Hace semanas que la provincia de Chubut se encuentra paralizada por la lucha de docentes y estatales. ¿Cómo es posible que una de las provincias más ricas del país no pague los salarios ni garantice el funcionamiento del estado? ¿Chubut es un espejo hacia dónde mirar el futuro
del país?
Escribe Guillermo Sánchez Porta
Mariano Arcioni se presentó a elecciones provinciales cuando ya era gobernador en funciones. Asumió siendo vice de Das Neves, quien falleció antes de cumplir la mitad de su mandato. Hombre del movimiento peronista “Chubut somos todos” (un intento de armar una especie de Movimiento Popular Neuquino, chubutense), Arcioni se sumó al sector de Sergio Massa y al Frente de Todos de Alberto Fernández y Cristina. En junio de este año ganó su reelección, con el 42% de los votos. Previamente firmó paritarias con docentes y estatales con una cláusula gatillo de actualización salarial. Y capitalizó la bronca al ajuste de Macri en la elección provincial.
Plata hay. Que la crisis la paguen las multinacionales
Chubut es la provincia de mayor explotación de petróleo y gas de Argentina. Además, tiene una fuerte industria pesquera. Se descubrieron minas de plata en sus suelos y se intentó permitir el ingreso de multinacionales de la mega minería. Enormes movilizaciones populares lo impidieron y la legislatura se vio obligada a decretar a Chubut “libre de mega minería”, en un gran triunfo de la lucha ambientalista.
Sin embargo, hace casi tres meses que Arcioni dice no tener plata para pagar los salarios a docentes y estatales. ¡Pero mandó a aumentar su salario y de sus funcionarios un 100% retroactivo a julio! Plata hay. Solamente cobrando más “retenciones” a las multinacionales petroleras y pesqueras de Chubut, sobraría para pagar los salarios y jubilaciones. Pero Arcioni, en acuerdo con Fernández, Massa y Macri, plantea que hay que derogar la prohibición y permitir que se instale la mega minería “para poder pagar los salarios”. Como vocero de las multinacionales, también reclama a Macri que se descongelen las tarifas de las naftas, “así ingresan más fondos a la provincia”.
Plata para salarios, no para la deuda externa
Arcioni ha endeudado la provincia, con bonos a altas tasas de interés, en dólares. Es una de las provincias más endeudada del país, con 37.483 millones de pesos, tomados hasta el cuarto trimestre de 2018. Cada habitante tiene una “pesada herencia” de 62.642 pesos. El 87% del endeudamiento chubutense es en dólares y varía frente a cada una de las devaluaciones del peso. Ahora dice no tener dinero para pagar deuda y también los salarios. Por eso decenas de miles de familias chubutenses se encuentran en la miseria, cobrando a cuentagotas, sin los aumentos pactados. Se frena toda la economía provincial, ya que la gente no tiene para pagar ni para comprar. Sólo de deuda externa en 2019, Arcioni pagó 9.909 millones de pesos, lo que equivale a ocho meses de pago de salarios de todos los docentes y estatales.
Chubut muestra que con Arcioni, Massa y Alberto, el peronismo en el gobierno no se diferencia mucho del macrismo. Gobiernan para las multinacionales, para pagar la deuda externa “con el hambre del pueblo”, desmintiendo el spot de campaña de Alberto.
Para que se resuelva el conflicto chubutense hay que exigirle a Macri que envíe dinero ya a Chubut, para terminar esta situación de angustia social. Y hay que dejar de pagar la deuda externa de la provincia, cobrar fuertes impuestos a las multinacionales, en el camino de la renacionalización del petróleo, gas y pesca, con control de los trabajadores, para resolver de una vez por todas las necesidades salariales, de educación, salud y laboral de los trabajadores provinciales.
Escribe Guido Poletti
La candidata a vicepresidenta del Frente de Todos hizo una nueva presentación de su libro Sinceramente, en un acto en La Matanza. Cristina habló de un montón de cosas. pero nos queremos concentrar en un punto que es crucial, tanto para entender los doce años del kirchnerismo como lo que puede suceder en un futuro gobierno de Alberto Fernández.
