Escribe José Castillo
Jorge Bergoglio asumió su pontificado como Francisco en 2013, en medio de una Iglesia católica sumida en una profunda crisis y descrédito. Tras doce años de mandato, ¿cambió la Iglesia? ¿Se trató efectivamente de “el Papa de los pobres”?
Este lunes 21 falleció el primer (y hasta ahora único) Papa argentino. Millones se sienten profundamente conmovidos en nuestro país y otros tantos en el resto del mundo. Respetamos profundamente su dolor. Al mismo tiempo, a partir del hecho de que se trataba de una de las figuras políticas más influyentes del mundo, queremos hacer llegar nuestras reflexiones y balance de sus doce años de pontificado.
¿Por qué Bergoglio fue elegido Papa?
“Tuvieron que ir a buscar un Papa al fin del mundo”. Estas fueron expresiones del propio Francisco en uno de sus primeros discursos. Recordemos. Corría el año 2013. La Iglesia católica estaba más desprestigiada que nunca. El Papa Benedicto XVI (el alemán Joseph Ratzinger, que incluso tenía denuncias de haber pertenecido a las juventudes hitlerianas) se encontraba asediado por las innumerables denuncias de pedofilia y abusos sexuales en prácticamente todas las diócesis. A eso se sumaban los escándalos financieros en el Vaticano. La Iglesia venía perdiendo fieles de a millones, en especial en Latinoamérica, a manos de las Iglesias evangélicas. Todo esto sucedía en el marco de un capitalismo imperialista sumido en medio de la crisis económica más grande de la historia, abierta en 2008 y que estaba movilizando a millones de trabajadores y sectores populares contra las políticas de ajuste. Por todo esto Ratzinger se vio obligado a renunciar, algo inédito en más de 600 años.
La designación de Francisco fue un intento de dar “un golpe de timón”. Por eso el cónclave (el grupo de cardenales electores de cada Papa) eligió a un latinoamericano, región donde viven más de la mitad de los 1.200 millones de católicos del planeta. Eran los tiempos en que aparecían fuertes los gobiernos denominados “progresistas” de la región: Cristina Fernández en Argentina, Dilma Rousseff (sucesora de Lula Da Silva) en Brasil, recién había muerto Hugo Chávez en Venezuela y Nicolás Maduro comenzaba su mandato como sucesor, Evo Morales era el presidente de Bolivia y Rafael Correa el de Ecuador. El nuevo Papa buscó rápidamente mostrarse cercano a los sectores populares (“quiero una Iglesia con pastores con olor a oveja”), a los jóvenes (“hagan lío”, dijo en uno de sus encuentros) y hasta realizó algunos guiños hacia la comunidad LGBTIQ (“quién soy yo para juzgarlos”, afirmó ante un grupo de periodistas).
La Iglesia católica y el Vaticano no cambiaron
Muchos analistas, a partir de estos y otros gestos discursivos, empezaron a decir que se habían producido cambios importantes en el seno de la Iglesia. Creemos que no es así. La inmensa masa de los curas pedófilos o abusadores de todo tipo siguen siendo apañados por las autoridades eclesiásticas. Como mucho son “trasladados” para evitar el escándalo. La Iglesia no colabora, por el contrario, obstaculiza cualquier investigación al respecto. Las mujeres siguen teniendo vedado el acceso al sacerdocio o a cualquier cargo importante. Los divorciados y las disidencias sexuales continúan siendo fuertemente discriminados. Las Iglesias católicas de todos los países son punta de lanza militante contra los derechos más básicos de las mujeres, como la legalización del aborto legal, seguro y gratuito (de hecho, esta conquista en Argentina fue obtenida a pesar de tener en contra la campaña de todo el aparato eclesiástico) e incluso se pronuncia en contra del uso del preservativo o cualquier otro método de anticoncepción. También se opuso y se sigue oponiendo a la legalización del matrimonio igualitario. En muchos países, como la Argentina, la Iglesia católica se aferra a los recursos económicos y a los privilegios que le dan los distintos gobiernos, negándose a la separación de la Iglesia y el Estado.
Francisco no fue el Papa de los pobres
Una parte importante del desprestigio de la Iglesia proviene de que es vista como defensora y pegada a los poderosos, a los ricos, a los gobernantes más reaccionarios. El “oro del Vaticano” es apenas una de las expresiones de todo esto. Mucho más escandaloso cuando estallan crisis económicas que incrementan por miles de millones los pobres y marginados del planeta.
