Jul 19, 2024 Last Updated 5:27 PM, Jul 19, 2024

Estamos a un mes de las elecciones. Y la campaña se va acelerando hacia sus momentos definitorios. El gobierno peronista del Frente de Todos busca renovar su discurso tras la paliza electoral de septiembre. Así, lo vemos a Alberto Fernández, lápiz en mano, “escuchando”. O incorporando el “sí” a su campaña. Tal los consejos de marketing electoral que acaba de recibir de su asesor de imagen catalán.

Sin embargo, todas las encuestas muestran que, pese a su desesperación por lograrlo, el gobierno “no recupera votos”. Lógico. Puede seguir insistiendo con el doble discurso, e incluso despotricar contra el FMI. Pero el abismo entre el discurso y la realidad es demasiado grande. Los trabajadores y los jubilados siguen comprobando cómo sus ingresos se evaporan frente a la inflación. Millones siguen viviendo en el infierno de la desocupación y la pobreza extrema. El nuevo gabinete de Alberto Fernández se compone centralmente de reaccionarios anti-derechos como Juan Manzur o impresentables como Aníbal Fernández. Este último cruzó todas las barreras esta semana amenazando escandalosamente al historietista Nik demostrando, al mejor estilo mafioso, conocer la escuela donde van sus hijos.

Mientras tanto, las famosas medidas para “llenar los bolsillos de la gente” siguen brillando por su ausencia, o son apenas migajas frente a los privilegios que se le siguen otorgando a los empresarios. Lo único que aparecen son acciones desesperadas, puramente electoralistas, consistente en el “reparto” directo para tratar de ganar clientelarmente votos. Un ejemplo patético fue la decisión del gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof de regalar viajes de egresados para ganar el voto joven, al mismo tiempo que las escuelas siguen cayéndose a pedazos y los docentes cobrando sueldos de miseria, además de que falta conectividad, reflejando todo la falta de presupuesto educativo.  

Frente a esta realidad, la burocracia sindical de la CGT sólo está preocupada por la organización de un acto en apoyo al gobierno para el 18 de octubre. Ahí sí, prometiendo movilizar a “centenares de miles”. Toda una señal de que, internas aparte, mantiene intacto su pacto con el gobierno.
Claro que, al mismo tiempo que se dan todas estas maniobras electorales, la política “en serio” es llevada adelante por el ministro de Economía Martín Guzmán, el presidente del Banco Central Miguel Pesce y el mismísimo jefe de gabinete Juan Manzur, todos en Washington negociando el plan de ajuste que nos va a imponer el Fondo Monetario Internacional.

Del otro lado, la oposición patronal de Juntos por el Cambio, mientras busca mantener su diferencia a favor producto de la debacle del gobierno, tampoco las tiene todas a favor. Varios de sus dirigentes están involucrados en las denuncias de los Pandora Papers (en los que, dicho sea de paso, también quedaron enchastradas varias figuras vinculadas al peronismo). A falta de mejores ideas, siguen insistiendo con su propuesta de eliminar las indemnizaciones por despidos, lo que es música para el oído de los grandes empresarios y multinacionales. Nada bueno saldrá sin duda de acá para el pueblo trabajador.

En este tramo de la campaña, ha salido a la luz la preocupación de muchos dirigentes políticos patronales por el crecimiento de la izquierda. Es que, tenemos que repetirlo, dimos la sorpresa al quedar como tercera fuerza nacional en las PASO. Se destaca el avance de la izquierda en los barrios populares del conurbano bonaerense. Medios cordobeses han destacado la excelente elección del FIT Unidad en varias barriadas de la capital de esa provincia, disputándole palmo a palmo al kirchnerismo.

La simpatía por nuestra política y nuestros candidatos crece día a día. Estamos en mejores condiciones de dar pelea para que la izquierda siga teniendo una bancada en el Congreso Nacional y en las legislaturas provinciales. Pero para eso necesitamos el apoyo de todas y todos. Por eso te invitamos a que te sumes a la campaña, acerques nuestros materiales y volantes a amigos, compañeras y compañeros de trabajo, vecinos y familiares. A que aportes a conformar comités de apoyo al FIT Unidad. A que te anotes como fiscal para defender nuestros votos. A que vengas a nuestras charlas y te sumes a nuestras reuniones. Porque podemos y tenemos que ser muchos más. Porque necesitamos un Frente de Izquierda Unidad más fuerte y grande, con más diputadas y diputados, para enfrentar juntos el ajuste que se viene.


