Jul 19, 2024 Last Updated 9:34 PM, Jul 18, 2024

Reproducimos partes del documento unitario acordado por las organizaciones convocantes al Acto en Plaza de Mayo contra el FMI*

[…] Desde esta Plaza denunciamos que el plan plurianual que anunció el gobierno de Fernández apunta a someter por décadas a todo el pueblo argentino a tener como prioridad recaudar dólares para el pago de una deuda ilegítima y fraudulenta, que no es nuestra, en lugar de resolver los reclamos populares más urgentes: el salario, el acceso al trabajo, la vivienda, el agua y terminar con la pobreza y la indigencia que avanza en los territorios, los lugares de trabajo y en los barrios.

La deuda que reclama el FMI fue contraída por el Gobierno de Macri para favorecer a los fugadores de capital y a las multinacionales, y ni un peso de esos 44.000 millones de dólares se utilizó para las necesidades y derechos populares. El acuerdo no pasó por el Congreso ni cumplió las reglas administrativas mínimas, y el propio FMI violó sus normas internas para rescatar al macrismo y los grandes capitales. Es una estafa, […] y no puede pagarse […]

De la mano del pacto con el Fondo se viene un nuevo ajuste económico y fiscal sobre las espaldas de las mayorías populares, […] que golpea a la educación, la salud, los salarios y el acceso a la tierra, al agua y a la vivienda […]

Mientras las y los trabajadores sufríamos las consecuencias del ajuste, los pagos por deuda externa y al Fondo Monetario entre 2020 y 2021 alcanzaron los 12.000 millones de dólares. […] esa suma de dinero equivaldría a un plan de 500.000 viviendas populares dando trabajo a 2 millones de personas desempleadas […] este ajuste es el golpe sistemático contra las jubilaciones. […]

De la mano del pacto con el Fondo se vienen nuevos tarifazos en los servicios públicos […]más ataques a los derechos de las y los trabajadores.  […] con el aval de la dirigencia de la CGT y con el silencio de la CTA, el gobierno anunció la eliminación de la doble indemnización por despido y la limitada prohibición de despidos. […]

La deuda es un mecanismo de dependencia, entrega, sometimiento y vaciamiento en favor de los intereses de la Banca y el gran capital y en contra de las mayorías populares. […]

El fallo del juez Ballestero en el año 2000 la declaró ilegítima, ilegal y fraudulenta, señalando a bancos extranjeros como el Citibank y el Chase Manhattan Bank como instrumentos fundamentales, y a empresas como Techint, Sevel, Alpargatas, Grupo Macri, Banco Francés del Río de La Plata, Banco Galicia, Bunge y Born, Grafa, Molinos Río de la Plata, Loma  Negra, Ledesma, Pérez Companc, Acindar, entre otras, como beneficiarias. […]

Llamamos a poner en pie un amplio frente común contra el acuerdo con el FMI […] unir a todos los sectores populares que se opongan con claridad a este pacto con el Fondo, que profundizará la pobreza, la miseria, la precarización laboral, la entrega de nuestros territorios y bienes comunes a los intereses de las grandes exportadoras, junto a la represión de quienes resisten y la militarización […]

Desde esta Plaza planteamos: No al pacto con el Fondo Monetario. Cese del pago de la usuraria, ilegítima y fraudulenta deuda externa. […] que la plata debe ir a aumento de salarios y jubilaciones, a salud, educación y vivienda, no para los usureros internacionales y el FMI […]

*Ver documento completo en www.izquierdasocialista.org.ar

Escribe Guido Poletti

Con la presencia de los ex presidentes Lula Da Silva, de Brasil, y José “Pepe” Mujica, de Uruguay, el gobierno Alberto y Cristina Fernández habló en Plaza de Mayo, en la celebración del “día de la democracia”. En un desopilante intercambio, que dio que hablar a la prensa, ambos confirmaron que habrá acuerdo con el FMI.

