solo aquellas que han hecho ganancias extraordinarias por la invasión rusa contra Ucrania. Encima se afirma que estas podrán zafar de quedar atrapadas por este impuesto si demuestran que han “reinvertido” dichas ganancias. En el caso de que el proyecto se apruebe regirá recién desde 2023. Un lapso lo suficientemente largo como para hacer dudar a cualquiera sobre su concreción por Ley. Sobre todo cuando por resolución de la AFIP se podría implementar ahora mismo, como una simple extensión del impuesto a las ganancias.

Además, no es cierto que es para redistribuir la riqueza. Desde el gobierno peronista dijeron lo mismo con la ley de aporte solidario mientras creció la miseria. De aprobarse esta ley, será para recaudar para el FMI igual que los aumentos que se vienen en la luz, el gas y el transporte. Ante la pregunta de muchos: ¿Hace falta un gran impuesto a la riqueza capitalista? ¡Claro! Pero para combatir los males sociales, no para pagar una deuda usurera.

Dese Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad denunciamos que esta ley, en consonancia con la que promueve Cristina en el Senado, es para recaudar y pagar la deuda de Macri que el propio peronismo reconoció. Y proponemos tomar medidas de fondo. Hace falta gravar de verdad las ganancias de las multinacionales, bancos y grandes empresarios y dejar de pagar la deuda externa para aumentar los salarios y jubilaciones; y construir en la emergencia 500.000 viviendas populares para dar trabajo genuino. Todo con el objetivo de implementar otro plan económico, alternativo, obrero y popular.


Escribe José Castillo

Juan Grabois y Javier Milei participaron en un publicitado debate de cinco horas de duración, organizado por Perfil*. El referente libertario hizo una extensa explicación de sus concepciones. Defendió a los capitalistas como “benefactores de la humanidad”, ensalzó a los monopolios y sostuvo que la desigualdad social es “buena para la humanidad”.

Imposible resumir en pocas líneas el conjunto de barbaridades reaccionarias que sostuvo Javier Milei a lo largo del debate. A continuación algunas de las más impactantes.

Para Milei el desempleo no existe

Milei lo niega. Su falacia consiste en sostener que cada vez que una patronal echa personal, esto no ocasiona ningún problema, debido a que el trabajador despedido conseguirá otro puesto fácilmente porque significa que se están “generando puestos de trabajo en otra parte de la economía”. Increíblemente sostiene que si este permanece desempleado durante meses o años (o entra en desempleo estructural y ya no logra conseguir un trabajo formal), esto se debe a que “prefiere el ocio” a la ocupación. Dice Milei que las personas eligen “trabajar más o menos en función de lo que quieran consumir”. ¡Es indignante! El que no trabaja simplemente sería “un vago” que “elige” vivir en la pobreza y la indigencia.

La apología de los capitalistas

Para Milei los empresarios son “los auténticos y únicos benefactores de la humanidad”. El empresario “sirve al prójimo con bienes de mejor calidad a un mejor precio”, afirma sin que se le caiga la cara de vergüenza. Los millones de ejemplos en el mundo de fraudes, productos adulterados, mercaderías que ocasionan daños a la salud o al ambiente, nada de eso existe, todo es borrado de un plumazo en la imaginación febril del diputado libertario. “El empresario le mejora la vida a todos”.  Milei obvia los miles de millones que viven en la más absoluta miseria, con dos dólares diarios, minimizando este hecho como un detalle de la “pobreza relativa”. Es que, para él, “la desigualdad es buena”, es una señal del éxito empresario. Los proyectos de vida perdidos, la pobreza infantil, el trabajo esclavo, la trata, todo eso no existe en el idílico mundo del “mercado perfecto” que vende Milei. Peor aún, cuando se les señala su existencia, Milei lo defiende, mostrándolo como otras expresiones de la supuesta “potencia del mercado”. Es que para Milei un niño de seis años que ofrece lapiceras en los bares sería un ejemplo de “empresario exitoso en potencia”.

