Nov 11, 2024 Last Updated 1:52 AM, Nov 8, 2024

Escribe Guido Poletti

 Los números oficiales no pueden ocultar la realidad del ajuste de Macri, los gobernadores y el FMI. Los salarios y las jubilaciones están por el piso frente a los aumentos de precios. Al mismo tiempo, este año ya se llevan perdidos 70.000 puestos de trabajo. Lagarde felicitó a Macri y a Dujovne por esto.

Los números son clarísimos: a fin de septiembre el promedio de los salarios subió 23,7% frente a una inflación acumulada de 40,5%. Son 16 puntos de deterioro del poder adquisitivo. En octubre, el Indec ya dijo que la inflación sumó otro 5,4%. Y todavía falta noviembre (con una suba de precios que en ningún caso bajará de 2,5%) y diciembre (donde habrá que sumar otro 3%). Por si esto fuera poco, el gobierno sigue echando leña al fuego con nuevas autorizaciones de aumentos, como ha sucedido esta semana con los peajes de acceso a la ciudad de Buenos Aires.
Estos números se agravan cuando vemos cómo impactan sobre los más pobres: el incremento salarial promedio de los trabajadores en negro (que son casi el 40% del total de los asalariados) fue de apenas 20,6%. Si lo comparamos con la suba de la canasta de pobreza, que creció de enero a septiembre 46%, tenemos que estos trabajadores perdieron un 25,4%.

Es evidente que con estos números no hay “bono” que alcance para recomponer nada. Sumémosle los 70.000 puestos de trabajo que se perdieron en 2018, de los cuales 42.200 son fabriles (y 30.000 solo en septiembre) y tenemos el combo completo: terminaremos un año con una recesión atroz y con consecuencias para la clase trabajadora mucho mayores que el frío número de lo que pueda dar la “caída promedio del PBI”, que orillará entre 2,4% y 2,7%.

Por todo esto resulta cínico que el ministro Dujovne anuncie que “estamos muy bien”. O que la titular del FMI, Christine Lagarde, felicite al gobierno argentino por los logros alcanzados con el plan. Se entiende: ellos festejan las superganancias que están generando para los bancos y las garantías de pago, a costa del ajuste, para los acreedores externos. Se felicitan a sí mismos porque lograron, endeblemente, “parar el dólar”, gracias a generar una nueva y fenomenal bicicleta financiera por medio de las llamadas “Leliq”, con tasas de interés que llegaron a estar al 75% anual. Este mecanismo de “estabilización financiera” dinamita cualquier posibilidad de reactivación, pulveriza salarios, jubilaciones, planes sociales, consumo popular y cualquier forma de crédito, además de crear una bola de nieve imparable (e impagable) retroalimentando la descomunal estafa de la deuda externa.

Así entraremos a 2019, donde el gobierno de Macri se juega a hacer pasar el superajuste estampado en el presupuesto, exigido por el FMI y votado en el Congreso con la complicidad de los gobernadores y parte sustancial de la oposición peronista. A la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones de este año y a los despidos aspiran a sumarle otro guadañazo, igual o mayor, el año próximo, mientras congelan las partidas de educación, salud, obra pública o ciencia y técnica.
Durante la reunión del G20 (que desarrollamos en páginas centrales) se dio la nueva “visita” de Christine Lagarde, que sucedió en el tiempo a la inspección realizada por los técnicos del FMI las semanas anteriores, donde “aprobaron” al gobierno por cómo está llevando adelante el ajuste. Digámoslo con todas las letras: si ellos le pusieron a Macri un “muy bien 10, felicitado” es porque perdió el pueblo trabajador.

Pero el ajuste que requieren los pulpos acreedores es mucho mayor. Y tenemos que salir a enfrentarlo ahora mismo. Porque está en juego si podemos recomponer lo que perdimos este año y qué va a pasar el que viene. Frente al bono miserable y en cuotas, hay que exigir un inmediato aumento de emergencia de salarios y jubilaciones que recomponga lo que se perdió, junto con la reapertura de las paritarias, donde se fijen aumentos que se actualicen por la inflación. A la vez que, dado lo desbocado de la crisis, se prohíban los despidos y las suspensiones. Teniendo en claro que, como todo este plan de ajuste es producto del acuerdo con el Fondo, la única salida es la inmediata ruptura con el FMI y la suspensión de los pagos de la deuda externa.

Escribe Gabriel Massa

Axel Kicillof, ex ministro de Economía de Cristina y actual diputado nacional, respondió a un extenso reportaje para la revista Forbes. Sus dichos no tienen desperdicio.
El periodista inicia la conversación planteando: “Viajemos a 2019 y otra vez te toca decidir sobre la gestión económica. ¿Cuál es el plan?”. El ex ministro kirchnerista responde: “Va a haber un nivel de deuda externa preocupante en 2019. Y cerrado el financiamiento internacional, con una dependencia muy fuerte de los acreedores, y del auditor de los acreedores que se llama FMI. O sea que hay que entablar conversaciones con el FMI, indudablemente.” El periodista le dobla la apuesta: “Entonces, eso de romper con el FMI…” y Kicillof lo deja clarísimo: “No podés romper con el Fondo”.