Tal como se esperaba, y más allá de los llamados previos a que fuera un “festival de la democracia”, se trató de un acto netamente peronista, con el objetivo de mostrar apoyo a un gobierno que viene muy golpeado tras su derrota electoral. Pero un fantasma recorrió y de hecho copó el acto: la pregunta de qué hacer con el FMI. Tanto Cristina como Alberto se refirieron centralmente a este tema. Comencemos analizando sus discursos.

Primero habló la vicepresidenta Cristina Fernández. “Necesitamos que el Fondo nos ayude a recuperar los miles de millones de dólares que se fugaron al exterior en evasión [...] No se va a aprobar ningún plan que no permita la recuperación económica. Es el deber de los argentinos que integran la fuerza política que volvió a la Argentina”. Cristina continuó su discurso, señalando que el FMI había condicionado a todos los gobiernos desde 1983 a esta parte.

El kirchnerismo se ha lanzado a una misión imposible. Mantener una retórica “progre” con pinceladas de cuestionamientos al Fondo y, a la vez, seguir sembrando expectativas en que se puede alcanzar un acuerdo con el organismo que permita mantener “el crecimiento y la equidad social”. Por eso el discurso de Cristina contiene una cal y una de arena: critica al FMI y a la vez invita a alcanzar un pacto con este organismo imperialista.

El discurso del presidente Alberto Fernández, en lo que varios medios de comunicación leyeron como una virtual “respuesta” a Cristina, tampoco tiene desperdicios: “Tranquila Cristina, no vamos a negociar nada que signifique poner en compromiso el crecimiento y el desarrollo social en la Argentina”. Para terminar desbarrancando en la más absoluta demagogia: “no tengas miedo, que si el FMI me suelta la mano voy a estar agarrado de la mano de cada uno de ustedes, de cada argentino”.

Todo eso pasaba en el escenario de Plaza de Mayo en el mismo momento en que, en Washington D.C,, en el número 700 de la 19th Street, sede del Fondo Monetario Internacional, cinco funcionarios de primera línea del ministerio de Economía y del Banco Central repasaban los números del ajuste que se va a firmar en las próximas semanas. Y que sí, contradiciendo a lo que dijo el presidente Fernández, “comprometerá el crecimiento y el desarrollo social de la Argentina”. Y también contradiciendo a Cristina, no permitirá ninguna “recuperación económica”. Peor aún, exigirá más sacrificios que se medirán en menores salarios, jubilaciones aún más bajas, más desocupación y miseria.

Si a alguien le quedaba alguna duda de que el kirchnerismo está 100% jugado a que salga el acuerdo con el FMI, no tiene más que repasar el diálogo entre el presidente y su vice. “Firmar con el Fondo, pero sin ajuste”, “por supuesto, quedate tranquila”. Solo faltaba que se guiñaran un ojo. Del otro lado de esa puesta en escena del doble discurso, está el pueblo trabajador, que ya ve destrozados sus salarios, jubilaciones, puestos de trabajo, y que, una vez firmado el pacto con el Fondo, estará mucho peor.  

Llega el momento de las conclusiones. ¿Para qué convocaron Alberto y Cristina a Plaza de Mayo? La respuesta surge clara: para mostrarle al FMI que ambos están unidos en llegar a un acuerdo. Para eso sumaron a dos ex presidentes amigos que tienen en su currículum que jamás rompieron con el establishment económico internacional. El acto y los discursos fueron una auténtica puesta en escena, llevada al límite, de como el gobierno se comprometerá al ajuste con el Fondo, pero nunca usando esta palabra. E incluso de como la vicepresidenta Cristina y el kirchnerismo seguirán haciendo todas las fintas y amagues que sea necesario para tratar de no pagar el costo político completo de lo que se viene. Que saben perfectamente que es un fortísimo ajuste contra el pueblo.   