Jorge Bergoglio, al asumir, era consciente de esto. Sabía que la Iglesia no podía cumplir su rol histórico, de “consolar” a los pobres en la tierra con la promesa del paraíso en el cielo, si la propia institución era vista como un reinado de privilegios y corrupción. Por eso eligió como su nombre de Papa “Francisco”, emulando a San Francisco de Asís. Toda una serie de gestos buscaban cambiar la imagen y mostrarse como lo opuesto a sus predecesores: usar zapatos usados en vez de los aristocráticos “zapatos rojos”, vivir en la relativamente menos lujosa residencia de Santa Marta en vez de en los palacios vaticanos, o incluso mostrarse como futbolero (hincha de San Lorenzo). Viajes a Lampedusa (donde se hacinaban los migrantes ilegales) o visitas a las cárceles italianas, eran también parte de esta búsqueda de cambio de imagen, de una iglesia “más cerca de los pobres”.
Sin embargo, sus planteos siempre dejaban la puerta abierta al doble discurso, a la igualación de opresores y oprimidos. Así, cuando hacía referencia al pueblo palestino o reclamaba el alto el fuego en la Franja Gaza, inmediatamente llamaba a rezar por Israel. Lo mismo sucedió las veces que se refirió a Ucrania, llamando a la paz, igualando las responsabilidades con el invasor ruso. Bajo la pantalla del diálogo, se juntó así con los líderes más reaccionarios del planeta que aprovechaban la visita para lavarse la cara. El símbolo de todo esto fue que el último visitante recibido por el Papa haya sido nada menos que el ultraderechista vicepresidente de los Estados Unidos James David Vance.
En síntesis, ninguno de los discursos o gestos simbólicos del Papa Francisco modificó el tradicional rol de la Iglesia católica. El Vaticano continuó “consolando a los pobres” mientras se reunía y negociaba con los ricos. Cumpliendo el papel histórico que ya había definido León XIII en 1891 en la encíclica Rerum Novarum, donde ante el ascenso de las luchas obreras y la popularidad del socialismo, se pronunció contra este último y a favor de la “conciliación de clases”. El lugar de rueda de auxilio ideológico del capitalismo imperialista, de convencer a las masas de que no hay que luchar y consolarlas, proclamando la resignación con su destino.
En el caso de Francisco esto empalmó, como argentino, con su visión cercana al peronismo. Planteando una conciliación entre el capital y el trabajo que, si nunca fue viable, mucho menos lo es en este mundo sumido en la crisis más grande de la historia. Ilustremos esto con un ejemplo. Apenas asumido el gobierno peronista de Alberto y Cristina Fernández, el propio Francisco se ofreció como garante de un nuevo acuerdo con el FMI, invitando a Alberto Fernández y a su flamante ministro de Economía, Martín Guzmán, a reunirse con Kristalina Georgieva, a quien presentaba como la nueva y “progresista” titular de un FMI que había “cambiado” y era más receptivo a las necesidades populares. Todo terminó con el ajuste que el propio Fondo obligó a llevar adelante en nuestro país a partir de la firma del acuerdo en 2022.
A nivel mundial, la prédica de “escuchar y acercarse a los pobres” no tuvo obviamente ninguna repercusión entre los poderosos del planeta, que siguieron exigiendo que la crisis la paguen los pueblos, mientras ellos continuaban acrecentando sus fortunas multimillonarias.
En el caso argentino, con Javier Milei la relación fue conflictiva desde el comienzo (éste lo llamó “enviado del maligno”), aunque luego Francisco lo recibió y abrazó, lo que le permite ahora también buscar subirse a la ola de elogios ante su muerte.
Desde Izquierda Socialista tenemos una posición distinta tanto a la de los elogios y definiciones de Bergoglio como el “Papa de los pobres”, que levanta el peronismo en todas sus variantes, como a los planteos reaccionarios (y también ahora oportunistas) del ultraderechismo de La Libertad Avanza. Los socialistas revolucionarios estamos firmemente convencidos que la justicia social, la dignidad para los miles de millones de pobres y marginados de este planeta e incluso el cuidado del planeta (del que también llegó a hablar el Papa), sólo se logrará luchando, en vez de resignarse, ante todas y cada injusticia, peleando contra la explotación en cada lugar y, en definitiva, tirando abajo este sistema inhumano que es el capitalismo e instaurando otro, el socialismo con plena democracia para el pueblo trabajador. Creando un mundo donde todas y todos seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.