Kicillof confía en “tener una conversación productiva con el FMI para que no obligue a aplicar políticas de austeridad exageradas”. También se declara a favor de los subsidios a los pulpos multinacionales del gas y el petróleo, afirmó que si llega al gobierno el kirchnerismo va a “asegurar la rentabilidad de las inversiones petroleras y gasíferas, porque si no no va a haber inversiones privadas. No somos antiempresa”.

Kicillof, uno de los dirigentes más cercanos a Cristina, no hace más que continuar con el doble discurso kirchnerista. Critica el acuerdo de Macri con el FMI y asegura “para la tribuna” que es el origen de todos los males que sufre el pueblo. Pero cuando habla para una revista como Forbes, una de las más leídas por el establishment empresario mundial, su mensaje es clarísimo: ahí afirma sin vueltas que un supuesto futuro gobierno peronista kirchnerista va a seguir pagando la estafa de la deuda externa. Y que para ello va a seguir negociando con el FMI, llamándonos a confiar en que el Fondo “no nos obligue a aplicar una política de austeridad exagerada”. Y asegura que va a seguir garantizando la “rentabilidad”, es decir, las ganancias de las multinacionales que saquean nuestras riquezas.

Entendemos que haya honestos compañeros kirchneristas que se sorprendan ante las declaraciones de Kicillof. Pero la verdad es que no es algo novedoso. De hecho, durante su período como ministro fue cuando se pagaron al Club de París casi 10.000 millones de dólares (reconociéndoles 3.000 millones más de intereses que la deuda original), o 6.000 millones a Repsol por YPF, mucho más de lo que valía la empresa. Y, en el período inmediato posterior, firmó desde la YPF ya nacionalizada el escandaloso acuerdo secreto con Chevron para el saqueo de Vaca Muerta. Sin hablar de los casi 200.000 millones en efectivo que se abonaron en concepto de “pagos de deuda externa” a lo largo de los doce años kirchneristas, mientras se mentía con el verso de que “nos estábamos desendeudando”.

Las declaraciones de Kicillof dejan en claro lo que venimos sosteniendo desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda: somos los únicos que, frente al ajuste de Macri, los gobernadores y el FMI, planteamos romper el acuerdo con el Fondo y dejar de pagar la deuda externa. Esa es la única salida de fondo frente a la crisis.

Escribe José Castillo

Trump, Macron, Merkel: los líderes imperialistas, los responsables del hambre, la explotación y el saqueo planetario, estuvieron juntos en la Argentina. Con ellos confluyeron el dictador chino Xi Jinping, el autócrata ruso Putin y el asesino saudita Mohamed Bin Salman, entre otros. A pesar de un enorme despliegue represivo, decenas de miles nos movilizamos repudiando su presencia y la propia cumbre.

El encuentro realizado en Buenos Aires fue una nueva expresión de la crisis económica, política y militar que viene sufriendo desde hace décadas la dominación imperialista. Con un Trump que volvió a tratar de sobreactuar su lugar de “jefe mundial” cuando se negó a participar de la única reunión a solas con todos los mandatarios presentes. Con un príncipe saudita que, siendo hasta hace pocos meses el aliado privilegiado de Trump en Medio Oriente junto con Israel, pasó por la cumbre casi como un “apestado”, al que solo se le acercó amigablemente Vladimir Putin.

Con un FMI que no puede dejar de mostrar que los números de crecimiento de la economía mundial y de sus distintas regiones se achican producto en el corto plazo de la llamada “guerra comercial” entre Estados Unidos y China, pero más de fondo por la fragilidad de un sistema financiero global que sigue generando una nueva burbuja especulativa con muchas probabilidades de volver a estallar y con un Macron que, mientras sonreía y buscaba lucir por sus dotes “culturales”, tenía a París “en llamas” por las protestas de los chalecos amarillos. Esta rebelión popular puso en evidencia el trasfondo del G20, sus planes de ajuste y la resistencia a ellos de los pueblos del mundo.

¿Se llegó a algún acuerdo importante?