Criticando a Macri, Cristina dijo que “ahora solo gana un grupo de empresarios que son amigos del gobierno”. Por contraposición, planteó las diferencias con lo que sucedía en su gobierno: “Mientras estábamos nosotros, que decían que éramos horribles, se cansaron de ganar plata, y ahora ganan unos pocos.”
Efectivamente, utilizando otra expresión de la ex presidente, durante esos años las patronales “se la llevaron en pala”. La pregunta es: ¿eso es bueno para los trabajadores? Veamos primero de quién se trató. Hubo un grupo privilegiado durante el kirchnerismo: los bancos y los acreedores de la deuda: 200.000 millones de dólares, salieron en efectivo para los pulpos acreedores.
Pero no fueron los únicos ganadores. Estuvieron también los que obtuvieron superganancias aprovechándose del presupuesto público. Eso fue lo que desnudó la llamado “causa de los cuadernos”, donde la crema del empresariado argentino, con el Grupo Techint a la cabeza, quedó involucrado en el pago de coimas. ¡Estos son los famosos empresarios que Cristina propone que “vuelvan a ganar”!
Recordemos que, mientras esto sucedía, se decía que “no había plata para aumentos a los jubilados”, ¡mientras se le otorgaba un crédito a la filial local de la General Motors! En esos años, los trabajadores veían como su salario quedaba por detrás de la inflación (encima en aquel momento dibujada por la intervención del Indec) y se les obligaba a pagar cada día más de impuesto al salario.
No es cierto que “si ganan los empresarios, ganan los trabajadores”. Al revés, insistimos en que de la crisis se sale haciéndosela pagar a quiénes la provocaron. Los banqueros y pulpos especuladores tendrán que “dejar de ganar”: eso es lo que sucederá cuando se deje de pagar la deuda externa. Las patronales tendrán que reducir sus utilidades para garantizarles a los trabajadores un salario mínimo igual a la canasta familiar. Las grandes empresas tendrán que pagar más impuestos, a costa de sus superganancias. De ahí saldrá la plata para que haya comida para todos, trabajo, salud, educación y vivienda. En definitiva, es nuestra polemica histórica con el peronismo: no se trata de que nos gobierne un patrón supuestamente “bueno” (que no es tal), sino de que, de una vez por todas, gobernemos los propios trabajadores.
Cada vez se hace más masivo el “Macri ya fue”. Es cierto, pero la verdadera discusión es cómo hacemos para que también se vayan los bajos salarios, el desempleo, la miseria y la entrega de nuestros recursos.
Escribe José Castillo, candidato a Diputado Nacional por la Ciudad de Buenos Aires
Sabemos que muchos de nuestros compañeros de trabajo, estudio, vecinos o familiares tienen expectativas en que votar a Alberto Fernández servirá para “cambiar algo” con relación a la pesadilla que viene siendo el gobierno de Macri.
Alberto Fernández y todos sus voceros han dicho una y mil veces que garantizarán la continuidad de los pagos de la deuda externa. Más aún, ni siquiera se plantean romper el actual acuerdo con el FMI. ¿Cómo harán para desarrollar alguna política de reactivación económica o aumento de salarios con esa hipoteca encima? Fernández nos responde que la salida es “renegociar” (o, usando lo que se ha impuesto como una palabra más moderna “reperfilar”) la deuda externa. Para hacer eso lo primero es negociar con el FMI ¿Es que acaso el Fondo aceptará un cambio de condiciones a cambio de nada? Es imposible: así lo marcan todas y cada una de los acuerdo con ese organismo a lo largo de su historia. Y, en el pasado cercano, las que realizaron Grecia, Portugal y Ucrania. Para renegociar la deuda el Fondo le va a exigir a Alberto Fernández que lleve adelante las reformas laboral y previsional. “Entre los jubilados y los bancos, defenderé a los jubilados”, dice el spot de campaña del Frente de Todos. ¡Mentira! Desafiamos a Alberto Fernández a que explique cómo va a hacer cuando el FMI le exija la reforma previsional. ¿Acaso la va a poner en práctica con otro nombre? Con la reforma laboral ya está claro: el propio candidato a presidente ya afirmó que “está abierto” a flexibilizaciones “gremio por gremio” y ese será el camino. Guillermo Nielsen, el economista que más descarnadamente dice lo que va a suceder en el futuro, lo expresó con todas las letras: “tenemos FMI para ocho años más”.
