Jul 18, 2024 Last Updated 6:04 PM, Jul 17, 2024

Escribe Claudio Funes

Los salarios registrados (con aportes a la Seguridad Social) vienen perdiendo poder adquisitivo en relación a la inflación desde hace cuatro años. Veamos:

• En 2018, el salario aumentó el 30,6% y la inflación interanual fue del 47,6%:  pérdida 11,5%.
• En 2019, la suba salarial fue de 44,4% y la inflación del 53,8%: pérdida del 6,1%.
• En 2020, los salarios subieron 34,9% y la suba de los precios el 36,1%: pérdida 0,8%.
• En 2021, la suba salarial fue del 53,4% contra una inflación del 50,9%: ganancia 1,66%.

La pérdida salarial acumulada de los últimos cuatro años fue del 20%.

Mientras los trabajadores pierden, las grandes patronales y multinacionales se llenan sus bolsillos. El grupo Arcor (alimenticia) registró un fuerte salto en sus ganancias durante 2021: alcanzaron los 19.918 millones de pesos (aproximadamente 184 millones de dólares al tipo de cambio oficial), frente a los 5.441,8 millones de pesos del ejercicio anterior.

Por su parte, la banca privada obtuvo ganancias netas por más de 133.000 millones de pesos. Performance que mejorará en 2022 gracias a la suba de tasas de interés acordada entre el gobierno y el FMI.

Las empresas del sector oleaginoso-cerealero establecieron un récord histórico. Liquidaron exportaciones por casi 33.000 millones de dólares. Se hicieron de fabulosas ganancias ya que la rentabilidad en algunos casos supera el 40%, aun descontando las retenciones de las que tanto se quejan.

Durante 2021 los fabricantes de autos y las concesionarias obtuvieron márgenes de rentabilidad récord, debido a la baja oferta de cero kilómetro y los consiguientes sobreprecios. No hay datos públicos sobre los márgenes, pero según detallaron fuentes de la industria, la rentabilidad por cada unidad vendida en la Argentina es superior a la que se logra en cualquier país de la región. Ganaron más vendiendo menos.

Hay más datos que nos ilustran. Según la Cuenta Generación de Ingresos e Insumo de Mano de Obra del Indec, la masa salarial retrocedió del 48% del Producto Bruto Interno (la riqueza total que produce un país) al 43,1%. Con respecto a 2017 la caída es aún mayor: del 51,8% al 43,1%. Mientras la ganancia de los grandes empresarios se incrementó del 46,4% del PBI al 54,3% entre 2017 y 2021.

Estas ganancias empresariales no “derraman” en nuevos puestos de trabajo en blanco, aunque Alberto Fernández proclame lo contrario. El empleo total creció en el tercer trimestre de 2021 respecto a igual período de 2020, el 8%. Pero si observa solo el empleo asalariado, que creció 7%, se podrá distinguir que, de esa masa, el de los no registrados aumentó 18,8%, mientras el de los registrados lo hizo solo el 2,4%. Es decir, lo que más aumentó en este período es el trabajo precario o en negro.

En síntesis: con el gobierno del Frente de Todos aumentan las ganancias de los empresarios y el trabajo informal, y bajan los salarios.


Escribe José Castillo

Sobre llovido mojado. A los tremendos golpes al bolsillo popular de la inflación de estos meses, ahora, por exigencia del FMI, se le sumarán los tarifazos.

El gas ya subió un 20%. Pero ahora, tras las audiencias públicas ya convocadas (que serán virtuales, para hacerlas más truchas aún) se vienen incrementos para el grueso de los usuarios (el 80% del total) de un 21,5% más. Sólo quedará afuera el 20% que pudo tramitar la tarifa social.