El desarrollo de la propia crisis y su continuidad fue transformando al G20, surgido como reunión de presidentes en 2008, en un espacio donde cada vez se resuelve menos, en un evento más que refleja la crisis global. Esto es lo que volvió a pasar este fin de semana en Buenos Aires.
La no superación de la crisis económica capitalista abierta en 2007 lleva a choques interburgueses por sus negocios. La disputa comercial de Estados Unidos-China es parte de esa pelea por el reparto de la “torta” que se achicó. Por eso la única reunión que concitaba real interés era el encuentro entre los presidentes Trump y Xi Jinping. Que no pasó de una mera conversación en una cena de trabajo, donde se anunció la suspensión por noventa días de la suba de aranceles de 10% a 25% en la importación de productos chinos. A cambio, Xi Jinping se comprometió a comprar más productos yanquis para reducir el déficit comercial entre ambos países. De ninguna manera esto significa que se haya resuelto el conflicto entre los dos países. Es apenas un “alto el fuego” sin ninguna claridad de qué sucederá después.

Se quiere mostrar como un éxito que se haya logrado firmar un breve documento entre los participantes del G20. Ciertamente, se venía de dos reuniones escandalosas en los meses previos. En el último G7, Trump se había retirado sin aceptar ningún acuerdo. Semanas pasadas, también había fracasado la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Esta vez sí hubo un “texto final” de compromiso. Pero es apenas un documento de cinco páginas cerrado a las apuradas, a las 6 de la mañana, en un “contexto global muy difícil”, según reveló uno de los funcionarios argentinos que estuvo presente en la redacción.

Se trata de un texto de compromiso diplomático, con expresiones superficiales e incluso contradictorias, que no logran disimular las profundas diferencias existentes. Pero que refleja que están contenidas todas las exigencias planteadas por Trump. Así se llama a “destrabar los conflictos económicos”, pero, a diferencia de los documentos de todas las reuniones anteriores del G20, no figura la “condena al proteccionismo”, frase expresamente vetada por la delegación norteamericana. Para explicitar más claramente aún los problemas, se plantea “revisar el sistema multilateral de comercio”, porque “la OMC no alcanza sus metas”. La crisis es de tal dimensión que las propias potencias imperialistas cuestionan uno de sus propios organismos que supuestamente garantiza las reglas de juego del capitalismo.
El documento revela más que es una pura formalidad en el contradictorio párrafo sobre el cambio climático. Afirma por una parte: “El acuerdo de París es irreversible y se compromete a su completa implementación”. Para decir en el renglón siguiente: “Los Estados Unidos reiteran su decisión de retirarse del tratado de París”. ¡Las potencias imperialistas no dan un paso para evitar el desastre ambiental al que nos está llevando el saqueo y uso indiscriminado de los recursos no renovables del planeta!

Con respecto al drama de los millones de migrantes y refugiados que huyen de sus países producto de la miseria y las guerras provocadas por el propio saqueo del imperialismo, el texto plantea cínicamente “enfatizar la importancia de acciones compartidas para abordar las causas de los desplazamientos”, lo que deja abierta la puerta para cualquier cosa, desde la represión unilateral que lleva adelante Trump en la frontera mexicana, o Salvini ante los refugiados que intentan llegar a Italia, hasta una eventual “coordinación conjunta” para la represión y la deportación masiva.
Donde sí hubo un pleno acuerdo fue en los llamados a continuar profundizando la superexplotación de los trabajadores. Con el eufemismo “el futuro del trabajo”, se llamó a profundizar la flexibilización laboral a escala planetaria. Y, por supuesto, también hubo acuerdo pleno en cuanto a exigir mayores ajustes a los pueblos y al rol que en esa tarea le corresponde al FMI.

Todo lo que se discutió, en síntesis, fue en contra de la clase trabajadora y de los pueblos del mundo. Para garantizar la “seguridad” de esa reunión se montó un operativo de seguridad descomunal, nunca visto en la Argentina. Obviamente es que nada bueno iba a salir de esa cumbre. Pero los líderes presentes ni siquiera pudieron dar un paso en concreto para salir del empantanamiento y la crisis en que está sumido el capitalismo imperialista desde hace décadas. Se trató de una manifestación más de que es un sistema que no va más, que nada tiene para ofrecer a los pueblos del mundo. Por eso el camino sigue siendo la movilización de los trabajadores y los pueblos contra los ajustes del G20, el FMI y las multinacionales, en la perspectiva de imponer el cambio de fondo: el socialismo.

 

Escribe José Castillo

Desafiando a un gobierno que trató permanentemente de meter miedo, anunciando “incidentes” y represión, y que incluso durante varios días “no autorizó” el recorrido de la marcha. A un operativo de seguridad nunca visto, que virtualmente rodeó la convocatoria. A provocaciones de todo tipo, que incluyeron la detención de varios manifestantes o la confiscación de camionetas que transportaban banderas políticas. E incluso a que Macri y Patricia Bullrich se jugaron a impedir hasta el propio traslado de quienes querían participar, cerrando el subte, los trenes de todo el conurbano bonaerense y un amplísimo perímetro de la Ciudad. A pesar de todo eso, decenas de miles se manifestaron contra el G20, repudiaron a Trump, a Macron, al resto de los líderes imperialistas, al asesino príncipe saudita Mohamed Bil Salman, a Christine Lagarde y el FMI, y al propio Macri.
Con la presencia destacada de la izquierda, marcharon también organismos de derechos humanos, centros de estudiantes y diversas expresiones sindicales (ambas CTA y el sindicalismo combativo). El kirchnerismo, luego de las declaraciones de Cristina llamando a no marchar (ver nota en estas páginas) aportó una presencia menor y simbólica.