La plaza del 10D, sin duda, contrasta con la del día siguiente. El sábado 11, una multitudinaria y amplísima movilización unitaria, convocada a partir de la iniciativa del Frente de Izquierda Unidad, llevó la plaza diciéndole ¡No! al FMI y reclamando que no se firme el acuerdo. La comparación de ambas plazas debe llamar a la reflexión, en particular a las muchísimas compañeras  y compañeros de trabajo, estudio, o vecinos de los barrios, que simpatizando o aún teniendo confianza en el peronismo, están convencidos que de la mano del FMI sólo llegará hambre, miseria y saqueo. Oponerse al Fondo requiere del fortalecimiento de un gran movimiento que siga saliendo a la calle y se pronuncie con claridad por un programa alternativo al del gobierno: dejar de pagar la deuda externa, romper con el FMI y poner todos esos recursos al servicio de resolver las más urgentes necesidades populares de trabajo, salario, salud, educación y vivienda. El Frente de Izquierda Unidad, único bloque en el Congreso de la Nación que ha presentado un proyecto en ese sentido (redactado por los diputados Giordano y Schlottahuer) y que se ha pronunciado explícitamente por el voto en contra al acuerdo con el Fondo, encabeza esta iniciativa y te invita a que te sumes.

Escribe Guido Poletti

Uno de los dos invitados internacionales al palco del 10D fue el ex presidente brasileño y líder del PT Luis Ignacio “Lula” Da Silva. El otro fue José “Pepe” Mujica, ex presidente uruguayo y referente del Frente Amplio.
Acá nos queremos referir a Lula, que gobernó nada menos que Brasil, el país más grande del continente, llegando al poder con 70 millones de votos en 2002 y despertando entonces una enorme esperanza popular. Sus políticas y las de su sucesora, Dilma Roussef, terminaron generando una enorme desilusión: el PT gobernó ajustando, garantizando todos y cada uno de los privilegios del establishment económico brasileño e internacional, y cumpliendo a rajatabla las exigencias del Fondo Monetario Internacional.

Apenas asumido, nombró a Henrique Meirelles, jefe del Bank of Boston, al frente del Banco Central de Brasil. A partir de allí, el gobierno de Lula comenzó a llevar adelante una agenda en todo de acuerdo con las exigencias de las patronales y el imperialismo: reforma de la “previdencia” (jubilaciones), tasas de interés altísimas para garantizar el negocio financiero, privilegios para los grandes grupos económicos, virtual “congelamiento” de toda reforma agraria, etcétera. Alcanzó un punto cúlmine cuando, en diciembre de 2005, a pedido de la asamblea del FMI que se había reunido en septiembre de dicho año, Brasil canceló pagando por anticipado su deuda con el Fondo, de 15.500 millones de dólares. Fue una señal para que, unas semanas después, el gobierno argentino, con Néstor Kirchner, hiciera lo mismo. En contraposición a lo que fue la retórica de entonces, el uso de ese dinero para atender las demandas de ese organismo imperialista, no nos “liberó” en absoluto (ni a Argentina ni a Brasil) de seguir cumpliendo con las exigencias del orden económico internacional.

De hecho, Brasil terminó entrando, en el segundo mandato de Lula y en el subsiguiente de Dilma Rousseff, en un espiral de recesión y ajuste que culminó con estallidos populares y con la ruptura de millones con el PT. Como tantos otros gobiernos de centro izquierda y del doble discurso, el PT fue desechado por las patronales y el imperialismo cuando ya “no les servían más” para contener al pueblo trabajador. Y reemplazados por alternativas de derecha (Temer) o incluso ultraderecha (Bolsonaro).

Ahora, en una Latinoamérica otra vez recorrida por levantamientos populares e incluso giros a la izquierda en términos electorales, se intenta que vuelvan a emerger figuras como la de Lula. No es casual que, en estos días, se lo muestre por parte de los medios de comunicación del establishment como una “izquierda responsable”, que mantuvo la independencia de su Banco Central (léase entregándoselo a los banqueros), siempre pagó la deuda y nunca rompió con el FMI.
Desde Izquierda Socialista y el FIT Unidad recordamos: justamente por eso es que el pueblo trabajador brasileño sigue sumido en la pobreza y la marginación. La salida es otra, la de la verdadera y auténtica izquierda, sin dobles discursos, que plantea que la única salida es romper con el Fondo, dejar de pagar la deuda, y que efectivamente gobiernen los trabajadores, no los banqueros y el imperialismo.              