En el caso de la electricidad para los usuarios de Edenor y Edesur (Capital y Gran Buenos Aires), al 20% de incremento que ya pagaron este mes, se le sumará el nuevo tarifazo. El 80% tendrán subas de un 17%, según los cálculos oficiales, pero los incrementos pueden ser mucho mayores de acuerdo al consumo. Recordemos que “alto consumo” no es sinónimo de altos ingresos: hay sectores populares que poseen artefactos viejos que gastan más electricidad y pueden quedar atrapados en esa categoría.

En síntesis: se viene un nuevo golpe a los enflaquecidos bolsillos del pueblo trabajador. Todo con el doble objetivo de “bajar el gasto” (los subsidios a las privatizadas) para de ahí ahorrar plata para pagarle al FMI, pero a la vez seguir garantizándole a las empresas la continuidad de sus superganancias. Mientras tanto, por supuesto, continuarán la paupérrima calidad de los servicios. La salida no pasa por “subsidios o tarifazos”, sino por la reestatización de todas las empresas de servicios públicos privatizados y su puesta en funcionamiento bajo gestión de trabajadores y usuarios, con tarifas sociales para quienes las necesiten.


Escribe Juan Carlos Giordano, diputado nacional electo Izquierda Socialista/FIT Unidad

El Frente de Todos y en especial el kirchnerismo en el Senado presentó semanas atrás el proyecto para intentar cobrar un impuesto a quienes fugaron capitales al exterior. Lo venden como que el kirchnerismo (no el albertismo ni el resto del Frente de Todos) combate a los evasores. Lo recaudado sería para pagarle la deuda al FMI. Dicen que con esto “la deuda la van a pagar quienes la contrajeron”. Da la idea de ser un proyecto favorable para el país y el pueblo trabajador. Hugo Yasky llegó a decir que es lo mismo por lo que “peleábamos junto a la izquierda años atrás”. Le aclaramos a Yasky que la izquierda siempre peleó por el no pago de la deuda y la ruptura con el FMI, no por reconocer el endeudamiento de Macri, ni para recaudar para pagarle al Fondo Monetario como propone el proyecto cristinista.

Ya en una crítica nota anterior señalamos que el proyecto trata de imponer un impuesto para pagarle al FMI, cuando lo que hace falta es aplicar un fuerte impuesto a las ganancias de multinacionales, bancos y capitalistas para combatir el hambre y la pobreza. Ahora veamos otras connotaciones del mismo.

Denunciamos que el proyecto, aunque se apruebe, puede ser un fiasco absoluto que no recaude ni un dólar (los promotores proponen juntar 20.000 millones de dólares). Porque es un mero blanqueo voluntario, por lo tanto no obliga a nadie. Esto quiere decir que a los 417.000 millones de dólares que hay en el exterior no les impone ningún impuesto directo, sino que dependerá de que esos capitalistas lo denuncien (blanqueen). En los hechos, pretenden cobrar algo a los autores de un robo, con la contrapartida de que así ese delito queda “legalizado”. Pero, si no lo hacen, no pasará nada. Peor aún, confían en que el gobierno de los Estados Unidos denuncie a los fugadores argentinos para así poder cobrarles, cuando es ese mismo país quien se beneficia con los miles de millones de dólares que van a sus paraísos fiscales.  

Esto es lo que no se está diciendo. Lo que tendría que hacerse con ellos es intimarlos a que denuncien sus bienes y fondos en el exterior y los traigan, caso contrario se procederá a embargarles los bienes que tienen en el país para que paguen lo que evadieron. Se sabe que hay por lo menos 16 firmas evasoras muy conocidas reveladas en los Panama Papers, entre ellas Arcor, Bagley, Coto, Molinos Río de La Plata, Shell, Esso, Clarín, Loma Negra, Acindar, Aluar, Ledesma, Aceitera General Deheza, Bagó, Frávega. ¿Por qué no se les expropian los bienes que tienen acá si son evasores de impuestos? Porque no se los quiere tocar. Y en caso que decidan blanquearlo, deberán pagar solo un 20% de impuesto, ni siquiera el actual 35% del impuesto a las ganancias.