El acto del Frente de Izquierda

Previamente a la marcha, el Frente de Izquierda realizó un acto en el que se leyó un documento elaborado en conjunto por los tres partidos, en el que se señalaba “los mandatarios que concurren a Argentina (Trump, Merkel, Macron, May, Putin, Erdogan y otros) son los responsables de las masacres y bombardeos contra los pueblos de Siria, Libia, Irak, Palestina, Yemen, kurdos, entre otros [...]las principales potencias imperialistas del G20 son las que comandan el FMI y el saqueo en curso al pueblo argentino: pulverización del salario y las jubilaciones, tarifazos, cierres y despidos, para pagarle la fraudulenta deuda a los especuladores [...] Anticipando esta política de ajuste, el gobierno de Macri y su ministra Bullrich han montado un feroz operativo represivo en la Ciudad de Buenos Aires para la reunión del G20, con el claro objetivo de bloquear y agredir a quienes se van a manifestar [...] Denunciamos esta política reaccionaria, que el gobierno del macrismo y sus cómplices del PJ, en el Congreso y en las gobernaciones, aplican todos los días contra los trabajadores argentinos, a cuenta del FMI y de las patronales [...] Por la independencia política de los trabajadores frente a los gobiernos derechistas y al progresismo fracasado. A la barbarie capitalista, le oponemos la lucha por gobiernos de trabajadores y el socialismo internacional”.


Escribe Juan Carlos Giordano, Diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT

Fue noticia. Cristina Fernández se recluyó en El Calafate. Le dio la espalda a la marcha contra el G20. Se borró. Esto no sería novedad, ya que Cristina nunca va a una movilización. Pasa que la orden de no participar fue esta vez también para los referentes K. Llamó específicamente a no concurrir. Por eso no se los vio a Kicillof, a Rossi, ni a ningún otro conocido. La “jefa”, acostumbrada a largas cadenas nacionales, tampoco tuiteó sobre el tema.
Cristina Kirchner, quien pidió el voto “contra el ajuste” y ataca permanentemente a la derecha, no abrió la boca para criticar a “toda la derecha” mundial que se reunió en Argentina. Tampoco dijo nada sobre la “derecha de Macri” que los recibió. Es decir, el Frente para la Victoria (hoy Unidad Ciudadana) despotrica contra el ajuste, el FMI y la derecha, pero cuando hay que jugársela contra estos gobiernos capitalistas e imperialistas saqueadores se borra. Fruto de esto es que la propia Cristina, previo al G20, dio una charla en la “contracumbre” con Dilma aclarando que “no era contra nadie”. Es decir, ni contra Macri, ni contra Trump ni ninguno de los ajustadores que vinieron al país por más ajuste y saqueo.

Esto ha desconcertado a miles de honestos luchadores y jóvenes que creen que Cristina es la salida contra el ajuste y el capitalismo global. A tal punto que algunas agrupaciones que levantan “Cristina 2019” fueron a la marcha, contradiciendo su silencio cómplice y desmovilizador. Esto se une, por ejemplo, a lo que vino manifestando Scioli (el candidato de Cristina que perdió ante Macri), de que Trump “defiende el trabajo y la industria nacional” (Perfil, enero 2017). O a las recientes declaraciones de su ex ministro de Economía Kicillof (ver página 3).

La actitud de Cristina confirma lo que venimos diciendo desde nuestro partido. Cristina, Kicillof y La Cámpora, hicieron “buena letra” ante el G20 porque ya han dicho que no van a romper el acuerdo Macri-FMI y van a seguir pagando la deuda externa. Es más, semanas atrás, Cristina sorprendió con su llamado a la “unidad del peronismo” a lo que ella misma considera la derecha de su partido, es decir, con Pichetto, Urtubey y los gobernadores.
Si el kirchnerismo no enfrenta (¡ni denuncia!) al imperialismo ¿de qué “independencia económica”, “soberanía política” o “combate a las corporaciones” habla? Solo critica a Macri mirando las elecciones del próximo año . El Frente de Izquierda, en cambio, estuvo en primera fila el viernes 30 contra el G20, repudió a Trump y al resto de los líderes capitalistas y explotadores, llamó a romper el pacto con el FMI y está por el no pago de la deuda.

 

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