Escribe Miguel Lamas, dirigente de la UIT (CI)
En las últimas semanas, enormes movilizaciones populares salieron a las calles en 1200 ciudades contra las políticas del presidente Donald Trump y su ministro, el multimillonario explotador más rico del mundo, Elon Musk. Es la creciente resistencia popular contra este gobierno que asumió lanzando decretos para bajar salarios, agudizar la precarización laboral, la falta de vivienda, la represión, la persecución a migrantes y eliminar derechos.
Los primeros decretos de Trump quitaron el seguro médico de millones de pobres en Estados Unidos, muchos de los cuales viven en la calle o no tienen trabajo, cosa que los puede llevar a la muerte. Anularon el presupuesto de los programas sociales de la diversidad sexual, el cupo trans dentro de las fuerzas armadas y los programas de la transición energética para bajar la contaminación ambiental.
El ministro Musk llegó a decir a las y los trabajadores que la jornada laboral en Estados Unidos, tendría que ser de 60 horas por semana y 12 horas diarias. ¡Una barbaridad! Pretende aplicar las normas de China, donde Musk tiene la empresa Tesla de autos eléctricos con 20 mil trabajadores casi esclavos, que incluso duermen en la fábrica para “no perder tiempo en viajes”.
Contradicciones en el gobierno y la burguesía yanqui
Pero a Trump no todo le está saliendo como quiere. Decretó, por ejemplo, quitar la ciudadanía de los nacidos en Estados Unidos, hijos de inmigrantes. Pero ese decreto no se puede aplicar porque un juez lo bloqueó y fiscales de 22 estados del país están haciendo la misma demanda por estar en contra de la Constitución que garantiza ciudadanía para los nacidos en Estados Unidos.
El ataque a los inmigrantes, anunciando la expulsión masiva, también fue rechazado incluso por sectores burgueses. En primer lugar, porque millones de migrantes, en especial los indocumentados (que llevan años de trabajo en Estados Unidos), son parte importante de la explotación patronal norteamericana. Se calcula que el 20 % de los trabajadores de la construcción y el 40% en la agricultura son migrantes ilegales.
En California, por ejemplo, existe una industria enorme que abarca 400 variedades de cultivos, desde los campos de hortalizas del sur hasta los viñedos del norte, y mueve miles de millones de dólares anuales con “migrantes ilegales”, indocumentados, que tienen salarios más bajos. Las patronales han dicho “si dejamos de tener a ese millón y medio de personas se hunde la producción y se hunden nuestras ganancias y nuestras empresas”.
También hubo disputas en el propio gobierno. Musk quería despedir a miles de empleados públicos de todos los ministerios, pero acabó enfrentado a otros ministros que se negaron a acatar la medida.
Crecen las protestas
Las deportaciones masivas y primeros decretos firmados por Trump a días de asumir el gobierno, generaron una primera ola de movilizaciones el 5 de febrero de la población migrante, contra las políticas de deportaciones y criminalizaciones. Esta movilización, y otras, surgieron luego de la conformación de una nueva organización gestada a fines del 2024, denominada 50501 (“50 protestas en 50 estados en un día”).
El 7 de marzo, miles de académicos, estudiantes, médicos, ingenieros y políticos salieron a las calles en Nueva York, Washington, Boston, Chicago, Wisconsin, entre otras ciudades para expresar su descontento con lo que consideran un ataque sin precedentes contra la ciencia.
La protesta más importante se produjo el 5 de abril. Se realizaron 1.200 movilizaciones en todo el país, contra las reformas de Trump y Musk bajo la consigna “Hands off” (“Manos fuera”). Miles de personas participaron en protestas convocadas en 1200 de ciudades y municipios de Estados Unidos, como Washington y Nueva York, en contra de los recortes y otras políticas del presidente.
Eventos similares contra Trump y su política internacional se llevaron a cabo también en otros países como Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, México y Portugal.