Dicho todo esto, lo otro que tampoco propone el proyecto de las y los senadores kirchneristas y del Frente de Todos es evitar la fuga de capitales para que no se sigan yendo miles de millones de dólares todos los años del país. Los más de 400 mil millones en el exterior representan toda nuestra riqueza anual (un PBI completo -Producto Bruto Interno-). A Argentina no le faltan dólares como vulgarmente se dice, sino que se los llevan afuera. Argentina es acreedora, no deudora de nadie. Si se les permite a estos grandes capitalistas llevarse las riquezas que produce el pueblo trabajador es culpa de todos los gobiernos de turno, peronistas de distinta índole, radicales y de PRO. Por eso Argentina es una semicolonia saqueada por estos delincuentes de guante blanco y el imperialismo.

Las formas que adquiere la fuga de capitales son muchas. Una es el envío de fondos al exterior de las multinacionales que actúan en el país para sus casas matrices. Otra la subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones, una vieja maniobra contable para encubrir la fuga, por solo nombrar algunas. Esto ocurre porque no se controla el comercio exterior, donde multinacionales como Cargill, Bunge, la china Cofco o la francesa Dreyfus hacen sus acciones delictivas de fraude sin ningún control. El famoso “rol del Estado” del que tanto alardea Cristina es para que haga la vista gorda ante ello.

Alrededor de la pelea contra la privatización de la denominada Hidrovía del Paraná, por ejemplo, se supo que esas multinacionales evaden alrededor de 20.000 millones de dólares anuales. La forma de evitarlo es nacionalizando el comercio exterior, que el Estado lo pase a controlar de manera monopólica. Lo mismo habría que hacer con el manejo de los 19 puertos que están en manos privadas, los cuales deberían ser reestatizados y puestos a funcionar bajo control de sus trabajadores y en función de servir al país, no a los capitales privados.

Otro tanto habría que hacer con la banca. Los bancos, además de gozar con la Ley Entidades Financieras que viene de la dictadura (cosa que ningún gobierno derogó, incluyendo los doce años kirchneristas), son los ejecutores de tantas otras vías por las cuales se hacen las operaciones de fuga. Esto se evitaría si se nacionalizara la banca, donde el Estado pasaría a controlar una sola banca nacional estatal monopólica, evitando de paso los grandes negocios usureros de los propios bancos. Esto permitiría a su vez disponer de créditos baratos para el pueblo trabajador, pequeños productores y comerciantes.

Estas propuestas que sostenemos desde Izquierda Socialista y el Frente de Izquierda Unidad son para empezar a terminar con la estructura capitalista argentina que beneficia a unos pocos. Que no se nos pregunte entonces “por qué no apoyamos el proyecto del gobierno si es tan bueno”.

Escribe Mariano Barba
 
“El capitalismo se ha demostrado cómo el sistema más eficiente y eficaz….” Así fijó su posición la vicepresidenta en la sesión plenaria de la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana (Eurolat) ante 250 parlamentarios de varios países. Mientras criticaba a Alberto Fernández insistió en “defender las leyes del estado capitalista contra las leyes del mercado.”  La realidad de Argentina y el mundo desmienten esta falacia de Cristina.

El discurso fue ante diputados de varios países, pero usó esa tribuna para meterse en la interna política del gobierno peronista del Frente de Todos, manifestando críticas al presidente, a quien le endilgó: “Que te pongan una banda y te den el bastón no significa que te den el poder”.  Desde hace varios meses los dirigentes peronistas kirchneristas nucleados en La Cámpora intentan diferenciarse de Alberto buscando guardarse para las próximas elecciones.

Pero en sus dichos Cristina reivindica al capitalismo defendiendo el rol del estado. Reivindicó lo que se denomina el “estado de bienestar” que se desarrolló con la reconstrucción de varios países de Europa destruidos por la Segunda Guerra Mundial y que en nuestro país comenzó con el primer gobierno de Juan Perón en 1946. Lo que oculta Cristina es que ya en la segunda presidencia de Perón de 1973 toda esa política de concesiones a los trabajadores fue atacada por el propio gobierno peronista apoyándose en la burocracia sindical y la Triple A, y que desembocó en el Rodrigazo, cuando una huelga general en julio de 1975 derrotó al ministro de Isabel Perón que había anulado las paritarias en medio de una inflación creciente; proceso que concluyó con el golpe militar de 1976.
 