Escribe Mónica Schlotthauer, diputada nacional por Izquierda Socialista / FIT Unidad

Alberto Fernández dice haber “escuchado el mensaje de las urnas”. No se nota. Las medidas con las que supuestamente se les “llenará el bolsillo” a la gente son migajas. Mucho más si las comparamos con los privilegios para las patronales y el FMI.

El jefe de gabinete del gobierno del Frente de Todos, Juan Manzur, se sinceró: “que Dios nos ayude”. Se refería sin dudas a las posibilidades que tiene el gobierno de remontar la paliza electoral sufrida en las PASO. Es que, evidentemente, y por más malabares que hagan, no hay forma de engañar al pueblo trabajador. Ni siquiera apelando a nuevos slogans de campaña, buscando ser “positivos” y poniendo la palabra “sí” en cada frase, como lo recomienda su nuevo asesor de imagen catalán.

Es que ese “sí”, cuando vamos a la realidad, termina siendo sólo para los empresarios y el Fondo. Por contraposición, las necesidades del pueblo trabajador siguen recibiendo un rotundo “no”. Veamos que pasó desde el momento en que el presidente Alberto Fernández dijo haber “escuchado” el mensaje de las urnas.

En estas semanas post-PASO, el gobierno mandó al Congreso proyectos de ley con innumerables privilegios para las petroleras y gasíferas de Vaca Muerta. Anunció medidas que favorecen a las empresas del agronegocio. Presentó 35 proyectos megamineros. Le sacó todas las retenciones a las multinacionales de la  industria automotriz y flexibilizó el convenio colectivo de trabajo en Toyota con la complicidad de la burocracia sindical del Smata. Sin contar el envío del propio proyecto de presupuesto 2022, todo un programa de ajuste en consonancia con lo exigido por el FMI.

 Y hablando de este organismo, recordemos que, apenas unos días antes de las elecciones, se le había pagado 1.900 millones de dólares en efectivo al FMI. Y que el centro de las preocupaciones de todo el equipo económico está en cerrar el acuerdo con el Fondo, para lo que todo el gabinete económico se trasladó a Washington esta semana.

Por otro lado, las medidas a favor de la clase trabajadora no sólo son insuficientes, sino un chiste. Se incrementó el salario mínimo de 29.000 a 32.000 pesos, monto que se terminará de completar en diciembre. ¡Un salario “mínimo, vital y móvil”, que estaba por debajo de la línea de indigencia! En el otro extremo de la escala salarial, se anunció la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias de 150.000 a 175.000 pesos. Además del hecho de que, como dijimos mil veces, el salario no es ganancia y dicho impuesto tendría que derogarse. Decimos “se  anunció” porque la AFIP todavía no lo reglamentó y por lo tanto, los trabajadores que cobran 150.000 pesos todavía este mes siguen sufriendo esos descuentos. Podríamos sumarle un par de medidas más, todas con cuentagotas. Ni siquiera se han implementado aún lo que se rumoreó, de un IFE acotado, o un bono para los jubilados que cobran la mínima.

Las comparaciones saltan a la vista: millones de dólares de beneficios y privilegios para las patronales y el FMI y sólo monedas para el pueblo trabajador. Acá se acaba cualquier doble discurso. El peronismo de conjunto, sean “albertistas”, “kirchneristas”, “massistas”, gobernadores o intendentes del conurbano bonaerense, no ofrece ninguna salida a las más que urgentes necesidades del pueblo trabajador. Más allá del reparto de algunos bienes, que se hacen en clave de desesperación electoral.

Por eso te decimos que tu voto debe ir al Frente de Izquierda Unidad. Porque somos los únicos que decimos que proponemos priorizar de verdad a los trabajadores y a los sectores populares. Suspendiendo inmediatamente los pagos de la deuda, poniendo un real impuesto a las grandes fortunas y haciendo que todo ese dinero vaya a salario, jubilaciones, empleo, salud, educación y vivienda.