Milei lleva la lógica del capitalismo hasta sus últimas consecuencias

“El capitalismo de libre empresa es el único sistema que es justo”, fue otra de sus tantas afirmaciones. “Si sos productivo ganás un montón de plata. De ahí que es interesante el tema de la productividad, porque es donde se reconcilia el capital con el trabajo, porque son socios. Porque cuando metés la máquina y aumenta la productividad, eso va a implicar mayores salarios”. Milei tira afirmaciones y no se molesta en demostrarlas. Todo trabajador sabe que si la patronal lo reemplaza por una máquina, se le abre el drama del desempleo. Corre el serio riesgo de no encontrar nunca más trabajo, o, si lo logra, será por un salario menor, en un puesto más descalificado.

“En el mercado no hay violencia”, es otra de las afirmaciones de Milei. ¿Pensarán lo mismo los familiares de las víctimas de los asesinatos masivos por la libre compra de armas en Estados Unidos, que Milei defiende y propone establecer en nuestro país?

“Con el capitalismo de libre empresa solamente puedo ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad a un mejor precio”, insiste, defendiendo incluso a los monopolios, según él responsables de las grandes innovaciones. ¿Así fue en nuestro país, cuando se privatizaron los servicios públicos? ¿Acaso la luz y el gas que nos brindan los monopolios privados son “de mejor calidad y a un mejor precio”?

Toda la prédica de Milei se resume en garantizar los derechos de propiedad privada de los grandes capitalistas. Para el libertario todo debe ser privado: hasta los bienes más mínimos y esenciales son mercancías sometidas a la lógica del mercado y de la capacidad o no de comprarlos. Ningún derecho social, ni el más mínimo, debe ser reconocido.

Pero la propiedad que hay que promover y defender no es la de todos. Ahí se le ve a Milei su su doble vara clasista. La propiedad que debe ser garantizada es la del capitalista, permitiéndole incluso destruir el ambiente si así le conviniera. Por eso Milei se opone a cualquier sanción en este sentido. Por contraposición, el derecho básico a la propiedad de los bienes mínimos para la vida, incluyendo la comida, no tiene porqué estar garantizada, proponiendo castigar severamente al “ladrón de gallinas”.

Ante los miles que, desencantados con los partidos patronales que ya gobernaron, tienen hoy expectativas en el líder de La Libertad Avanza, tenemos que insistir que en sus planteos no hay nada de “rebelde” o “novedoso”. Es el más rancio y antiguo programa liberal-conservador, el que levantaba Alsogaray, el que llevaron adelante las dictaduras militares y, como reconoce el propio Milei, el de Menem y Cavallo y los ‘90. El mismo que nos sumió en la pobreza y la decadencia. Lo nuevo, lo auténticamente diferente, es el planteo de los que nunca gobernamos, los trabajadores y la izquierda, con un planteo opuesto por el vértice al de Milei, anticapitalista y socialista.
 
* Publicado como “Debate de dos modelos opuestos: la escuela vaticana y la escuela austríaca”, en Perfil (sábado 28 y domingo 29 de mayo).


Escribe José Castillo

En el debate organizado por Perfil, Juan Grabois, referente de Patria Grande y autoidentificado con el Papa Francisco (de hecho el título de la nota hablaba de economía “vaticana” versus economía austríaca) jamás hizo lo mínimo que se espera de cualquier referente “popular”: denunciar la peligrosidad del pensamiento de ultraderecha de Milei. Se perdió la oportunidad de hacerle acordar de sus socios políticos pro-dictadura, o del hecho de que los referentes teóricos de Milei, empezando por Friedrich Hayek, se dedicaban en su época especialmente a ensalzar a los dictadores Pinochet y Videla.

Nada de eso estuvo en la exposición de Grabois. Se enredó en complejos debates doctrinales del derecho, buscando siempre algún tipo de acuerdo o coincidencias con Milei. Incluso se felicitó cuando la encontró en que Milei “aceptaría a los manteros” porque son supuestamente parte de las bondades del libre mercado.

El problema de fondo de Grabois es que, mientras Milei es un defensor a rajatabla del capitalismo, los monopolios e incluso de la desigualdad social, él le responde cuestionando sólo los “excesos” del mercado. Y planteando un supuesto Estado compensador que aparecería para “igualar derechos de propiedad” (otra expresión que tomó del propio Milei en el debate) de aquellos que quedaron excluidos.