Escribe José Castillo

En las próximas semanas, el gobierno de Alberto Fernández terminará firmando el acuerdo con el FMI. Aunque digan lo contrario, significará más hambre y miseria para el pueblo trabajador y un mayor saqueo de nuestras riquezas.

El gobierno del Frente de Todos tiene como su máxima prioridad cerrar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional lo antes posible. Es muy probable que no lo logre en estos días que restan de diciembre (ya que no dan los tiempos burocráticos del propio FMI), pero no pasará de enero o a lo sumo los primeros días de febrero.

Ajuste, aunque se diga lo contrario

El centro de las exigencias de cualquier plan del FMI es siempre “reducir el déficit fiscal”. Esto quiere decir, en concreto, achicar el gasto público, lo que redunda en que se tienen que reducir todas las partidas que atienden las necesidades populares. El Fondo exige un sendero donde, año a año, se gaste cada vez menos, con el objetivo de ir liberando divisas para así poder cumplir con los vencimientos con el propio FMI y el resto de los acreedores privados.

De hecho, para dar señales en la propia negociación, este año ya hubo un fuerte ajuste del gasto público: lo sufrieron los jubilados, todos aquellos que vieron recortadas las partidas sociales del Covid-19 (un ejemplo: no hubo un sólo pago de IFE en 2021) y los empleados del estado de todas las categorías (docentes, trabajadores de la salud, empleados estatales nacionales, provinciales y municipales) que vieron sus salarios pulverizados frente a la inflación. Pero ahora el Fondo exige más para el 2022 y luego un sendero ascendente de ajuste en 2023 y 2024.

El FMI también exige un aumento de las tasas de interés, con el objetivo de que los especuladores locales puedan hacer ganancias con una nueva bicicleta financiera (con tasas por encima de la inflación) y así permitir que los dólares puedan acumularse en las reservas del Banco Central, para garantizar su existencia para pagar la deuda. La contrapartida de este aumento de tasas de interés será el encarecimiento del crédito popular (si hoy las tasas de interés de las tarjetas de crédito, por ejemplo, ya son altas, mañana estarán directamente por las nubes).  

El tarifazo que se viene

Una de las consecuencias que se vienen será el aumento de las tarifas de los servicios públicos privatizados. Actualmente las tarifas de luz, gas, agua y transporte (por lo menos en CABA y Gran Buenos Aires) se mantienen sin grandes aumentos, brindándo a las empresas generosos subsidios como contrapartida. El FMI exige reducir esos subsidios (como parte del recorte del gasto público), pero no serán las empresas las que dejarán de ganar. Por el contrario, serán compensadas con aumentos de tarifas que irán desde el 30 al 100% según los casos. Todo a costa del bolsillo del pueblo trabajador.

Las reformas estructurales

El acuerdo que se firmará (llamado de “facilidades extendidas”) también exigirá un plan de reformas “estructurales” que el gobierno deberá empezar a poner en práctica en el tiempo. Son básicamente tres. La primera será la “reforma fiscal”, que consistirá en reducir los impuestos que ellos llaman “distorsivos” (básicamente los que afectan a las grandes empresas), a costa de aumentar los que pagamos los trabajadores. Y, al mismo tiempo, de reducir las partidas que ya no tendrán financiamiento, en particular las dirigidas a las provincias, que se encontrarán con menos fondos para atender gastos como educación primaria y secundaria, que dependen totalmente de esas jurisdicciones.

La segunda reforma será la previsional, que requerirá seguir reduciendo las jubilaciones (ya en números de indigencia) y particularmente atacar los regímenes especiales (el docente es el más importante), ya que son los únicos que se acercan a garantizar una jubilación cercana al salario en actividad del trabajador.

Y la tercera reforma es la laboral. Se trata del tan anhelado deseo de todas las patronales: flexibilizar al máximo el mercado de trabajo, terminando con los convenios colectivos y liquidando las conquistas que la clase trabajadora logró al cabo de décadas.