El “estado” de Cristina defiende a las multinacionales

 “El capitalismo se ha demostrado cómo el sistema más eficiente y eficaz”, afirmó Cristina y lo completó con la frase: “La discusión es si a este proceso capitalista lo conducen las leyes del mercado o las leyes del Estado…” Para demostrarlo dijo que: “La pandemia reinstaló la idea del Estado. ¿Qué hubiese sido de todos nosotros si los Estados no intervenían construyendo hospitales, atendiendo enfermos, negociando con los laboratorios por las vacunas?”

Una afirmación totalmente mentirosa porque justamente los estados capitalistas del mundo en pandemia abandonaron a  miles de millones de personas que no tuvieron las vacunas a tiempo y unas 300 millones perdieron sus trabajos. Esos estados garantizaron las ganancias de los pocos laboratorios que fueron habilitados para fabricar vacunas y encima le adelantaron los pagos. Ningún estado capitalista liberó las patentes de las vacunas para que cientos de laboratorios las pudieran fabricar. Argentina fue un ejemplo extremo de esta política, cuando a fines del 2020 se fabricaban millones vacunas de Oxford en el laboratorio mAbxience ubicado en Garín, cuyo propietario era Hugo Sigman del grupo Insud, un íntimo amigo del peronismo kirchnerista. No le incautaron ni una sola vacuna para los argentinos mientras miles se morían sin vacunarse.

Tampoco se priorizó la atención y la mejora salarial al personal de salud ni en Argentina ni en ningún país del mundo, y no se crearon nuevos hospitales. Y para el pueblo que fue confinado para evitar los contagios, sólo existieron unos pocos pagos miserables bajo la figura del IFE.

Podríamos interpretar que Cristina propone un estado protector; pero su propia historia como presidenta desmiente todo el palabrerío. Veamos: La deuda externa que creció a saltos desde la dictadura militar en adelante fue pagada religiosamente por los gobiernos K, al punto de destinar 200.000 millones de dólares a los distintos acreedores. Y ante el reciente acuerdo con el FMI, Máximo y Cristina solo pedían que se alarguen los plazos de pagos, pero nunca propusieron no pagar; legalizaron la deuda de Macri. En cuanto a las privatizaciones de las empresas públicas de luz, gas, telefonía, ferrocarriles, agua y petróleo que impuso el peronista Carlos Menem, tampoco fueron recuperadas por Néstor, Cristina ni Alberto. La única que nacionalizaron parcialmente fue YPF, pero para que explote el gas y el petróleo bajo la técnica del fracking, cediendo las mejores áreas a Chevron, Shell, PAE, Exxon, y otras multinacionales.

En una palabra, los dichos de Cristina son solo un “relato”, porque su gobierno aplica ajuste tras ajuste con una pobreza que afecta a uno de cada cuatro argentinos, y a la mitad de los niños. Por eso, para el pueblo trabajador, sean peronistas, radicales o de izquierda, las propuestas de Cristina no resuelven ninguna de sus aspiraciones porque las formula defendiendo el sistema capitalista que está destruyendo fuentes de trabajo, saqueando el ambiente y empobreciendo a un alto porcentaje de la población. Solo un cambio que tome medidas como las que proponemos desde Izquierda Socialista y  el FIT Unidad puede encaminar la sociedad hacia un bienestar del pueblo trabajador.

Escribe Guido Poletti

Que el gobierno peronista del Frente de Todos está sumido en una crisis muy profunda no es ninguna novedad. La interna entre Alberto Fernández y el kirchnerismo ya es un secreto a voces, que los propios protagonistas ni siquiera se encargan de disimular.