Sigamos buscando en los dichos de Alberto, o en este caso de Cristina, “como sería” un futuro gobierno de los Fernández. Ya en su libro Sinceramente la actual candidata a vicepresidenta empezó a hablar y elogiar el “pacto social”. Hace quince días, en Tucumán, Alberto empezó a darle cuerpo definitivo, en una reunión en la que estuvieron presentes la cúpula de la CGT (en la persona del burócrata mayor Héctor Daer) y del titular de la UIA Miguel Acevedo. En concreto se planteará un “acuerdo de precios y salarios” por seis meses. Traduzcamos: a cambio de un hipotético “congelamiento de precios”, que ya sabemos que los empresarios no cumplirán, los trabajadores quedaremos comprometidos a no recomponer nuestros salarios. ¡Todo lo perdimos el año pasado y lo que llevamos perdiendo de este!
¿Pero hay acaso algún sector por dónde el gobierno de los Fernández se juegue priorizar para desde ahí reactivar la economía? Sí, eso existe. Pero se trata nada más ni nada menos de, otra vez, apostar al saqueo de nuestros recursos no renovables. La única política en que hay coincidencia absoluta entre macristas y peronistas: la explotación de Vaca Muerta. Más aún, Guillermo Nielsen puso la cuestión blanco sobre negro, proponiendo mayores beneficios y garantías para los “inversores” (léase pulpos multinacionales del gas y del petróleo) que vengan a llevarse nuestros recursos y a destruir nuestro ambiente. Por supuesto, manteniendo el convenio superexplotador para los trabajadores del sector.
Seguir con el FMI y los pagos de deuda, las reformas laboral y jubilatoria, un pacto social que congelará nuestros salarios y más saqueo al estilo Vaca Muerta. Queremos debatir francamente: estamos convencidos que un futuro gobierno del Frente de Todos nos llevará a la continuidad del ajuste y el sometimiento con el FMI. Así de crudo. Eso es, en concreto, lo que sucederá con un futuro gobierno de los Fernández. Ya no estará Macri, es cierto, pero seguirán el ajuste y la entrega, con todas las consecuencias que eso con lleva para los trabajadores.
Por eso decimos que la única salida es la que propone el Frente de Izquierda Unidad: romper con el FMI, dejar de pagar la deuda, nacionalizar la banca y el comercio exterior, recuperar todos nuestros recursos naturales hoy en manos de los pulpos extranjeros y poner todos esos recursos al servicio de un plan de emergencia, obrero y popular, que priorice resolver las más urgentes necesidades populares.
El titular de la CGT, Héctor Daer y el presidente de la UIA Miguel Acevedo, estuvieron juntos en una entrevista realizada el domingo 22 en el programa “hagan algo” de C5N. Ambos se dedicaron a cantar loas al “pacto social”, diciendo que “garantizaría la recuperación salarial y la reactivación del mercado interno, creando miles de puestos de trabajo”. Claro que el diablo metió la cola cuando el periodista Julián Guarino les preguntó cómo sucedería eso, si los propios empresarios hoy se niegan a pagar el miserable bono de 5.000 pesos que propuso el gobierno de Macri, aduciendo que “no tienen plata para hacerlo”. Lo que siguió fue de antología: Acevedo y Daer se miraron, cada uno esperando que el otro inventara una respuesta. Finalmente, salió a hablar Acevedo, diciendo que los empresarios podrían empezar a dar algún aumento, “luego de que vengan las nuevas inversiones”. Sonó como la lluvia de inversiones que prometía Macri. El “pacto social” quedó desnudo: el pato de la boda serán los trabajadores.