Escribe Martín Fú

La dura derrota electoral del gobierno peronista de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, fruto de la bronca de millones de trabajadores, ha obligado a reforzar la campaña del oficialismo. Apelando a diversos métodos, más allá de algunas medidas del gobierno para intentar recomponer la imagen y buscando mejorar la performance en noviembre, ha obligado hasta al mismo presidente a salir a la calle. En un spot donde el presidente dice “me importa mucho escuchar a los vecinos. Es un momento de escucharnos un poco mas”, Alberto camina por las calles de la cada vez más empobrecida Ensenada, en la provincia de Buenos Aires.

Recordando a los famosos timbreos del entonces Cambiemos de Mauricio Macri, Horacio Rodriguez Larreta y María Eugenia Vidal, Fernández salió a buscar los votos que en septiembre le fueron esquivos. Y recomponer un poco la mala imagen del gobierno, que viene en picada post crisis del peronismo, el cambio de gabinete y el aumento de la pobreza, la desocupación y la carestía general del costo de vida.  

La puesta en escena es vergonzosa. Alberto, lápiz y cuaderno en mano, pone cara de “estoy prestando atención a tus reclamos”, mientras por otro lado la política de ajuste sigue siendo la de siempre.

Por eso queremos ser claros, Alberto y el gobierno no buscan “escuchar a los vecinos”, no lo hicieron antes ni lo hacen ahora. Solo buscan votos y utilizan un doble discurso para seguir distribuyendo más pobreza y miseria.
La alternativa al gobierno peronista y a los partidos de la oposición patronal que quieren más ajuste es votar al Frente de Izquierda Unidad. Para que en el Congreso y en las legislaturas se escuche la voz del pueblo trabajador. Porque somos los únicos que planteamos un auténtico programa alternativo, obrero y popular que priorice y resuelva las más urgentes necesidades populares.
 

 


Escribe Cristian Luna, candidato a diputado nacional Tucumán por Izquierda Socialista/FIT Unidad

Juan Manzur, el nuevo jefe de gabinete de Alberto Fernández, es conocido por sus posiciones “celestes”, anti-derechos de las mujeres. También por sus vinculaciones con las vertientes más reaccionarios de la Iglesia Católica.

Pero ese no es su único perfil. Manzur ha sido siempre un político patronal típico. Se destacan sus vinculaciones con los dueños de los laboratorios medicinales nacionales, entre ellos con Hugo Sigman y la familia Roemmers y también con las multinacionales del sector, todo cuidadosamente aceitado durante su mandato como ministro de Salud en el gobierno de Cristina Fernández. Como muestra basta un botón: aprovechando la epidemia de la gripe A, el entonces ministro Manzur le garantizó a Hugo Sigman el virtual monopolio de vacunas contra la gripe por diez años. Con respecto a sus relaciones con las transnacionales, el propio Manzur se ufana de sus “contactos” con el establishment económico yanqui.

El actual jefe de gabinete no es sólo un agente de los negocios de las grandes patronales, sino que es él mismo un gran capitalista del Noroeste argentino. Manzur es propietario de la empresa sanjuanina Tío Yamil, y de una finca en Aimogasta, en La Rioja, llamada El Benteveo, ambas dedicadas a la producción de aceite de oliva y aceitunas. Ambas aportan a su principal empresa, llamada Agro Aceitunera S.A, dueña de la marca de aceitunas más importante del país, Nucete, que controla el 45% del mercado interno y es un gran exportador al resto del mundo.

Como buen capitalista, Manzur no vive mal: tiene una vivienda de 4.000 metros cuadrados en Yerba Buena, la zona exclusiva en el gran San Miguel de Tucumán.
Este es el hombre que Cristina le propuso a Alberto Fernández como jefe de gabinete. Toda una garantía para los empresarios.


Escribe José Castillo, candidato a diputado nacional por Izquierda Socialista /FIT Unidad

Milei dice oponerse a la “casta política”. Término que usa para esconder que los partidos tradicionales, a quien efectivamente representan, es a los patrones.