En estas grandes marchas en Estados Unidos se inscribieron unas 150 organizaciones y grupos de activistas. Entre las organizaciones que asistieron están el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios, que representa a unos dos millones de empleados: la organización ecologista Greenpeace y Human Rights Campaign, el mayor grupo de defensa de las minorías sexuales en Estados Unidos. También participaron los grupos pro palestinos, que se oponen al genocidio del sionismo en Gaza y a la represión de Trump contra las protestas en los campus universitarios.
El 19 de abril se repitieron más de 80 protestas en capitolios estatales, juzgados y ayuntamientos en varios estados, como parte de las manifestaciones “50501”, condenando las deportaciones sin el debido proceso, el desmantelamiento de agencias federales y amenazas a la educación superior. Además, la jornada de protestas también incluyó la recolección de alimentos y donaciones, ofreciendo apoyo a los más afectados por las políticas del gobierno.
La perspectiva es que continúen y aumenten las movilizaciones del movimiento obrero, de la juventud, de las mujeres, disidencias y de otros sectores populares contra la expulsión de migrantes, los despidos y los ataques a los derechos democráticos. Ese es el camino que desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional proponemos para derrotar el plan reaccionario del ultraderechista Donald Trump.
Escribe Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional
Enes Karakaş, nuestro compañero miembro del Partido de la Democracia Obrera de Turquía (IDP), sección de la UIT-CI, y estudiante de la Universidad Boğaziç ha sido liberado el miércoles 16 de abril. Luego de estar veinte días detenido en las cárceles de Erdogan, la movilización que exige la libertad de todas y todos los detenidos ha dado sus primeros frutos con la liberación de Enes y otras personas detenidas.
El Gobierno autoritario de Erdogan y su justicia al servicio de los represores ha encarcelado y perseguido a cientos de personas durante las grandes movilizaciones que rechazaban el encarcelamiento de dirigentes opositores, la brutal represión policial y la intervención política de municipios y universidades.
En las puertas de la cárcel, a minutos de recuperar su libertad y rodeado de sus compañeras y compañeros de lucha, Enes manifestó: “¡Hola a todas y todos! Hoy ha terminado mi encarcelamiento debido a la lucha por los derechos democráticos en Turquía. Fuimos arrestados 308 estudiantes por participar en esta lucha. Muchos de nuestras compañeras y compañeros ya habían sido liberados. Hoy me han liberado a mí también. Aún hay compañeros detenidos. Exigimos su liberación inmediata. Jamás renunciaremos a esta lucha. He salido en libertad y continuaré la lucha desde donde la dejé.
¡No permitiremos el régimen represivo que busca intervenir desde las universidades hasta los municipios!”
Desde la Unidad Internacional de Trabajadoras y Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI) saludamos a las y los dirigentes, personalidades y compañeras y compañeros que fueron parte activa de la campaña internacional que realizamos exigiendo su libertad. ¡Seguiremos movilizados hasta conquistar la libertad a todas y todos los detenidos! ¡Viva la lucha de los trabajadores, la juventud y el pueblo de Turquía contra la represión de Erogan!
16/4/2025
PRESENTACIÓN
En esta coyuntura internacional hay varias palabras que se repiten en todos los medios y en las declaraciones de políticos o analistas burgueses. Entre ellas estupor, terremoto, Armagedon, hecatombe, temblor, incertidumbre. Caos es quizás la más usada. Hasta fue tapa de The Economist con fotos de Trump de fondo.
Todo eso se está produciendo en el mundo por las políticas del ultraderechista Donald Trump. El presidente de los EE.UU. pateo el tablero del capitalismo. Está rompiendo todos los acuerdos políticos y económicos que regían, mal o bien, desde el fin de la segunda guerra mundial, en 1945. El colmo del caos es la “guerra arancelaria” planetaria, que ha desconcertado a sus propios aliados de las multinacionales, de Wall Street o del FMI. Tan caótica e imprevisible es el accionar de Trump que el lector puede encontrar que muchas de las cosas que aquí se dicen ya cambiaron.
Esta edición de Correspondencia Internacional tiene una larga sección dedicada al significado de fondo de este caos o hecatombe del capitalismo. Retomamos las definiciones de la edición especial del mes de abril de 2024, donde se socializaban las conclusiones del Octavo Congreso Mundial de la (UIT-CI) realizado en diciembre de 2023. En ese congreso definimos que vivimos la crisis capitalista más grave de su historia.