Es que la gestión del ajuste durante estos dos años y medio de gobierno no resultó gratis para el oficialismo. Las promesas de “terminar con el neoliberalismo de Macri”, “llenar la heladera” o “ponerle plata en los bolsillos a los trabajadores y jubilados” quedaron en la nada. Porque se priorizó, una y otra vez, los pagos y las negociaciones con los pulpos de la deuda externa. Primero con los acreedores privados y luego con el FMI.

Por todo eso, sencilla y simplemente, el Frente de Todos perdió las elecciones de noviembre pasado. Y lo peor, como lo saben los propios protagonistas, es que el acuerdo recientemente firmado con el FMI no permitirá revertir en absoluto nada de todo esto: es más ajuste, saqueo de nuestros recursos y entrega de las decisiones más importantes a la aprobación o no del staff del propio Fondo.

Como ya explicamos reiteradas veces, y lo volvemos a hacer en otras notas de este mismo periódico, el kirchnerismo, sea en la voz de Cristina, o de cualquiera de sus seguidores, no ofrece ninguna salida para el pueblo trabajador. Simplemente hace fuegos artificiales retóricos para tratar de salvarse del repudio popular a las consecuencias más salvajes del ajuste.

El peronismo de conjunto, esa fuerza política patronal que incluye además de  Alberto Fernández, al núcleo gobernante y al kirchnerismo, al Frente Renovador de Massa, al conjunto de la burocracia sindical de la CGT y las CTA y a la mayoría de los gobernadores de las provincias, observa preocupado la crisis, con los ojos puestos en las elecciones de 2023.

La semana pasada se reunieron en la sede del Consejo Federal de Inversiones (CFI) los gobernadores de las provincias que, de una manera u otra, responden al peronismo o al Frente de Todos. Allí estuvieron los más cercanos a Alberto Fernández, kirchneristas como Axel Kicillof y Alicia Kirchner, e incluso el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. Fue como una revitalización de lo que allá lejos, en los tiempos del Argentinazo de 2001, se llamó “la liga de los gobernadores”. En ese entonces liderados por Eduardo Duhalde, fueron quiénes, preocupados por el levantamiento popular de ese entonces, salieron de hecho a gobernar y “reconstruir” el régimen político, al servicio de las grandes patronales, el FMI y el imperialismo.

Hoy los gobernadores “olfatean” el desastre. Se dan cuenta que el gobierno del Frente de Todos puede ir camino a la derrota electoral el año que viene. Y, peor aún, temen que las consecuencias del ajuste puedan llevar incluso a un estallido social previo. Por eso, en lo inmediato, empiezan a ver si se despegan, separando las elecciones provinciales de la presidencial. Pero más de fondo, tienden, como siempre lo hicieron, lazos con las grandes patronales nacionales y extranjeras y con los mismos economistas del establishment que hoy aparecen como preparando un programa de mayor ajuste  aún para Juntos por el Cambio (con reformas estructurales, laborales y jubilatorias incluidas).

Varios de estos gobernadores no esconden sus aspiraciones de ser ellos mismos nominados como candidatos presidenciales en los próximos meses.

Frente a todo esto invitamos a reflexionar al pueblo trabajador. Ninguno de ellos ofrece otra cosa que los mismos ajustes y políticas antipopulares que están llevando adelante en sus provincias. Son el peronismo de siempre, con la burocracia sindical como garante, que, unido o dividido, según les convenga, gobiernan para las patronales y el imperialismo.

Todo esto nos refirma en que la tarea pasa por el fortalecimiento de una real alternativa política para que gobiernen los trabajadores, con un programa alternativo que priorice la resolución de las más urgentes necesidades populares. A eso estamos abocados desde el Frente de Izquierda Unidad.

Nuestro semanario. En el que te acercamos el reflejo de las luchas del movimiento obrero, las mujeres y la juventud, además un análisis de los principales hechos de la realidad nacional e internacional.

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