No hay salida con el FMI

El gobierno del Frente de Todos, la oposición de Juntos por el Cambio, las patronales empresarias, la burocracia sindical y los economistas del establishment coinciden en que “lo único que se puede hacer es arreglar con el Fondo” y que romper es “utópico”.

Les respondemos: lo utópico es sostener que la economía argentina va a crecer y desarrollarse de la mano de acuerdos con el FMI. Mucho más utópico aún, es un plan del Fondo que garantice la “equidad”, la “inclusión” y la “redistribución de la riqueza”. Con el Fondo nos hundiremos en un ajuste mayor al actual. Más aún, entraremos en un espiral de “monitoreos” (inspecciones trimestrales del FMI para verificar que se cumple con el ajuste), perdiendo cualquier capacidad soberana de decisión de política económica. No tendremos futuro, tal como sucedió en todos y cada uno de los 22 planes que anteriormente firmaron distintos gobiernos con el FMI, desde que pasamos a ser parte de este organismo en 1956.

Por el contrario, lo único “no utópico”, la única chance que tenemos para implementar un programa económico alternativo que empiece a resolver las más urgentes necesidades populares, pasa por suspender inmediatamente todos los pagos de deuda externa y romper ya mismo los lazos políticos y económicos que nos someten al FMI. Solo así el pueblo trabajador podrá acceder a mejores salarios, jubilaciones, trabajo genuino, educación, salud y vivienda.


Escribe José Castillo

El compromiso de cumplir con el FMI fue tomado por el gobierno de Alberto Fernández apenas asumió. Lo hizo haciendo gala del más desvergonzado doble discurso: por un lado despotricaba diciendo que la deuda con el Fondo fue tomada por Macri, incluso violando las más mínimas disposiciones legales argentinas y administrativas del propio FMI, y que, encima, había sido utilizado en su totalidad para financiar la fuga de capitales de los especuladores que jugaban a la bicicleta financiera. Pero, por el otro, se comprometía a pagarla.

Durante estos dos años, el gobierno del Frente de Todos insistió en que el acuerdo a lograrse sería “sin ajuste”. Para ello, sostenían, contaban con la simpatía de la directora del Fondo, Kristalina Georgieva, que garantizaría un programa del FMI “progresista”, ya que era amiga del Papa Francisco.

Cuando se les preguntaba cómo sería posible dicho acuerdo “sin ajuste”, desde el gobierno de los Fernández explicaban: “vamos a pagar los 45.000 millones de dólares a veinte años, con diez de gracia. O sea, no pagaríamos nada hasta 2031 y luego 4.500 millones por año”. El FMI, Kristalina incluida, le respondió amablemente al gobierno argentino que eso no era posible, que no existían acuerdos a veinte años en los estatutos del Fondo. Que el acuerdo sería a diez años, empezando a pagar a los cinco (o sea en 2026) con vencimientos de capital de 10.000 millones de dólares por año. ¡Imposible de cumplir sin un super-ajuste!

Pero ahí no termina la historia. Luego el gobierno del Frente de Todos empezó a decir que, por lo menos, conseguiría que se redujera la tasa de interés (para que se entienda, los 45.000 millones que hay pagar, sumando los intereses, superan los 50.000). La tasa acordada por Macri era de 4% anual en dólares (escandalosamente alta, en un mundo donde la tasa de interés internacional está debajo de 1%). Alberto Fernández y su ministro, Martín Guzmán, sostuvieron que lograrían una reducción de la tasa al 1,5%, lo que permitiría ahorrarse aproximadamente 1.000 millones al año de pago de intereses. ¿Adivinen qué respondió el FMI? Obviamente que no, que hay que pagar a la tasa acordada.

En síntesis, el gobierno del Frente de Todos puede seguir discurseando con que “no se firmará un acuerdo que implique ajuste”, pero la realidad es que pagará todo (tasas de interés usurarias incluidas), en el plazo que exige el FMI y con el plan de ajuste dictado por el propio organismo. Un sometimiento en toda la línea.        


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