Hoy esto se está poniendo cada vez más en evidencia. Los grandes capitalistas y los banqueros, sus gobiernos, están aterrados por la masa de dinero que han perdido. Pero las consecuencias de este caos lo van a sufrir la clase trabajadora y los pueblos explotados del mundo. A quienes les van a querer cobrar sus desastres.
Por eso para los socialistas revolucionarios lo importante es apoyar y alentar las movilizaciones de masas, las huelgas obreras y las rebeliones para derrotar los planes de saqueo, explotación y colonización del ultraderechista Trump. Y esto ya ha empezado con las huelgas generales de Grecia y Argentina, con las protestas en Panamá o las mil doscientas movilizaciones que se produjeron en más de 50 ciudades de los EE.UU. Este es camino para derrotar a los Trump, Elon Musk, Meloni o Milei.
Escribe Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista, de Argentina, y de la UIT-CI
A dos días de haber lanzado su “guerra arancelaria”, Donald Trump tuvo que retroceder y anunciar que su aplicación se postergaba por 90 días, salvo para China sobre la cual mantiene, por ahora, un 145% de arancel a sus exportaciones. China ha respondido con un 84% a las exportaciones de Estados Unidos. Pero ese retroceso es parcial y no cierra la crisis planetaria que abrió, ya que Trump mantiene los aranceles del 25% sobre aluminio, acero y automóviles, lo que sigue afectando a la Unión Europea, Canadá, México, Japón o Corea del Sur, entre otros. Y se sostiene un 10% sobre todos los países.
Esta “guerra” no está terminada. El ultraderechista Trump puede volver a cambiar, dada la imprevisibilidad de su plan, las presiones de la crisis de la economía capitalista en curso, como de las protestas masivas del mismo pueblo trabajador estadounidense. Centenares de miles salieron a las calles a decirle ¡Quita tus manos!
El retroceso de Trump es una muestra de su debilidad
El presidente y su gobierno quieren dar la imagen de que dominan la situación y que este retroceso era parte de un plan calculado para abrir negociaciones. Pero esto es falso.
Su retroceso se dio por la brutal hecatombe que provocó en la ya deteriorada economía capitalista de Estados Unidos y el mundo. En menos de una semana, por la caída de las bolsas, se perdió la extraordinaria suma de 6 billones de dólares (millones de millones) de las principales empresas que cotizan en Wall Street (Datos AP, Bloomberg, en Clarín, 6/4/2025).
Según informó Fortune, los patrimonios netos de Elon Musk (Tesla), Mark Zuckerberg (Facebook) y Jeff Bezos (Amazon), sumaron una pérdida colectiva de 80 mil millones de dólares desde el pasado 2 de abril, denominado por el presidente como “Día de la Liberación”. (Infobae,8/4/2025). Muchos analistas burgueses calificaron lo ocurrido como una caída “histórica”, “baño de sangre” y de “consecuencias devastadoras”.
Dan Ives, analista principal de Wedbush Securities, había calificado a los aranceles de Trump como “el mayor desastre visto en los mercados. Será un Armagedón económico” (Clarín, 6/4/2025). JPMorgan, el mayor banco de los Estados Unidos, alertó que se podría provocar una recesión global.
Trump se mostraba seguro y no iba a retroceder. Ante las críticas y las protestas callejeras, no tuvo pelos en la lengua y señaló: “¡No sean débiles! ¡No sean estúpidos! […] ¡y la grandeza será el resultado!” (Ambito, Argentina, 7/4/2025). Se burló de los países del mundo: “Me están besando el culo”, se mofó en una cena con congresistas republicanos en la que aseguró: “Sé qué diablos estoy haciendo”. (El País, 10/4/2025). Pero le duró 48 horas.
The New York Times calificó de “patética marcha y contramarcha de Trump”. Y sobre el gobierno señaló que: “si contratas payasos, deberías esperar un circo. Y, compatriotas estadounidenses, hemos contratado a un grupo de payasos” (Thomas L. Friedmann, en La Nación, Argentina, 10/4/2025).
Faltaría confirmar si también postergaron los aranceles que Trump le puso a dos pequeños y remotos islotes (Heard y McDonald) solo poblados por pingüinos y focas, ubicadas a 4.000 kilómetros al suroeste de Australia.