Escribe Liliana Olivero, candidata a diputada nacional
En la provincia no se nota que dentro de un mes se elegirán presidente, vice y nueve diputados nacionales. Será la tercera elección en cinco meses. Hartazgo y desánimo predominan porque ante semejante crisis no se ve una salida. Si no ocurre nada “anormal”, con la complicidad de la boleta corta de Schiaretti volverá a ganar Macri, pero por menos diferencia que en agosto. A pesar de tener roces internos con el delasotismo el gobernador mantiene su apoyo encubierto. La primera razón es su acuerdo político con el ajuste de Macri. La otra, es el enorme endeudamiento provincial que aún necesita auxilio nacional. Antes de diciembre debe pagar 13.500 millones de pesos, entre intereses y amortización de la deuda externa. En diciembre de 2018 el total de la deuda era de 103.107 millones de pesos, el 95 % tomada en dólares. Con la devaluación esto compromete el 59% de lo que se recauda.
Aunque Schiaretti dice que su pago está “bajo control”, ya prepara un nuevo ajuste. Con la complicidad de los sindicatos de empleados públicos SEP y de docentes UEPC, quiere eliminar la cláusula gatillo y desató una ofensiva contra los gremios de Luz y Fuerza que resiste la privatización de la EPEC, contra el sindicato de recolectores de residuos Surbac y del transporte de media distancia Aoita. Gremios que pueden ejercer poder de movilización contra las políticas de la provincia y el municipio de Córdoba. Los acusa de corrupción, que en todos los casos no solo conocía desde hace años, sino que fue avalada por sus funcionarios. El objetivo es prevenir el enfrentamiento al ajuste que se viene. En esta situación vamos a elecciones y ante ello no es salida Alberto Fernández, que acuerda con un dólar a 60 pesos, y por lo tanto con la devaluación, que apoya al gobernador de Chubut que no le paga y reprime a los estatales y docentes, y que le dice a los que reclaman empleo y comida que se vayan de la calle. Por todo esto en Córdoba el único “voto útil” es al Frente de Izquierda Unidad que propone romper con el FMI y no pagar la deuda, para utilizar esos miles de millones de dólares en saldar la deuda social con los trabajadores y sectores populares y que levanta mi postulación a diputada nacional junto a nuestros compañeros Ezequiel Peressini y Noelia Agüero entre otros.
Escribe Claudio Funes
Nuestra diputada Mónica Schlotthauer denunció en la sesión que trató la ley de emergencia alimentaria que “con esta ley no comenzó el combate contra el hambre y la pobreza, sino que empezó la campaña electoral del peronismo y de Macri”.
A medida que desarrollaba su intervención, quedaba expuesta la maniobra cuando reveló la miseria que se destinaría a comedores y merenderos, comparada con lo que se paga por deuda externa: “¿Qué se puede hacer con 15 pesos más para mejorar la alimentación y nutrición?”, se preguntó.
Desde Izquierda Socialista en el Frente de Izquierda-Unidad nos abstuvimos de votar la ley para no ser cómplices de esta nueva mentira electoral. Propusimos medidas para combatir de verdad el hambre y la pobreza. Dijimos ¡Queremos más plata para comida, no para la deuda! Y exigimos que se declare la emergencia social, alimentaria, salarial, jubilatoria y laboral.
Macri, el peronismo, la CGT, la Iglesia Católica y los movimientos sociales ligados a ella, llegaron a un acuerdo para votar la emergencia alimentaria, una “ley migaja” al servicio de aquietar los reclamos sociales y continuar garantizando la “paz social” y la “gobernabilidad del hambre”.
Son tan insignificantes las partidas destinadas a esta ley que Cambiemos dio quórum y junto con el peronismo la votaron para lavarse la cara. Días después el Senado la sancionó por unanimidad. Ahí no hubo, por supuesto, ni siquiera la voz disonante de la izquierda. Nuevamente todos fueron parte de una nueva estafa al pueblo trabajador.
La abstención de nuestra compañera fue coherente y consecuente con sus críticas y propuestas. Las llevó hasta el final. Mónica Schlotthauer hizo lo que la izquierda debía hacer.