El planteo de Grabois terminó siendo tan tibio que, aún reconociendo que su propuesta de “ingreso mínimo universal” no garantiza ni siquiera la salida de la pobreza extrema, no propuso ni siquiera algo tan simple como un plan de obras públicas para generar trabajo genuino a los desocupados.

Quedó claro que para enfrentar a Milei y sus planteos reaccionarios, es necesaria una propuesta claramente anticapitalista, como la que encarna el Frente de Izquierda y no medias tintas como la que expresa Grabois.



Escribe José Castillo

El referente “libertario” nunca deja de asombrarnos: siempre tiene un nuevo enunciado, más reaccionario que el anterior, para dar que hablar. De su planteo machista, racista y patriarcal en la Feria del Libro (“no voy a pedir disculpas por ser hombre con rasgos de blanco, rubio, de ojos celestes y tener pene”), pasó (a posteriori del debate de Perfil) a defender la compra-venta de órganos. Se trata de uno de los negociados más repugnantes que ha generado el capitalismo. De un lado, personas ultranecesitadas, en la más absoluta marginalidad, vendiendo riñones. Sumado a auténticas mafias que consiguen (obviamente asesinando primero) órganos vitales para luego venderlos en el mercado negro. Del otro lado, gente con plata que puede comprarlos, generando la terrorífica situación de que la vida de una persona que depende de un transplante se defina por la capacidad o no de pagar el “precio requerido” del órgano a la venta.

En el propio reportaje de Perfil ya Milei había dado señales de que su posición iba en este sentido, cuando ante su afirmación de que el mercado “resuelve todo”, se le dijo si sería legítimo que alguien le compre un brazo a otra persona porque le gusta coleccionar brazos, y Milei increíblemente respondió: “si alguien lo quiere vender, ¿cuál es el problema?”. Para enseguida explicar que se trata de la “decisión sobre el propio cuerpo del que vende el brazo”. Claro que esa “decisión sobre el propio cuerpo” Milei no la acepta cuando se opone a la legalización del aborto. Se entiende, lo hace desde el machismo más acérrimo, y también desde garantizarle el “libre mercado” al negocio del aborto clandestino.
Esta es la horrorosa y archirreaccionaria concepción ideológica de Milei, sin el más mínimo respeto por los derechos y dignidades de las personas.


No al FMI

El pueblo trabajador sigue sufriendo las consecuencias del plan de ajuste acordado entre el gobierno del Frente de Todos y el Fondo Monetario Internacional. Los bajos salarios, las jubilaciones de miseria, el congelamiento de los planes sociales, la decadencia de la educación y la salud pública tienen una misma causa: cumplir con las exigencias del FMI. El Fondo tiene metas muy concretas para hacernos cumplir y nos monitorea trimestralmente. Justamente en estos días está culminando la primera de las diez misiones de control del Fondo sobre nuestra economía. Todo con un objetivo claro: que los argentinos “ahorremos”, en base a nuestro hambre y miseria, los dólares necesarios para dar cumplimiento a los pagos de deuda externa, en primer lugar con el propio organismo.

Y esto no es lo único: los funcionarios del FMI ya anticipan que este ajuste que estamos sufriendo es solo la primera parte de algo incluso más profundo: a fin del año próximo, de cara al gobierno que surja de las próximas elecciones, vendrán las exigencias de las “reformas estructurales” (jubilatoria, laboral y fiscal).  O sea que vendrán por “lo que queda” de los derechos del pueblo trabajador.

No hay futuro, ni posibilidades de desarrollo o progreso si seguimos así: el FMI dirige de hecho nuestra economía y nuestra política. Somos una semicolonia de ese organismo, lo que quiere decir que dependemos de decisiones tomadas por las grandes potencias imperialistas, y principalmente por los Estados Unidos.

Por eso insistimos, desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad, en la necesidad de implementar otro plan económico, obrero y popular, que, para resolver las más urgentes necesidades de trabajo, salario y jubilaciones dignas, salud, educación y vivienda, indefectiblemente tiene que partir de romper con todos los condicionamientos políticos y económicos que nos impone el FMI y con dejar de pagar inmediatamente la deuda externa. Se trata de dejar de ser una semicolonia, de dar la pelea por una segunda y definitiva independencia.

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