El capitalismo sufre la crisis más grave de su historia
Esta pateada de tablero político y económico de Trump, se explica porque desde hace décadas el capitalismo imperialista está atravesando una crisis enorme, económica, política, social y ambiental. No es una crisis coyuntural.
Los socialistas revolucionarios consideramos que es la más grave de su historia porque incluso es superior a la del año ‘29 del siglo XX. Primero porque es más duradera y, además, se extiende más en el tiempo que aquella. Comenzó en 2007/2008 y ya lleva 17 años. Segundo porque se terminó encadenando con otras nuevas y con el agravamiento de la crisis ambiental generada por el propio capitalismo. La política de Trump, por ejemplo, puede estar provocando el comienzo de un nuevo pico agudo de crisis económica.
Se trata de un proceso más amplio de decadencia absoluta y de desorden del capitalismo imperialista. La perspectiva, es hacia la profundización de la crisis económica y social. Solo se podrá superar luchando por lograr gobiernos de las y los trabajadores que abran el camino del socialismo.
Meter más leña al fuego al desorden mundial del capitalismo
En este marco, Trump lanza una contraofensiva imperialista contrarrevolucionaria. Busca subordinar a su política de saqueo y explotación al imperialismo chino, que es la segunda potencia mundial, al igual que los imperialismos menores, como la Unión Europea o Rusia y las semi colonias. Y, por otro lado, trata de derrotar las luchas del movimiento de masas, revertir las conquistas de la cuarta ola de las mujeres, los derechos de las disidencias sexuales, unido a una ofensiva racista y anti migratoria en los Estados Unidos y el mundo. Pero todo esto está por verse en qué va a terminar.
El choque con China es parte central de ese desorden mundial del capitalismo imperialista. Trump tiene una profunda contradicción en su “guerra arancelaria”. Un alto porcentaje de los productos que se exportan desde China a los Estados Unidos son de multinacionales yanquis. El 56% del calzado, por ejemplo, que se vende en Estados Unidos viene de China, de marcas como Nike que tiene 195 fábricas instaladas allí. Está desde 1981. Apple produce la mayoría de sus iPhone en China y poco en Estados Unidos ¿Trump le va a imponer a los productos de Nike o Apple el 154% de arancel? ¿Hasta dónde va a llegar?
Según Trump, esta “guerra arancelaria” haría que los Estados Unidos pase a tener “una era de oro” y que “salga de su declive”. Anunciando entusiastamente que ya “llegan las inversiones” y que se “abrirían nuevas fuentes de trabajo”. El “sueño americano” estaría otra vez a la vuelta de la esquina. Pero todo indica que puede ocurrir lo contrario, en Estados Unidos y el mundo.
El terremoto económico en curso puede derivar, según los propios analistas imperialistas, en una recesión en Estados Unidos y mundial. Lo que llevaría a un mayor estancamiento de la economía capitalista con caída del empleo y de los salarios. La inflación que Trump dice combatir podría crecer en el país del norte, ya que los aranceles a los productos importados (alimentos, juguetes, calzado o automóviles) hará que los empresarios descarguen esos impuestos sobre los precios. Con lo cual hará caer el nivel de vida del pueblo trabajador estadounidense.
El intento de Trump de superar la decadencia que vive el imperialismo yanqui y el desorden mundial, está condenado al fracaso. La tendencia de la realidad es a que pegue un salto la crisis económica global, que aumenten los roces y choques inter burgueses y que, sobre todo, crezcan las luchas obreras y populares en Estados Unidos y el mundo contra las consecuencias de mayor pobreza y desigualdad social que provocan el plan de Trump y los planes de ajustes y recortes de los gobiernos capitalistas.
La primera gran respuesta la comenzó a dar el pueblo estadounidense con más de 1.200 movilizaciones, el 5 de abril, en distintas ciudades del país y que también se replicaron en muchas capitales de Europa. En Estados Unidos la movilización tenía como consigna central “¡Quita tus manos!”, dirigida contra Trump y Elon Musk. También hubo huelgas generales en Grecia, Bélgica y en Argentina.
Estas movilizaciones marcan el camino para enfrentar y derrotar los ataques reaccionarios del ultraderechista Donald Trump en Estados Unidos y todos los países del mundo.
10/04/25