Javier Milei busca diferenciarse del resto de los dirigentes políticos tradicionales diciendo que estos pertenecen a lo que denomina la “casta política”. Así despierta simpatías en ciertos sectores, en particular juveniles, hartos de ver funcionarios de distintos gobiernos gozando de privilegios y enriqueciéndose. Pero el candidato de La Libertad Avanza, al hablar de casta política esconde lo fundamental: la fuente de ese enriquecimiento y corrupción está en la “gestión” que hacen estos dirigentes de los negocios de los bancos, las patronales nacionales y extranjeras y el FMI. Por eso, desde la izquierda preferimos llamar a las cosas por su nombre: son políticos patronales, al servicio y en muchos casos ellos mismos socios de las empresas y sus ganancias.

Milei también se cuida muy bien de esconder que si hay un sector de dirigentes que son distintos, estos son justamente los de izquierda. Los únicos que no se enriquecen, no gozan de privilegios y cumplen exactamente con lo que se comprometen con el pueblo trabajador. Ahí se le ve la pata de la sota a la hipocresía de Milei: la izquierda, justamente quienes no participan de ninguno de los privilegios de lo que él denomina la “casta política”, son sus principales enemigos, “los zurdos”, como los denomina en su mejor lenguaje macartista.

Milei con la ultraderecha española de Vox

Pero Milei ni siquiera es original. La expresión “casta politica” fue inventada por Beppo Grillo y su movimiento 5 estrellas hace varios años. Sin embargo, quien la utiliza más profusamente en la actualidad es la ultraderecha española, nostálgica del franquismo, de Vox. Milei, que se proclama ultraliberal, no tiene ningún problema es aparecer como socio político de estos sectores neofascistas. De hecho, acaba de participar de un encuentro internacional de esa fuerza política, de la que se muestra socia como dijo en “la lucha común contra el comunismo”.

¿De qué vive Milei?

Uno de sus argumentos favoritos para usar el término “casta política” es referirse a todos aquellos dirigentes que hace años viven y se enriquecen en la función pública. Para confrontarlos con “la gente común que trabaja”. Pero Milei es un hipócrita. El mismo, en los años 90, cobró un sueldo como asesor del bloque de diputados Fuerza Republicana, el partido del genocida Domingo Bussi. Actualmente, Milei tampoco “trabaja”. Hace años que es ñoqui del empresario Eduardo Eurnekian, quien hizo su fortuna gracias a conseguir concesiones del Estado de diferentes gobiernos, lo que le permitió armar su emporio llamado Aeropuertos Argentina 2000. Para hacerlo aún más escandaloso: el sueldo que Eurnekián le pagó a Milei el año pasado, lo hizo con la utilización de los subsidios ATP que otorgaba el gobierno nacional para “evitar despidos durante la pandemia”.
Por otra parte, en estos últimos días Milei demostró la selectividad con que define a quienes según él pertenecen o no a la “casta política”. Expresando su afinidad con Patricia Bullrich, la dirigenta del PRO caracterizada por su travestismo político y por haber sido funcionaria de casi todos los gobiernos de los últimos 30 años.

Milei no quiere terminar con ningún privilegio
No te dejes confundir. Hay que acabar, sin duda, con los políticos millonarios y corruptos. A los que usan sus cargos para favorecer a las grandes patronales y les garantizan sus superganancias. Milei, y también Espert, integran ese grupo. Por algo sus ejemplos, a quienes buscan emular, son Menem y Cavallo. Son políticos patronales y de lo peor: ultraderechistas y neofascistas. Antiderechos de las mujeres y las disidencias y defensores de genocidas.
En contraposición a ellos, hay que votar a los que de verdad nunca gobernaron, los trabajadores y la izquierda, los únicos que no tienen ninguna responsabilidad en el saqueo y la miseria que se encuentra sumido nuestro país. Por eso en noviembre hay que votar al Frente de Izquierda Unidad, el único programa que prioriza las reales necesidades de los trabajadores y la juventud, por sobre las ganancias de los empresarios y el FMI.

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